28 marzo 1996

Por primera vez se presentaron dos candidaturas para la presidencia de la Cámara Baja

Federico Trillo (PP) elegido Presidente del Congreso de los Diputados frente al candidato de la izquierda, Jordi Solé Tura

Hechos

Candidatos a presidir el Congreso de los Diputados:

  • D. Federico Trillo – 179 (PP + CiU + PNV + CC)
  • D. Jordi Solé Tura – 160 (PSOE + IU)

Lecturas

El Sr. Trillo, del PP, se alzó con la presidencia de la Cámara con 179 votos (PP, CiU, PNV, Coalición Canaria y Unió Valenciana). El candidato alternativo propuesto por el PSOE, el ex ministro de Cultura D. Jordi Solé Tura, recibió 162 votos del PSOE e Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya. Hubo siete votos en blanco, uno nulo y extraño voto para el diputado del PP D. Enrique Fernández Miranda.

LA NUEVA MESA DEL CONGRESO:

Presidente: D. Federico Trillo (PP)

Vicepresidentes: D. Enrique Fernández Miranda (PP), D. Joan Marcet (PSC-PSOE), D. Josep López de Lerma (CiU).

Secretarios: Dña. María Bernarda Barrios (PP), Dña. Carmen del Campo (PSOE), D. Pedro Antonio Ríos (Izquierda Unida) y D. J. J. González de Txábarri (PNV).

BARRERO ELEGIDO PRESIDENTE DEL SENADO CON CONSENSO

IgnacioBarrero1999 Al contrario que en el Congreso el candidato del PP a presidir el Senado (y líder del PP en Extremadura) logró consensuar su candidatura con el PSOE, por lo que fue investido presidente de la cámara alta por 238 votos y 10 abstenciones.

Mesa del Senado:

Presidente: D. Juan Ignacio Barrero (PP)

Vicepresidentes: D. Joan Rigol (CiU) y D. Manuel Aguilar (PSOE).

Secretarios: Dña. Mari Cruz Rodríguez (PP), D. Victoriano Ríos (Coalición Canaria), D. Joaquín Jesús Galán (PSOE) y Dña. María Dolores Gorostiaga (PSOE).

28 Marzo 1996

Parlamento plural

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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EL NUEVO Parlamento constituido ayer está llamado a ser el eje de la vida política e institucional del país. Es éste el efecto más evidente de los resultados electorales del 3 de marzo. La precaria victoria del Partido Popular, que necesitará del apoyo de varios grupos nacionalistas, y la trascendencia de muchas cuestiones que habrán de abordarse en la nueva legislatura son circunstancias que obligan a este Parlamento a potenciar como nunca las funciones que le son propias: parlamentar, proponer, negociar y debatir.La transformación del Parlamento en «la institución eje de la vida política» fue una de las promesas electorales de José María Aznar. El presidente del partido que ganó las elecciones y que con toda probabilidad será dentro de pocas semanas nuevo jefe de Gobierno no imaginaba seguramente hasta qué punto los resultados electorales le obligarían a cumplir esa promesa. Y aunque fuera más por necesidad que por convicción, es una gran noticia para la salud política de España que el Parlamento se revitalice y asuma al máximo su función de foro legislativo y de control del Gobierno.

De entrada, la relativa igualdad de las dos primeras fuerzas políticas ha llevado a populares y socialistas a ceder puestos en la Mesa del Congreso a los grupos minoritarios, lo que ya supone un progreso si se recuerdan las disputas habidas en la anterior legislatura y que impidieron la presencia de Izquierda Unida en el órgano de gobierno del Congreso. La ecuanimidad, imparcialidad y rigor que son exigibles a las mesas, que rigen la vida parlamentaria se impondrán en este caso por la fuerza del pluralismo en su composición. No hay ninguna fuerza con hegemonía suficiente como para imponer sus puntos de vista sin el apoyo de terceros.

A esa composición plural se ha referido el nuevo presidente del Congreso, el popular Federico Trillo, como garantía de que su presidencia será dialogante y definida por la tolerancia. No le será fácil al nuevo presidente del Congreso pasar sin solución de continuidad desde un papel opositor a ultranza como el que ejerció en la anterior legislatura, muchas veces agresivo y rayano con la demagogia, al imprescindiblemente templado e institucional que impone su nuevo cargo. Pero no hay motivos para dudar de que es perfectamente capaz de hacer tal tránsito. El que haya carecido hasta ahora del perfil institucional adecuado, como le han reprochado los socialistas, no autoriza a pensar que no lo vaya a adquirir en el ejercicio de sus nuevas funciones.

Es pronto para saber cómo se va a articular el protagonismo del Parlamento en la nueva legislatura. Tanto por parte de la mayoría gobernante como de la oposición. Pero sí se sabe que la correlación de fuerzas obligará a negociar más de lo que se ha hecho en anteriores legislaturas. La negociación y el debate le harán falta al nuevo Parlamento para llevar a cabo con rigor y eficacia su tarea. La más imperiosa es la de articular un presupuesto para 1997 que permita cumplir los objetivos trazados en Maastricht.

Pero una de las más urgentes será, sin duda, la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que justamente ayer quedó sin el quórum necesario para poder tomar decisiones tras la dimisión de seis de sus vocales. Para cumplir este cometido son necesarios acuerdos entre los dos primeros partidos del arco parlamentario. Otras reformas legales que se anuncian, orientadas a la definitiva configuración del Estado autonómico, deberían exigir igualmente el apoyo de la futura oposición socialista.

De ello parecen ser conscientes tanto José María Aznar, previsible nuevo jefe del Gobierno, como Felipe González, indiscutible líder de la oposición. Ambos han coincidido en calificar la recién estrenada legislatura como la «del diálogo y del acuerdo». Es de desear que así sea y que tan buenos propósitos no se tuerzan. La ciudadanía de este país se merece un Parlamento digno, que se resista a caer en el encanallamiento político al que algunos quieren conducirle. Federico Trillo tiene ahora la gran oportunidad de demostrar que es capaz de liderar esta conducta de respeto hacia los españoles.

28 Marzo 1996

Una legislatura prometedora

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Ayer se hicieron las cuentas en el Congreso de los Diputados, y se comprobó que, en efecto, el PSOE perdió las elecciones del 3-M. A partir de ahora, ya nadie podrá discutirlo. Y los que han venido hablando en las últimas dos semanas como si no hubiera sido así tendrán que cambiar de guión. El propio Aznar ironizó ayer sobre ello, expresando su confianza en que la votación del Congreso haya convencido a los que dudaban de que el PP hubiera vencido en las pasadas elecciones generales. Los votos parlamentarios refrendaron solemnemente el hecho: Federico Trillo fue elegido presidente de la Cámara por 179 votos, contra los 160 que logró el socialista Jordi Solé Tura. Eso se llama mayoría absoluta.

Una mayoría que -conviene subrayarlo, porque es esencial- no la logró el PP por sus exclusivas fuerzas. Los votos de Convergència i Unió, el PP y Coalición Canaria se unieron para auparlo al puesto. Lo que es un vaticinio de lo que habrá de ser habitual a lo largo y ancho de toda la próxima legislatura: cuando la mayoría es débil, la negociación y el pacto tienen la palabra.

El nuevo presidente del Congreso pronunció un discurso muy en su nuevo papel, dictado desde el espíritu de «diálogo, tolerancia, imparcialidad y objetividad» que él mismo reivindicó. A mayor abundamiento en ese tenor, se negó a comentar las críticas -algunas de gusto más que dudoso- que le habían dirigido diversos miembros del PSOE. Y, con buen criterio, tampoco quiso darse por enterado de la no muy cortés frialdad con que el PSOE encajó su nombramiento. Debió de pensar que hay que dar a los socialistas el tiempo necesario para que se vaya acostumbrando a su nuevo status de oposición.

La legislatura que ayer se inauguró puede ser una de las más estimulantes de la corta historia de la democracia española. La nueva minoría mayoritaria deberá negociar la mayoría de sus pasos. La propia conformación de la Mesa del Congreso -tres miembros del PP, tres del PSOE, uno de IU, otro de CiU, otro del PNV- resulta exponente claro de la pluralidad de opciones que se abre. Y no deja de resultar significativo que sea así por expreso deseo de los dos principales partidos, cada uno de los cuales ha cedido uno de sus puestos en beneficio de alguna minoría (el PP en favor del PNV, el PSOE de IU). El clima dialogante parece que se va abriendo paso en otros terrenos. Un ejemplo: todos se han puesto de acuerdo en que la sesión solemne de inicio de la legislatura no se realice hasta después de la investidura. Otro: la elección del presidente del Senado fue casi unánime. Que en la sesión de apertura de la Cámara Alta hubiera aportaciones en catalán, euskera y gallego -así fueran sólo simbólicas-, y que ese incipiente plurilingüismo fuera asumido con plena normalidad, también debe considerarse como un signo esperanzador.

La vida parlamentaria puede revitalizarse. Sería bueno para todos.