28 abril 1978

Taraki encabeza el que será el primer régimen comunista en el subcontinente asiático

Golpe de Estado en Afganistán: asesinato el presidente Mohammed Daoud y establecimiento de una dictadura comunista

Hechos

El 28.04.1978 fue asesinado Mohammed Daoud, presidente de Afganistán junto a su hermano.

Lecturas

Taraki Taraki será el nuevo Dictador comunista de Afganistán apoyado por la Unión Soviética.

El presidente de Afganistán, príncipe Sardar Mohammed Daoud Khan se había proclamado jefe de Estado de la nueva República asiática en julio de 1973 después de derrocar – durante su ausencia – a su primo y cuñado, rey Mohammed Zahir Sahad, de quien fue ministro durante diez años.

Daoud, que entonces tenía 63 años, estaba considerado un ‘duro’ en cuestiones interiores, con capacidad reformista y firmeza frente a las presiones extranjeras. Por todo ello encontró en el golpe de aquella ocasión el apoyo de muchos jóvenes oficiales del EJército al que él mismo pertenecía como militar de carrera.

Las circunstancias sociales, políticas y económicas de estos últimos años, sumadas a la decepción causada por el propio Daoud entre sus antiguos seguidores – el pasado año disolvió instituciones y Gobierno – han acabado repitiendo la historia que a él le llevara al poder en su día. Con la desventaja de que el rey Zahir tuvo el consuelo del exilio, en el caso de Daoud, los comunistas afganos han decidido cobrarse su cabeza en el momento de derrocarle.

Afganistán se convierte de esta forma en el primer régimen comunista del subcontinente asiático.

05 Diciembre 1978

Afganistán estrecha sus vínculos con la URSS

Ismael López Muñoz

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El cordial recibimiento hecho en Moscú al presidente afgano se interpreta como una muestra clara del interés de la URSS por este país, con el que mantiene fronteras naturales y está próximo a China e Irán. Brejnev, Kosiguin y Gromiko recibieron en el aeropuerto a Mohamed Taraki, cuya visita ha sido ampliamente anunciada, contra lo que ya supone norma habitual, en la primera página del diario Pravda.La Unión Soviética, que se apresuró, en el pasado mes de abril, a desmentir cualquier posible intervención en el golpe de Estado del comunista Taraki y en el que se dio muerte al presidente Daud, elogió ayer la figura de Taraki, quien preside en su país el secretariado general del Partido Democrático Popular de Afganistán, y es también primer ministro y ministro de Defensa.

Días pasados, Taraki hizo un elogio, en un informe presentado a su partido, de los «éxitos de los países socialistas en la lucha por la paz, el progreso social y la seguridad internacional», al tiempo que acusaba al imperialismo de facilitar armas a la reacción en Afganistán.

En los últimos meses, los políticos de Kabul han intensificado sus relaciones con los países del Este, principalmente en materia económica a través del Comecon.

09 Febrero 1979

Afganistán, un peón pro soviético bien colocado en la frontera con Irán

Corresponsal Washington

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La penetración soviética en la península indostánica tuvo su mejor momento durante el mandato en la India de Indira Ghandi. Sin embargo, el acceso al poder de la política, de clara no alineación, de Moraeji Desai, en Nueva Delhi, colocó a Moscú en una posición de no preponderancia. Este paso atrás podría ser compensado con la crisis iraní y con el establecimiento en Afganistán de un régimen adicto a Moscú, que debería servir como cuña para una futura influencia en su vecino paquistaní

De todas formas, el régimen pro soviético de Taraki dista aún de estar convenientemente establecido. El tribalismo del país dificulta la labor centralista del Gobierno. Los musulmanes, mayoría en el país, se oponen a una fórmula que creen importada y por ello no dejan de favorecer a una guerrilla, aún primitiva, pero que con el apoyo exterior próximo de Pakistán podría conseguir un clima de revuelta permanente.El pasado 27 de abril, un golpe militar colocaba en el Gobierno afgano a Nur Mohamed Taraki, fundador del Partido Comunista, pro soviético. El levantamiento militar se efectuó «con todos los riesgos que ello entraña», como afirmó el semanario del PC francés,France-Nouvelle, reconociendo que el putsh militar había ocasionado víctimas, alrededor de 3.000 muertes, según estimaciones occidentales.

La elección de Taraki por los militares entraña algunas sospechas. Diez días antes del golpe de Estado, Akbar Kabir, líder de una facción del PC afgano, era asesinado. Pocas horas después, siete responsables comunistas eran arrestados «por sospechas de complicidad en el asesinato» y Taraki era uno de ellos. Tanto la muerte de Kabir como los funerales fueron motivo de demostraciones contra el «imperialismo norteamericano» e indirectamente contra Taraki, que hizo su carrera en Estados Unidos. Además, existe la convicción de que la muerte de Kabir sirvió de detonador para el golpe, pero la investigación sobre su asesinato se ha detenido con la llegada del nuevo régimen.

La amistad entre la URSS y el nuevo Gobierno de Afganistán, más que obedecer a circunstancias ideológicas del momento, es consecuencia del desarrollo de la historia desde la implantación del poder bolchevique en Moscú.

En 1921 se firmó un tratado de amistad entre ambos países, que sería ratificado diez años más tarde por otro acuerdo de no agresión. No extraña por ello que 45 minutos después de anunciarse oficialmente el triunfo del golpe militar, la URSS reconociera el nuevo régimen. El interés estratégico de Afganistán para los soviéticos lo había establecido Kruschev, en 1955, con la idea de crear, tarde o temprano, un Gobierno en Kabul, que admitiera ser un baluarte «contra la expansión del imperialismo». El motivo histórico que unió a soviéticos y afganos fue la guerra contra Gran Bretaña, país que intentaba el bloqueo al Gobierno de Lenin y mantenía su dominio colonial en Kabul. A pesar de las declaraciones de Taraki, en el sentido de que su país «no será un satélite de la URSS», no se puede negar la alianza entre Moscú y Kabul, firmada tácitamente por el primer ministro de Afganistán en la capital soviética el pasado diciembre, en el transcurso de una visita oficial. El carácter de no alineamiento del régimen de Kabul queda en todo caso en entredicho, a la par de los casos de Cuba y Vietnam, cuyas relaciones con la Unión Soviética son algo más que de cooperación.

La URSS parece decidida a contrarrestar la pérdida de influencia en otras partes del Oriente Próximo, como en la India. El primer ministro hindú, Morarji Desai, expuso a Kosiguin y Brejnev durante su viaje a Moscú la necesidad de que soviéticos y norteamericanos abandonasen el Indico, siguiendo la ortodoxia de la conferencia de Bandung respecto a países no alineados.

Con un régimen en Pakistán, cuando menos hostil al giro pro soviético de sus vecinos y una población de 32.000 refugiados en las fronteras entre ambos países, oficiales contrarios a Taraki están organizando bases guerrilleras para hacer frente al nuevo poder de Kabul.

Las informaciones sobre una presunta ayuda paquistaní son dudosas y merecen más respeto aquellas que apuntan hacia EEUU a la hora de suministrar apoyo a la guerrilla anticomunista, integrada por militantes del Partido Islámico, primero en sufrir las consecuencias de la represión consiguiente al golpe de abril.

De acuerdo con noticias procedentes de las propias bases guerrilleras, las armas son precarias: pocos vehículos y viejos fusiles semiautomáticos.

La esperanza de los oficiales guerrilleros estriba en la cantidad de profesores, estudiantes universitarios e ingeneros, que dicen tener en sus filas a quienes se les preparará convenientemente para hacerse cargo de los diferentes grupos que se formen en el futuro, porque el presente no es halagüeño. El Ejército regular afgano realiza periódicamente operaciones de castigo con aviones de bombardeo sobre los enclaves de la guerrilla.

09 Mayo 1978

"Afganistán no será un satélite soviético"

THE NEW YORK TIMES (Abe Rosenthal)

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El nuevo jefe del Gobierno de Afganistán, Noor Mohamniad Taraki, que protagonizó un golpe militar el pasado 28 de abril, contra el Gobierno pro occidentalista establecido, declaró este fin de semana que su país «no será un satélite soviético». Simultáneamente, China y los principales países occidentales, incluido Estados Unidos, reconocieron al nuevo régimen.

Taraki, un comunista, respondió en una conferencia de prensa, el pasado sábado, sobre la supuesta firma de un tratado defensivo con Moscú, que «nuestro país no firmará alianzas militares ni con la Unión Soviética ni con ningún otro país». Afganistán, un territorio estratégicamente situado en Asia, se encuentra entre la Unión Soviética, China, Irán, India y Pakistán.

El hombre fuerte de Afganistán, de 61 años, ex periodista, ex agregado de prensa de su país en Washington en los años cincuenta, autor de doce novelas y miembro del Partido Comunista de su país (al que se le califica de pro soviético), justificó la muerte del presidente depuesto, Mohamed Duad, y de su familia, «porque se negaron a rendirse y tuvimos que bombardear y atacar su palacio».

Taraki señaló que el número de muertos por ambos lados no superó los setenta. Reveló también que unos veinticinco miembros del Gobierno anterior, incluyendo a varios ministros, se encuentran detenidos.

Sobre su futura política, Taraki anunció que piensa emprender una extensa reforma agraria y reducir los precios de consumo. Sobre política exterior añadió que su régimen «espera seguir recibiendo ayuda, tanto de Estados Unidos como de la Unión Soviética».

En este sentido, el nuevo jefe de Gobierno y presidente de su país dijo que «nuestras relaciones con todos los países se basarán en la naturaleza y cantidad de su apoyo, tanto en términos políticos como económicos». Asimismo, Taraki reafirmó su intención de respetar el carácter islámico de sus ciudadanos y de sus costumbres.