9 octubre 2007

El concejal estaba afiliado al Partido Popular

ETA intenta asesinar al concejal Juan Carlos Domingo, concejal del PSE en Galdákano y hiere a su guardaespalda Gabriel Ginés, al que los medios dieron por muerto

Hechos

El 9.10.2007 se produjo un atentado terrorista en Galdácano atribuído a ETA.

Lecturas

LOS ASESINOS:

Los etarras que trataron de asesinar a D. Juan Carlos Domingo y por poco asesinan a D. Gabriel Ginés eran los miembros del comando Otazua Daniel Pastor, Iñigo Zapirain y Beatriz Etxebarria, condenados por ese crimen a 31 años de prisión.

10 Octubre 2007

A todo callar

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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El de ayer en Bilbao es el primer atentado personal y personalizado -contra alguien en concreto y con intención de matar- de ETA desde la oficialización de la ruptura de la tregua, en junio pasado. De acuerdo con la estrategia de atacar a uno para aterrorizar a muchos (a todos los que se encuentren en las mismas circunstancias), la banda colocó el artefacto en el coche de uno de los 2.500 escoltas privados que protegen en el País Vasco y Navarra a las personas más directamente amenazadas. Es su forma de generalizar el temor a la vez entre los miembros de ese colectivo profesional y en el de las personas a las que protegen. Pero al hacerlo pone de relieve la mentira radical del mundo de ETA y Batasuna.

Los jefes de Batasuna que no están detenidos se aplicaron ayer la ley del silencio: se abstuvieron de condenar el atentado y ni siquiera respondieron al emplazamiento de la portavoz del Gobierno vasco a decir si era ésa «su idea de hacer política por medios democráticos». La víspera, Pernando Barrena había preguntado enfáticamente qué camino le quedaba a un país cuando «se le cierran las vías políticas y democráticas». El portavoz de Batasuna ya había contestado por adelantado que, al detener a sus compinches, el Gobierno había apostado por «abrir un nuevo ciclo de violencia».

Se trataría, según un argumento aparecido estos días en Gara, de «hacer desistir a golpes a la izquierda abertzale de sus principios». La cuestión es si entre esos principios figura el derecho a poner bombas lapa. Y si las vías políticas y democráticas que defienden son compatibles con que los diputados y concejales de los partidos que no compartan su fe deban llevar escolta para que no los maten.

De esta manera, el atentado de ayer y el silencio de Batasuna ponen de manifiesto la mentira del discurso victimista de la izquierda abertzale: la falta de igualdad de oportunidades es la que sufren quienes se oponen a ETA; y la libertad que reclaman no es la que las leyes permiten sino la impunidad para los que cometen delitos. El lehendakari Ibarretxe, desde Chile, donde se encuentra en viaje oficial, declaró que cumpliría con su «obligación de perseguir a quien cometa delitos y ponerlos a disposición de la justicia». Con ello se identificaba con, al menos, la mitad de lo que el presidente del PNV, Josu Jon Imaz, había marcado como prioridades en relación a ETA: «Acción policial y deslegitimación social y política de su entorno». Poco había contribuido el lehendakari a esa deslegitimación con sus declaraciones de la víspera criticando, en nombre del diálogo por la paz, las detenciones por orden judicial de los dirigentes de Batasuna.

10 Octubre 2007

Gabriel y demás

Federico Jiménez Losantos

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El escolta que salvó ayer milagrosamente la vida en Bilbao, pese a estallar el artefacto colocado por ETA en su coche, es un zaragozano llamado Gabriel Giner que milita en el PP. Es decir, que mi paisano es uno de esos diez millones de españoles contra los que Zapatero y sus cuates han perpetrado la Ley de la Memoria Histórica.

En la lucha antiterrorista, una de las claves de la movilización contra los criminales es conocer a las víctimas, saber de su existencia individual, comprobar que nada tienen de distinto esas personas a las que no han pasado por el trance de perder partes de su cuerpo o de su familia. La base del terrorismo es privar de la condición humana a sus víctimas, por eso es tan importante lo que en España sólo se hizo con Aznar, tratarlas con el máximo respeto, como lo que son: hermanos de nación. Como Gabriel Ginés.

Uno de los objetivos de quienes nos oponemos a esta desmemoria programada, a ese antifranquismo cobarde, cainita, retrospectivo y manipulador fletado por Zapatero para impedir que el PP se convierta en alternativa de Gobierno debe ser el de constatar que no son Rajoy, Acebes, Zaplana o Esperanza Aguirre los destinatarios de la fechoría totalitaria de ZP, sino los 700.000 militantes del PP, como el valeroso Gabriel Ginés, y los diez millones de conciudadanos que lo votan. Es una Ley del Embudo cuyo único fin es evitar que todos los Gabriel Ginés de España sean ciudadanos como los demás, sin cordón sanitario, Pacto del Tinell, titiriteros pagados o los famosos terroristas suicidas colocados por la izquierda político-mediática al paso del Gobierno del PP.

Quizás lo más repugnante de todo lo que ha hecho Zapatero en La Moncloa es haberse arrastrado ante ETA con la pública complicidad de los mismos partidos y partidillos heroicamente empeñados en ganar la Guerra Civil, casi 70 años después de perderla. Y para ello, hubo que despersonalizar, triturar, calumniar y perseguir en todos los ámbitos a las víctimas del terrorismo, porque su mera existencia pública suponía una condena moral contra quienes chapoteaban en el fango con ETA.

Pero la persecución de las víctimas y el mimo a los terroristas tuvo el mismo propósito que esa vil Ley de la Desmemoria: liquidar el régimen constitucional del 78 y rehacer un poder despótico como el que el PSOE, ERC y PCE pusieron en marcha desde 1934 a 1939. En aquel régimen del 36, los escoltas del bilbaino Prieto trataban de asesinar a los líderes de la oposición parlamentaria. En el del 78, los escoltas de los socialistas bilbaínos son del PP y se juegan la vida por ellos. Éste es el cambio de régimen que busca Zapatero, hoy a costa de los escoltas del PP y mañana de los socialistas, cuando nada tenga remedio.

10 Octubre 2007

Coche en llamas

David Gistau

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El coche en llamas de Bilbao es un bocado de realidad vigente que hace si cabe más absurdas y caprichosas las guerritas retrospectivas que libra ‘Zetapé’ con la memoria histórica como coartada. El revival revanchista de la Guerra Civil, al que no le faltó ni aquella velada zombi de homenaje en la que se dieron por buenas las fosas de Carrillo para blanquear por añadidura todos los crímenes de un bando, estaba calculado al principio de la legislatura para que coincidiera con el proceso de redención de los etarras. Recuperados para el sistema como hombres de paz a los que no iba a faltar un ramo de rosas blancas y quién sabe si un bombón en la almohada para mitigar los efectos de las huelgas de hambre en la salud de aquéllos cuya vida era de pronto tan importante.

Así, y a poco que el PP cometiera la torpeza de entrar al trapo de las estatuas y las exhumaciones para retratarse como lo que Llamazares -aun estando sobrio- llama «derecha del Valle de los Caídos», se completaría una inversión de valores necesaria para satisfacer la vocación de perpetuidad, de Régimen, que anima a Zetapé y a cuantos comen caliente en su estela. Los nuevos valores, impuestos con la asistencia propagandística de los culturetas del «Pásalo», considerarían integrados y honorables a terroristas culpables tan sólo de algún que otro «accidente» y a independentistas radicales a los que previamente se les habría permitido el uso, a modo de salvoconducto, de la palabra progresistas.

En el apartado de apocalípticos habrían quedado, separados por un cordón sanitario para que no contagiaran a nadie con sus pústulas ni influyeran en la vida social, los millones de ciudadanos relacionados con el PP, con la AVT, con la Cope y demás oquedades cavernarias. De cuya maldad natural nadie habría albergado duda alguna porque la Ley de Memoria Histórica estaba concebida para que aparecieran incluso como responsables por herencia de los asesinatos remotos.

Todo era perfecto en la concepción. Y aun después de la T-4 se creía capaz Zetapé de cumplir con el propósito. Pero, fallido el proceso, el Gobierno y los jueces estrella rectifican e intentan regresar a los valores y a los adjetivos que habían sido abandonados.

Arde un coche en Bilbao, roza la muerte un hombre, y el suceso nos pilla riñendo en el plano retórico por las guerras de nuestros antepasados, como si no fueran los etarras los enemigos, los apocalípticos del paseíllo vigente. Mientras a Zetapé se le desmorona el sueño del poder perpetuo, el esfuerzo ahora consiste en aclarar quién merece en verdad quedarse al otro lado del cordón sanitario. Sólo así comenzarán a repararse los daños infligidos durante una legislatura en la que hasta la Historia se usó para señalar como enemigo a quien sólo es oposición. Lo cual, en democracia, sólo es alarmante para quien gobierna con un sentido de propiedad definitiva.