6 junio 1998

En opinión de Encinas, Morán tiene pocas posibilidades de vencer electoralmente al alcalde de Madrid, Álvarez del Manzano (PP)

Los partidarios de Fernando Morán (PSOE) acusan al periodista Carmelo Encinas (Grupo PRISA) de ser demasiado duro con él

Hechos

El 13.06.1998 una carta al director de EL PAÍS firmada por diversas personalidades protestaba por las columnas de D. Carmelo Encinas sobre D. Fernando Morán

06 Junio 1998

Morán

Carmelo Encinas

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Era un domingo por la mañana y alguna noticia de ámbito internacional requería ser completada desde la redacción con la opinión del entonces ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán. Un redactor marcó el teléfono de su domicilio particular con la intención de reclamársela. «Por favor, ¿don Fernando Morán?», preguntó el periodista. «No se encuentra aquí», oyó responder al otro lado del teléfono. «¿Y quién es usted?», inquirió el informador, «yo soy su hijo», le respondió. La curtida oreja del redactor le permitió volver a la carga con cierta seguridad. «Vamos, don Fernando», comentó, «que le he reconocido la voz, es usted el ministro». «No insista joven», respondió, «le digo que soy mi hijo». La anécdota viene a reflejar la naturaleza del personaje, cuyos pequeños despistes e inocentes desvaríos le convirtieron en objeto de chufla nacional hasta cosechar la mayor colección de chistes de nuestra reciente historia política. Hubo incluso algún medio de comunicación que le trató por ello con una crueldad a todas luces inmerecida.Personalmente conocí a Fernando Morán en los jardines de la Embajada de España en Copenhague. Fue en el transcurso de una recepción con motivo del viaje oficial del presidente Felipe González a Dinamarca. Morán estaba solo en aquel espacio repleto de invitados inmersos en animada conversación. Con las gafas sujetas por la punta de su nariz, el pelo desmadejado y dos fornidas matas de pelo brotando con descaro de sus pabellones auditivos resultaba tan ajeno a todo aquel ambiente diplomático que parecía un pobre. Esa procedencia de otro mundo de la que siempre hizo gala, la consecución del acuerdo de integración de España en la CEE y el mantener incólumes sus principios antiatlantistas lograrían con el tiempo voltear su imagen pública apagando la chirigota y ganando en prestigio y popularidad. Con ese bagaje y trece años menos que ahora se hallaba Fernando Morán cuando sobrevino la muerte de Enrique Tierno Galván. Miembro como él del llamado grupo de Salamanca originario del PSP que lideró Tierno enseguida se habló de Morán como su sucesor natural. Las visitas que el ex ministro realizaba a la clínica donde expiraba el viejo profesor molestaron al equipo municipal, que las llegó a tachar de intento carroñero de autopostularse como sustituto. El remate fue un obituario que bajo el título Sigue siendo imprescindible firmó Morán al día siguiente de morir Tierno en las páginas de EL PAÍS. «Esto no puede ser el fin de una época», comenzaba diciendo, para reclamar después la pervivencia del entusiasmo y la herencia política de aquel alcalde de Madrid. Desde ese día no fueron pocos los gestos de don Fernando dejándose querer para sucederle. Tantos como rechazos obtuvo por parte de los cargos del PSOE instalados en el Ayuntamiento de Madrid, la mayoría de los cuales se encuadraría después en el llamado sector guerrista. Su caudillo en Madrid, el entonces presidente de la FSM José Acosta, le negó tres veces como san Pedro vetando su candidatura en las elecciones municipales del 87, el 91 y el 95 en favor de Juan Barranco. Ahora en cambio sí les conviene y los mismos que le negaron le promueven, con 72 años a la espalda, para que dispute a Leguina la candidatura del PSOE al Ayuntamiento de Madrid. No lo hacen desde la convicción, que nunca la tuvieron, de que Morán pueda propiciar un vuelco electoral capaz de arrebatar el poder a la derecha y acometer los muchos problemas que Madrid padece. De eso ni hablan. Su elección es en realidad el fruto de una componenda maquinada para arañar cuotas de poder en la FSM, en línea con las viejas y aburridas intrigas internas que han envilecido ese partido en la región hasta límites insospechados. Los años no pasan en balde para nadie, Fernando Morán es un hombre mayor, con un carácter ciertamente irascible y un toque de egolatría que conocen bien sus compañeros en el grupo parlamentario europeo a algunos de los cuales puso en trance de cortarse las venas. Rasgos inéditos para la inmensa mayoría de los militantes que votarán en las primarias del PSOE y en las que Morán cuenta con muchas posibilidades de prosperar. Es como si Madrid fuera lo de menos.

13 Junio 1998

En defensa de Fernando Morán

Rosa Regas, Fernando Baeza, Carlos Bru, Nicolas Redondo, Manuel de la Rocha, Antonio García Santesmases y Carmen Díez de Rivera

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El pasado 6 de junio, en el diario EL PAÍS se publicó un artículo firmado por Carmelo Encinas titulado Fernando Morán. En dicha columna se mezclan de una manera poco profesional, ajena a toda objetividad, una serie de juicios de valor con una retahíla de insultos e improperios que si,por un lado, degradan a quien los ha escrito, por otro dañan la imagen del periódico que los publica.Somos lectores del diario EL PAÍS desde hace muchos años y no recordamos un artículo con los rasgos que motivan nuestra carta. El señor Encinas es muy dueño de tener las opiniones que considere oportunas sobre las capacidades de Fernando Morán a la hora de presentarse como candidato, lo que no puede ni debe hacer es injuriar a una persona. Los que conocemos desde hace años a Fernando Morán estamos dolidos al ver se utilizan tales malas artes en la contienda política.

Las primarias son un gran instrumento que permite la participación de los militantes en decisiones cruciales. Ese intrumento puede ser degradado si desde diversas instancias se sustituye el debate de ideas por la proliferación de adjetivos descalificadores. Esperamos que el diario EL PAÍS contribuya a un debate sereno sobre programas e ideas. Fernando Morán ha contribuido como pocos a la democracia en nuestro país y no merece los improperios que ha recibido en el diario que usted dirige.

No nos consta que el señor Encinas sea candidato para alcalde de Madrid ni si está en campaña electoral. Fernando Morán es un honorable candidato en las elecciones de los socialistas madrileños al que nosotros apoyamos. Parece que el señor Encinas está por otros candidatos. Es su derecho y tribunas no le faltan para predicarlo, pero ¿por qué tiene que insultar a un candidato socialista, a Fernando Morán?-

04 Julio 1998

Candidato Morán

Carmelo Encinas

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Ciento ochenta votos pueden no ser nada y lo pueden ser todo. El sábado pasado, el voto de ciento ochenta militantes del PSOE decidió a favor de Fernando Morán la disputa que le enfrentaba con Joaquín Leguina por la candidatura socialista a la alcaldía de Madrid. La víspera de la votación, un diputado de esta formación pronosticaba que el margen a favor de uno u otro no superaría los ciento cincuenta o doscientos votos. Lo clavó, y es que las dos candidaturas habían echado las cuentas al céntimo. Tan afinado cálculo venía a demostrar hasta qué punto en la campaña se habían reproducido a ambos lados las intrigas, los manejos y la guerra de familias que caracterizan a la Federación Socialista Madrileña. Una campaña en la que no se midieron los argumentos, las propuestas o la pegada de los candidatos en liza, sino su capacidad de maniobrar, atraer y movilizar en su favor a las baronías que controlan a la mayoría de los militantes que, para vergüenza del PSOE, no pasan de los 11.000 en Madrid.Apenas completaron el recuento del sábado y ya se escucharon entre los críticos que apoyaron a Morán las primeras voces reclamando cuota en la Ejecutiva de la FSM y Acosta le acaba de dar un plazo a Lissavetzky para «trabajar juntos» confirmando el auténtico sentido que para ellos tenían estas elecciones.

La perversión a este nivel del proceso de primarias ha sido tal, que el partido habrá de plantearse la necesidad de abrir en el futuro la participación a los simpatizantes si quiere cumplir el objetivo de renovación y democratización interna que inicialmente pretendía.

Al margen de los movimientos soterrados de unos y otros, la candidatura de Morán practicó una eficaz estrategia de victimismo a sabiendas de que nadie dispara contra una ambulancia. Supo darle la vuelta al handicap de la edad, llegando a recordar que era más joven que Paul Newman, y acusó a su oponente de casi todo, desde ser favorecido por el aparato, hasta presionar a los militantes por teléfono. Maniobraron además con suma destreza para hinchar sus velas con los vientos propicios de Borrell. Éste les debía un favor a los críticos por su apoyo en las primarias nacionales y, aunque se declaró neutral en el proceso, rizó el rizo para pagárselo dejando caer a Cristina Narbona con su público apoyo. Así lo hizo en calidad de «compañera sentimental» del ex ministro de Obras Públicas, una declaración ciertamente insólita que la autoseñala como objetivo distinguido de la prensa rosa.

Sea como fuere, lo cierto es que ese proceso ha convertido a Fernando Morán en la apuesta de los socialistas para el Ayuntamiento de la capital. El ex ministro de Exteriores encuentra así en la política madrileña el lugar bajo el sol que ya buscara tiempo atrás y que nunca dejó de ambicionar a pesar de su marcha al Parlamento europeo o sus posteriores pretensiones de sustituir a Tomás y Valiente en el Consejo de Estado cuando éste fue asesinado.

Ahora tiene un año por delante que se le hará muy corto. Doce meses escasos para ponerse al corriente de los mil y un problemas que tiene Madrid, quitarse de encima a los trepas, rodearse de gente válida y diseñar un proyecto con soluciones convincentes para no hacer el ridículo en las elecciones municipales. En esos comicios ya no le valdrá divagar, hacer invocaciones doctrinarias en abstracto ni marcarse faroles. Los madrileños quieren que les arreglen su ciudad y quieren saber cómo. Para entonces tampoco tendrá enfrente, como en las primarias, a un compañero de partido con el que no puede debatir abiertamente, sino a un político dispuesto a dejarle en evidencia.

Puede que los suyos le hayan contado a Morán que Álvarez del Manzano es tonto y que no tiene ni media bofetada frente a un intelectual de su talla. Si es así, le engañan. Ese «tonto» tiene más conchas que un galápago, ha barrido a la izquierda en las dos últimas elecciones y ahora mismo en las encuestas sigue dando mayoría absoluta. Para conquistar Madrid, se necesita algo más que los 180 votos que decidieron la pugna en las primarias y que los 11.000 de los militantes socialistas. Hay que ganar un millón de votos. Yo que usted -señor candidato-, me pondría a trabajar.