2 julio 1976

El presidente, al que el rey concede un marquesado al tiempo que lo destituye, no cumplía las expectativas de la oposición que si parece cumplir Areilza, pese a tener también un pasado franquista

El Rey fuerza la dimisión del franquista Arias Navarro como Presidente del Gobierno, la oposición clama que le reemplace Areilza

Hechos

El 1 de julio de 1976 dimitió el presidente del Gobierno D. Carlos Arias Navarro tras una reunión con S. M. el Rey D. Juan Carlos I.

Lecturas

El 1 de julio de 1976, tras una reunión con el Rey Juan Carlos I, D. Carlos Arias Navarro presenta su dimisión como presidente del Gobierno, poniendo fin al cargo que ocupaba desde diciembre de 1973, cuando sustituyó al asesinado almirante Carrero Blanco.

Desde la oposición se asume que su sustituto será el ministro de Exteriores, D. José María de Areilza Martínez de Rodas, al ser considerado el miembro del Gobierno más proclive a un cambio democrático.

De acuerdo al reglamento vigente el Consejo del Reino debe facilitar al Jefe del Estado una terna de tres nombres para que de entre ellos el Rey Juan Carlos escoja al nuevo presidente. El resultado del proceso de elección se conoce el 3 de  julio de 1976.

¿DIMISIÓN O CESE?

dimision_arias_navarro

La tragedia de Montejurra supuso la caída del gobierno del señor Arias Navarro. No sería él a quién le correspondería llevar la Transición aunque el Rey le concedió un marquesado como agradecimiento a que iniciara la Transición.  El YA señala que el presidente presentó su dimisión al Rey, pero EL PAÍS insinúa que fue Su Majestad quién le cesó. El presidente de Prensa Española, Sr. Luca de Tena y Brunet, es de los pocos que dedica un artículo cortes al presidente caído:

Nadie, en justicia, puede ignorar que Arias Navarro fue el iniciador en vida de Frano una apertura que hiciera posible el tránsito de una etapa histórica a otra. Hizo bien el Rey en confirmarle como presidente y ha hecho bien el Rey al aceptarle su dimisión. (D. Torcuato Luca de Tena y Brunet, ABC, 3-7-1976)

Ese mismo día, los medios señalan a los dos posibles sucesores: los ministros aperturistas, señores Areilza y Fraga. Ambos habían colaborado en la fundación de EL PAÍS, aunque la redacción parece apostar más por el primero que por el segundo.

Dos ministros, los señores Fraga y Areilza, aparecen ante la opinión pública, como los «pesos pesados» del actual Gabinete. El primero ha probado, una vez más, su capacidad de trabajo y de persuasión al frente de la difícil parcela interior. Algunos tropiezos graves (Vitoria, Montejurra) no han logrado dañar decisivamente el prestigio de bulldozer político del señor Fraga. (…) El señor Areilza ha sabido desplegar (…) una imagen nueva y distinta de España hacia el exterior, pero no ha descuidado la actividad interior. Podría disponer hoy de puentes y contactos útiles para el pacto. Es, en el Gobierno actual, el político más distante del franquismo, con el que mantuvo diferencias de fondo en los últimos diez años. (EL PAÍS, 2-7-1976)

03 Julio 1976

Una medida acertada

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

Leer

SI EL presidente Arias no hubiera necesitado la iniciativa del Rey para poner a disposición de éste su cargo, podría decirse que, aunque tarde, había comprendido cuál era su verdadero papel a jugar en estos momentos de la vida política del país.Todos los indicios señalan que, más que un episodio concreto que motivara la decisión de la marcha de Arias, lo que existía era una situación ya insostenible. El Gabinete no tenía cohesión interna y estaba lleno de incoherencias y de francotiradores en su seno. Vamos, no era un Gobierno, sino un grupo de políticos sin una autoridad programadora al frente. Y así no se puede hacer un cambio constitucional de la envergadura que el que nuestro país tiene que afrontar. El fracaso de la política Arias resultaba ya exasperante. Se había conseguido malversar de tal manera la reforma, en momentos en los que el solo hecho de pensar en la posibilidad de la ruptura producía vértigo, que los problemas de la nación permanecían prácticamente a la deriva. Probablemente la razón profunda de todo radicaba en que el propio presidente no tenía, no la tuvo nunca, fe en lo que estaba haciendo.Hay dos datos finales, a nuestro juicio básicos, en la historia de lo sucedido y en su desenlace. El primero, la imposibilidad de diálogo que Arias ha tenido con la oposición, obligando a que fuera el propio Rey quien a título personal tuviera que iniciar algunos contactos con personalidades relevantes de ella. El otro punto es la economía, tema por el que el presidente parece haber sentido verdadera alergia. La incapacidad mostrada para controlar la inflación, el aumento alarmante del paro, el estancamiento de las inversiones, la impresión de alegría económica que el Gobierno daba, estaban poniendo a este país al borde del abismo y amenazaban con hacer peligrar seriamente los proyectos de reforma política tan deseados. La democracia necesita una paz social estable y un acuerdo nacional sobre las soluciones económicas. Necesita sobre todo realismo, y este país tiene que apretarse el cinturón. Todo lo contrario de lo que se estaba haciendo.

Pero al final no es el pasado lo que importa, sino el futuro. ¿Quién habrá de ser presidente de Gobierno? La rapidez con que se ha producido el cese de Arias hace suponer que la solución de recambio tiene que estar prevista. Y es obvio señalar que el presidente nuevo ha de tener precisamente las virtudes políticas de las que carecía el anterior. La primera de todas, la autoridad y la credibilidad necesarias para llevar adelante el proceso de cambio democrático. Son muchos los que señalan, en este aspecto, que podría ser un militar el adecuado para pilotar la nave en momentos tan confusos como el que vivimos. Si es así, cabe suponer que sería un militar no partidario en política y prestigiado en su profesión.Pero si como otros muchos suponen -y parece más lógico-, será un civil el que se haga cargo del poder, en cualquier caso eso no ha de variar en mucho las características que debe reunir. Se necesita un presidente con autoridad y visión clara de futuro, con capacidad de diálogo con todos los sectores del país y con la energía suficiente para llevar adelante el programa político y el programa económico que el pueblo español necesita. En una palabra, un presidente que mande y no se sienta prisionero de los cantos del pasado, de los intereses de parte, del miedo o de la ignorancia.

Y algo más para terminar. Algo que pensamos debe ser dicho con toda claridad y sencillez. Lo sucedido este jueves de julio pone de relieve la capacidad de decisión de don Juan Carlos, su seguridad adquirida al frente del Estado, su voluntad decidida de ser Rey de todos los españoles y su convencimiento de que un proceso como el que el país vive ha de jugar un papel de primera trascendencia en el arbitraje de las soluciones básicas que estamos necesitandó. La Monarquía como institución y la figura personal del Rey se han visto así, una vez más, reforzadas con una medida política de primera magnitud tomada con decisión, con acierto y, como hacen los buenos estrategas, hasta con sorpresa.

LA SITUACIÓN, AHORA

Las especulaciones de estas horas se centran en tres áreas diferentes: los movimientos de los sectores políticos ante la nueva situación, las posibilidades de supervivencia política de algunos ministros del actual Gobierno y la actitud que pudiera esperarse de los sectores representados en el Consejo del Reino.Sobre la actitud de los sectores políticos cabe esperar para hoy mismo varias tomas de posición política, que abarcará desde los sectores oficiales a los partidos de oposición representados en Coordinación Democrática, que ya han hecho una declaración oficial.

La imagen del Gobierno que ahora ha de cesar con Arias es, en términos generales, la siguiente: dos ministros, los señores Fraga y Areilza, aparecen ante la opinión pública, como los «pesos pesados» del actual Gabinete. El primero ha probado, una vez más, su capacidad de trabajo y de persuasión al frente de la dificil parcela interior. Algunos tropiezos graves (Vitoria, Montejurra) no han logrado dañar decisivamente el prestigio de bulldozer político del señor Fraga. La posición tomada por sus colaboradores de Reforma Democrática en la reciente reunión de París, ha levantado algunas dudas y polémicas, pero ha contribuido a beneficiar la imagen de su líder. El señor Areilza ha sabido desplegar, en medio año, una imagen nueva y distinta de España hacia el exterior, pero no ha descuidado la actividad interior. Podría disponer hoy de puentes y contactos útiles para el llamado pacto social. Es, en el Gobierno actual, el político más distante del franquismo, con el que mantuvo diferencias de fondo en los últimos diez años.

El resto del Gobierno no ofrece fisuras que hayan destacado en los últimos meses: al desacierto en la gestión económica, ruidosamente protagonizada por el señor Villar, habría que añadir la neutralidad escrupulosa de los cuatro ministros militares y la direción de los colaboradores personales más próximos al presidente: concretamente los señores Osorio, Valdés y Oñate, el primero y el último de obediencia silvista. El ministro secretario general, vinculado a la asociación derechista UDPE no parece haber robustecido su posición en los días anteriores a la crisis.El Consejo del Reino ha sido motivo de especulaciones muy intensas desde la muerte de Franco. Algunos observadores han creido «ver en ciertos consejeros posiciones de abierta discrepancia con cualquier transformación política que pudiera alterar los supuestos del franquismo. Tal podría ser el caso del ex consejero señor García Lomas, y también el de algunos miembros del alto órgano consultivo que por su cohesión, casi diríamos familiar, tienen posibilidades de formar un frente unido en torno a la figura más visible del autoritarismo: don José Antonio Girón. Sin embargo, los observadores más expertos coinciden en afirmar que el Consejo del Reino no opondrá en esta hora divergencias fundamentales a cualquier criterio de interés nacional expresado por la Corona. En esta misión de obviar cualquier clase de desacuerdo, podría ejercer una misión disuasoria y conciliadora el actual presidente del organismo, señor Fernández- Miranda, nombrado por don Juan Carlos tras la muerte del general Franco. Porque en definitiva, los españoles podrían considerar contradictorio que en una etapa nueva fuera un organismo del pasado -con hombres, ideas e intereses del pasado- el que fuera a detentar la mayor parte del poder de decisión en estas horas en que empieza, de verdad, una situación política distinta.

03 Julio 1976

Adiós, señor Presidente

Torcuato Luca de Tena y Brunet

Leer
Como no son pocos los aficionados a hacer leña del árbol caído, no está de más hacerle llegar, en la hora amarga de su despedida, unas voces - que no son sino eco de otras muchas - que le confirmen en la seguridad de que se ha hecho merecedor de la gratitud de los españoles.

Con profundo respeto debemos despedir hoy al hombre que – tras una larga, limpia y eficaz ejecutoria de servicios a la Comunidad – se aleja, tal vez definitivamente, de la vida pública. Gobernador, Director general, Alcalde, Ministro. Presidente, Carlos Arias ha sido, en el ejercicio de todas y cada una de sus responsabilidades, eficaz cordial, previsor, generoso y patriota.

Como no son pocos los aficionados a hacer leña del árbol caído, no está de más hacerle llegar, en la hora amarga de su despedida, unas voces – que no son sino eco de otras muchas – que le confirmen en la seguridad de que se ha hecho merecedor de la gratitud de los españoles. Que éstos lo digan en voz alta o que no lo digan, o que no lo piensen o que digan lo contrario, es la servidumbre – atroz servidumbre – del político.

Pero nadie, en justicia puede ignorar que Arias Navarro fue el iniciador en vida de Franco, de una apertura que hiciera posible el tránsito de una etapa histórica a otra, sin convulsiones, ni vacios de poder. Al servicio de este tránsito ha ido dejando, a jirones, su salud y su vocación de ser útil; acumulando desengaños y perdiendo su sonrisa.

Hizo bien el Rey en confirmarle como presidente del Gobierno, y ha hecho bien el Rey en aceptarle su dimisión.

Carlos Arias ha sido el arquitecto y el vigilante de un puente histórico entre el ayer y el hoy. Y este puente no se ha hundido bajo su mandato. ¡Nos falta perspectiva histórica para calibrar la magnitud de este mérito!

Al hombre de bien, al ejecutiva eficaz al árbitro prudente, no puede despedirsele – como algunos pretenden – con ironías ni con salivazos.

Escribo con urgencia estas líneas para que no le falten, en desagravio de ingratitudes e incomprensiones, el calor de unas palabras de aliento y de amistad.

Torcuato Luca de Tena y Brunet

02 Julio 1976

CESE DE ARIAS Y BALANCE DE SU GESTIÓN

YA (Director: Alejandro Fernández Pombo)

Leer

Despedimos a don Carlos Arias, al cesar como presidente del Gobierno, con el respeto que merece su difícil gestión durante el período de transición, cuyas primeras etapas ha cubierto entre dificultades notorias. Se ha mantenido el orden público y los partidos políticos están en la calle. Es de justicia reconocer el mérito de estos dos pasos decisivos, que muchos habrían creído imposibles. En contra están el tiempo perdido por las resistencias del bunker, la falta de entendimiento con la oposición y el amenazador problema económico. Ya se entiende que no atribuimos esos fallos exclusivamente, ni en muchos casos principalmente, al presidente Arias; pero es precisamente la experiencia de ellos y el análisis de sus causas lo que debemos tener presente para decir lo que esperamos de su sucesor.

Diremos que un Gobierno fuerte, representativo y abierto.

Al pedir por último un Gobierno abierto, queremos decir lo que reiteradamente hemos venido pidiendo: no la ruptura ni el proceso constituyente que nos han parecido siempre un gravísimo error, como enseña nuestra historia, pero tampoco una reforma que, elaborada en las esferas oficiales, se presenta al país prácticamente terminada para que la ratifique o no. Lo que pedimos es una consulta previa a la nación formulada en pocas preguntas, claras e inequívocas, sobre las líneas maestras del cambio constitucional, que eviten el peligro del referéndum tal como se le ha enfocado y no comprometan al Gobierno ni a la Monarquía sea cual fuere su resultado.

22 Abril 1977

El Responsable

EL ALCÁZAR (Director: Antonio Gibello)

Leer

El señor Arias Navarro fue ministro de la Gobernación y, por consiguiente, jefe de la seguridad nacional; pero no pudo evitar el vil asesinato del presidente Carrero Blanco. Más tarde, jefe del Gobierno, fabricó el llamado ‘espíritu del 12 de febrero”, que fue la avanzadilla de la voladura del régimen, tal como denunciaría en un artículo premonitorio el señor Girón de Velasco (ARRIBA, 28 de abril de 1974), que le valdría una del as más feroces campañas de la prensa subvencionada por el Gobierno que se recuerdan. Al morir Franco dio lectura al mensaje póstumo entre visibles sollozos, pero más allá de bastidores se puso en tela de juicio la limpia legitimad y origen de aquel emocionante documento del Caudillo muerto. ¿Cree el señor Arias Navarro que nos hemos olvidado de aquella burda patraña? Como presidente del Gobierno con la Corona dio paso a los dinamiteros y colaboiró con todas sus fuerzas a borrar la imagen del Estado del 18 de Julio. Luego cesó, quizás porque ocnsumada la traición, ya resultaba su presencia innecesaria. Su gestión le valió un marquesado. Y luego, a seguir negociando con Santiago Carrillo y compañía. Ya lo saben los franquistas, que después no se llamen, otra vez, a engaño.

03 Julio 1976

En pleno proceso constituyente

Darío Valcárcel Lezcano

Leer
¿es esta una etapa nueva, que abre otro equilibrio de poderes, una distinta relación gobernantes-gobernados y una transformación de las instituciones? ¿O realmente el franquismo se sucede a sí mismo y nos encontramos hoy en el mismo régimen, regido por el sucesor del Caudillo?

Independientemente de cuál sea la solución de la crisis abierta por el cese del señor Arias, hay sectores políticos, periódicos y grupos de interés, que se preguntan ahora si estamos o no en un período constituyente. La terminología puede encubrir un inútil juego de palabras o puede, por el contrario, reflejar el verdadero fondo de la cuestión: ¿es esta una etapa nueva, que abre otro equilibrio de poderes, una distinta relación gobernantes-gobernados y una transformación de las instituciones? ¿O realmente el franquismo se sucede a sí mismo y nos encontramos hoy en el mismo régimen, regido por el sucesor del Caudillo? Si la Monarquía no es el poder personal, la democracia orgánica y la hibernación de las libertades, entonces hay proceso constituyente. Estos siete meses han servido para demostrar que el poder personal no es heredable ni, dato importante, se quiere heredar. También hay síntomas evidentes de que la Corona aborda, a fondo, dos operaciones por los flancos: la terminación del esquema de intereses más o menos oligárquicos, para repartir el welfare con criterios modernos; y la liquidación del aislamiento exterior a que nos sometió, con intensidad variable, el mundo occidental y la peculiaridad franquista. Partidos políticos, elecciones relativamente libres, aceptables márgenes para la prensa, reconocimiento de la opinión pública, diálogo con la oposición, ¿cabe mayor evidencia constituyente? Hasta dónde se vaya a llegar, es otro problema: podemos alumbrar una pseudodemocracia raquítica y manipulada, o podemos llegar a una democracia occidental, pero auténtica. Lo. que está claro es que toda una fase se ha cerrado y qué otra empieza. Existe ya hoy, después del primero de julio, mucha mayor dosis de transformación, rotura, cambio, o sesgo que de continuidad, proseguimiento, concatenación o ligadura. Puestas así unas tras otras, ¿no se percibe mejor la ridícula vacuidad de las palabras? Hablemos de algunos hechos.

Don Juan Carlos I ha dado un paso adelante. Una decisión como la de ayer es prueba de poder y de valor político. Para llegar a su decisión habrá contado con alguna seria advertencia de la realidad: el 4,8 por 100 del alza del coste de vida en mayo sería, presumiblemente, el último motivo de grave preocupación. Habrá existido también, quizá, alguna voz, individual y próxima, desinteresada, que haya señalado los riesgos de desilusión masiva, en la calle, si aquí se optaba por la vieja táctica («las cosas las arregla el tiempo») del general Franco.

Cesado Arias, los españoles no creen hoy que don Juan Carlos sea precisamente una figura decorativa.

Pero este no es más que el principio de la historia. En la dificil partida que ahora comienza habría que analizar algunas piezas:

* El establecimiento económico y político: quienes han detectado el poder del dinero y de las decisiones administrativas se presentan hoy -es curioso de ver- en orden abierto, y hasta se diría que inconexo y dividido. Aglutinados antes, hoy carecen de disciplina y capacidad estratégica.

* Las Fuerzas Armadas -y no incluimos en el apartado a las de orden público- ofrecen la imagen contraria: cohesión sin fisuras. Se ofrece a la Corona una estricta neutralidad, una no injerencia. Los límites podrían fijarse en tres frentes: el marco estratégico occidental (con sus derivaciones, a veces inexactas, sobre las relaciones de los PC europeos con la Unión Soviética.) el problema separatista y los riesgos paseguridad del Estado. Al margen de estos tres temas, es dudoso que el estamento castrense acceda a presionar en una u otra dirección.

* La oposición es, por primera vez en cuarenta años, una pieza importante en el devenir inmediato. Después de decenios de silencio, persecución y cárcel, es -¿podría ser de otro modo?- pequeña y anémica. Pero tiene dos poderosas bazas en la mano: parte de la opinión pública, con implantación fuerte en las nuevas generaciones, y un aura ética, de resistencia tenaz, que impresiona a muchas conciencias. Hoy no puede evidentemente gobernar, pero nada puede hacerse ya sin contar con ella. Su poder de obstrucción es determinante, sobre todo en el mundo del trabajo.

* El frente exterior pesa, después de la ruptura de nuestro aislamiento, de modo creciente. El endeudamiento del país, su peso estratégico e industrial, su presencia en los centros de decisión transnacionales tendrán como contrapartida algunas exigencias de occidente: es preciso cumplir las condiciones formales que exige el club de la democracia occidental. Dentro de estos límites, con fuerzas entrecruzadas de signo cambiante y con una aceleración en el acontecer bien distinta al ritmo plácido de antaño, tiene que ser nombrado el nuevo presidente y el nuevo Gobierno: una pieza más, y quizá no la primera en el tablero nacional. Sí, en cambio, la que ha de impulsar, y no sólo en el aspecto de las denominaciones, nuestra fase constituyente. Un período, según el profesor Durerger, «en el que se constituye o establece algo nuevo. Fase en que se transforma o crea la constitución de un Estado. Suele ser un período más o menos largo en el que dos grandes fuerzas sociales, creadoras de derecho, se enfrentan. La constitución resultante es la expresión de esa correlación de fuerzas sociales que conviven dentro del ámbito de un país».

Dario Valcárcel, Subdirector del diario EL PAÍS.

04 Julio 1976

Las claves para una dimisión

Ricardo de la Cierva Hoces

Leer

La primicia mundial de Europa Press -un brindis por todo lo alto, compañeros- transmitida por el hilo interior de Radio Barcelona, aventó, sobre la mesa del cronista, un rimero de documentos. Cerraremos esta crónica con la evocación de dos, entre ellos. El montón principal queda hoy, por respeto al lector que pide otra cosa, al margen del comentario. Se trataba, naturalmente, de una respuesta circunstanciada a la amistosa réplica de don Joaquín Satrústegui sobre la crónica del pasado domingo. Como se me piden documentos, los tendrá, uno por uno, mi distinguido comunicante. Pero la historia no debe asomarse a los periódicos como método, sino como noticia; agotada la noticia con el primer round del pasado fin de semana, me permito trasladar el segundo a las páginas -con menos limitaciones de espacio- de Historia y Vida, que hoy llega a su número 100 -lo cual es también noticia sintomática- y dedicará su número de agosto a desmenuzar hasta su último rincón los temas de la controversia sobre, Hendaya. Serénese mi comunicante, que todo quedará allí aclarado con metodología menos original que la necesaria para impresionarse con un testimonio que no me- parece admisible, y que en sus aspectos positivos (el tema Pétain) resultaba archiconocido, como demostraré línea por línea. En fin, lo trivial de la «revelación» aconseja relegar su análisis a una amena -porque la cosa será divertidísima- lectura de verano.El cumplimiento del un pronóstico

Mi amigo Rafael Lafuente no acertó está vez la fecha de la crisis; y en su despampanante Cara astrológica de la política sigue considerando a don Carlos Arias como presidente en el mes de agosto. Advierte, en cambio que, para el 6 de julio «el Poder debe tener en cuenta que la irracionalidad ultraconservadora no renunciará a su esperanza de volver a dominar al país por medio, de una dictadura». Si ustedes piensan que Rafael Lafuente es un puro bluff, es porque no han paseado con él en primavera bajo las altas frondas del Retiro; porque, aun sujeto a errores, se trata de una personalidad inolvidable. Se le ha escapado la crisis Arias por haber mirado a las estrellas más que a los ojos de los hombres. El método de este cronista es más elemental; oye mucho, pregunta un poco y cuando -como la semana pasada- empieza a ahogarse en el juego sucio de la política, salta al muelle interior de la dársena alicantina y se adentra en la mar hasta perder costa.

Ahora, cuando todo el mundo dice que la crisis se mascaba, conviene sacar recortes; recortes.hay menos. Pero en estas crónicas y este periódico, el 16 de mayo de 1976, se decía, al final de la última columna:

Este cronista se atrevió a pronosticar que no habría crisis cuando arreciaban los últimos rumores. Ahora desea cambiar el pronóstico. Hay tal crisis de contradicción y de fondo en el Gobierno, que el Gobierno no podrá llegar, aun con trampas, al verano. No debe llegar. Aunque se intentarán, una por una, todas las trampas.

El pronóstico iba tan a contrapelo de la opinión general -resignada a cruzar el verano con tan agotada tripulación- que un inteligente entrevistador, Manuel Cárdenas, quiso ahondar en las razones del cronista. Y publicó en El Europeo del 29 de mayo esta pregunta y esta respuesta formuladas en vísperas- del viaje regio a las Américas: Cárdenas: «¿Qué motivos o conocimientos le han inducido a vaticinar para antes del verano una crisis -ministerial, un relevo en el Gobierno?»

Cronista: «Al anunciar la crisis, pensaba yo en el próximo viaje de don Juan Carlos a los Estados Unidos. Este viaje tiene que darle al Rey un gran respalda de prestigio internacional, que si ya lo tiene medio ganado, espero que lo revalide con su discurso ante las Cámaras del Parlamento norteamericano. Es muy posible entonces que, fortalecido el Monarca en el interior, como lo prueban sus giras entre aclamaciones populares, fortalecido igualmente por una gran parte de la opinión pública seriamente reformista es muy posible, digo, que el Rey puede tomar sus últimas y arriesgadas decisiones en torno a la reforma. Aquí están pasando cosas muy raras. El señor Jáudenes ha dicho que mientras el Rey tenga ahí al presidente ello es prueba de que está de acuerdo con él. ¡Por favor! Esto, de verdad, es demasiado. Todos sabemos cómo están un poco las cosas a estas alturas.

Si finalmente Arias consuma una agresión contra la oposición en bloque, y a los pocos días su ministro de Asuntos Exteriores tiende a aquélla abiertamente su mano, es claro que en el seno del Gobierno existen al menos dos líneas. De igual manera, si en tomo a la manifestación de los combatientes la opinión de dos ministros y la inicial del presidente fue, muy probablemente, darle vía libre y el ministro de la Gobernación dice no, queda de manifiesto la inexistencia de un Gobierno coherente, con unos objetivos, con unos métodos acordes. No hay un equipo. Dada la aceleración política que vive España, esta situación es muy dificil que pueda mantenerseliasta el verano; desde luego no sería deseablé..»

Por otra parte, La Voz de Asturias del 25 dejunio, una semana justa antes de la crisis, reproducía unas declaraciones del cronista en el Congreso de Libreros de La Coruña: «El panorama político español lo veo tremendamente confuso. No hay directrices de ningún tipo. No hay un Gobierno, sino un aglomerado de buena voluntad. La-crisis-política está planteada y recrudecida.»

Por una letra más o menos

En estas premoniciones podrá ver el lector algunas claves para la crisis; pero convendría completarlas con algunas claves para la dimisión. Porque el cese previsto en el artículo 15 de la ley Orgánica se iba a producir, según reiteradas declaraciones del interesado, en virtVd del apartado a): expiración del mandato. Se ha producido, según el comunicado oficial, según el apartado b): a petición propia, una vez aceptada su dimisión por el Jefe del Estado, oído el Consejo del Reino. Con una importante salvedad; el Consejo del Reino ha sido oído después de la aceptación condicionada del Rey. Pero todo hace pensar que en realidad se ha aplicado el artículo en su versión del apartado c): por decisión del Jefe del Estado, de acuerdo con el Consejo del Reino. De acuerdo posterior a la decisión comunicada al presidente, según se ha declarado de forma oficiosa.

De todo este pequeño galimatías constitucional -en sentido amplio del término-, se deduce que ha existido alguna poderosísima razón para proceder con urgencia al cese; y que el presidente dimisionario ha puesto en el momento más amargo de su vida el interés de España por encima de su interés personal. Que ello no implica desdoro para el señor Arias lo prueba la generosa concesión -casi inmediata- del marquesado, costumbre aceptada en casos semejantes por las monarquías democráticas de Europa; y la generosísima merced adicional de la grandeza de España, que quizá deba interpretarse como un desbordamiento de delicadeza por parte de la Corona.

¿Cuál ha sido la poderosísima razón que ha provocado el relevo urgente? De momento todo son rumores; y el cronista nodebe perderse en el espejismo de la

anécdota. Sobre una situación gubernamental en evidentísimo deterioro una economía en estado preagónico, una deriva en la navegación política, una incertidumbre constituyente en el ámbito social, una pérdida casi total del contacio con las regiones en ebullición- puede haberse incurrido en un lapsus de omisión (provocado por el cansancio de tan larga etapa), y en un error de planteamiento restrictivo sobre un referéndum desdoblado; que la oposición denunciaba abiertamente como truco.

Por esas dos pistas podría andar la clavel que concretásemos debidamente en venideras aproximaciones. Pero hay, además, una nota de ambiente que a su vez podría ser también una clave. Lo hemos dicho ya: el juego sucio a niveles diversos de poder.

Nunca como ahora siente España -en momentos de crisis histórica, no simplemente política- la necesidad del juego limpio. Por encima de las nobles intenciones del presidente -a quien el Rey no ha hecho grande de España deforma improvisada-,

la desintegración de autoridad y de coherencia, la crisis de horizonte se había

transformado, incluso en zonas inmediatas al poder, en un desconcierto que provocaba, que invitaba casi al juego sucio. Y esta es una incitación para la que pocas veces, en política real, faltan seguidores oportunistas. El plano gubernamental no estaba a la altura de la ocasión histórica.

Algún sector de las instituciones del antiguo régimen arrastraba al conjunto

institucional hacia una vía muerta en medio de estertores delirantes. En un momento dado, sea por la advertencia deuna acción o una omisión, la Corona ha podido

creerse comprometida en esta dramática discordancia entre el país oficial sin timón y el país real desconcertado. Ha funcionado, sobre el frío automatismo de las leyes, la cálida intuición directa entre la Corona y el pueblo. El general asentimiento de la

opinión pública y de la opinión política rubricó, desde el primer momento, el gesto

de la Corona.

Pero con la perspectiva de. la experiencia, el cronista se atreve a pronosticar que la espectacular sucesión de noticias que hoy nos embarga se empequeñecerá con el

tiempo histórico; y resaltarán en cambio dentro de esil semana otros dos documentos que hoy se borran ante el trueno de la dimisión. Primere, el documento de los teólogos: las Afirmaciones para un tiempo de búsqueda, que han entregado a la prensa algunas de las cabezas más claras y profundas de la Iglesia española actual, Alberdi, Belda, González de Cardedal, Martín Velasco, Palenzuela, Sebastián y Setién. He aquí el rumbo de la Iglesia ante la sociedad real española para la próxima generación; relean ustedes el documento -publicado en toda la prensa- porque no es papel de trámite, sino guía ineludible.

El segundo documento es el manifiesto de los treinta políticos de oposición preparado hace días y publicado con rápido reflejo de oportunidad, a raíz del cese de don Carlos Arias Navarro. Enteramente positivo en todos sus puntos y en casi todas sus firmas. Prueba suprema de la nueva madurez de una oposición que ya es, venturosamente, alternativa.

En este momento llegan los primeros rumores fundados sobre la terna presidencial. Dejaremos para la semana próxima la nueva serie de comentarios y pronósticos. Hoy más que nunca necesita el cronista perderse en la mar. Algo decisivo comienza.

El Análisis

Condenado a ser 'el malo' oficial

JF Lamata

Para que haya un bueno, tiene que haber un ‘malo’ y la historia oficial condenaría al franquista D. Carlos Arias Navarro como ‘el malo’, unos por considerar que fue malvado, otros por considerar que fue muy débil, otros porque fue muy ultra. Los medios que quisieran engrandecer después la imagen del Rey hasta exagerarían enfrentamientos viscerales del Sr. Arias Navarro y el Jefe del Estado, aunque en la historia real lo primero que hizo el Rey fue concederle un marquesado cuando dimitió.

Pero si para el Sr. Arias Navarro le tocaba ser odiado por toda la izquierda, por su papel oscuro en la Guerra Civil y por los juancarlistas deseosos de usar su cadáver para glorificar al Rey, también le tocaba ser vapuleado por todos los ultras. Puesto que, para el bunker – y ahí están las hemerotecas de EL ALCÁZAR para acreditarlo – el Sr. Arias Navarro era un traidor que había presidido el Gobierno que inició las reformas que liquidaron el régimen, incluyendo la ley de Partidos Políticos. En resumen, el Sr. Arias Navarro una figura odiada por todos, por demócratas de izquierda y por ultras de derecha y sólo respetada por los que estaban ideológicamente, situados en lugares muy similares a él: como D. Manuel Fraga o D. Torcuato Luca de Tena y Brunet.

J. F. Lamata