29 mayo 1989

El reformista radical Boris Yelstin, ex secretario del PCUS en Moscú, logra un puesto en el Soviet Supremo de la URSS y se consolida como principal opositor a Mijail Gorbachov

Hechos

El 29 de mayo de 1989 Boris Yelstin se convirtió en miembro del Soviet Supremo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

30 Mayo 1989

Mucho ruido, algunas nueces

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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LA CAMBIANTE fortuna que ha acompañado a Boris Eltsin es un buen ejemplo de las peripecias por las que está pasando la reforma política en la Unión Soviética. El antiguo secretario del partido comunista en Moscú fue desposeído de su cargo por pretender excesivas reformas en un plazo demasiado corto: el más ardiente defensor de la perestroika se convertía así en su víctima más sonada. Posteriormente, Eltsin fue elegido en loor de multitudes al Congreso de los Diputados de la URSS. Pero a la hora de la verdad, cuando el Congreso de los Diputados debía elegir al Soviet Supremo -órgano parlamentario permanente que presidirá el propio Gorbachov-, Eltsin se quedó inicialmente fuera. Elegido en marzo al Congreso por más de cinco millones de moscovitas, fue derrotado por los conservadores, la mayoría de diputados que, como ha dicho el historiador Afanasiev, han acabado por conseguir crear «un Soviet Supremo estalinistabrezneviano». Finalmente, ayer, la dimisión de uno de los nuevos diputados por la República Federativa de Rusia permitió recuperar un cierto sentido de la dignidad y permitir el ingreso de Eltsin en la Cámara de las Nacionalidades del Soviet Supremo.La recuperación de la figura más relevante del reformismo no cambia, sin embargo, un hecho fundamental: que ha quedado excluido el núcleo principal de los liberales, diputados como la socióloga Tatiana Zaslavskaia, los periodistas Poltaranin, Logunov y Chernichenko, el economista Tijonov, ecologistas, historiadores y defensores de las minorías. En el Congreso, los reformistas, los contestatarios, habían conseguido llegar a ser el 30% de los diputados; en el Soviet Supremo, seleccionado por el Congreso, la proporción se ha reducido al 10%. Los radicales amenazan con formar un grupo parlamentario de oposición. ¿Podrán hacerlo? Es posible que con la presencia de Eltsin en el Soviet Supremo llegue a ocurrir. La idea, anunciada por Afanasiev, fue combatida por el propio Gorbachov, que no quiere «fracciones y cisma», que no quiere que el Congreso «se deshaga en pedazos». El líder soviético debe pensar -se lo han demostrado meses de dificultades sin cuento, sobre todo en torno al problema de las nacionalidades- que la gigantesca heterogeneidad de la URSS resistiría hoy mal un experimento democrático a la occidental. Para Gorbachov, no hay duda de que el poder debe ser ejercido desde el centro, y con fuerza. Compleja situación, porque el germen de parlamentarismo le es necesario a Gorbachov para seguir adelante con su reforma política, igual que le es necesaria la legitimidad de gobernante refrendado por un proceso electoral.

Con todo, la perestroika no ha muerto. Tres indicios lo confirman. Por un lado, las manifestaciones de partidarios de Eltsin, las discusiones abiertas y francas que al final de cada día se producen en la plaza de Puskin, a la que acuden los reformistas como Sajarov a explicar los debates del día en el Congreso. Por otro, la virulencia con que estos diputados se han expresado en el interior de la Cámara; ha sido impresionante oír a los Afanasiev, a los Popov, a los Sajarov, tachar a la mayoría de «agresiva y obediente», acusándola de traicionar el proceso democrático. Finalmente, y aunque los intelectuales no hayan conseguido vencer al aparato, la vieja guardia ha sido derrotada: sólo un miembro del antiguo y todopoderoso Buró Político, Vorotnikov, presidente del Consejo de Ministros de la República Federativa de Rusia, ha resultado elegido. Los aires están cambiando, el ruido es mucho y empieza a madurar alguna nuez.