9 mayo 1936
La Sociedad de Naciones condena a Italia como invasor, por contra Alemania y Japón apoyan su hacer
Guerra de Abisinia: La Italia fascista de Mussolini invade Etiopía y derroca al emperador Haile Selassie para controlar el mediterráneo

Hechos
El 9.05.1936 Italia se anexionó el Imperio de Abisnia.
Lecturas
ITALIA SE ANEXIONA ABISINIA
En 1935 las tropas italianas invadieron Abisinia (Etiopía). Con la anexión del imperio abisinio independiente, la Italia fascista del dictador Benito Mussolini, creó un nuevo territorio colonial italiano en África.
La presencia italiana en África se remonta a 1882 con la adquisición de los puertos de Assab Y Massaua a orillas del mar rojo, en la región de lo que posteriormente sería Eritrea. Siguieron luego las bases comerciales en Somalia, y la colonia de la Somalia italiana. En 1890 se añadieron la colonia de Eritrea y partes de Etiopía. Sin embargo, el intento por conquistar todo el imperio etíope supuso para los italianos una derrota en la batalla de Adua. El emperador Menelik II logró mantener la independencia de su estado. La exigencia de ampliar el dominio colonial italiano ya había sido planteado antes de la Primera Guerra Mundial. La conquista de Libia durante la guerra turco italiana de 1911-1912 supuso un primer paso. La entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial estuvo motivada por una serie de promesas territoriales de las potencias de la Entente, aunque su única consecuencia fue el descalabro de las finanzas del Estado, situación que supieron aprovechar los ultranacionalistas.
Los esfuerzos de Mussolini por ampliar el imperio colonial se hallaban relacionados con su vinculación al Reich nacionalsocialista alemán. Al parecer el primer encuentro de Mussolini con Adolf Hitler en Venecia (1934) animó al Duce a rubricar con hechos sus promesas sobre el resurgimiento de la antigua grandeza de Italia. La conquista de Abisinia estaba llamada a redondear las posesiones coloniales en la zona oriental de África.
No cabía la posibilidad de efectuar un ataque directo en virtud de un pacto de amistad y no agresión entre Italia y Abisinia firmado en 1928. En febrero de 1935 se embarcaron milicianos fascistas rumbo a la colonia de la Somalia Italiana. Las tropas provocaron incidentes en el oasis de Wal Wal reivindicado por Italia, que protestó contra la reacción de Abisinia. Esta propuso convocar un tribunal arbitral, propuesta que Italia acpetó ante la presión de la Sociedad de Naciones.
El 3 de octubre y sin previa declaración de guerra, las tropas italianas emprendieron la invasión del territorio. Los italianos ganaron la decisiva batalla de Berg Aradam. El 5 de mayo de 1936 Mussolini declaró terminada la guerra y el rey Víctor Manuel III adoptó el título de emperador de Etiopía. Un mes más tarde el gobierno de Roma dio a conocer la nueva organización del imperio oriental africano, que comprendía Eritrea, la Somalia Italiana y Abisinia. El emperador Haile Selassie tuvo que abandonar el país.
Ya al cuarto día de la invasión la Sociedad de Naciones condenó a Italia como país agresor. Sin embargo, apenas si se cumplieron las sanciones impuestas. Francia y Reino Unido se comprometieron sin demasiada convicción, ya que necesitaban a Italia como contrapeso frente al Recih alemán.
Gracias a la propaganda fascista, el pueblo italiano vio con buenos ojos la campaña de Abisinia, pero al no producirse el esperado despegue económico, disminuyó el interés por la nueva conquista. El entusiasmo inicial cedió ante la toma de conciencia de que se habían sobrevalorado las expectativas derivadas de la conquista.
Italia y Alemania firmarán el Eje Berlín-Roma, al que también se unirá Japón.


04 Octubre 1935
Los italianos han penetrado por tres puntos en Abisinia
Es ya comprobadamente cierto el hecho de haber roto Italia las hostilidades en Abisinia. El avance está iniciado. Las fuerzas regulares, las indígenas de Eritrea y la ‘camisas negras’ han transpuesto la frontera adentrándose tres columnas en territorio del Negus. Aunque esperado como inevitable, el suceso produce en todo el mundo – más singularmente, claro está, en Europa – profunda sensación. Las primeras noticias se recibieron en Madrid, y rápidamente en provincias, con ansiedad. No hay por qué negar que en nuestro país, aunque alejado del conflicto, las gentes están impresionadas por un íntimo sentimiento de inquietud, aunque no de alarma. La hipótesis de una conflagración que nos comprometiera parece, por fortuna, muy lejana. De todas suertes, la opinión no puede substraerse a la visión de una posible perspectiva que produciría zozobra. En esta hora crítica, que podría ser prólogo de complicaciones espantosas, España entera se reafirma en la firmísima resolución de ser neutral. Es voluntad unánime del país; es expresión del pensamiento y la aspiración del pueblo entero. No creemos que lo olvide el Gobierno; lealmente esperamos que ese dictado presida sus deliberaciones y acuerdos. Pero no olvide la conveniencia de calmar los ánimos con la discreta publicidad posible de resoluciones y medidas. La mirada y la interrogación de todos está en nuestra postura en Ginebra. Allí ha de darse el desenlace del nudo que ahora se forma y del que quisiéramos vernos libres.
Estamos seguros de que nuestros anhelos en este sentido son los mismos de los hombres que nos gobiernan, y tenemos la firme confianza de que éstos han de hacer cuanto humanamente les sea posible porque España pueda conservar la postura en que resueltamente quiere colocarse. En todo caso ABC repite lo que tiene ya dicho en esta cuestión: para todas las eventualidades que puedan presentarse y después de asistir al Gobierno – a este o a cualquiera otro, republicano o monárquico – con nuestros leales consejos y advertencias, le asistiéramos con nuestro resuelto apoyo en sus decisiones. ABC, en esta materia, estará siempre con el Gobierno de España, sea el que sea.
El Análisis
La invasión de Abisinia (hoy Etiopía) por parte de la Italia de Benito Mussolini en 1936 marca no solo el brutal retorno del colonialismo más agresivo, sino también la bancarrota moral y práctica de la Sociedad de Naciones. El Duce, decidido a restaurar la gloria imperial de Roma, ha aplastado al Imperio autoritario de Haile Selassie con armas modernas, gases prohibidos y propaganda imperialista, todo ante los ojos de un mundo que apenas ha murmurado su desaprobación. Mussolini no oculta sus ambiciones: crear un nuevo imperio italiano en África que devuelva a Italia el lugar hegemónico que —según él— le arrebataron las potencias vencedoras tras la Gran Guerra.
La Sociedad de Naciones ha condenado la invasión, sí, pero con una tibieza que roza la complicidad. Las sanciones fueron simbólicas y pronto olvidadas, especialmente por Francia y Reino Unido, más preocupados por contener el auge de Hitler que por frenar al dictador de Roma. Pero esa táctica de apaciguamiento ha tenido un efecto contrario: en lugar de alejar a Mussolini de Berlín, lo ha acercado. La guerra en Abisinia, que debía ser un gesto de poder unilateral, ha sellado en realidad un entendimiento cada vez más profundo entre el fascismo italiano y el nazismo alemán. La indiferencia europea ante la suerte del pueblo abisinio ha sido interpretada por Mussolini —y por Hitler— como una carta blanca para futuras agresiones.
No es probable que los italianos sean menos autoritarios que Haile Selassie, pero el riesgo es la carta blanca para invadir países. Si se abre el camino de las invasiones ¿a donde puede conducir eso al mundo?
J. F. Lamata