12 abril 1945

Con cuatro triunfos electorales consecutivos, Roosevelt no ha podido ver el fin de la Segunda Guerra Mundial en la que su nación lleva embarcada cuatro años

Harry S. Truman se convierte en presidente de los Estados Unidos tras la repentina muerte de Franklin D. Roosevelt

Hechos

  • El 12.04.1945 Harry S. Truman asumió la presidencia de Estados Unidos de América, al ser vicepresidente del fallecido presidente Franklin D. Roosevelt.

Lecturas

Truman era Vicepresidente desde las elecciones de 1944 en las que ganó Roosvelt por cuarta vez consecutiva. 

Franklin_delano_001 Franklin D. Roosevelt falleció tras 13 años al frente de los Estados Unidos de América, le quedaban otros tres para finalizar su mandato.

Víctima de una hemorragia cerebral ha muerto este 12 de abril de 1945 Franklin Delano Roosevelt. Ha muerto agotado por el esfuerzo, tras desempeñar casi cuatro periodos presidenciales en los momentos más difíciles de los EEUU. Nacido en 1882, Roosevelt inició su carrera política como senador demócrata por Nueva York en 1910, y trece años más tarde se impuso en las elecciones presidenciales. El país se encontraba entonces en la fase más aguda de la crisis económica; Roosevelt empleó para resolverla las leyes del New Deal, que mejoraban la suerte de las clases económicas débiles y dinamizaban el mercado interno; para ello tuvo que recurrir al control estatal sobre la banca y la industria con políticas intervencionistas.

Asesorado por un destacado grupo de intelectuales, Roosevelt se ganó a la opinión pública mediante sus ‘charlas junto al fuego’ difundidas por radio. Obligado a la neutralidad, apoyó con armas y pertrechos a los aliados hasta que la amenaza directa de las fuerzas del Eje (por el bombardeó de Japón a Pearl Harbor), obligó a Estados Unidos a intervenir directamente en el conflicto. Una vez inmerso el país en la guerra, Roosevelt se transformó en un irreemplazable animador del esfuerzo nacional.

Sus últimos esfuerzos estuvieron dedicados a edificar un nuevo orden internacional dirigido por una Organización de Naciones Unidas. Con un equilibrio sostenido por Estados Unidos y la Unión Soviética de Stalin salida de Yalta en la que tuvo una actuación decisiva.

El nuevo presidente.

Elegido vicepresidente durante el último mandato de Roosevelt, en las elecciones de noviembre de 1944, Harry S. Truman, de 61 años, del Partido Demócrata, asume la presidencia de Estados Unidos. Nacido en Lamar, Missouri, Truman fue empleado de banca y luego agricultor, antes de ser elegido senador en 1934. El ala conservadora del Partido Demócrata propuso la candidatura de Truman a la vicepresidencia en las elecciones de 1944 para apartar de es cargo a Henry Wallace, representante del ala izquierda del Partido Demócrata.

Las siguientes elecciones están previstas para noviembre de 1948.

13 Abril 1945

La vida de Roosevelt

ABC (Director: José Losada de la Torre)

Leer

La vida de Roosevelt es un ejemplo conmovedor de voluntad, de lucha contra el mal; se le podría calificar de profesor de energía. Después de haber sido subsecretario de Marina, en la primera guerra mundial, bajo la presidencia de Wilson, hombre juvenil y apuesto, es presa de una parálisis infantil a la edad de treinta y ocho años. “He aquí un porvenir sin la menor esperanza; he aquí que todos los planes para el futuro se desvanecen”, hubiera dicho otro. Pero Franklin D. Roosevelt decide no desesperar, sino sobreponerse al mal y suplir la inferioridad física por el ardor del alma y la superioridad de la inteligencia. Vence en parte la parálisis con fuerzas ejercicios, sobre todo con el nadar. Ya enfermo, es elegido gobernador del Estado de Nueva York, Estado de unos doce millones de habitantes, y se distingue de tal modo, que en las elecciones presidenciales de 1932, tras doce años de régimen republicano (con la presidencia de Harding, Coolidge y Hoover), el partido demócrata presenta su candidatura y lo lleva al triunfo.

En tiempos normales se acepta que el partido demócrata es menos numeroso que el contrario. Wilson triunfó en 1912 gracias a la división de los republicanos entre partidarios de Taft y de Teodoro Roosevelt. Pero tras ocho años de presidencia wilsoniana, los republicanos recuperaron el Poder. Y quién sabe por cuánto tiempo, si en 1929 no hubiese surgido la terrible crisis económica, que acabó forzosamente con la popularidad de Hoover y eliminó su partido. Como candidato a la Vicepresidencia, Roosevelt había sido derrotado en 1920 – todavía antes de la enfermedad – pues triunfó el republicano Harding, pero doce años después fue elegido con gran mayoría, porque su sonrisa optimista y su labor de cuatro años en el Estado de Nueva York significaban un rayo de esperanza en medio de la tremenda crisis.

Raras veces heredó ningún Jefe de Estado situación más comprometida que la de Norteamérica en 1932. Pero Roosevelt, con su New Deal, supo vencer la crisis. Sus medidas eran a menudo drásticas, aunque imprescindibles. El dólar sufrió una considerable desvalorización, pero por fin el país fue salvado de un derrumbamiento económico. El elector norteamericano no experimentó desengaño con el nuevo presidente, y en 1936 fue reelegido. Ello no representa novedad, pues un segundo periodo presidencial es casi natural, siempre que no haya ocurrido nada anormal, como con Hoover. Pero la segunda reelección – o sea la permanencia de doce años en la Casa Blanca – ya fue algo completamente sensacional. Nunca ningún presidente, ni siquiera Jorge Washington, había obtenido tal favor. Y, la sensación aumentó cuando en noviembre del año pasado Roosevelt triunfó frente al republicano Dewey, destinado de este modo a seguir ocupando el Poder hasta 1948.

Se dirá, y es verdad, que el éxito extraordinario no se debe sólo a la persona de Roosevelt, sino a las circunstancias. En medio del vado no se cambia de equipo. Con suma paciencia, energía e inteligencia, Roosevelt había conducido su poderoso país al lado de la Gran Bretaña, porque estimaba que las dos potencias anglosajonas tenían que defender la misma ideología, los mismos intereses, la misma manera de vivir. Para los Estados Unidos era inimaginable un mundo en que en el Atlántico debían haberse entendido con Alemania y en el Pacífico con el Japón, en vez del tradicional portenaire británico. En 1940 se trataba de salvar la democracia del derrumbamiento, y en 1944 ganar la guerra contra Alemania y, sobre todo, contra el Japón, que tres años antes había atacado la Flota del Pacífico sin previa declaración de hostilidad. Para ello los Estados Unidos, bajo el impulso de su presidente, habían creado un Ejército eficaz de varios millones de magníficos soldados, con espléndidos mandos y una Flota más fuerte que la anterior a Pearl Harbour.

Y, en medio de la guerra, la más extensa y más feroz de todas, Roosevelt tuvo un tiempo para estrechar los lazos con las Repúblicas iberoamericanas. Ha sabido practicar con tal habilidad y sinceridad la política del buen vecino, que ha desaparecido por completo el recelo hacia la llamada diplomacia del dólar. El hemisferio occidental forma una unidad, y los norteamericanos deben a Roosevelt, principalmente, el hecho de que las Repúblicas hispanas los consideren como hermanos en vez de invasores en potencia. Algo muy importante ha cambiado en las dos Américas.

Roosevelt muere en un momento en que la perspectiva de la lucha en Europa y Oceanía se ve con claridad. No ha podido ver el desenlace, pero ya lo conocía. Su desaparición no pueda ejercer la menor influencia sobre lo que queda de guerra, pero acaso se deje notar en las negociaciones de paz. El nuevo presidente de los Estados Unidos pertenece al ala derecha del partido demócrata; fue elegido frente a Wallace, considerado como demasiado radical.

Roosevelt ha entrado ya en la Historia, no sólo por sus cuatro sucesivos triunfos electorales, sino también por la obra desarrollada en todos los terrenos. Ha salvado a su país en la peor crisis económica y financiera. Deja una patria que ya es la primera potencia industrial, naval y aérea del mundo, y una de las primeras por tierra. La generación actual y las venideras mencionarán a Roosevelt con elogios, emoción y honda gratitud.