30 julio 1982

Adolfo Suárez y Jesús Viana presentaron oficialmente el partido durante un almuerzo en el hotel Ritz

Los ‘suaristas’ encabezados por el propio Suárez rompen con UCD y fundan su propio partido: el Centro Democrático y Social (CDS)

Hechos

El 29 de julio de 1982 D. Adolfo Suárez – Duque de Suárez – y D. Jesús María Viana presentaron en el Hotel Ritz de Madrid su nuevo partido político: el Centro Democrático y Social (CDS), tras romper con todos sus vínculos con la UCD.

Lecturas

El 29 de julio de 1982 D. Adolfo Suárez González, Duque de Suárez, abandonó formalmente la Unión de Centro Democrático (UCD) y fundó su propio partido, el Centro Democrático y Social (CDS). El último de julio de 1982 el Duque de Suárez junto a D. Jesús María Viana Santacruz presenta públicamente el CDS como partido político de centro progresista.

Un total de 15 diputados de UCD se pasan al CDS: D. Adolfo Suárez González, D. Agustín Rodríguez Sahagún, D. Rafael Calvo Ortega, D. Josep Pujadas Domingo, D. Jaime Barnola Serra, D. José María Mesa Parra, D. Manuel de Sárraga Gómez, D. Jesús Pérez López, D. César Martín Montes, D. Lorenzo Olarte Cullén, D. Perfecto Yebra Martul-Ortega, D. José González Delgado, D. León Buil Giral, D. Fernando Alcón Sáez y D. José J. Rodríguez Alcaide.

22 Julio 1982

Suárez no se queda

Pilar Urbano

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Están reunidos. Están deliberando. Están aguardando que suene el teléfono. O están callados, con los ojos fijos sobre el tapete, atentos a que otro lance antes su baza de juego. Y yo me voy de vacaciones hoy y dejo la olla barboteando, porque esta semana va a ser la del descorche. Podemos adelantar que el tirón de Óscar Alzaga, con su penacho de veinte parlamentarios centristas, no por más duro, menos esperado. Lavilla contaba con esa defección, aunque no tan numerosa. Y Fraga se frota las manos. La operación tránsfuga de Alzaga, creando nuevo partido, no es más que un afluente ralentizado que desembocará en los cauces de AP. “Óscar seguirá votando con UCD en el Parlamento para evitar las desaforadas críticas que levantó la marcha de Herrero de Milón… Pero estamos en contacto personal y directo”, dijo don Manuel hace un par de noches en su quimada fin de temporada. Como también declaró que ‘con Antonio Garrigues Walker hay suficientes relaciones indirectas como para saber que puede haber una relación mucho más directas” ¡Va a todo! Y negociará a fondo con Lavilla el ‘aguante’ de las Cámaras abiertas porque los interese mutuos de retardar las elecciones coinciden: “Hay que hacerlas bien, con seriedad y en atención a las necesidades del Estado… Sin forzarlas y sin montar la campaña con el Papa por medio”.

Y Suárez, ya le hemos visto regresar con una simple y ligerita bolsa deportiva al hombro. Al parecer, la chequera de Herrera Campins estuvo tacaña a la dádiva. Pero otras ‘fuentes’ financieras le fueron más risueñas. Con todo, no hay botaduras de partido a la vista. Mis últimas noticias desde Arlabán son ‘Adolfo no se queda’, ‘Habrá crisis, por reajuste, de Gobierno; pero, después de la remodelación del secretariado general del partido… Trasvases de ministros a las máquinas de UCD y viceversa’. La pieza de ‘secretario general’ en este momento está tapada’. Descartados Luis Miguel Enciso e Ignacio Bayón. Cabe la posibilidad de que Iñigo Cavero siga en su puesto. Como también que Juan Antonio Ortega aterrice en el Ministerio de Justicia. Podrían suprimirse las vicepresidencias (Martín Villa y García Díez) y, desde luego, antes de la diáspora de agosto, el país tendrá nuevo Gobierno, me asegura quien lo sabe.

“Leopoldo y Landelino hablan continuamente por teléfono’. Sin embargo, mi modesta impresión personal es que Calvo-Sotelo no hará crisis si Lavilla consigue amalgamarle el acuerdo de legislatura, que es en lo que están al menos hasta Navidades, cuando se haya atravesado el rubcón de los Presupuestos. Y, por una vez, en UCD ‘los nombres van a ser lo de menos, se trata de amarrar el tiempo, que es algo muy serio.

Pilar Urbano

02 Agosto 1982

Un partido para el duque

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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El manifiesto del Centro Democrático y Social (CDS), publicado ayer en dos páginas de publicidad de este periódico, y unas declaraciones en conferencia de Prensa marcan formalmente el regreso a la política activa de Adolfo Suárez. Es también la rotura de un silencio que ha durado año y medio, y el lanzamiento de un partido político que concurrirá a las próximas elecciones generales a la búsqueda de los votos de la derecha moderada y el reformismo burgués.El manifiesto está dividido en cuatro puntos, dedicados los dos primeros a analizar la transición política y las amenazas presentes,, al régimen democrático, y los dos últimos, al proyecto político y a la fundamentación ideológica del nuevo partido. La parte inicial del documento, aun redactada desde el protagonismo casi exclusivo de Suárez y en la suposición de que su gestión como presidente del Gobierno reunió casi todos los méritos de la transición, apenas merece rechazo. Aunque la transición misma no sea un capital político que pertenezca a nadie en exclusiva, qué duda cabe de que el papel de Suárez como primer ministro fue esencial en el desmontaje urgente y eficaz de las instituciones de la dictadura y facilitó sobremanera el paso a las libertades públicas sin que se produjera trauma social alguno en nuestro país.

El capítulo del manifiesto destinado a hacer visibles los peligros que amenazan hoy a la Monarquía parlamentaria (La democracia amenazada) constituye también un buen análisis de la situación. Se olvidan sin embargo sus redactores de que uno de los factores esenciales del actual riesgo político es la ausencia de una reforma administrativa con profundidad y rigor, que no quiso o no pudo ser emprendida por Suárez durante su etapa de gobernante. Este, y no otro, parece el cáncer fundamental de nuestra vida política, acosado como está el régimen desde su interior por individuos y grupos que consideran el Estado como un bien patrimonial propio y no como algo al servicio de todos los ciudadanos. La alusión que se hace en el manifiesto del CDS respecto a quienes pretenden utilizar estructuras económicas e incluso poderes institucionales para influir decisivamente en el poder civil, hasta tergiversar el libre ejercicio de la soberanía nacional, olvida el hecho de que estos empeños fueron detectados -y apenas combatidos- ya durante el mandato. del propio Suárez, que no actuó entonces con el rigor ni con la claridad con que verbalmente se expresó en la conferencia de Prensa del pasado sábado. Pero hay que reconocer que una explicación de los hechos tal como la comentamos, realizada por quien durante más de cuatro años ostentó las responsabilidades de primer ministro, y por tanto tiene y ha tenido a su alcance información inequívoca sobre los entrebastidores del Estado y las intrigas que lo mueven, resulta al tiempo un admirable ejercicio de sinceridad política y un material de reflexión de primera mano.

En la valoración de los logros de su gestión política durante la transición y en el reconocimiento de la amenaza que se cierne sobre el régimen basan ahora los promotores del CDS su decisión de romper con el partido del Gobierno y lanzarse en solitario a la arena electoral. La acción no es sólo legítima y respetable, sino que resulta absolutamente explicable si se tiene en cuenta el proceso de acoso y derribo que Suárez sufrió desde el interior de su propio partido, sometido a toda clase de miserias de poder, luchas intestinas y ambiciones caciquiles. Pero, por lo mismo, no resulta convincente la explicación de Suárez de que no habría tomado decisión semejante en un país con una democracia consolidada, donde no hubiera causado escándalo un enfrentamiento suyo con los líderes de UCD desde el seno de la propia formación que ampara al Gobierno. Suárez se va porque en UCD tenía y tiene la batalla perdida a partir del día mismo en que abandonó la presidencia del Gobierno, en un acto sobre el que todavía se ciernen nubarrones interrogantes en tomo a sus verdaderos motivos. Y lo hace en un momen to en que UCD se aleja más y más de lo que el propio Suárez parecía entender como función del centro, y le aleja también a él de la posibilidad de tener acceso en un corto plazo a las tareas de liderazgo en el seno del partido. El resultado es este Centro Democrático y Social, que apenas encubre en sus siglas el deseo de Suárez de poner freno a la progresiva derechización de UCD -comenzada ya bajo su mandato- y las dudas razonables sobre la oportunidad de que sea la izquierda, con la colaboración de la burguesía moderada y progresista, quien tome el relevo en las próximas elecciones generales. Los fundamentos ideológicos sobre los que pretende basar su nuevo partido se resumen en una definición absolutamente: detestable desde cualquier punto de vista que se la mire: el personalismo comunitario, pero no más detestable tampoco que cuantas otras fórmulas estereotipadas circulan por el universo político español. Es evidente que, detrás de esa proclama, lo que Suárez propone es un partido fiel a las tradiciones y al modelo social de Occidente, tanto en lo que se refiere a la vida económica como en el mantenimiento del sistema de valores vigente. Pero parece que pretende hacerlo con una vocación no dogmática y de convocatoria al diálogo e incluso a la colaboración con la izquierda, en un intento de frenar la bipolarización que él mismo denuncia, y de resistirse a la penetración de los poderes fácticos en las estructuras de la derecha. La voluntad declarada de continuar adelante con reformas no sólo políticas, sino también sociales y económicas, se enmarca claramente en los límites del más genuino populismo, tan bien utilizado por Suárez durante toda su carrera. En política exterior, el especial hincapié que hace sobre las relaciones con los países de América Latina parece destinado a teñir de un suave tercermundismo sus opciones en este terreno. La declaración final de que en la democracia sólo son aliados antinaturales quienes conspiran contra la supervivencia de la democracia misma anuncia la posibilidad de que el CDS busque alianzas en sectores vecinos al socialismo, toda vez que las discrepancias ideológicas en torno a la conducción socioeconómica del país deben supeditarse al reto de la modernización económica española dentro del marco constitucional.

Es lícito pensar, y no es difícil hacerlo, que lo que Suárez prepara en realidad es el auténtico partido bisagra, contra el que tanto él mismo luchó desde el poder, que dé la oportunidad segura al PSOE de gobernar tras la próximas elecciones genérales. De confirmarse esta estrategia, y de vencer, Adolfo Suárez pasaría a la historia no sólo como el hombre de la transición política, sino como el eje de un cambio de enorme envergadura: el de que la izquierda socialista intente abordar desde el poder la transformación democrática del Estado y la modernización de nuestro modelo de crecimiento económico, que Suárez fue incapaz -por su culpa, pero también por las ajenas- de emprender, salvo con la balbuciente y cada día más deteriorada reforma fiscal. Para jugar un papel así, no se necesita ni mucho dinero ni demasiados diputados. Y ni siquiera hace falta lanzarse con el spray a pintar en las paredes. Negar los ribetes de aventura juvenil y de oportunismo político que el lanzamiento de este CDS presentan desde ese punto de vista sería absurdo. Pero hay que reconocer que, aun en la peor de las consideraciones, estos calificativos cobran el carácter de elogio si quien emprende la aventura y juega la ocasión es un hombre cuyo nombramiento de duque parecía la jubilación forzosa de sus ambiciones, y cuya ejecutoria anterior podría haberle deparado versiones menos vergonzantes, aunque menos excitantes, de su retorno a la política. Ahí residen sin duda los mayores encantos electorales de la propuesta Suárez, ahí residirán también las más acerbas críticas que se le dirijan y quizá la base de sus más pertinaces errores. Pero ¿quién duda de que la foto de Adolfo todavía enamora a un buen número de votantes?

02 Diciembre 1982

El porqué de un nuevo partido

José Luis González Quirós

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Muchos votantes de Suárez en el 77 y el 79 se han preguntado por qué el presidente de Gobierno que fue elegido gracias a sus votos dimitió y por qué ahora ha vuelto a la escena política desde un partido nuevo. Las líneas que siguen constituyen un intento de aportar alguna luz sobre estas dificultades.

Suárez dimitió porque le era imposible gobernar en democracia. Ante el ataque feroz a que se vio sometido desde la izquierda – que le acusaba de realizar una política contraria a la Constitución – y desde la derecha – que le presentaba como un hombre entregado al revanchismo de la izquierda – Suárez quedó sólo con la ayuda de unos pocos de los suyos. El partido que tanto le debía – su misma unidad, los triunfos electorales, etc. – no sólo no supo apiñarse en defensa de su presidente, sino que asumió en buena medida al desconcierto general. Suárez pudo haberse defendido, pero esa defensa hubiera supuesto la guerra política y la descalificación personal de gentes que eran necesarias para la estabilización democrática. Suárez pensó que si él era el obstáculo, su oblgiación de hombre de Etado era dar lugar a que otros miembros de su partido tomaran el relevo y actuó en consecuencia dimitiendo.

La historia posterior ha demostrado ben a las claras que el partido no supo recuperarse y caminaba de modo acelerado hacia el suicidio. Los notables se enzarzaron en una discusión sobre galgos y podencos y sobre el modo de repartir la herencia común. El ejemplo de insolidaridad, de personalismo, de olvido del propio espíritu ha desbaratado la poca crecibilidad que le quedaba a un partido capaz de inmolar insensatamente a quien les había conducido a la vicotria.

El campo podía quedar libre para quienes desde la izquierda y derecha desde el propio partido que se continuaba llamando de centro, y olvidando los problemas reales del país, aspiran únicamente a apoderarse de esos votos populares para, fortalecidos con ellos, imponer una determinada política con el riesgo evidente de reproducir la radicalización política de España y atender, por ello, a la estabilidad de la democracia.

Suárez ha pensado que el centro progresista y reformista que este país necesita exige la existencia de un partido a su servicio y a su medida: un partido joven, fuerte, idealista, capaz de unir alrededor de su líder a quienes atesoran ya una larga experiencia en otros partidos y a quienes aportan fundamentalmente un nuevo caudal de ilusión y de esperanza a la política.

El CDS  aparece en la vida española como testimonio de que somos capaces de aportar soluciones nuevas ante nuevas situaciones. La democracia en España necesita progresas, convertirse en el sistema que, además de garantizar las libertades individuales sea el instrumento para construir un país próspero y justo.

Nosotros hemos aportado un programa electoral pensado, coherente, posible cuyo principal contenido político reside en la oferta de un pacto de Estado que permita la colaboración de todas las fuerzas políticas en la consolidación de la democracia y en la búsqueda de las soluciones que la crisis económica requiere.

Los avances logrados en la transición han sido posibles porque prevaleció el diálogo, la moderación, la sensatez y la tolerancia. El CDS Es un partido dispuesto, con unidad interna y coherencia, a que ese espíritu se implante cada vez más entre nosotros y a que la soluciones progresistas y reformistas de centro tengan defensor político válido. Nosotros profesamos un profundo respeto hacia todas las posiciones políticas, pero tenemos una personalidad propia bien definida, ideológica y políticamente.

Nuestra única preocupación, como partido joven, es que los españoles de centro, que votaron a Suárez en las dos últimas elecciones, no se confundan, que renazca su esperanza, que sepan que podrán arrepentirse de no habernos votado, pero nunca de haber confiado en nosotros, porque somos un partido de futuro.