27 abril 1990

El político vasco anunció que convertirá a su corriente 'Democracia Socialista' en una corriente política propia

El PSOE expulsa a Ricardo García Damborenea, líder de la corriente ‘Democracia Socialista’ tras acusar a Alfonso Guerra de ‘franquismo’

Hechos

El 27.04.1990 el PSOE suspendió de militancia por dos años a D. Ricardo García Damborenea, decisión ante la cual el político anunció que se daba de baja en el partido.

Lecturas

Las continuas declaraciones públicas del dirigente del PSOE D. Ricardo García Damborenea (exdiputado y ex secretario general del PSOE en Vizcaya) contra la dirección nacional del partido causan que se abre un expediente disciplinario contra él.

El Sr. García Damborenea tras intentar, por dos veces, ser secretario general de los socialistas vascos (PSE-PSOE) y perder en el congreso de 1985 frente al Sr. Benegas y fracasar en el congreso de 1988 frente a D. Ramón Jáuregui, después de que la dirección nacional encabezada por D. Alfonso Guerra, se movilizara para impedirlo, se erigió en líder del sector crítico del partido, lo que causó que fuera apartado de su principal cargo, el de secretario general del PSE-PSOE en Vizcaya.

El Sr. García Damborenea había fundado en 1989 la corriente crítica Democracia Socialista con el objetivo de forzar un cambio en el partido.

El 27 de abril de 1990 el Comité Federal del PSOE hace pública la resolución de la Ejecutiva Federal del partido contra el Sr. García Damborenea: suspensión de militancia por 2 años. Ante esa resolución el Sr. García Damborenea comparece ante los medios de comunicación ese mismo día 27 de abril para anunciar que no va a recurrir la resolución dado que rompe definitivamente con el PSOE y anuncia que creará su propio partido político que se denominará como su corriente, Democracia Socialista (DS), y será incluido en el registro de partidos políticos el 25 de mayo de 1990.

El sindicato UGT, que había apoyado los postulados del Sr. García Damborena de crítica desde la izquierda a los Sres. Felipe González y Alfonso Guerra. Por su parte desde Izquierda Unida el PASOC de D. Alonso Puerta ofreció al Sr. Damborenea que se integrara en su formación.

Las frases que motivaron la sanción contra el Sr. García Damborenea:

«El mitin de Guerra en Sevilla es franquismo puro y duro, pero peor hecho, porque Franco juntaba más gente» (25.02.1990)

«El PSOE no es un ámbito de libertad, sino una clientela aquiescente, servil» (28.01.1990)

«Cuando en la noche electoral veía a Alfonso Guerra me pareció estar viendo a Martín Villa» (20.11.1989)

28 Abril 1990

Damborenea: Abandono forzoso

ABC (Director: Luis María Anson)

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El acoso de los inquisidores del PSOE contra Ricardo García Damborenea pretendía culminar en la medida, anticipada ayer por ABC, de suspenderle por dos años en su militancia en el partido. Pese a la hipocresía de evitar la expulsión para eludir las críticas y disensiones que esta medida extrema hubiera suscitado, en la práctica se aniquilaba cualquier expectativa de futuro del admirable líder crítico en el seno de su partido y se descabezaba irreparablemente la corriente de opinión que pretendía promover. El abandono del PSOE por parte de Damborenea es la consecuencia inexorable de aquella decisión.

Como aviso a los navegantes, el copresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, puede exhibir la cabeza de Dambornea en lo alto de la pica de su venganza como prueba de la democracia interna que gasta el PSOE y aviso de la suerte que aguarda a quienes se permitan discrepar de la diarquía y su camarilla de validos. A Damborneea debe confortarle el saber que, ante la opinión pública, goza de una autoridad moral de la que manifiestamente carecen sus vengativos jueces y verdugos.

29 Abril 1990

García Damborenea

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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Tiene razón Ricardo García Damborenea, el dirigente de la corriente crítica del PSOF Democracia Socialista, al considerar que su suspensión de militancia por dos años, decidida por unanimidad por la ejecutiva de ese partido, equivale a su expulsión, por lo que ha decidido marcharse. Seguramente lo mismo harán los demás miembros de esa corriente, para alivio de apparátchiki y otros oficinistas. S as declaraciones a la prensa y demás tribunas durante los últimos años se han considerado constitutivas de falta grave, y se le han aplicado las sanciones previstas en los estatutos. La afiliación a un partido es un acto libre que implica aceptación de sus reglas de juego, y en particular de sus estatutos. Desde ese punto de vista, nada habría que objetar a la decisión de los sancionaores. Ciertamente, algunas de las declaraciones del antiguo secretario general del PSOE de Vizcaya contra la dirección de su partido, incluidas absurdas comparaciones con el franquismo, eran difícilmente compatibles con la militancia libremente consentida en una formación política.Pero la cuestión es cómo y por qué se ha llegado al aparente absurdo de que alguien como García Damborenea disparate de esa manera. Alguien como García Damborenea, probablemente la personalidad más brillante del socialismo vasco de los últimos años, heredero de la tradición representada por Indalecio Prieto, fastigador del terrorismo etarra, agudo crítico de los aspectos intolerantes del nacionalismo vasco y principal inspirador intelectual de la línea que a la larga han aplicado en Euskadi sus rivales dentro del PSE-PSOE. Que García Damborenea no pueda militar en un partido que cuenta entre sus actuales dirigentes con ilustres burócratas a quienes nadie escuchó jamás una idea original debería resultar desalentador para sus miembros. Es cierto que los métodos aplicados por García Damborenea mientras fue dirigente máximo del socialismo vizcaíno en nada tienen que envidiar a los que contra él se han puesto en práctica desde que perdió el puesto. Pero la incapacidad del aparato del que fue excluido para reintegrarle a los órganos de dirección cuando sólo se habían cubierto los primeros tramos de su progresiva disidencia y la cerrada oposición más tarde a dar cauce racional a sus discrepancias simbolizan el sectarismo y la incompetencia de quienes ahora celebran como una victoria la resolución de los órganos competentes.

30 Abril 1990

El felipismo y la democracia en España

Ramón Pi

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Ricardo García Damborenea es la última víctima del despotismo de la dirección del PSOE (que en su cúspide es la misma que la del Gobierno, es decir, los falsos «Hombres G», González y Guerra -porque los verdaderos son el hijo de Summers y sus colegas, que .espero que me perdonen el mal uso que hago de su nombre de batalla). El problema de Damborenea es el del choque entre el precepto constitucional de funcionamiento democrático de los partidos y la realidad de un PSOE no ya absolutamente jerarquizado, sino pura y simplemente dictatorial en su funcionamiento interno y cada vez con menos interés por guardar siquiera las apariencias democráticas. Acaso la Constitución sea la causa de esta dicotomía, porque el término «democracia» es anfibológico; mientras en sentido estricto no significa sino el control social del poder político, y entonces no sería propiamente aplicable más que a las relaciones entre los poderes clásicos del Estado y al origen electivo de la representación popular, en sentido lato puede querer decir muchas cosas, y de hecho se viene interpretando como democrático todo aquello que está organizado de modo que las decisiones definitivas van de abajo a arriba. Cuando la Constitución ordena que el funcionamiento interno de los partidos sea democrático me parece que está empleando la palabra en este último sentido, de modo semejante a como la demagogia sindical postula la introducción de la «democracia» en las empresas, por ejemplo, o como los cursis beatonos de nuevo cuño reclaman «democracia» en la Iglesia. Pero ni la Iglesia ni las empresas pueden funcionar si no es de forma jerárquica, y tengo mis dudas de que no ocurra lo mismo en un partido político. He aquí un ejemplo arquetípico: si se acepta que un partido político establezca como falta grave el emitir juicios críticos que pongan en cuestión la buena imagen del partido, entonces no podemos decir que su funcionamiento sea propiamente democrático, puesto que cercena de entrada la libertad de expresión de sus afiliados. Pero es que si no se establece esta regla, muchos piensan que. un partido no puede funcionar de ninguna manera. Me parece que éste es un debate que debería abrirse, al menos en los medios estudiosos de la vida política. Cuando los falsos Hombres G llegaron al poder, lo que hicieron fue trasladar su concepción autoritaria del partido al conjunto de la sociedad española, y lo que ha salido es lo que estamos viendo: una aberración. En efecto, los esfuerzos de los nuevos mandarines se han encaminado sistemáticamente a neutralizar los mecanismos de crítica y control del poder, y como lograr eso del todo es imposible sin triturar la democracia, no tienen más remedio que aguantar la crítica social. Pero no les gusta, eso salta a la vista, y entonces afloran todos sus tics dictatoriales y despóticos que están pudriendo nuestra convivencia. ¿Puede extrañarse Damborenea de que a él le pase lo que le pasa cuando a los que no son del PSOE les ocurre lo que les ocurre?

06 Mayo 1990

Y «Dambo» bajó a los infiernos

Pilar Urbano

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Fue en el 31 Congreso del PSOE, cuando Felipe González lanzó su antinomia capciosa «¿qué es más progresista, qué es más solidario, qué es más socialista: que 400 españoles tengan un puesto de trabajo fijo, o que 800 españoles tengan un puesto de trabajo eventual?». Y entre la perplejidad de tantísimos, Nicolás Redondo dijo «Eso es un sofisma, Felipe ¿por qué haces irreconciliable la cantidad y la calidad? ¿Por qué, para que haya más empleo, tienen que ser puestos precarios? La trampa que nos tiendes no está en la realidad económica y social, sino en tu pregunta». A su regreso de China, Felipe propuso otra engañifa filosófico-política: «Gato blanco, gato negro, tanto da si caza ratones». Eso gustó mucho a la «beautiful people» del socialismo «light», que andaban engolosinados con el-poder-por-el-poder… Pero saltó Pablo Castellano diciendo que a él no le interesaba nada la caza de ratones, si era a cambio de perder el color del pelaje… y comentó aquello de que «en el partidosocialistaobreroespañol debe estar haciéndose de noche, que es cuando todos los gatos son pardos». El tercer sofisma fue acuñado por Alfonso Guerra. Tuvo un arraigo rápido, extenso y profundo en la conciencia de todos los militantes del PSOE. Era, fifty-fifty, un consejo-amenaza: «El que se mueve, no sale en la foto». Que en lenguaje evangélico se diría así: «Bienaventurados los quietos, los callados, los acríticos, los dóciles, los que no enredan, los que no piensan por su cuenta, los que no descuellan, los que dicen «sí bwana»… porque ellos estarán en la foto». Y con esa esperanza de felicidad-inmortalizada-en-cartulina, empezó a cundir la inmovilidad, el agarrotamiento de piernas y brazos, la afonía, la sordera, la renuencia instintiva a pensar algo distinto de lo que José María Benegas en Ferraz, o Martín Toval en el Parlamento, o Roberto Dorado en la Moncloa profirieran como «lo que se piensa arriba». Y poco a poco fueron entrando en «trance robótico» gente tan valiosa como Carlos López Riaño, en la corriente IS; Félix Pons en su altarcito del Palacio de San Jerónimo; Javier Moscoso en la Fiscalía del Estado; Ramón Rubial, en su hornacina de presidente del PSOE, convertido en venerable momia portátil y en tampón mecánico para estampar firmas al pié de documentos ingratos iay! que Felipe no se atreve a rubricar. Lo de «salir en la foto» no era una teoría; era una práxis que llegó a generar lo que si usted no es socialista llamaría «un hábito de comportamiento», respaldado en la experiencia y en el escarmiento; y si usted es socialista lo llamará «una cultura»: la «cultura de la quietud», consistente en no preguntar demasiado; no opinar, si no te lo demandan; no discrepar de lo que la «cúpula» ya ha sancionado… y, por nada del mundo, ser atípico y utópico en las ideas, ni descollante en los trabajos. Ejemplos eximios de esa «cultura de la quietud» fueron y siguen siendo, con o sin carné, pero con cargo «vip», un Rodríguez Colorado, un Antonio Hernández Gil, un Claudio Boada, un Enrique Barón, un Manuel Marín, un Enrique Múgica, un Joan Lerma, un José Barrionuevo, un Leopoldo Torres… incluso un Fernando Morán. Había precedentes atemorizantes de «cultura de la inquietud»: ingenuos que se creyeron con derecho a oponer «peros», a evocar la utopía, a denunciar corruptelas, a plantear debates al margen de «Jávea», a expresar sus críticas en los papeles periódicos… Alonso Puerta, Carlos Revilla, Luis Rufilanchas, Fernández-Malo, Luis Alonso Novo, Paco Bustelo, Pablo Castellano, Luis de Velasco, Julián Campo, Ignacio Sotelo… Que, o ya no están en el PSOE, o están vegetativamente. Pero un buen día llegó Ricardo, el «Dambo», y rompió el sofisma: Primero dijo: «Es que yo no aspiro a estar en una foto, sino a poder moverme en libertad». Y después: «Lo que hace falta no es una foto-fija, sino una película animada donde la gente gesticule, camine, hable, contraste opiniones, aporte experiencias, discrepe… Sí, discrepe y enriquezca el debate». El «Dambo» sabía que estaba recorriendo un sendero angosto, tortuoso y sembrado de vidrios de punta. «Eso lo sé, y voy con cuidado -me dijo una tarde. Pero lo que me da más miedo es resbalar estúpidamente, por pisar una piel de plátano». Y recuerdo cómo se resistía a calificar de «cesarismo» el modo de gobernar de Felipe. Su error esencial fue plantarle cara al «sistema», exigiendo «democracia interna en el partido». Pero no le condenaron por ello, sino por un nimio error formal: Se atrevió a llamar «mitin franquista de Guerra»… al mitin franquista de Guerra. Exactamente: pisó una piel de plátano. Y, claro, le sacaron de la foto, y le castigaron a estar en los infiernos de las tinieblas exteriores. El «Dambo» prefirió irse a silbar por la calle. Anteayer me decía Apolinar Rodríguez que «lo de Ricardo no puede entenderse ni con la cabeza ni con el corazón». Y agregó: «¿Te hago un vaticinio? En el PSOE se va a acabar la parálisis… yo empiezo a notar que el «monolito» se mueve». Ciertamente, hay indicios de que algo empieza a moverse. Javier Pradera, desde su tribuna de papel, en «El País», deja al descubierto la imbricación política de Alfonso Guerra en los «affaires» de su hermano Juan. Solchaga reconoce en público que, en el Gobierno, hay «sensibilidades distintas» y llega a apuntar la existencia de facciones y tendencias. Leguina critica la defenestración de Borbolla y señala las responsabilidades de Guerra por «asumir el riesgo de la designación de Chaves» como candidato para Andalucía. José Acosta (presidente de la FSM) le echa un pulso a Leguina… y Barrionuevo tercia, apoyando a éste último. Nicolás Redondo «senior» se posiciona a favor de Damborenea y, en cambio, Nicolás Redondo «junior» se alinea con la dirección del partido. Narcís Serra, Javier Solana, Carlos Solchaga, Carlos Romero y Jorge Semprún (éstos, al menos, que yo sepa) han expresado en círculos íntimos la opinión de que «mientras el «caso Juan Guerra» siga abierto y destilando pus; la permanencia de Alfonso en el Gobierno es un desgaste sobreañadido que nos afecta a todos». Un test muy nítido de la necesidad de hacer equilibrios sobre un puzzle que se mueve es el nombramiento de Martínez Noval como ministro de Trabajo. González, al designarle, no ha pensado precisamente en la tarea de concertación sindical que ha de acometer, si no en compensar las exigencias de Solchaga con las pretensiones de Guerra. Uno y otro propusieron diversos ministrables. ¿Porqué FG escogió al oscuro «segunda fila» Martínez Noval? Porque, sin esfuerzo, se plegará a los límites negociadores que Solchaga marque; y no despertará recelos en Guerra, toda vez que, en perfecta sintonía con Angel Fernández Villa (secretario general del SOMA y miembro de la ejecutiva federal del PSOE) Martínez Noval era, en toda la zona asturiana, una pieza de utilidad y fidelidad clave para los «dictats» de Ferraz-70. Y no sólo entre el partido y el sindicato, y no sólo entre los miembros del Gobierno, y no sólo entre los militantes con conciencia crítica… también hay tensiones intestinas, cada vez menos soterradas, en las federaciones de Madrid, de Cataluña, de Canarias, de Andalucía, de Extremadura, de Valencia, del País Vasco… Si el Gran Hermano fotógrafo disparase ahora el obturador… no sé, quizás tan sólo Virgilio Zapatero, Saenz de Cosculluela, Matilde Fernández y ese chico guaperas recién estrenado en TVE, ¿Jordi G. Candau?… Sí, quizás sólo estos saldrían en la foto, quietecitos y serios, mirando a la cámara.

Pilar Urbano