2 febrero 2003

La ministra Pilar del Castillo acusa a los actores españoles de ser 'el brazo armado' de la oposición al PP

Gala de los Goya 2003 – El evento presentado por Willy Toledo y Alberto San Juán con ‘Los Lunes al Sol’ como principal ganado, se convierte en un acto político contra el Gobierno Aznar (PP)

Hechos

El 1.02.2003 se celebró la Gala de entre de premios de la academia del cine Español del año 2003.

Lecturas

Durante toda la gala se sucedieron alegatos de distintos actores contra el Gobierno presidido por D. José María Aznar, al que se presentaba como el culpable de la crisis del Prestige y como el responsable de todos los muertos que causaran la Guerra entre Estados Unidos e Irak (el Gobierno del Sr. Aznar había mostrado su respaldo a la invasión de Irak por parte de los americanos).

D. Javier Bardem: «¡Recordar al PP que ganar las elecciones no es ganar un cheque en blanco para hacer lo que quieran, tienen la obligación de escuchar al pueblo y nosoros decimos que somos una gran mayoría y decimos ‘No a la Guerra’!»

 D. Luis Tosar: ¡Si Aznar y Bush quieren petróleo, que no vayan a Irak, que vayan a Galicia a recoger chapapote!

LOS GANADORES DE LOS GOYA 2003

  • Mejor Película – ‘Los Lunes al Sol’  de D. Fernando León de Aranoa.
  • Mejor Director – D. Fernando León de Aranoa por ‘Los Lunes al Sol’.
  • Mejor Actriz – Dña. Mercedes Sampietro por ‘Lugares Comunes’.
  • Actriz de Reparto – Dña. Geraldine Chaplin ‘En la ciudad sin límites’.
  • Actor de Reparto – D. Luis Tosar de ‘Los Lunes al sol’.
  • Dirección Novel – D. Julio Wallovits y Roger Gual por ‘Smoking Room’.
  • Actriz Revelación – Dña. ‘Lolita’ por ‘Rencor’.
  • Actor Revelación – D. José Ángel Egido por ‘Los Lunes al Sol’.
  • Guión Original – D. Enrique Brasó, D. Antonio Hernández por ‘En la ciudad sin límites’.
  • Mejor Documental – «El efecto Iguazú» de D. Pere Joan Ventura.
  • Mejor Película Europea – ‘El Pianista’ de D. Román Polanski.
  • Goya de Honor – D. Manuel Alexandre.

01 Febrero 2003

La política y los Goya

LA RAZÓN (Director: José Antonio Vera)

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Aunque la ya tradicional fiesta del cine español, seguida por millones de telespectadores, debe servir, sobre todas las cosas, para potenciar nuestra industria y su valor artístico, no son pocos los que planean convertir la velada en un acto reivindicativo o de protesta que cargaría de lleno contra la ministra de Cultura, por la crisis que atraviesta el sector, y contra el Gobierno, por su apoyo a las tesis de Busch en la guerra contra Irak. No cogería por sorpresa que entre Goya y Goya se deslice algún manifiesto ya sea sobre las tablas o en los aledaños de la fiesta, que será retransmitida por TVE. Otro punto caliente será el duelo entre Los Lunes al Sol de Fernando León de aranoa y Hable con ella, de Almodóvar, con cuya ausencia de la ceremonia se especula hasta el último momento después de que la Academia eligiera ‘Los Lunes…’ como candidata española al Oscar, lo que cierra puertas en la categoría de mejor película en habla no inglesa a ‘Hablé con ella’, ganadora del Globo de Oro. El cine español perdió casi diez millones de espectadores en 2002. Si bien 2001 fue el año de ‘Los otros’ y de ‘Torrente’, el dato no deja de evidenciar los problemas del sector agravados por la incertidumbre del a fusión digital que ha hecho que muchos proyectos se queden en nada. Los productores reclaman más promoción para competir con el cine norteamericano porque de lo que no hay duda es que si se hacen menos filmes y con menos dinero está en juego el trabajo de los profesionales.

03 Febrero 2003

La Academia del Cine le mete un gol por toda la escuadra a TVE

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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La gala de los premios Goya se convirtió en una fiesta en contra de la guerra y en contra del Gobierno. Lo curioso es que fue retransmitida íntegra, en la hora de mayor audiencia de un sábado, por la Primera de Televisión Española. Nada que objetar respecto a que cada premiado diga lo que le venga en gana a la hora de celebrar su galardón. Sin embargo, la acumulación de mensajes en el mismo sentido y la forma en que se desarrolló el espectáculo dieron al show un sesgo que en muchos espectadores logró un efecto muy diferente al que pretendía. Es preciso reconocer que la postura contraria a la guerra ha calado muy hondo en la sociedad española.En ese sentido es normal que los artistas punteros de esa sociedad recojan el testigo y proclamen de la forma más rotunda y eficaz que puedan la defensa de esa posición mayoritaria. Resulta, sin embargo, de dudoso gusto ver la imagen de una joven con síndrome de Down, en un corto, con el dedo debajo de la nariz, balbuceando palabras, para decir al final «Aznar». Tampoco parece razonable que trabajadores de Sintel, con sus pegatinas reivindicativas, suban al escenario para afirmar: «El Gobierno ha mentido». La actriz francesa Jeanne Moreau o nuestro Manuel Alexandre dieron una lección de cómo se pueden defender las mismas ideas con cordura y buen gusto. Los tan bien mandados como poco avispados directivos de TVE demostraron su atolondramiento al prestar su plataforma sin haber tenido la precaución -al menos es lo que cabe preguntar- de haberse leído el guión. Un servicio público debe velar siempre, como proclama lógicamente la oposición, por la neutralidad de sus contenidos. Marisa Paredes, la presidenta de la Academia Cinematográfica ha declarado: «No hay que tener miedo a la libertad de expresión ni a la sátira. Lo que hay que tener miedo es al dogmatismo». Visto lo que sucedió en la ceremonia de entrega de los Goya nadie podía haberlo expresado mejor.

02 Febrero 2003

Goyitas

Alfonso Ussía

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ESCRIBO con anterioridad a la celebración del guateque del cine español que humilla a uno de nuestros mayores genios. Prefiero no conocer la identidad del gamberro que bautizó estos premios abusando del nombre de don Francisco de Goya y Lucientes. Y escribo horas antes de que se abrace nuestra mediocridad cinematográfica porque no tengo previsto ver la llamada «Gala del Cine Español». Hace pocos días, los productores se reunieron con la ministra Pilar del Castillo en demanda de dinero público. Ese cine español tan malo, que no engaña a sus verdaderos promotores que son los espectadores que pasan por la taquilla, pretende que seamos todos los españoles los que paguemos su tostón. (Me anuncian que para el próximo año, al fin, va a ser producida una película con trama y argumento originales. La Sánchez Gijón hará de heroína maqui en los montes de Asturias, y el malvado oficial de la Guardia Civil encargado de neutralizarla será Juan Diego, sin descartar a Juan Echanove). En Hollywood están que no les llega la camisa al cuerpo.
En España están acostumbrados -me refiero a los chupones del cine- a recibir dinero público para producir e interpretar mediocridades. Después el espectador les dice que no y renuncian a pasar por taquilla. Mucho me gustaría que los Presupuestos Generales del Estado se ocuparan de los escritores sin lectores, los pintores sin clientes y los escultores que intentan esculpir a una mujer desnuda y les sale una ensaimada. Lo curioso es que estos privilegiados de las subvenciones presumen además de contestatarios y antisistema. Para hoy -ayer para los lectores- se prevé una gala muy crítica con el Gobierno por el chapapote del «Prestige» y la guerra con Irak. La gala estará subvencionada también por el Gobierno, lo que no deja de ser asombroso. Y asistirá la ministra Del Castillo, que al final es la que les financia todas las bobadas que hacen. Claro, que hay excepciones, como Garci y Almodóvar, pero no son bien queridos por la mediocridad imperante. La presidenta de la presunta Academia del Cine nos lo ha anunciado: «El año pasado fue una gala de rojos; este año será más anárquica». Se me había olvidado que existían los rojos. Pero tiene razón Marisa Paredes. Los rojos están en el Cine, y así es de aburrido el cine español. Pero unos rojos muy raritos, que no renuncian a sus millonarios talones, que viven en su pecera -viene bien la metáfora- de oro, que insultan a quien les mantiene y quieren obligar a los espectadores a ver sus necedades. Y si no, dinero público. Unos rojos muy extraños, seguramente igual de extraños que los anarquistas que nos anuncian. En resumen, más que rojos y anarquistas, unos frescos. Lo que algunos llaman chulos de los presupuestos.
Acostúmbrese la gente del cine español, que para ganar dinero lo que tienen que hacer es un buen cine que interese a los espectadores. La taquilla es la que manda, la que enriquece y la que arruina. Menos conceptualismo barato, menos trasanteayer resentido, menos coñazo trascendente, menos sobreactuación hortera, y verán cómo el público reacciona. Y también más consecuencia en sus actitudes y coherencia en sus manifestaciones.
Y encima, el pobre Goya. No sé qué les habrá hecho Goya a los del cine español. No alcanzo a comprender qué relación tiene Goya con Penélope Cruz, Javier Bardem o León de Aranoa, ese chico que va disfrazado de director de cine español contextualizado. No sé qué lazo une a Goya con Juanma Bajo Ulloa, o Karra Elejalde. Ya de copiar a los americanos -a los que odian y admiran con la misma intensidad- podrían haber buscado otro nombre. En lugar del «Oscar», el «Manolo». Pero Goya es mucho Goya para amparar tanto fracaso intelectual, industrial y social. Como mucho, «Goyitas».

03 Febrero 2003

Goya, contra la guerra

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La ceremonia de entrega de los premios Goya de la Academia de Cine se convirtió el sábado en un alegato contra la guerra de Irak y la posición que mantiene el Gobierno. El mundo del cine se hizo eco del sentir mayoritario de la sociedad española, aun a riesgo de provocar la irritación del Gobierno en un momento en que el sector negocia fuentes de financiación pública que le ayuden a superar su crisis. La ministra del ramo, Pilar del Castillo, ha calificado lo ocurrido como un «grave error», tesis a la que se ha sumado el presidente de los productores de cine, que se ha apresurado a pedir la dimisión de la presidenta de la academia, Marisa Paredes, adelantándose a las dificultades que el hecho pueda crear a las negociaciones en curso.

La cascada de pronunciamientos contra la guerra no sólo constituyó una novedad en la gala que premia cada año a los mejores del cine español. Lo fue sobre todo en la parrilla de RTVE, convertida por efecto de la retransmisión en directo en un altavoz inesperado de críticas a la política del Gobierno.

La acritud gubernamental estuvo ayer de vuelta en la televisión pública con las descalificaciones de los cineastas y las descalificaciones de Aznar contra Zapatero tras su entrevista del domingo. Es normal y positivo que el presidente del Gobierno y el líder del mayor partido de la oposición se reúnan en estos momentos de crisis. Tales reuniones deberían ser habituales, y no excepcionales: la primera en año y medio. Por el relato de ambos es evidente que bajo la apelación al consenso el jefe del Gobierno buscó la mera adhesión del líder de la oposición a su política frente a Irak.

Es posible que la colaboración con EE UU, según explicó ayer Aznar a la Junta Directiva Nacional del PP, aporte a España «beneficios en la lucha contra ETA». También España está participando plenamente en la persecución del terrorismo global de Al Qaeda. Pero hasta ahora no aparecen motivos que justifiquen una guerra preventiva contra Irak. Las comparaciones con la crisis de 1990-91 olvidan que el consenso interno español sobre la guerra del Golfo se fraguó a partir de la ocupación militar de Kuwait y sobre un consenso internacional y europeo que ahora no se da.

Lo que Aznar pidió a Zapatero fue apoyo a su posición. Y el rechazo del líder socialista le hizo merecedor ayer de duros calificativos de Aznar por su «aislacionismo rancio, oportunismo y ansiedad de poder», o carencia de «sentido del Estado». No es ésta la mejor forma de propiciar el consenso ni de estimular el diálogo con la oposición y demuestra el carácter oportunista de la oferta. Si el Gobierno ha escuchado el mensaje de los Goya, y ha aprendido algo de la soledad política en que quedó la ministra en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso el pasado viernes, debería rectificar y, por encima de su mayoría absoluta en el Parlamento, escuchar más a la sociedad.

15 Febrero 2003

Actores

Manuel Vicent

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Los actores y actrices son seres a quienes el público adora porque su rostro sintetiza una pasión colectiva. La gente paga por verles, se enamora de ellos, les aplaude con entusiasmo en el teatro, les quiere besar en la calle e incluso, a veces, llegaría a devorarlos en medio de una avalancha histérica al final de un concierto. Enfrentarse directamente a esa energía misteriosa es de las cosas más estúpidas que ha hecho este gobierno autoritario de Aznar tan poco dotado para la fascinación. Cualquier político inteligente de derechas con cierta astucia o finura florentina pudo haber aceptado como propia la protesta contra la guerra de Irak que los actores manifestaron durante la entrega de los premios Goya y disimulando la sorpresa por haber recibido ese gol por la escuadra se habría apropiado cínicamente de esa libertad de expresión. Llevar en el pecho una pegatina y adornarse con unas palabras de repulsa a la violencia irracional de la administración Bush en un momento de gloria con el trofeo en las manos bajo los aplausos del público es una anécdota inocente, absolutamente cívica, que un gobierno sin cintura ni olfato para detectar las leyes de la seducción ha convertido en un enfrentamiento rudo cuyo resultado ha sido elevar a la categoría de enemigos a unos personajes totalmente magnéticos, que son adorados por la sociedad. El mundo de la farándula se halla en estado de rebelión y por simple simpatía explosiva este desafío contra la guerra se ha extendido a la gran mayoría de los artistas, pintores, músicos, poetas, escritores y así hasta el último y excelso payaso. Unir la protesta contra la guerra con la idea de que esta actitud equivale a oponerse al gobierno introduciendo a los actores como fulminante de esta síntesis es una hazaña inenarrable de rudeza política.

Puede que en economía ya no exista diferencia entre derechas e izquierdas puesto que todos los ministros del ramo en cualquier país siguen el mismo manual de la rentabilidad de Chicago. Contra esta evidencia liberal la izquierda ha quedado sólo en un sentimiento difuso de solidaridad y en la propiedad de la inteligencia sensible que se desprende del arte. En otras latitudes la derecha inteligente se mueve con naturalidad en este territorio dominado por la energía de los artistas que están explorando el futuro, pero en nuestro país todavía hay un abismo infranqueable entre la vieja derecha y la fascinación de la modernidad, como con este rebote queda demostrado.

03 Febrero 2003

Varios gritos y un silencio

Ángel Fernández-Santos

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Si lo que fijará, en el libro aún no escrito del cine futuro, el acierto y -si es que estas ceremonias lo tienen- el sentido de un reparto de premios como el de sábado en Madrid es la elección de una única película ganadora, hay que decir que los académicos españoles del cine lo tenían de antemano demasiado fácil este año, pues decidieran lo que decidieran su decisión no entrañaría verdadero riesgo, pues en cualquier caso, y con todos los matices y ronchas que se quiera, las cuatro películas en liza eran ganadoras defendibles y proponían -porque éstas sí lo tienen-un sentido. Y es esta carga de sentido, de respuesta imaginaria a una realidad cada día más dolorosa y decepcionante, empuje que comparte con Hable con ella, En la ciudad sin límites y El otro lado de la cama, lo que convierte a la gran ganadora, Los lunes al sol, en cine necesario.

Desde ella, desde lo que esta obra tiene de imprescindible, José Ángel Ejido y Luis Tosar triangularon con toda justicia, en una tacada de premios irrefutable, el memorable fresco interpretativo de Los lunes al sol, que fue cerrado por el Goya al mejor actor protagonista que se llevó entre ovaciones Javier Bardem.

Nada por consiguiente que objetar, sino todo lo contrario, a esta magnífica triangulación de premios de interpretación masculina, pues desvela un rasgo de la identidad profunda de esta diáfana, generosa e inteligente película, que es su capacidad para acoger, dentro de un trabajo de estructura coral -lleno de vivísimas interrelaciones en el interior del reparto- una serie de actuaciones individuales muy poderosas y de fortísima distinción creativa, autoral, como las tres galardonadas y otras más que sa agazapan detrás de ellas, y a las que aludió con elegancia su director.

Y de ahí que nada disuene tampoco en la consideración de Fernando León como el mejor director, pues todo verdadero, genuino trabajo de dirección de un filme radica ante y sobre todo en la capacidad de quien asume esa tarea central para arrojar luz dentro del misterio del engarce de los diferentes rostros y comportamientos que conjuga ante la cámara, esa emocionante orquestación de los fragmentos de música visual que forjan la secuencia

En un territorio cercano, fue emocionante ver a dos grandes actrices recoger los premios de interpretación de reparto y protagonista. Fueron Geraldine Chaplin y Mercedes Sampietro. Ésta, que ya fue premiada en el Festival de San Sebastián por su excepcional trabajo en Lugares comunes, insistió en hacernos recordar la más que notable, admirable, economía expresiva, esa su suave y poderosa capacidad para decir tanto con tan poco, con que nos hace llegar, sin que nos demos cuenta hasta que ya estamos dentro, al fondo del alma de su personaje. Y, junto a ella, el fulgurante retorno de Geraldine Claplin, que en En la ciudad sin límites da una enérgica vuelta de tuerca a un muy complejo y duro personaje, al que, con su incomparable elegancia y una delicada sabiduría escénica adquirida en incontables trabajos de cumbre, lleva al límite de sí mismo, hazaña que sólo está a mano de los aristócratas de su oficio.

Y el pequeño vendaval del reconocimiento en El efecto Iguazú de la imprescindible aportación del cine a las luchas de los desheredados y los expulsados de la sociedad e incluso de la vida por recobrar el lugar que en ellas les corresponde y que les fue arrebatado de forma infame, silenciosa, salvaje. Es ésta una película pertrechada con una grandísima capacidad desveladora de lo que hoy nos ocurre, sumergidos en un mundo cada día más sofocante y envilecido.

Fue éste un vendaval que abrió la fiesta de la noche del cine y que, poco después, se prolongó en otro reconocimiento lleno de verdad y coraje, el de la radicalidad de Smoking room, que -en medio de una ceremonia que se ganó a pulso el honor de ser una respuesta veraz y atravesada por una demoledora y liberadora ironía, a la villanía de la guerra que se nos viene encima y de quienes la buscan, la encienden y la sostienen- responde frontalmente a otra despiadada forma de opresión.

¿Y qué objetar a que José Luis Alcaine quede en la memoria como el gran creador de cine que es en El caballero Don Quijote y en tantas obras ennoblecidas por su talento? Nada, salvo que algunos de los académicos, a mi juicio miopes, no le dejaran competir con el prodigio de lo hecho por su colega Javier Aguirresarobe en Hable con ella, que es uno de los ejercicios de fotografía mas refinados de que hay noticia en el cine reciente. Y esta ausencia se prolonga con el cerco de cicatería que rodeó a Hable con ella por un conjunto de profesionales que no supieron ver la brecha de reconocimiento mundial a nuestro cine que está abriendo esta insustituible obra maestra silenciada.

03 Febrero 2003

Operación Decencia

Maruja Torres

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Hizo bien Marisa Paredes en vestirse, este año, de verde, por si le caía un vómito vecino en el hombro. Cosa que nadie hubiera podido ver, en el caso de haber sucedido, porque el último reducto oficial de la gala del sábado, aparte de cuatro momias en platea, estuvo a cargo del realizador, o del comisario que tenía a su espalda, para alejar la cámara cual transbordador espacial, que en paz descanse, cada vez que los cómicos soltaban una inconveniencia. No hubo forma de ver a la ministra de la cosa escuchando el asunto, supongo que emocionada.

Y entre tanto (muy entre y muy tanto: casi cuatro horas), los otros ladraban su resentimiento por las esquinas del escenario. En cierto modo, en su contundente discurso de bienvenida, Marisa, la Presidenta de la Academia, ya lo había advertido: a ver si tenemos un poco de aguante con la sátira, vino a decir, que al fin y al cabo, nosotros os sufrimos cosas peores. Se mojaron todos, y bien. Del gran Goya de Honor, Manolo Alexandre, el hombre más guapo de la gala (con permiso de Berlanga) a los presentadores, pasando por todos los demás.

Lo más inteligente que el guionista de la ceremonia, Juan Cavestany, perpetró, con la ayuda y complicidad del entero mundazo del cine español, fue aprovechar la plataforma que ofrecía TVE (La Suya: el sábado fue La Nuestra) para elaborar tremendo anuncio de casi cuatro horas lanzado en directo a todos los hogares como réplica a los telediarios que el Ente viene y vendrá suministrando. Ahí la tenéis, hijos míos. En vivo y en directo. Si hasta Penélope Cruz llevaba prendido a la pechera el cartel reglamentario de «No a la guerra»… ¡La mismísima novia de Tom Cruise! Dios, espero que a su vuelta sigan dándole trabajo, y que él la ame todavía y a pesar de todo.

No fue cosa de broma, aunque lo que se fue diciendo se dijo entre ocurrencias y florituras de artistas. Con glamour (y Prestige), se fue hilvanando un tema tras otro, una deuda tras otra, un ladrido y un rencor tras otro, como si dijéramos. E instrucciones precisas al Gobierno: no se les da el voto para que hagan lo que les viene en gana. Salió Nunca Máis, cómo no; la guerra infame; el paro; el engaño; la irritación; la estafa. Sí, sobre todo la estafa. Y hubo mucha irreverencia, mucho humor, pero del duro.

Los cómicos, más dignos que nunca, tan bien representados en el escenario como en la platea, en las películas premiadas como en las que no lo fueron, entre los que trabajan y entre los que no pueden… Los cómicos, señores y señoras, hicieron el sábado por la noche algo que tenían que hacer: decirnos a qué lado, con quién están. En la lenta y dolorosa ceremonia que tiene lugar en nuestras conciencias, en la recuperación de la moral colectiva, del asco y del pedir cuentas al César, los cómicos y la gente del cine en general se sirvieron del espacio cívico que los Goya les ofrecían, de ese espacio que por ser suyo es también (y éste, verdaderamente, sí) nuestro, y montaron un telediario con la verdad, con la opinión sin miedo, sin censura ni ocultaciones. Un telediario de casi cuatro horas. Toma del frasco.

Fue una ceremonia emocionante. Cívicamente emocionante, quiero decir. No de lagrimeo emotivo, ni de autobombo complaciente. Quienes allí estuvieron dieron la cara por todos nosotros, se la jugaron.

Queridos cómicos, gracias. Espero que el año que viene no tengáis que organizar la fiesta en el salón de mi casa.