7 febrero 2002

Fernando de Almansa es sustituido por Alberto Aza como jefe de la Casa del Rey coincidiendo con la ruptura de Don Felipe y Eva Sannum

Hechos

El 6.02.2002 D. Fernando de Almansa fue reemplazado por D. Alberto Aza como Jefe de la Casa del Rey.

Lecturas

El 6 de febrero de 2002 el Rey de España D. Juan Carlos I designa a D. Alberto Aza Arias nuevo Jefe de la Casa del Rey en sustitución de D. Fernando de Almansa Moreno-Barreda. El relevo se produce poco después de que se haga pública la ruptura sentimental entre el príncipe de heredero D. Felipe de Borbón y la modelo noruega Dña. Eva Sannum.

El Sr. Fernando Almansa Moreno-Barreda há ocupado el cargo desde 1993, cuando fue recomendado para el puesto por D. Mario Conde Conde.

03 Mayo 1999

Alberto Aza

Luis María Anson

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Era el hombre clave de la Moncloa de Adolfo Suárez, el fontanero discreto, sagaz, incisivo, que acertaba siempre. Tiene Alberto Aza una capacidad extraordinaria para el análisis y la síntesis. Sin su ecuanimidad, sin su serenidad se hubieran desbordado en aquellos años muchas cosas que quedaron contenidas. Fue siempre impermeable a las intoxiaciones. Estuvo por encima de chismes, correveidiles, dimes y diretes. Atendía a las voces sensatas y despreciaba a los bufones de la corte, el incienso y la mala leche. Volcó al servicio del Gobierno titubeante de la transición su experiencia en la OID. No sé si supieron agradecerle aquellos servicios. Supongo que no. Su carrera diplomática la desarrolló con inalterable profesionalidad; Italia, Portugal, Estados Unidos, Belice. Se le recuerda con nostalgia en México, en donde fue un gran embajador, atento siempre a las culturas de raíz hispánica. Gracias a él y a su gestión impecable en la embajada en Londres, España ha vivido los mejores momentos de la relación histórica con el Reino Unido. Ahora le ha llegado el relevo sin que se hablé de él y de los servicios que ha rendido a España. Pero le espera aquí un puesto de máximo relieve, en el que triunfará.

07 Febrero 2002

Pausado Relevo Tras La Meritoria Gestión De Almansa

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Ayer se confirmó la noticia de que Fernando Almansa dejará la jefatura de la Casa del Rey a finales de este año, dando el relevo a Alberto Aza, quien ya el próximo verano habrá entrado en La Zarzuela a la cabeza de la Secretaría General, sustituyendo a Rafael Spottorno. Se cerrará así una etapa importante de 10 años en la vida de la Monarquía española y se va a abrir otra de indudable trascendencia. Pero, mucho más que en los dos relevos anteriores (el del marqués de Mondéjar y el de Sabino Fernández-Campo), en esta ocasión la palabra principal es continuidad, ilustrada por los similares perfiles dos diplomáticos con vocación de servicio y discreción de Almansa y Aza y por el carácter pausado de una transferencia de responsabilidades durante todo este año.Demasiado pausado, quizá, que puede dar una impresión de interinidad.

Con Almansa se rompió el molde de sus antecesores, que más que jefes de la Casa del Rey eran mentores y hasta protectores de un monarca más joven que ellos, en momentos tan delicados como los de la Transición. El actual jefe se va a marchar con sólo 53 años, es decir, bastante más joven que el Rey, y tras haber propuesto ya el año pasado, al parecer, su relevo, aunque éste no sea un cargo que se suela abandonar a petición propia… En cualquier caso, se va, un servidor del Rey, que ha desempeñado competentemente su función, dedicado a la gestión y a las relaciones institucionales, y va a llegar otro con una misión similar dentro de la conquistada normalidad institucional.

Almansa llegó en tiempos conflictivos se cuestionaba a financieros próximos al Rey, de Manuel Prado al príncipe Tchkotua, pasando por Mario Conde y Javier de la Rosa , y se irá sin polémicas similares.

No se puede, con todo, obviar que el relevo se produce tras la ruptura del Príncipe de Asturias con Eva Sannum, y que la insistencia expresa de Almansa en que nada tiene que ver lo uno con lo otro puede recordar eso de excusatio non petita… Lo que en todo caso está claro es que, de haberse confirmado el compromiso nupcial, Almansa se habría sentido obligado a seguir en el cargo, justamente para que no se especulase con los motivos de su marcha. Otras disquisiciones parecen exageradas, ya que, cualquiera que haya sido el papel de Almansa en su relación con el Príncipe y la joven noruega, cumplió estrictamente la voluntad del Rey. Fue el momento más delicado de su gestión, pero sería muy injusto circunscribir a estos meses la valoración de su meritoria y sobresaliente tarea.

07 Febrero 2002

¿Quién ha pedido su cabeza?

Jaime Peñafiel

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La noticia del cese de Fernando Almansa como jefe de la Casa de Su Majestad (a lo largo de 10 años) ha sorprendido a la opinión pública española. Por lo inesperada y por el momento elegido cuando aún se oyen los ecos de la ruptura sentimental del Príncipe Felipe con la modelo Eva Sannum que, para más inri, se ha presentado esta semana en Barcelona.

No se podrá evitar, por mucho que el vizconde del Castillo de Almansa se proponga, relacionar el anuncio del cese con la historia y desenlace del noviazgo del Heredero, noviazgo que no sólo dividió a los españoles sino también a la Familia Real.

¿El señor Almansa ha cesado porque estaba a favor? ¿El señor Almansa ha cesado porque estaba en contra? se pregunta el personal.

No me cabe la menor duda que el comportamiento del todavía jefe de la Casa del Rey (inexplicablemente lo seguirá siendo todavía hasta final de año) en el affaire Eva Sannum, ha sido, en todo momento, leal a Don Juan Carlos, aun a costa de aparcar sus sentimientos monárquicos de toda la vida. El padre de Fernando Almansa estuvo durante años al servicio de Don Juan, por entonces pretendiente al trono que hoy ocupa su hijo.

Una boda tan desigual, en todos los aspectos, no podía ser, en modo alguno, de su agrado. Aunque durante algún tiempo pidiera, a quienes nos manifestábamos en contra, que fuéramos «cautos».

Fernando Almansa nunca hizo ni dijo nada que no fuera lo que el Rey le ordenaba decir y hacer en cada momento. Porque el asunto Eva Sannum ha atravesado, a lo largo de cuatro años, por diferentes estadios. Y en cada uno de ellos el jefe de la Casa ha actuado según órdenes del Rey.

Cierto es que, si se le preguntara si han existido discrepancias con Su Majestad para tal cese, a lo mejor respondería como lo hizo el general Sabino Fernández Campo (hoy más recordado que nunca) cuando se vio obligado a dejar el cargo el 6 de enero de 1992: «Ha podido haberlas. Si no, sería triste mi papel durante 16 años en la Casa Real».

Sería importante conocer qué papel han desempeñado en este fulminante cese (aunque con el lenitivo de permanecer todavía hasta fin de año, que ya es raro) la propia Reina (que al fin aceptó el noviazgo) y el Príncipe Felipe que, aunque no tuviera la humildad de reconocerlo, se vio obligado a poner fin a las relaciones con la modelo noruega por la presión de los medios de comunicación pero, sobre todo, por razones de Estado.

Ha sorprendido que el anuncio del cese del jefe de la Casa del Rey se haya hecho aprovechando el viaje oficial del Príncipe Felipe a Rusia, ¿para distanciarlo del tema? ¿O ha sido Su Alteza quien ha pedido la cabeza de mi paisano?

Al destacar Fernando Almansa que siente un profundo agradecimiento «hacia todos y cada uno de los miembros de la Familia Real» uno no puede por menos que pensar si es que existe alguno que no lo merece.

El jefe de la Casa señala, por último, que los relevos previstos en su seno se van a producir «dentro de la más absoluta normalidad».

¿Ha dudado alguien que la vida en la Casa Real se desarrolla siempre en la más absoluta normalidad? Excusatio non petita, acusatio manifesta.

La noticia del cese del jefe de la Casa de Su Majestad ha coincidido, lamentablemente, en unos momentos en los que la sociedad empieza a cuestionarse, por el comportamiento de miembros de monarquías reinantes, la necesidad de tan ilustre institución y cuando la prensa da sus primeros zarpazos a las hasta ahora intocables familias reales.

10 Febrero 2002

EL SERVICIO MÁS AMARGO

Victoria Prego

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Los jefes de las casas reales sólo abandonan su puesto por dos motivos: porque se mueren o porque les matan». Este es el diagnóstico de un hombre muy acostumbrado a ver de cerca la complicadísima tarea entre los reyes y los ciudadanos, entre los reyes y sus gobiernos, entre los reyes y sus familias que tienen que desempeñar quienes están al frente de una de las Casas reinantes en Europa: «O se mueren o les matan».

Fernando Almansa, jefe de la Casa del Rey de España, es la excepción.Ni ha sido en absoluto ejecutado por el Rey, ni se ha muerto del todo por más que él también lleve, como sus predecesores, muchas cicatrices que le van a recordar para siempre los decisivos, agotadores y arriesgadísimos momentos que ha logrado superar a lo largo de sus 10 años de tarea. El cuarto jefe de la Casa del Rey parece haber inaugurado, con el anuncio de su retirada a finales de año, una «tercera vía»: la salida por la puerta principal, justo a tiempo de preservar su último aliento, y después de haberse dejado alma y vida en una tarea extenuante.

Ahora, con esas reservas que ha conseguido no quemar en el altar del Estado, se dispone a iniciar una nueva etapa personal. «Entré aquí con 44 años y voy a salir con 54, ahora tengo canas, tengo tres hijas, dos de ellas viven en casa, soy abuelo, estoy viudo…creo que tengo cierto derecho a recuperar mi vida, quisiera sentirme más libre… aún me queda un poco de tiempo». El católico y monárquico Almansa desgrana pausadamente, como pasando las cuentas de un rosario, las razones de su retirada. Y, aunque él no lo menciona, sus amigos sí: «Cobra poco dinero, alrededor de 14 millones de pesetas al año, más o menos la mitad de lo que percibe un embajador en un buen puesto».

Fernando Almansa se esfuerza por hacernos comprender que éstos, y no otros, son los motivos de una decisión que el Rey ha tomado después de varias conversaciones, estrictamente privadas, con quien le ha servido a él, a la Familia Real, al Gobierno y al Estado, a todos al mismo tiempo, durante la última década.

Pero la explicación del diplomático no es del todo cierta. Por lo menos no es completa. Es verdad que el noviazgo, nunca reconocido oficialmente pero sí públicamente roto por el propio Príncipe de Asturias ante una decena de informadores, está detrás de la salida de Almansa al frente de la Casa. Pero es mentira que ésta haya sido la razón de su retirada. Así son las cosas de palacio.

«Recuerde el Príncipe que los «monárquicos de toda la vida» serán los primeros en reprocharle su primer paso en falso y Dios no quiera que sea el de su matrimonio. Yo mismo, monárquico genético por no decir endémico, consideraría un error grave una boda que nos pusiera a la altura de los ingleses y quizás empezaría a calibrar las posibilidades de una República que me ahorraría tener que reverenciar a una reina equivocada. Por lo menos, con la República podría despacharme a gusto».

Es José Luis de Vilallonga, autor del libro de conversaciones con Don Juan Carlos de Borbón, El Rey, en el que éste habla por primera vez en primera persona de su vida, de sus experiencias personales, institucionales y políticas, quien publica en ABC el artículo titulado Los deberes de un Príncipe y cuyo último párrafo es el que se reproduce aquí.

Es viernes 20 de abril de 2001, una fecha que bien podría pasar a la historia de la Familia Real española porque ese día se alza por primera vez públicamente una voz autorizada contra la relación, quizá noviazgo, que el Príncipe Felipe, heredero de la Corona española, mantiene con la modelo noruega Eva Sannum.

Para entonces, Don Felipe ya vivía más que confundido: no era capaz de saber de dónde procedían las noticias, que bien pudieran considerarse advertencias, cuando no chivatazos a la opinión pública española, que habían destapado hace ya meses, fotos incluidas, su relación con la joven noruega. Cuando el Príncipe lee el artículo de Vilallonga, su desconcierto se traduce en abierta perplejidad: «¿Pero esto qué es, qué está pasando aquí?».

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CARTA AL DIRECTOR

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Sus sospechas se encaminan entonces en la dirección adecuada y empieza a vislumbrar que las zancadillas le vienen de dentro, de su propia casa. Es entonces, 12 días más tarde, cuando Almansa decide escribir una carta al director de ABC que el periódico publica, muy destacada, el 3 de mayo. La carta incluye una excusatio non petita porque dice lo siguiente a propósito del artículo de Vilallonga: «La Casa de Su Majestad desea manifestar que las opiniones en él contenidas son sólo sus propias opiniones y que nadie ha sido autorizado a sugerir que éstas sean compartidas por Su Majestad el Rey o su Casa. Entendemos que es oportuna esta aclaración, agradeciendo que sea publicada. Le saluda con gran afecto, el vizconde del Castillo de Almansa».

Ya está. Fernando Almansa aparece en ese instante definitivamente en primera línea, bajo el foco de la mirada angustiada y probablemente indignada del Príncipe Felipe. Este es el momento en que se produce la crisis entre el heredero de la Corona y el jefe de la Casa y es entonces también cuando empiezan a sonar, levemente, pero empiezan a sonar, los nombres de algunos hombres jóvenes «deberías venirte aquí, deberías venir a La Zarzuela, serías de una gran ayuda» para incorporarse al servicio de la Familia Real. Por ejemplo, el de Fernando Villalonga, para entonces ya ex secretario de Estado para la Cooperación Internacional e Iberoamérica en el primer Gobierno del PP y actualmente diputado por Castellón y director general de la Fundación Telefónica.

Los rumores, que no llegaron a cuajar, en ningún caso hablaban de nadie que fuera a sustituir a Fernando Almansa, claro que no, pero aquello sí fue el síntoma de un evidente distanciamiento de Don Felipe, quizá también de la Reina, respecto al hombre que se estaba responsabilizando de poner los primeros palos en las ruedas de su historia de amor.

Pero el Príncipe sabe bien, como lo saben todos en el seno de la familia, que el jefe de la Casa es quien es, que tiene las obligaciones que tiene y que, pase lo que pase, obedece al Rey.Saben que es Almansa quien dice que no cuando el Rey considera que debe decir no en aquella casa. Es Almansa quien, cumpliendo su obligación, da al frente los pasos necesarios para cumplir la voluntad del Rey y, por eso mismo, es también Almansa el depositario de los reproches que no se pueden hacer al Monarca.

Sucede, sin embargo, que el Monarca es también el padre del Príncipe, un hombre que apenas ha pasado los 30 años y que está completamente enamorado de una mujer. No cabe la menor duda de que su padre le entiende y comprende perfectamente la decisión de su hijo de intentar sacar adelante su relación. Pero tampoco cabe la menor duda de que el Rey es consciente del riesgo enorme que una boda de esa naturaleza podría causar a la institución que con tanto esfuerzo y sacrificio él logró traer de nuevo a España hace un cuarto de siglo. Por eso Don Juan Carlos se debate entre dos papeles que en esta ocasión resultan ser imposibles de armonizar.

Es en este primer tramo cuando el Rey decide y Fernando Almansa da los pasos. Y aquí caben pocas dudas entre quienes conocen bien la Casa por dentro y las tensiones inevitables que se producen en el seno de una familia observada con lupa por millones de ciudadanos: «Conflictos ha habido y los seguirá habiendo, hay tensiones y pactos internos continuos, es una casa inevitablemente complicada, pero allí el que marca la pauta es el Rey, el que manda es él».

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SIGUIENDO AL REY

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Por eso se puede decir que las tensiones las ha tenido Almansa con todos pero siempre siguiendo al Rey, «al que ha sido absolutamente fiel y al que además no ha estado marcando, como le sucedía en otro tiempo a Don Juan Carlos. Entre otras muchas cosas, por eso le eligieron».

En aquella segunda mitad del 2000 es cuando se rumorea con mayor intensidad que el presidente del Gobierno, José María Aznar, tiene una relación difícil con Don Juan Carlos, que «el Rey no aguanta a Aznar y Aznar no soporta al Rey». Y es cuando se asegura que el jefe de la Casa del Rey está siendo instrumentalizado por el Gobierno que ningún ministro lo reconoce públicamente pero todos lo afirman en privado es perfectamente contrario a que el matrimonio de Don Felipe con Eva Sannum pase de ser una alarmantísima hipótesis a convertirse en una peligrosa realidad.Peligrosa para la Monarquía española y, en consecuencia, para la estabilidad institucional del país.

Y ahí está de nuevo Fernando Almansa: «Ha sido tan fiel al Gobierno como al Rey, es verdad que ha estado en medio de los disgustos de la Familia pero siempre ha buscado el entendimiento personal, institucional y político por encima de todo en un puesto que exige talento y delicadeza. Ha sido un ejemplo de ausencia de dogmatismo, lo ha hecho muy bien y se ha ganado el respeto y el cariño de mucha gente», dice un ministro del actual Gabinete.

Mientras tanto, la relación del Príncipe Felipe con Eva Sannum sigue su curso en medio de todas las dificultades imaginables.Es un proceso demasiado largo y agotador para todos: para el Rey, que termina ya por hacerse a la idea de que habrá boda aunque es muy consciente de que en ese momento las reglas van a cambiar; para la Reina, que apoya a su hijo contra viento y marea porque considera que es obligado respetar sus sentimientos y su decisión; para el Príncipe, que está absolutamente resuelto a seguir adelante y confía en convencer a la opinión pública de que acepten y acojan con afecto a la mujer con la que quiere casarse; para Almansa, que mantiene su fidelidad a la Corona, al Gobierno y a los intereses de España.

Y hasta para los españoles, que escrutan cada fotografía, cada plano, cada noticia, cada rumor, cada calumnia que se hace circular sobre las cualidades y defectos de la, si Dios no lo remedia, futura reina de España.

A la altura del verano de 2001, es decir, hace seis meses, la opinión pública sigue estando mayoritariamente en contra de esa relación. Quienes se muestran a favor lo hacen dando por supuesto que el Príncipe es un ciudadano como cualquier otro, lo cual le otorga los mismos derechos… pero también los mismos deberes.

Aquí precisamente está la trampa para el futuro de la Monarquía en España: en esa convicción impecablemente democrática que considera al Príncipe como un ciudadano más, con «los mismos derechos y los mismos deberes» que el resto de sus compatriotas.

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A FAVOR DE LA BODA

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Ese planteamiento tendría necesariamente que llevar consigo, como escribió en su día el director de EL MUNDO, Pedro J. Ramírez, «cambios necesarios para la modernización de la Monarquía […] para que los ciudadanos vean a los miembros de la Familia Real como son: seres de carne y hueso, con las mismas pasiones que los demás […] y para que se aborden con franqueza problemas de índole constitucional como la irresponsabilidad penal del Rey […]. De la misma forma que se puede ser Rey y casarse con la que más te guste, debería ser compatible tal rango con la obligación de indemnizar a quien resulte afectado por un acto regio de conducción temeraria, o de comparecer a aclarar ante los tribunales tales o cuales alusiones en una trifulca entre financieros […]. Y fijar criterios sobre la aceptación de regalos particulares por parte del Jefe del Estado y su familia, pues no es descabellado pensar que una dádiva como la del nuevo yate Fortuna habría desatado un saludable debate nacional». Esto, los que están a favor de la boda. No digamos ya los que están en contra.

En vista del panorama de opinión en el país, el propio presidente del Gobierno se decide a hablar personalmente con el Príncipe.Termina el verano de 2001 pero aún no se ha producido la catástrofe del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York. José María Aznar no logra convencer al heredero de la Corona de que, con su decisión, pueden saltar por los aires todas las reglas que sostienen en España a la Monarquía, reglas que, gracias a su padre, han sido hasta ahora escrupulosamente respetadas por los españoles.

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ANUNCIO IMPARABLE

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El presidente del Gobierno sale de aquella conversación con una sóla certeza: el anuncio de la boda del Príncipe Felipe y Eva Sannum es ya imparable. Las circunstancias internacionales vendrían a ser las que, a partir del fatídico 11 de septiembre, aconsejen finalmente retrasar el anuncio del compromiso del heredero: los efectos demoledores del atentado del fanático talibán Osama bin Laden impiden por completo que se produzca en el país el clima adecuado para que los españoles, sobrecogidos por la sombra del terrorismo islamista, se puedan meter en fastos de la envergadura que exige el matrimonio del futuro Rey de España.

Pero no es Aznar el único interlocutor del Príncipe ni el único político consultado por el Rey. Los ex presidentes Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo exponen ante Don Juan Carlos su postura contraria a esa boda. José Luis Rodríguez Zapatero, por su parte, se muestra a favor, igual que Felipe González, quien mantiene además una extensa conversación a solas con Don Felipe, a quien explica su postura: «Si al Príncipe se le reconoce la capacidad para ejercer la Jefatura del Estado, también se le debe reconocer el derecho a escoger su futura esposa».

Lo que sucedió entre estas y otras conversaciones y el 14 de diciembre del año pasado no lo sabemos todavía. Pero algo muy importante debió de ser, algo definitivo, de fondo, irreversible, para que Don Felipe tomara una decisión que sin ninguna duda ha resultado dramática para él, y anunciara ese día 14 por sorpresa a un grupo de periodistas convocados aparentemente con otro motivo al palacio de La Zarzuela que «Eva y yo hemos decidido de mutuo acuerdo que no habrá compromiso que anunciar en el futuro [y] poner fin a la relación. Simplemente no ha prosperado y punto.No hay más lecturas».

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UN AÑO MUY DURO

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Allí, sentado entre los periodistas y el Príncipe, estaba de nuevo Fernando Almansa. No había sido ésta la única tarea difícil a la que el jefe de la Casa de Su Majestad había tenido que hacer frente, siempre siguiendo las decisiones del Rey, pero sí la más costosa. «Este año», dice con suavidad, «ha sido especialmente duro, ha habido tareas que no eran fáciles pero yo he hecho frente a ellas. Es verdad», reconoce también, «que si se hubiera anunciado la boda de Don Felipe yo no me hubiera ido nunca. Pero el relevo lo hubiera pedido igual».

Es absolutamente cierto que el jefe de la Casa del Rey tenía hecha hace ya mucho tiempo su propia composición de lugar. «No ha habido crisis ni ruptura, en absoluto son ciertas determinadas versiones que se han publicado. Y no es tampoco que no pueda más, yo podría haber continuado otro año, pero sí es verdad que considero que tengo una labor realizada. Agotado no estoy, pero yo me había marcado una fecha, elegí los 10 años, se lo venía diciendo al Rey hace tiempo».

Quienes le conocen corroboran sus palabras pero la filtración, más ingenua que malintencionada, de la noticia de su marcha ha forzado a la Casa a acelerar las cosas. «Estaba previsto anunciar esto en primavera, pero la filtración nos ha llevado a adelantarnos.Cuando se produce una filtración yo soy partidario de no reaccionar a la contra. Alberto Aza es un candidato magnífico, es perfecto para el cargo y nos hemos dado este tiempo porque queremos hacer un relevo ordenado».

Nadie en su entorno desmiente su versión, pero dan por buena y perfectamente adecuada a la verdad la imagen que habla de un servidor fiel que, entregada en bandeja a su señor la prueba del éxito de la última y más amarga tarea asumida, se retira exhausto sabiendo que una etapa ha terminado y una nueva se abre para él.

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Foto titulada

EL DISTANCIAMIENTO. Cuando en agosto de 2001 Don Felipe y Eva Sannum se dejaron ver y fotografiar juntos en la boda de Haakon de Noruega con Mette Marit, todo hacía presagiar el inminente anuncio de la boda del Príncipe. La presión social y de la propia Casa Real abortó el enlace y distanció a Don Felipe de Almansa.