10 mayo 1940

El fracaso de la campaña militar en Noruega de los ingleses frente a los alemanes (Segunda Guerra Mundial) terminó de sentenciar a Chamberlain

El Rey Jorge VI de Reino Unido nombra a Winston Churchill nuevo primer ministro en sustitución Neville Chamberlain

Hechos

El 10.05.1940 Neville Chamberlain fue sustituido por Winston Churchill en el cargo de primer ministro del Reino Unido.

Lecturas

El rey Jorge VI encargó este 10 de mayo de 1940 la formación de un nuevo gobierno en el que participarán los laboristas. Neville Chamberlain había presentado previamente su renuncia tras ser derrotado en la Cámara de los comunes, durante el tratamiento de una moción de confianza por 240 votos contra 81. El gobierno de Neville se ha derrumbado porque la opinión pública lo acusa e inoperancia frente a los continuos avances de los alemanes. Mientras tanto, las operaciones militares chocan con la superioridad aérea alemana. Churchill ha advertido: «No tengo para ofreceros otra cosa que sangre, sudor y lágrimas».

EL FRACASO DEL ‘APACIGUAMIENTO’ 

Chamberlain_2 Neville Chamberlain que también entrega a Churchill el liderazgo del Partido Conservador, fue partidario de la negociación con Alemania y de acceder a parte de sus peticiones (anexión de Austria, recuperación de Los Sudetes) frente a los que, como Churchill, pensaban que a Alemania había que combatirla. La invasión de Polonia por parte del ejército alemán hizo a Chamberlain moficiar su actitud y declarar la guerra a Alemania. La flota inglesa trató de evitar que los alemanes se hicieran con el control de Noruega, pero su intento ha resultado infructuoso.

10 Mayo 1940

Perspectivas de la crisis política latente

Augusto Assía

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La práctica constitucional inglesa excluye las crisis al modo continental. Sólo después que entre tramoyas ha sido constituido el nuevo Gobierno, se anuncia al público la dimisión del anterior. Pero de hecho el Gobierno Chamberlain se halla en crisis anoche.

Su substitución en el problema que a estas horas ocupa a los círculos políticos británicos. Dos posibilidades se ofrecen a los cálculos de los arbitristas: la de la reforma del actual Gobierno, siguiendo Chamberlain al frente, pero reajustando sus mandos o la de la constitución de un Gobierno nuevo presidido por otra personalidad.

Aunque parece que todo el mundo coincide en desear un cambio de Gobierno, no son pocos los que preconizan la continuación del actual ‘premier’ en la Presidencia. La dificultad mayor para éste estriba en la negativa de la oposición a entrar en Gobierno alguno presidido por Chamberlain, al que acusan de principal responsable de las derrotas sufridas por la Gran Bretaña en la paz y el na guerra. El órgano del laborismo anuncia públicamente que el partido no servirá bajo Chamberlain, y sus hombres representativos lo repelían esta tarde en los pasillos de los Comunes. Semejante a la de los laboristas es la actitud de los liberales, así como la de Lloyd George, cuya breve y bizarra figura llena otra vez al país después de su bélico y vigoroso discurso contra Chamberlain.

Todo nuevo Gobierno presidido por el actual ‘premier’ habrá, pues, de apoyarse, si la oposición no modifica su actitud, sobre la misma base que el presente. La modificación consistirá exclusivamente en la introducción de nuevas personalidades de la mayoría que ahora se encuentran fuera del Gobierno, tales como Amery, Duff Cooper, Mac Millan, y en la modificación de la maquinaria gubernamental, estableciendo tal vez un Gabinete de guerra compuesto por cinco o seis personalidades libres de las cargas que lleva consigo un Departamento, Gabinete que correrá con todos los problemas bélicos.

Fuera de Churchill, las dos personalidades que el ojo público puede descubrir como posibles inquilinos del Dowling Street son Lord Halifax y mister Lloyd George. Desde que las cosas han comenzado a ir mal para Inglaterra, el nombre del mágico galés ha sonado cada vez con mayor frecuencia.

Halifax vendría a constituir un compromiso entre la energía, la actividad y la iniciativa que los elementos más sanguinarios del país exigen con la fidelidad a los tradicionales principios que la Gran Bretaña ama tan apasionadamente en la guerra como en la paz. En una envoltura suave, Lord Halifax esconde una armadura de acero. El país lo sabe. La mayor dificultad para Halifax consiste en que como par no puede sentarse en los Comunes, aunque es posible una ley especial concediéndole el privilegio en vista de las circunstancias.

Entre tanto el Gobierno ha comenzado la nueva etapa de actividad anunciando la movilización de todos los hombres entre los diez y nueve y los 39 años (hasta ahora sólo estaban en filas los de 21 a 25) y promulgando una ley que autoriza a los Tribunales para dictar pena de muerte contra los espías (hasta ahora los espías seguían siendo juzgados por los jueces ordinarios con los poderes ordinarios)

Augusto Assía