José Bono (PSOE) elegido presidente del Congreso en segunda vuelta, frente a la candidata del PP, Ana Pastor

Con la constitución del Congreso y del Senado ayer dio comienzo la novena legislatura, que se presenta, al menos sobre el papel, muy distinta de la anterior. Para empezar, los portavoces de los dos grupos principales en la Cámara Baja, que es donde se marca el debate político, han cambiado. Poco tiene que ver el prudente José Antonio Alonso, que ni siquiera es militante del PSOE, con su antecesor, el sectario Diego López Garrido. Y lo mismo cabría apuntar en el grupo popular. Un abismo separa al aguerrido y experimentado Eduardo Zaplana de la novísima y voluntariosa Soraya Sáenz de Santamaría. Dos cosas guardan en común Alonso y Sáenz: ninguno ha protagonizado los conflictos de la legislatura anterior, de lo que cabe deducir que tendrán más fácil el camino para alcanzar acuerdos; y ambos tienen un perfil bajo, por lo que cabe esperar un nivel menos ruidoso en la confrontación. Zapatero y Rajoy ya han subrayado, por su parte, su disposición al diálogo y a cerrar pactos.

En el mismo sentido, el nombramiento como tercera autoridad del Estado de José Bono, firme partidario de los grandes acuerdos y, para muchos, la persona del PSOE más próxima al PP, puede contribuir a crear un mejor clima entre el Gobierno y el primer partido de la oposición. No debe pasar desapercibido que, por primera vez en nuestra democracia, el presidente del Congreso ha necesitado esperar una segunda votación para ser elegido, al no contar en la primera con el apoyo de los grupos nacionalistas que, sin embargo, sí respaldaron ayer mismo al candidato socialista, Javier Rojo, para presidir el Senado.

Bono ha tenido una trayectoria coherente de defensa a ultranza de los valores que encarna la Carta Magna. Es normal que los diputados nacionalistas, que han tratado permanentemente de desbordar los límites constitucionales, no hayan querido votar a Bono. Alguno de ellos, ayer, en el momento protocolario de prometer la Constitución, se acogió de nuevo a la fórmula «por imperativo legal». La actitud de los nacionalistas hacia Bono le deja, si cabe, las manos más libres para aplicar el Reglamento del Congreso, sin concesiones -por ejemplo, en materia lingüística- a quienes nunca están dispuestos a ceder en sus pretensiones radicales.

En su discurso de ayer como nuevo presidente de la Cámara, Bono hizo una llamada a la calma y a las buenas formas -«el tumulto nunca conduce al progreso», dijo- y se comprometió a actuar con neutralidad y a respetar a las minorías porque «nadie es más que nadie». Bono, carismático y figura política consagrada, que ha sido capaz de dar lustre a todos los cargos que ha ocupado, desde la Presidencia de Castilla-La Mancha al Ministerio de Defensa, es el contrapunto en el Congreso al perfil menos brillante y mediático de Alonso y Sáenz de Santamaría. Es sintomático de la nueva legislatura que comienza que el árbitro del partido sea más célebre y tenga más seguidores en la grada que los capitanes de los equipos que se juegan la Liga.