17 junio 2015

Concejales y parlamentarios de Podemos borran sus cuentas de Internet ante el escándalo por sus amenazas e insultos en sus etapas de activistas

Crisis de los tuits en Podemos – Guillermo Zapata (‘Ahora Madrid’) forzado a dimitir como responsable de Cultura en el ayuntamiento de Madrid por haber tuiteado chistes racistas

Hechos

El 15.06.2015 El concejal de ‘Ahora Madrid’, D. Guillermo Zapata, renunció a sus funciones como responsable de Cultura y Deportes del ayuntamiento de Madrid.

Lecturas

El 13 de junio de 2015 la cabeza de lista de Ahora Madrid (la candidatura patrocinada por Podemos), Dña. Manuela Carmena Castrillo fue investida alcaldesa de Madrid pese a no haber sido la más votada gracias al apoyo del PSOE, pese a lo cual la Sra. Carmena Castrillo  forma un gobierno únicamente con miembros de los grupos de componen Ahora Madrid.

Ese mismo día se hace público que el concejal escogido para el área de Cultura, D. Guillermo Zapata Romero, había publicado tuits con chistes de humor negro sobre el holocausto judío o sobre el atentado a Dña. Irene Villa.

El domingo 14 de junio de 2015 la alcaldesa de Madrid Dña. Manuela Carmena Castrillo es entrevistada en ‘El Objetivo’ de La Sexta donde se le pregunta por los tuits de D. Guillermo Zapata Romero, pero también por los tuits de un segundo concejal, D. Pablo Soto Bravo, que había publicado tuits defendiendo que había que torturar, quemar y asesinar a políticos del PP como D. Alberto Ruiz Gallardón. Las redes también recuperan tuits de otro concejal, D. Jorge García Castaño, que pidió en Twitter el empalamiento del que fuera dirigente de UPyD y actor D. Antonio Cantó García del Moral [Toni Cantó] y de Dña. Alba López Mendiola, que iba en la lista de Ahora Madrid y estuvo a punto de ser elegida concejal, deseando la muerte de banqueros.

La tarde del lunes 15 de junio de 2015 D. Guillermo Zapata Romero comparece en rueda de prensa para anunciar que renuncia a su cargo como responsable de Cultura en el Gobierno de la Sra. Carmena, pero que continuará siendo concejal. Ese mismo día acude de invitado al programa ‘El Intermedio’ para pedir disculpas por sus tuits.

D. Pablo Soto Bravo también pedirá disculpas a través de la prensa, al tiempo que D. Jorge García Castaño le hará llegar una pseudodisculpa al Sr. Cantó a través de otra persona.

OTROS CONCEJALES DE ‘AHORA MADRID’ CON TUITS POLÉMICOS

PABLO SOTO, EL CONCEJAL QUE DESEABA LA TORTURA DE GALLARDÓN

PabloSoto_twitter

JORGE GARCÍA CASTAÑO, EL CONCEJAL QUE PIDIÓ EMPALAR A TONI CANTÓ

JorgeGarciaCastaño_twitter

ALBA MENDIOLA, Nº21 DE ‘AHORA MADRID’ DESEÓ AHORCAR A BOTÍN

mendiola

14 Junio 2015

Sobre polémicas y contextos

Guillermo Zapata

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Aquellos tuits míos tenían por objeto señalar algunos chistes que fueron de uso común (este es el motivo de que estén entrecomillados) durante un periodo de tiempo en ciertos ámbitos, en concreto el de Twitter, y que son profundamente incorrectos por su crueldad. Obviamente, esto es algo que se pierde si desdibujamos el contexto.

En las últimas horas se ha generado una polémica en torno a una serie de mensajes aparecidos en mi cuenta de Twitter en 2011: hace ya cuatro años. No voy a negar la existencia de esos mensajes y lamento profundamente que puedan herir la sensibilidad de personas y comunidades. En especial me apena que aquellas personas que hayan sufrido los efectos del odio puedan sentir desconsideración hacia su dolor. A todas esas personas y colectivos quiero ofrecerles una explicación desde la templanza y la responsabilidad, con toda la información que sirva para contextualizar el asunto y que supera con creces los 140 caracteres de un tuit.

Ayer, poco después de que comenzara la polémica, expliqué a través de las redes sociales la posición que siempre he mantenido: condeno tajantemente cualquier tipo de racismo y, por supuesto, también el antisemitismo. Considero que del Holocausto judío se desprende una lección que la humanidad nunca debe olvidar, para que nunca vuelva a repetirse. Del mismo modo, me solidarizo con todas las personas inocentes que han sido víctimas de la violencia y sufren desde entonces los efectos de esos ataques.

Soy un usuario apasionado de las redes sociales, especialmente de Twitter, en la medida que me permite una interacción ágil y constante con decenas de miles de personas. El saber colectivo, el intercambio de información de manera directa y sin intermediarios y la posibilidad de mantener contactos a distancia siempre me han parecido una oportunidad para aprender, debatir y compartir.

Pero también soy consciente, y hoy más que nunca, de que ese medio es propicio a las descontextualizaciones, los ataques desproporcionados, y la generación de polémicas que corren como la pólvora. La brevedad de los mensajes, la rapidez con la que se generan, potencia que esto ocurra.

El escritor israelí Amos Oz escribía en Una historia de amor y oscuridad que «a menudo los hechos amenazan la verdad». Recupero esta frase para pensar en lo que ha ocurrido en las últimas horas.

Los mensajes que más relevancia han tomado en esta polémica aparecen entrecomillados porque se sitúan en el contexto de una conversación sobre “los límites del humor” y aquello que se puede y no se puede decir en las redes sociales y fuera de ellas. Esta conversación deriva del hecho sucedido en enero de 2011 cuando el director de cine Nacho Vigalondo fue despedido del diario EL PAÍS por escribir varios tuits con un supuesto contenido negacionista del Holocausto, cuando se trataba tan solo de una broma. En esos días se hablaba mucho en las redes sociales sobre los límites del humor y lo que puede o no ser objeto de broma. Aquellos tuits míos tenían por objeto señalar algunos chistes que fueron de uso común (este es el motivo de que estén entrecomillados) durante un periodo de tiempo en ciertos ámbitos, en concreto el de Twitter, y que son profundamente incorrectos por su crueldad. Obviamente, esto es algo que se pierde si desdibujamos el contexto.

Ahora, algunos de aquellos tuits, escritos en ese contexto, el de una conversación sobre el humor negro, han sido recuperados con objeto de ser presentados como ideas que fueran mías, pero que en absoluto defiendo. La descontextualización provoca que se pierda el sentido original. Los hechos, la publicación de esos mensajes, amenazan en este caso la verdad. Los mensajes, extraídos de aquella y otras conversaciones colectivas, aparecen cuatro años después y precisamente en el día en el que entro a formar parte del Ayuntamiento de Madrid como concejal de Ahora Madrid, por lo que la descontextualización de los hechos parece tener una intencionalidad política clara.
Sin embargo, la dimensión de los ataques y la necesidad de reaccionar con la templanza necesaria me han llevado a decidir cerrar temporalmente la cuenta de Twitter en torno a la que giraba la polémica y explicarme en un formato más pausado.

Reitero mi condena al terrorismo de ETA y al antisemitismo y a cualquier otra forma de represión y violencia. Y considero que no es incompatible con el humor negro, siempre y cuando éste sea reconocible como humor.

Ayer adquirí una enorme responsabilidad, la de trabajar por las personas que viven en Madrid desde el Ayuntamiento y como concejal de Cultura y Deportes. Prometí mi cargo con la expresión omnia sunt communia para subrayar mi compromiso con la comunidad. A ella me debo, ahora más que nunca, porque fui votado para defender intereses colectivos, tanto de quien está de acuerdo conmigo como de quien discrepa. A la comunidad doy y daré todas las explicaciones que me pida, en el ejercicio de transparencia que me exijo a mi mismo. En adelante trataré de hacerlo consciente de que, como cargo público, he adquirido también el compromiso de cuidar, respetar y defender las sensibilidades de todas las personas, también aquellas que han podido sentirse heridas.

No quiero hacer una política de redes sociales, de hipervelocidad y ansiedad.  La política que he aprendido con Manuela Carmena estos meses es la de la pausa y la escucha y es la que creo que necesitamos ahora todos los madrileños y las madrileñas.

Reitero mis disculpas a todas aquellas personas que se hayan podido sentir ofendidas por estos tuits.

Guillermo Zapata

15 Junio 2015

Este es Zapata

Nacho Vigalondo

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Las salidas de tono de Zapata no tuvieron ningún eco en su momento porque fueron publicadas ante un público reducido que, conociendo del sobra al autor, jamás se las hubiese tomado en serio

La carrera política de Guillermo Zapata está en entredicho, probablemente para siempre, por culpa de un puñado de tweets que publicó hace años. Nadie pone en duda lo desagradables que son, y a partir de ahí quizás nos deberíamos preguntar cómo es que tamañas ofensas pasaron desapercibidas en su momento, y cómo su autor ha podido permanecer impune durante tanto tiempo.

Es fácil adivinar la respuesta. Las salidas de tono de Zapata no tuvieron ningún eco en su momento porque fueron publicadas ante un público reducido que, conociendo del sobra al autor, por su faceta activista y como escritor brillante con unos temas y estilo muy reconocibles, jamás se las hubiese tomado en serio, ni les hubiese proporcionado el doloroso eco que tienen ahora. Ha hecho falta que Zapata fuese nombrado concejal en Madrid en un partido que hace nada ni siquiera existía para que estas frases acabasen teniendo alguna repercusión. Poca broma.

Casos como el de Guillermo Zapata, similar al que yo mismo protagonicé en el 2011, siguen sonando a moda pasajera, cuando quizás deberíamos asimilar que han llegado para quedarse. Porque, aunque de aquí a unos meses muchos se lo pensarán dos veces antes de escribir bromas potencialmente dolorosas, el uso de las redes sociales como medio de comunicación inmediato, visceral y a veces muy, muy irreflexivo no ha frenado. De hecho está definiendo la vida de las nuevas generaciones hasta un límite que nosotros, por falta de distancia, somos incapaces de adivinar. Los que descubrimos Internet después de nuestra pubertad, a los que el fenómeno youtuber nos viene grande, somos como la primera generación que experimentó el tabaco sin conocer su relación con el cáncer de pulmón. Vamos identificando los problemas a medida que los padecemos, pero todavía no le hemos puesto nombre a los síndromes. De repente contamos con un número creciente de escándalos, imprudencias, agresiones, acosos y linchamientos y no parecemos aprender nada nuevo de un año para otro.

Ante este futuro incierto, pero con toda seguridad problemático, la respuesta podría ser un sistema de reglas estrictas que todos tuviésemos que acatar desde niños, una vigilancia que se proyectase sobre todas nuestras actualizaciones y estados de ánimo. Pero, siendo optimista, quiero pensar que la solución pasará por un proceso educativo que nos dé herramientas para defendernos, pero también nos ayude a traducir y entender la expresión del otro. Que aprendamos a ser críticos sin ser sádicos. Que sepamos cuestionar sin agredir, denunciar sin linchar. Que tengamos una visión lo suficientemente y firme del antisemitismo, de la homofobia, del machismo, del racismo y demás motores del odio como para condenarlos de manera incondicional pero, a la vez, sin consentir que se utilicen como moneda de cambio en maniobras oportunistas, por muy próximas que estén a nuestra agenda política. Que ser de izquierdas o de derechas no te vuelva ciego o hipersensible en función de quién y cómo ha patinado. Que, sobre todo, redescubramos la posibilidad de disculparnos y perdonar, dos comportamientos que nos inculcan de niños, pero que se convierten en objeto de indiferencia, desprecio o burla en las columnas y titulares que leemos de adultos.

Si alguien siente un interés real por cómo es y piensa Guillermo Zapata tiene una montaña de declaraciones y artículos que desgranan su visión sobre el bien común, el civismo y la posibilidad de la empatía a día de hoy. Recomiendo, por ejemplo, su hermosa lectura de la película Balada triste de trompeta o el entusiasmo con el que desgrana Freakangels, un bello tebeo británico en el que los superhéroes no se dedican a pelear entre sí, sino a recomponer un tejido social moribundo.

Sólo hace falta una conexión a Internet, unos cuantos minutos y un mínimo de curiosidad (o compasión).

 

16 Junio 2015

Salir con las manos en alto

Manuel Jabois

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El humor negro tiene una particularidad: no convierte en mejores personas a quienes no les haya hecho gracia que a quienes sí

Hace meses me contaron el chiste más racista del mundo, un chiste con esa traza inhumana que obliga a compartirlo con un círculo muy reducido de amigos para que todos podamos llevarnos las manos a la cabeza con normalidad democrática. Eso hice cuando me lo contaron: enviarlo por WhatsApp. Si no lo publico es por dos razones: ni su inclusión en el contexto hubiera eliminado el daño que pueda hacer, como dijo ayer el concejal Guillermo Zapata, y porque quiero comprobar cuánta gente me lo reclama hoy. El chiste tiene una particularidad: no convierte en mejores personas a quienes no les haya hecho gracia que a quienes sí. Incluso se le podría escapar una carcajada a un activista contra el racismo; si hay algo útil contra los totalitarismos, incluso del sentimiento, es el humor. Tan descarnado que te sorprendes riéndote de tu padre el día de su funeral, o algo aún mejor: del padre de tu amigo. Lo que levantaría sospecha es que el chiste sea siempre en los funerales de los padres de gente que no te cae bien.

Una de las características de este tiempo es el examen de conciencia que los usuarios de redes sociales hacen de continuo cuando aparecen nuevas amistades, nuevos trabajos o incluso nuevos partidos, como les ha pasado a candidatos de C’s metiéndose con su partido. Vigalondo, en Eldiario.es, lo explica: “El uso de las redes sociales como medio de comunicación inmediato, visceral y a veces muy, muy irreflexivo no ha frenado. De hecho está definiendo la vida de las nuevas generaciones hasta un límite que nosotros, por falta de distancia, somos incapaces de adivinar (…) Somos como la primera generación que experimentó el tabaco sin conocer su relación con el cáncer de pulmón. Vamos identificando los problemas a medida que los padecemos (…) De repente contamos con un número creciente de escándalos, imprudencias, agresiones, acosos y linchamientos y no parecemos aprender nada nuevo de un año para otro”. La sensación es insólita porque estamos rodeados por nosotros mismos: por los que fuimos, por los que somos y por los que seguimos siendo. No sólo eso: por lo que los demás creen que somos. Y hasta que aparezca otra, la mejor de las soluciones, como en las películas, es salir con las manos en alto.

Si Zapata tuvo un error no fue el de ejemplificar con esos chistes, porque cada uno bromea con lo que quiere o con lo que puede, o con lo que cree que su comunidad asumirá con más complacencia. El error fue el grado de pureza exigido por Ahora Madrid en el momento de presentarse como la auténtica gente normal, tanto que los nombres eran lo de menos y lo importante era el proyecto. Debido a eso cualquier mancha sería sometida a un escrutinio perfecto, pues todos somos ediles potenciales. Esta representación de Zapata, abolida la antigua (“no nos representan”), dejó de funcionar con víctimas de ETA y del Holocausto que se han sentido ofendidas. La representación también es comprender que no todos tienen tu sensibilidad o la de tu entorno, que la gente tiene derecho a considerarse insultada cuando se toca a sus muertos, aunque a muchos nos dé igual. La de Zapata es una gestión de lo público que se ha visto afectada por una mala gestión de lo privado.

El bipartidismo asumió que los partidos pactaban el listón de la ejemplaridad pública hasta el extremo de no levantar la alfombra si llegaban al poder. La dimisión de Zapata es un gesto de coquetería, una manera de acoplar la llegada en metro de Carmena con una exhibición del listón de la nueva política. No va a haber en Ahora Madrid un concejal de Cultura mejor que Zapata. Pero el problema de Carmena es que sí hay, en el Ayuntamiento y fuera de él, gente con tuits peores que los de él. La primera generación que experimentó con el tabaco ha llegado a la cúpula de Malboro.

Manuel Jabois

22 Junio 2015

Los tuiterazos de Podemos y la sociedad hipócrita

J. F. Lamata

En defensa de Guillermo Zapata

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Pensando en Guillermo Zapata me viene a la cabeza Terri. Al uno no tengo el gusto de conocerle, al otro de toda la vida. Siempre ha tenido valores muy firmes, imagino que inspirados en la religión que practica: nunca ha soportado que se bromee con la muerte –casi me obliga a jurar que nunca lo haría yo- y nunca ha aprobado las burlas, descalificaciones o ridiculizaciones (¿será por aquello de la otra mejilla?) contra grupos étnicos o sentimientos sagrados, ni a que se frivolice con las relaciones de pareja. Sin embargo le tuve que pedir encarecidamente como amigo que no diera su opinión en público según qué temas porque escandalizarían.

Vivimos una sociedad moderna, liberal y progresista. No se lleva bien opiniones como las de Terri. Cuando durante alguna quedada, alguien hacía alguna broma soez sobre una mujer, o deseaba la muerte de alguien él se apresuraba hacer un llamamiento al respeto. Yo, miraba para abajo cual avestruz –era el que lo había traído– mientras el resto bramaba contra él por sus principios censores: «¡Que la inquisición, que tanto te gustaba, hace tiempo que se acabó, Terri!», le espetaban. Me costaba entenderle, ¿Por qué sufría con esas cosas? ¿Por qué le vi dolido con la broma de Krahe sobre cocinar a un Cristo o con las viñetas de Mahoma? ¿Por qué no era capaz de comprender que éstas eran opiniones y bromas amparadas por una sociedad libre?

En esto llegó el 2010 y se difundieron las conversaciones guarras de Salvador Sostres hablando de las mujeres a un nivel muy similar al de mis colegas de la panda. Pero de repente escuché a todos los líderes de la opinión pública clamando al cielo «¡Nunca antes había oído a nadie decir barbaridades semejantes!», clamaban los tertulianos. «¡Que infamia, que asco, qué vergüenza!», repetían mis amigos que habían hecho idénticos comentarios hasta 24 horas antes. Y ahora veo un remake con el tema Zapata.

Si hiciera caso a lo que dicen determinados tertulianos del dimitido concejal de Ahora Madrid, tendría que colegir que el tal Zapata es un híbrido entre las reencarnaciones de Adolf Hitler e Iván el Terrible y que todos los días ojea las páginas de sucesos para relamerse contando los niños que hayan podido morir ese día. Lástima que no tenga costumbre de tomarme en serio a los señores de la tele.

Zapata no ha dimitido por sus tuits frivolizando sobre los asesinatos de ETA, como tampoco dimitirán sus compis que pedían la guillotina o el empalamiento de políticos con los que discrepaban. Esta sociedad, salvo para gente como Terri, ha asumido como algo políticamente correcto desear la muerte de políticos. El pasado octubre en una tertulia del mediodía (Las Mañanas de Cuatro) conectaban con un indignado, no sé si desahuciado o preferentista, y éste aseguraba en antena que entendía que hubiera quien quisiera coger una escopeta para matar a los políticos del Gobierno. Pocos días después, en el mismo programa, otro señor deseó en antena que metieran al presidente del Gobierno y a una ministra en la habitación donde estaban los enfermos de ébola para que se infectaran y murieran. Nadie se escandalizó por aquello y creí ver en mis amigos y demás representantes de esta moderna sociedad gestos de aprobación.

Lo que ha llevado a Zapata a dimitir no es desear guillotina a nadie, no, han sido los tres tuits con chistes de humor negro sobre Irene Villa, Marta del Castillo y el genocidio judío. No he podido dejar de recordar -casi ningún periodista ha querido hacerlo salvo algún caso como José Antonio Abellán– lo frecuentes que son ese tipo de bromas en esta sociedad libre, bromas con el asesinato de Prim, etarras o la muerte de Manolete. El mismo Pablo Iglesias era muy aficionado a hacer bromas sobre el asesinato de Carrero Blanco en La Tuerka. Nunca dejó de fascinarme con qué velocidad a las pocas horas de una catástrofe (como las del 11-S o el 11-M) ya comenzaban a circular chistes macabros. En noviembre, en la última quedada con amigos a uno de ellos le llegó un mensaje de móvil con una broma sobre el ultra del Deportivo que había muerto. Nos la leyó y de inmediato hubo carcajadas de la mayoría. Yo esbocé un tímido «venga, va, no os paséis» con sonrisa bobalicona, pero Terri se puso serio y reprobó que hiciéramos chanza de aquello. De inmediato todos cargaron contra él por censor, puritano y demás.

Bien. En las últimas 72 horas he visto una catarata de representantes de esta nueva sociedad escandalizados y aterrados por el hecho de que un concejal -cuatro años antes de serlo- reprodujera en twitter chistes macabros de pésimo gusto. Ha tenido que dimitir como concejal de área, y no son pocos los que piden su dimisión completa. Escucho ahora a mis amigos indignados con Guillermo Zapata; todos niegan haber oído nunca bromas sobre muertes y demás. ¿Y qué catadura moral tengo yo para recordarles que sí lo hicieron? Si callé entonces cuando los hacían, más me vale callar ahora.

Sigamos con la función de que vivimos en una sociedad pura, donde nadie hace comentarios guarros, nadie hace bromas crueles con la muerte de nadie y nadie se burla de grupos religiosos. ¿Sociedad pura? ¡Sociedad hipócrita! Bueno, casi-hipócrita. Afortunadamente, hay personas como Terri, que – eso sí – tendrá que seguir soportando que el resto le llamemos censor e inquisidor por pedir respeto.