30 octubre 1969

Emilio Romero (PUEBLO) defiende la memoria del fallecido ex ministro de Información Gabriel Arias Salgado

El relevo de Manuel Fraga por Sánchez Bella al frente del Ministerio de Información desata una pelea mediática entre periodistas

Hechos

El 30 de octubre de 1969 D. Manuel Fraga Iribarne fue sustituido como ministro de Información y Turismo por D. Gabriel Arias Salgado.

Lecturas

El cese de D. Manuel Fraga Iribarne como ministro de Información y Turismo lleva al ABC dirigido por D. Torcuato Luca de Tena Brunet a publicar un editorial elogioso de despedida celebrando que fuera mucho mejor que su antecesor, el fallecido D. Gabriel Arias-Salgado Cubas, lo que lleva al director de Pueblo, D. Emilio Romero Gómez, a escribir un artículo criticando a Fraga Iribarne y defendiendo a Arias-Salgado y a su equipo (D. Adolfo Muñoz Alonso y D. Juan Aparicio López) en la revista Sábado Gráfico.

La idea de ABC de presentar al Sr. Fraga como ‘ministro bueno’ frente a su antecesor, el Sr. Arias Salgado como ‘ministro malo’, causó una réplica del director del diario PUEBLO, D. Emilio Romero, para defender la memoria del ex ministro fallecido.

31 Octubre 1969

FRAGA, UN GRAN MINISTRO

ABC (Director: Torcuato Luca de Tena)

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El Jefe de Departamento de Información, don Manuel Fraga Iribarne, que acaba de cesar, ha sido un gran ministro. Llegado el momento de las valoraciones, ¿cómo no tener en cuenta cuál era la cota de la que tuvo que partir y cuál otra es, bien es distinta, ésta en la cual nos encontramos? Sin perdernos en disquiciones, ahora intempestivas, es de reconocer que aquella, la cota de partida, era bajísima.

Fraga supo, desde el principio, dirigir su esfuerzo político, con prudencia y con autoridad, hacia el ideal de armonizar la libertad y la responsabilidad de la Prensa. En esta noble y clara línea, la Ley de Prensa ha sido su gran obra.

Promovida y propuesta, debatida y aprobada en su etapa de gobierno, la Ley de Prensa ha tenido tan importante trascendencia en lo político, como pueda corresponder a la transformación y progreso del país en lo económico. Al proclamarlo no hacemos ninguna generosa o hiperbólica concesión.

Si asentamos nuestra opinión en la base inevitable de la realidad, de las posibilidades ciertas, la Ley de Prensa merece juicio favorable. Enmarcada en su particular circunstancia, es la mejor posible. Y la medida en que define un avance, una mejor ordenación de la información, unas garantías y unos derechos profesionales, no se deben regatear, y no la regateamos, la expresión de reconocimiento al ministro que fue su autor.

Por virtud de la apertura informativa, la mentalidad del país y de sus gobernantes ha cambiado radicalmente en los últimos años. Se ha consumado un proceso de sensibilización política de la opinión pública en todos sus niveles. Proceso conveniente, porque de él se ha derivado un fruto saludable para el contraste de pareceres comunitarios: la más depurada formación de los criterios, de las corrientes de opinión.

Antes de la vigencia de la Ley de Prensa, la actuación de Fraga Iribarne facilitó el camino. Solamente era preciso que el ministro se mantuviera en una equilibrada opción alternativa entre el necesario principio de autoridad y el principio imprescindible de libertad. El supo mantener este equilibrio y reconocer con amplitud apreciable, el principio de libertad, cuando todo era más o menos discrecional porque todavía no existía la ley.

Naturalmente, la aprobación de ésta inició un orden de superior valor jurídico. Siempre es más justo, y mejor, ordenar el ejercicio de los derechos por la autoridad objetiva de una ley que dejarlo pendiente de decisiones personales, por muy acertadas que éstas sean. El estado de Derecho, podríamos decir, quedó así extendido, aplicando, a la Prensa.

Bastaría únicamente esta actuación de Fraga Iribarne en el Ministerio para marcar con signo político su paso por él. Pero hay más datos que sumar en la partida favorable de su gestión.

Destacan, entre ellos, la ejemplaridad personal de su dedicación continua, denodada, sin reservas, al servicio del cargo; y su admirable capacidad de trabajo, que contrastada con la común y normal lentitud burocrática, podía, a veces, parecer vertiginosa.

Jamás perdió Fraga la virtud de su eficiencia.

También – cualidad política notable – Fraga Iribarne supo rodearse de un equipo completo de colaboradores inteligentes, capaces y capacitados; acierto suyo que, por desgracia no tuvo precedentes tan claros en anteriores etapas del mismo Ministerio. Y estas dos referencias arrojan un balance de indiscutible valor.

Igualmente merece de sobra ser recordado un dato significativo: el “boom” turístico, tan oportuno para la economía nacional, y que algún día puede eclipsarse, abandonarnos – ¡no lo olvidemos! – se ha producido, y no por razón de simple coincidencia, en los años de su gestión ministerial.

El paso de Fraga Iribarne al frente de un Departamento tan delicado como el que ha regentado hasta ayer no será fácilmente olvidado por cuantos han sido testigos, próximos o pasivos, de su larga cadena de aciertos.

No decirlo ahora, al tiempo de la despedida, sería – por omisión – una grave injusticia.

08 Noviembre 1969

UN ARTÍCULO INJUSTO

Emilio Romero

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No se me olvida la toma de posesión  de Fraga hace unos años, con Gabriel Arias Salgado, que cesaba. Gabriel Arias-Salgado era un hombre que se oscurecía a propio intento; no se pudo decir nunca de él que era el ministro de Información de sí mismo; tampoco pensó – inocentemente – el día antes, que cesaba. Llegó al acto sobrecogido, apurado, desconcertado y con traje oscuro. Fraga, con bastantes más kilos que ahora, estaba rozagante, poderoso, inquieto; como Gabriel Arias-Salgado representó el tiempo de la censura, allí estaban muchos que iban a sacarse la espina. Su presencia era locuaz y hasta provocativa. Entre ellos, el más ruidoso de todos, Edgar Neville. Luego le pondría como chupa de domine en un periódico. Ahora, 1969, Fraga aparecía irritado, conmovido, sombrío y sin los kilos de antes. En fin: un espectáculo nada serio este de los relevos con estado y todo.

Ya que se ha mencionado a Gabriel Arias Salgado, es justo salir al paso de un artículo de ABC, donde, con el noble propósito de decir que Fraga ha sido un gran ministro – y es verdad que ha hecho una espléndida Ley de Prensa y ha desplegado una. Los colaboradores de Gabriel Arias-Salgado fueron, entre otros muy relevantes, Villar gran actividad –arremeten contra su antecesor, y hasta señalan que tuvo un deficiente equipo de colaboradores Palasí, el actual ministro de Educación; el consejero nacional y profesor de la Universidad de Madrid, Adolfo Muñoz Alonso; el famoso fundador de tanto lema e ideología contemporánea Juan Aparicio; el profesor Juan Beneyto; el que fue presidente de Sala del Tribunal Supremo, Cerviá; el profesor y actual director general de Bellas Artes, Florentino Pérez EMbid; el profesor de Historia Vicente Rodríguez Casado. El ministerio de Información y Turismo que hoy se levanta como una realidad física y administrativa nueva, en la Castellana, se hizo en tiempos de Arias-Salgado. Y la Escuela de Periodismo. Y Televisión Española. Y la Agencia EFE. Y Radio Nacional de España. Y el primer lanzamiento, a buena escala en aquel tiempo, de los Paradores de Turismo, cuando todavía no venía nadie, porque nadie viajaba. Pero todo ello se olvida o se oscurece, porque Arias-Salgado encarnaba la censura. Toda la censura. Y es verdad. Pero la censura pertenece a los tiempos de rigidez española en todos los terrenos. También el Movimiento amplio que es hoy era entonces un partido único. Y la Iglesia no era la conciliar de hoy, sino la retrógrada. Y las Cortes eran un gran aplaudiómetro. Y los Sindicatos no estaban al nivel democrático que ahora. Y no conocíamos las frases ‘concurrencia de criterios’ y ‘contraste de pareceres’. Pocos meses antes de cesar Arias-Salgado tenía ya un proyecto liberal de Ley de Prensa para corregir la de 1938. A esa comisión pertenecía yo y el propio Sr. Fraga. Allí había un representante de la Iglesia, que era el director de ECCLESIA, y que hoy es obispos. Es verdad también que Arias-Salgado era un hombre muy estrecho en materia religiosa y en asuntos políticos. Impuso el chal en la Televisión y creía que el pueblo era menor de edad. Pero gobernó en un tiempo donde tenían ambiente esas cosas. Ahora habría cambiado. Gabriel Arias-Salgado era honrado, humilde, afectuoso y conversador. Salía uno de su despacho sin sacar mucho en materia de apertura, pero satisfecho del trato. Manuel Fraga es destemplado, no da respiro al interlocutor, a veces es mal educado, nada humilde, desdeñoso y con un trepidante dinamismo en el servicio de su función. Arias tenía mano derecha y concedía poco. Fraga Iribarne concedía algo – en materia de apertura – sin mano derecha; no tenía ni una sola actitud diplomática a pesar de ser éste su oficio. Si Gabriel Arias-Salgado fue algo así como Pío XII y Fraga como Juan XXIII – aunque un poco menos – parece ser que Sánchez Bella, el nuevo ministro, será como Pablo VI. Y como esto es la historia – aunque historia pequeña – yo tengo el gusto de contarla; y me reservo algunas cosas porque, si las dijera todas, ¿qué materiales constituirían mi libro de Memorias, que ya tiene título y que se llama “sin marras”?

Emilio Romero