14 octubre 1994

Por primera vez los americanos apoyan un golpe de Estado para restituir a un presidente democrático

Estados Unidos restaura a Aristide como Presidente de Haití

Hechos

El 15.10.1994 Jean-Bertrand Aristide regresó a Haití como Presidente del país

16 Octubre 1994

Los retos del libertador

Ramón Lobo

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«Es la primera vez [en América Latina] que se logra reponer a un presidente constitucional para que concluya su mandato después de haber sido derrocado», asegura satisfecho un alto cargo de la ONU en Haití, muñidor del acuerdo de la isla del Gobernador. «Es un claro mensaje a los golpistas del mundo, añade optimista. Sin embargo, reconoce que el envite con el que se topa Aristide es monumental. El éxito de los 15 meses que le restan de mandato hasta traspasar el poder en febrero de 1996 es esencial para la consolidación democrática. Para ello no hay que defraudar la ilusión de un pueblo que le recibe como a un Mesías liberador.Aristide, guiado por los norteamericanos, se propone una terapia liberal de choque. En los próximos 15 meses, Haití necesitará 800 millones de dólares (más de 100.000 millones de pesetas), según lo pactado recientemente con el Club de París (países donantes), para poder cumplir tres objetivos:

-Acometer la reforma del Estado, con la reducción en un 50% de los 45.000 funcionarios públicos, la creación de un Ejército nuevo de 1.500 hombres y de una policía democrática.

– Generar infraestructuras. Ejemplo: sólo el 20%’de la población tiene acceso al agua potable frente al 33% de hace un año.

– Y la reactivación de sectores estratégicos (sector privado).

Una herencia desoladora

En Haití existe una mezcla de economía medieval y de capitalismo salvaje, que ha provocado una lacerante esclavitud:. trabajadores sin derechos. Aristide se enfrenta a una sociedad en la que el obrero no puede mirar a los ojos del gran patrón.Los organismos internacionales advierten que Haití tardará 10 años en superar el trastorno productivo creado por los golpistas. La herencia es desoladora. Haití adeuda más de 800 millones de dólares, 11 veces más de lo que es capaz de exportar en un año. Tiene un paro endémico que supera ya el 70% de la población activa. Tiene una inflación depredadora que rebasa el 50%. El producto interior bruto perdió el 10% en 1992.

El números dos del Departamento de Estado norteamericano, Strobe Talbot, se reunió hace una semana con un grupo de empresarios haitianos. Les garantizó que Aristide necesitará de su concurso activo para resucitar el país. De las 500 familias, el 1% de la población, que controla el 43% de la riqueza del país, cien son millonarios en dólares. Esa clase empresarial controla el ritmo cardiaco del país, no paga impuestos directos -los evade-, posee cientos de cuentas seguras en bancos norteamericanos y en los paraísos fiscales del Caribe y es, ante todo; profundamente contraria a Aristide.

16 Octubre 1994

Un buen comienzo

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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EL PRESIDENTE legítimo de Haití, Jean-Bertrand Aristide ya está en su patria, de la que fue expulsado por un grupo de militares golpistas hace poco más de tres años. Una gran multitud celebró ayer en las calles de Puerto Príncipe su regreso con una alegría desbordada tan genuina como poco habitual en este maltratado país caribeño. Y el principal responsable del régimen de terror que desde el derrocamiento de Aristide han sufrido los haitianos, Raoul Cédras, ya está en su exilio panameño. Sus colaboradores han sido desarmados, al menos en gran parte.El orden público parece estar más menos garantizado por las tropas norteamericanas y los oficiales a su cargo hablan de una buena colaboración con las autoridades haitianas. Washington anunció ya el levantamiento de todas las sanciones contra Haití. ¿Final feliz, por tanto, para la operación de restauración de la democracia en Haití?

Sería demasiado optimista pensarlo. Con la llegada: del presidente a Puerto Príncipe comienza la fase más compleja de toda esta operación. Ocupar este mísero Estado sin apenas Ejército no era un problema para las fuerzas norteamericanas. Desarmar a los sicarios de Cédras, cuya única experiencia con las armas era el asesinato de civiles desarmados, tampoco. Incluso el convencer a Cédras y a sus más íntimos colaboradores de la conveniencia de que se fueran al exilio ante los graves riesgos que correrían de quedarse en el país una vez despojados de sus instrumentos para aterrorizar a la población no pudo. ser excesivamente dificil. Sobre todo si además se les brindaba, como se hizo, el puente de plata que supone su renovado acceso a las cuentas corrientes millonarias que mantienen en el exterior, sobre todo en Estados Unidos, producto del expolio sistemático del patrimonio nacional.

Pero es ahora cuando se abren los grandes interrogantes. Habrá que ver si Aristide cumple con sus promesas de reconciliación, reiteradas ayer en el discurso a su llegada a Puerto Príncipe, y no cae en la tentación de la venganza y represión de la disidencia. Tres años bajo. el régimen de Cédras han podido crear en muchos haitianos una imagen idealizada de Aristide. Pero algunos no olvidan su jacobinismo demagógico y la violencia ejercida por sus leales durante su breve ejercicio del poder. Aristide ha prometido que no se presentará a las próximas elecciones, pero. ya surgen voces que sugieren una prolongación de su mandato para compensar los tres años que estuvo en el exilio. Y su seguridad habrá de ser garantizada al menos durante cierto tiempo por fuerzas norteamericanas. Gran parte del aparato policial y militar, así como los sectores acomodados y la oligarquía, desconfían de él.

Y cuando pase la euforia de la mayoría y surjan los inevitables conflictos políticos internos será mejor que las tropas norteamericanas hayan abandoñado el país. En caso contrario, el éxito político inicial de Clinton en Haití puede convertirse, aún en una ciénaga.

12 Octubre 1994

Cédras se va

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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RAOUL CÉDRAS se va; Jean-Bertrand Aristide vuelve. Algo más que un cambio de guardia en Haití; si las previsiones se cumplen, cambio de dictadura a democracia, de una situación insostenible de reino de la brutalidad al desarrollo en la legalidad. Lo que inicialmente parecía una comedia de enredo entre EE UU y la junta militar haitiana entra en una vía de normalización en la que los cometidos de la fuerza norteamericana cobran mayor sentido.El acuerdo negociado entre Jimmy Carter, enviado del presidente Clinton, y los militares haitianos preveía, increíblemente, no sólo una amnistía para los golpistas, sino además, la posibilidad de que éstos permanecieran en el país. El presidente Aristide, refugiado en EE UU desde su derrocamiento, sólo puede regresar para completar un año de mandato sin posibilidad de presentarse a la reelección. El cuadro se tornaba así grotesco. Los militares no tenían más que esperar a que Aristide agotara una presidencia que ellos podían hacer poco menos que inútil desde las sombras.

Ese peligro no se ha disipado todavía, pero, con muy buen criterio, Clinton no ha respetado lo pactado por Carter. Ha exigido la salida del país de los más significados golpistas. Con desarmar a los más notorios miembros de los cuerpos de represión y advertir que, a partir del 15 de octubre, los soldados norteamericanos no protegerán a los golpistas de la ira de la población, Cédras y compañía han olvidado las solemnes declaraciones sobre su voluntad de morir antes que abandonar suelo patrio.

. No está dicha con ello la última palabra. Con Aristide instalado en Puerto Príncipe habrá que ver cuál es la persona que elija para dirigir el Gabinete de la restauración democrática. Es sabido que Washington recela del legítimo presidente. Para hacerle de contrapeso y garantizar que no caiga en veleidades izquierdistas o nacionalistas, el preferido sería Robert Malval, antiguo partidario de Aristide que se alejó de él en su momento por considerarlo demasiado radical.

EE UU se ha involucrado seriamente en el restablecimiento de la democracia en Haití, animado de las mejores intenciones, pero no sin serias dudas metódicas. Aristide, populista, mercurial, hasta ahora más tribuno que estadista no es precisamente el ideal de Washington para presidir Haití. Pero, por razones de política interior en víspera de las elecciones al Congreso -mostrar una capacidad de decisión que los detractores le niegan-, Clinton se ha visto obligado a actuar con sólo regular convencimiento.

Por todo ello, la Operación Haití, que inicialmente parecía abocada a una nueva aventura de confusión, tiene hoy visos de poder concluir con cierto éxito, al menos inicial. El nombramiento del próximo primer ministro indicará si Aristide se siente libre de actuar como presidente o si las reservas que sobre su libertad de acción impone el hecho de haber sido restablecido en el poder por EE UU van a hacer de su presidencia una transición no sabemos todavía hacia dónde ni hacia qué.