17 febrero 1981

El ex Vicepresidente franquista Fernando Suárez se hace con una Vicepresidencia del partido de Fraga

4º Congreso de AP – Manuel Fraga y Jorge Verstrynge reelegidos como Presidente y Secretario General de Alianza Popular

Hechos

En febrero de 1981 se celebró el IV Congreso de Alianza Popular en el que fueron reelegidos D. Manuel Fraga Iribarne como Presidente y D. Jorge Verstrynge como Secretario General.

Lecturas

El 16 de febrero de 1981 se celebró el IV Congreso de Alianza Popular, celebrándose simultáneamente el congreso del partido unido de AP y de la federación de AP. Los cargos de presidente y secretario general son comunes en ambas entidades.

  • Presidente – D. Manuel Fraga Iribarne.
  • Vicepresidentes de la federación de AP – D. José María Ruiz Gallardón, D. Félix Pastor Ridruejo, D. Luis Ortiz Álvarez, D. Manuel García Amigo, D. José Antonio Montesinos y D. Antonio Hernández Mancha.
  • Vicepresidentes del partido unido de AP – D. Fernando Suárez González, D. Álvaro Lapuerta Quintero, D. Abel Matutes Juan, D. Manuel Cantarero del Castillo, D. José Antonio Trillo, D. Gabriel Cañellas Solis.
  • Secretario general – D. Jorge Verstrynge Rojas.
  • Secretarios generales adjuntos – D. Guillermo Kirkpatrick, D. Jesús Pérez Bilbao, D. Rodrigo Rato Figaredo, D. Gabriel Elorriaga, D. Javier Carabias del Arco.
  • Tesorero – Dña. Begoña Urquijo Eulate.
  • Tesorero Adjunto – D. José María Merino Luengo.
  • Vocales – D. José María Valiente, D. Pablo Beltrán de Heredia, Dña. Carmen Llorca Villaplana, D. Manuel Gasset Dorado, D. Carlos Ruiz Soto, D. Eurico de la Peña, D. Pablo Paños Martí, D. Fernando Redondo Berdugo, D. María A. Suárez Cuesta, D. Fernando Garrido Valenzuela, D. Asunción de la Peña, D. Jaime Tejada Lorenzo, D. Carlos Pinilla Turiño y D. Antonio Martín Beaumont (representante de Nuevas Generaciones),

MÁS PROTAGONISMO MEDIÁTICO DE JORGE VERSTRYNGE

zap_1981_Verstrynge Durante el año 1981 el Secretario General de Alianza Popular, D. Jorge Verstrynge sería el encargado de representar a AP y Coalición Democrática en programas de TVE para que no fuera D. Manuel Fraga Iribarne la única imagen pública de la formación.

EN LA DIRECCIÓN DE AP SE COMBINAN ANTIGUOS DIRIGENTES FRANQUISTAS CON JÓVENES FICHAJES

En la dirección de AP aparecen diversas figuras vinculadas con la dictadura franquista (Sres. Fraga o Fernando Suárez fueron ministros, el Sr.  Cantanero del Castillo fue procurador o el Sr. Pinilla fue consejero del Movimiento Nacional). Junto a ellos aparecen jóvenes militantes, de la nueva generación como D. Rodrigo Rato, D. Antonio Hernández Mancha o D. Antonio Martín Beaumont.

15 Febrero 1981

Soluciones para una década

Manuel Fraga Iribarne

Leer
Del PCE no sabemos si quiere o no ser leninista (o sea, revolucionario), el PNV no acaba de precisar sí es español, y la UCD, como ha demostrado el reciente congreso de Palma de Mallorca, es una suma de familias políticas que están por y contra el divorcio, por y contra la ley universitaria, etcétera, y así no se puede gobernar.

Bajo este lema se abre el IV Congreso Nacional de Alianza Popular, apoyado en dos gruesos volúmenes de estudios y propuestas (1) elaborados a lo largo de los últimos meses por nuestras comisiones de estudio, en lo que constituye nuestro segundo Libro Blanco (el primero,fue publicado por GODSA al comienzo de la transición, en 1976) (2).Cuando tantos congresos de partido dan la impresión de preocuparse sólo del día siguiente o de una bolsa de contratación de puestos e influencias, es oportuno recordar que la función constitucional de los partidos es la formación de la opinión pública, mediante propuestas razonadas sobre el modelo de sociedad y las propuestas políticas y administrativas que puedan convertirse en alternativas electorales y en bases de representación.

Alianza Popular ha dedicado por ello un gran esfuerzo a los análisis de la situación concreta y a las propuestas de solución. No cree en la aplicación general y abstracta de ídeologías internacionales, no cree en la moda de aquí o de allá. Como fuerza política a la vez conservadora y reformista que es, parte de la base de la sociedad española como es, hecha por los siglos y distinta de otras sociedades concretas; no le ofrece un milagro que de pronto la convierta en Jauja, sino un programa para que todos estemos mejor, con un crecimiento razonable y acumulado, a lo largo de años de esfuerzo y de seriedad.

A la vista está lo ocurrido en los últimos cinco años, en los que muchos españoles votaron bajo el falso seiíuelo de «entre lo que tengo y lo que me van a dar».

No hay más programa serio que éste: hagamos de la España que tenemos una España mejor para todos, midiendo cada paso y sus relaciones con los demás. Porque también lo dice otro refrán: «No puede ser soplar y sorber». No se puede dar con una mano mayores pensiones para luego reducirlas con otra por los impuestos. No se puede pedir seguridad ciudadana mientras se reducen los medios legales de acción de las fuerzas que defienden el orden público, y así sucesivamente.

Alianza Popular señaló al comienzo los serios problemas de la transición política y de una reforma democrática en serio. Por llamar a las cosas por su nombre fue tachada de catastrofista; por indicar que la reforma era preferible a la ruptura, de nostálgica y reaccionaria; por recordar que el sentido común indica que sin trabajo, sin ahorro, sin estudio, sin investigación, sin promoción del mérito, una sociedad retrocede en vez de avanzar, de defensora de los privilegios (sin duda, considerando que el de levantarse a las once es una cosa buena); por indicar que no se pueden acometer todas las reformas a la vez sin crear el caos, fuimos tachados de rechazarlas todas; por advertir que la democracia nada tiene que ver con la anarquía ni con la destrucción del principio de autoridad, de inmovilistas y continuistas.

Situación preocupante

Pocos años más tarde, el cuadro general de la situación es preocupante. La unidad nacional está en peligro; el terrorismo campa por sus respetos; la economía está en franca recesión; el paro es desesperante; la juventud no encuentra sitio, y pasa; la abstención aumenta; un presidente del Gobierno dimite sin dar explicaciones y dirigiendo reproches a la sociedad española en general; el Rey ha tenido que enfrentarse en directo con la más grosera de las actitudes; los servicios públicos se paran uno tras otro; las flotas pesqueras están amarradas.

Hay que soltar las amarras de un sistema bloqueado: por expectativas desorbitadas, que han de ser explicadas por los medios públicos de comunicación social; por una ley electoral disparatada, que no produce mayorías claras ni alternativas de relevo; por la ambigüedad del título VIII, sobre la organización territorial del Estado, uno de los más importantes de la Constitución; por la ambivalencia de partidos como el PCE, que en este momento no sabemos si quiere o no ser leninista (o sea, revolucionario), o del PNV, que no acaba de precisar sí es español, y, sobre todo, porque el grupo parlamentario más numeroso, como ha demostrado el reciente congreso de Palma de Mallorca, es una suma de familias políticas que están por y contra el divorcio, por y contra la ley universitaria, etcétera, y así no se puede gobernar.

Nosotros intentamos otra cosa. Creemos en la mayoría natural de los españoles que quieren unidad, orden, ley, trabajo, familia, seriedad y desarrollo. Pensamos que, si les dejaran, elegirían fórmulas como las que han adoptado países tan dístintos como Inglaterra y Portugal, Francia y Jamaica, Venezuela y Estados Unidos; es decir, soluciones democrátícas, populistas, razonables, serias, flexíbles, pensadas, y con la garantía de personas que se sepa que cuando prometen, cumplen, y cuando dicen que sí, es que sí, y cuando dicen que no y que hasta aquí hemos llegado, la cosa va en serio.

Y la cosa tendría que ir en serio; no trampeando, no yendo a ver cómo se tira tres meses más y cómo se mantiene confusa a la opinión

Soluciones para una década, no llenas para un trimestre, variaciones sobre un mismo tema gastado. Eso intenta plantear el IV Congreso Nacional de Alianza Popular

Manuel Fraga Iribarne

17 Febrero 1981

¿Encuentro en la tercera fase?

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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EL IV Congreso de Alianza Popular ha concluido igual que empezó: en un enfervorizado ambiente de unanimidades aclamatorias en favor de Manuel Fraga y con una carretada de lugares comunes sobre los males que aquejan a la vida española, todos ellos presuntamente producidos por la torpeza, indolencia, pecaminosidad o codicia de nuestros gobernantes, y sobre los remedios para curarlos, supuestamente disponibles en el partido del que es titular el líder aliancista.Los dos tomos y las mil páginas con que amenaza a la afición Manuel Fraga son presentados así como una farmacopea política colmada de medicamentos de amplio espectro, que lo mismo valen para un barrido que para un fregado.

Alianza Popular, ese extraño grupo que es a la vez un partido (el PUAP) y una federación (la FAP), además de la espina dorsal de una coalición electoral (Coalición Democrática), ha tratado de presentarse en su IV Congreso como una organización asentada sobre firmes principios. Sin embargo, parece más próximo a la verdad que Manuel Fraga ha orientado todos los esfuerzos, a lo largo de su biografía política, hacia la búsqueda del poder, sin preocuparse en demasía por la congruencia de los programas. La circunstancia de que perdiera el poder cuando lo tenía y de que no acertara luego a recuperarlo no implica que los firmes principios fueran responsables de sus naufragios. Porque en un político el oportunismo es compatible con la torpeza para practicar su oficio. Entre aquel «magnífico» septeto que recorrió España en la primavera de 1977, y que se hundió en las urnas, y esa nueva Alianza maquillada, que intenta mejorar su imagen incorporando políticos en paro interesados en rentabilizar su pasado democrático, hay la misma distancia que separa el proyecto abiertamente involucionista, abrigado por una derecha autoritaria, de la perspectiva esbozada por una derecha que se pretende conservadora y reformista.

Se diría así que, mientras UCD trata de correrse hacia la derecha del espectro, Alianza Popular inicia un movimiento de acercamiento inverso, a fin de converger, en una segunda fase, con el centrismo en el mismo espacio ideológico y político. El encuentro en la tercera fase de UCD y AP, esto es, en los pactos electorales, las mayorías parlamentarías y el Gobierno, sería la culminación de la estrategia de Manuel Fraga, resumida en la metáfora zoológica de la mayoría natural. Con independencia de las connotaciones populistas inherentes a la formulación, esa mayoría supuestamente natural sería en realidad el artificial resultado de una ley electoral mayoritaria, que obligaría a elegir entre dos bloques e imposibilitaría opciones mediadoras de carácter liberal y socialdemócrata, y la manipulada consecuencia de campañas alarmistas, destinadas a despertar los miedos en las clases medias. A este respecto, las posibilidades de éxito de esa estrategia dependen de la capacidad de resistencia de las tendencias conservadoras de UCD y de quienes aspiran a ser sus dirigentes. Porque tendrían que desconfiar mucho de sus propias fuerzas los críticos centristas para decidirse a transformarse en obedientes peones de brega del número uno de Alianza Popular.

La indigencia de nuestra vida pública se manifiesta en la obsesión por las analogías y en la tendencia a imitar modelos exteriores. Fraga parece deslumbrado ahora por la «revolución conservadora» de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, así como con la victoria en las urnas portuguesas de Alianza Democrática. Por desgracia, ni siquiera esa analogía es procedente, entre otras cosas por los compromisos neoconfesionales de Alianza Popular en materia de educación y de costumbres. El conservadurismo de Fraga va mucho más allá del de sus admirados modelos anglosajones (al fin y al cabo, Ronald Reagan firmó una ley de despenalización del aborto cuando era gobernador de California) y su figura poco tiene que ver con la del fallecido Sa Carneiro (cuyo divorcio hubiera sido impensable en una España gobernada por Alianza Popular). En última instancia, el líder aliancista no tiene un nuevo. modelo de sociedad que ofrecer, sino una vieja ambición política legítima que satisfacer. Si sólo conociéramos a Fraga como parlamentario y como opositor, tal vez su candidatura a presidente del Gobierno suscitara menos recelos de los que despierta. Sin embargo, los recuerdos que los ciudadanos guardan de su paso por el Gobierno no son del todo agradables. Y no sólo por su intolerancia hacia los discrepantes, sino también porque sus autoproclamadas dotes para la gestión de la cosa pública no se reflejaron correctamente en sus anteriores responsabilidades administrativas. Sus propuestas de restablecer la pena de muerte, sus anteriores declaraciones sobre la necesidad de intervenir en el País Vasco y sus tomas de posición sobre cuestiones relacionadas con el orden público o la delincuencia común hacen pensar a veces que el único Estado que le cabe a Fraga en la cabeza es, en realidad, cierto «estado de excepción».

Digamos, finalmente, que lo peor del IV Congreso de Alianza Popular ha sido su pretensión de identificar a sus dirigentes, militantes y electores con España. Un mínimo sentido político hubiera debido impedir esta monopolización de los colores de la bandera y del himno nacional -utilizado como si fuera el de su partido en la clausura del congreso – y no cometer ese acto de exclusión que relega a las demás formaciones políticas y a los ciudadanos que les votan a la condición de españoles disminuidos o de españoles a medias. Porque hasta ahora nadie ha demostrado que en Alianza Popular sean más españoles que el resto de los ciudadanos nacidos en este país y con sus documentos en regla.

El Análisis

REAGAN (EEUU) SE INTERESA POR FRAGA

JF Lamata

Uno de los principales protagonistas del IV Congreso de Alianza Popular no fue ni D. Manuel Fraga Iribarne, reelegido presidente de AP, ni D. Jorge Vestrynge, reelegido Secretario General. No, fue el Senador republicano, que vino desde Estados Unidos para, en nombre del Presidente norteamericano Ronald Reagan, dar su apoyo a los antiguos franquistas.

Es sumamente revelador, porque por esos mismos días se había celebrado el conflictivo II Congreso de UCD en Palma de Mallorca, pero el representante del Partido Republicano quiso dar su apoyo a AP y no a UCD. Hacía tiempo que el rumbo del gobierno suarista no ilusionaba demasiado a los norteamericanos, a los que no gustaban los guiños diplomáticos de Suárez hacia la izquierda, porque el ex Secretario General del Movimiento Nacional franquista, en su intento de hacer olvidar su pasado se había acercado a la OLP de Arafat y no se había atrevido a dar el salto a la OTAN. Que los norteamericanos miraran más hacia el fraguismo que hacía el suarismo no era una anécdota, era una pista de cómo iba a variar el mapa político español.

J. F. Lamata