11 marzo 2004

El ministro Zaplana entra en directo en TVE para desmentir la información de la SER asegurando que es falsa

Madrugada entre el 11-M y el 12-M: Salta la polémica sobre si hubo o no Terroristas Suicidas en los trenes a raíz de una información de Ana Terradillos en ‘Hora 25’ (Cadena SER)

Hechos

  • En la noche entre el 11 de marzo de 2004 y el 12 de marzo de 2004 la Cadena SER informó que ‘tres fuentes de la lucha antiterrorista’ confirmaban que en los trenes había habido terroristas suicidas. El ministro D. Eduardo Zaplana entró en directo en el telediario de D. Alfredo Urdaci de TVE para desmentir a la SER.

Lecturas

Tras una dura jornada informativa durante la mañana y la tarde del 11-M con los atentados terroristas, durante la noche del 11 de marzo de 2004 y el 12 de marzo de 2004 saltó una nueva arista en el debate sobre la autoría de la masacre terrorista al especularse sobre si en uno de los trenes víctimas del atentado había existido un terrorista suicida.

Programa ‘Hora 25’ de la SER (11.03.2004)- Dña. Ana Terradillos asegura en la Cadena SER que en los trenes del 11-M hay un terrorista suicida:

ana_Terradillos La periodista Dña. Ana Terradillos fue la encargada de dar la información de que en los trenes del 11-M había terroristas suicida, algo que, posteriormente, se descubriría falsa.

«Tres fuentes distintas de la lucha antiterrorista han confirmado a la Cadena SER que en el primer vagón del tren que explotó antes de llegar a Atocha iba un terrorista suicida, Interior no lo confirma. Fuentes de la lucha antiterrorista insisten en que al menos una persona se ha inmolado en el tren que llegaba a Atocha, llevaba tres capas de ropa interior y estaba muy afeitado, algo habitual en los comandos suicidas árabes, que por creencia religiosa realizan esta práctica antes de inmolarse». 

Esta información desató las especulaciones sobre si el Gobierno conocía la existencia de que había terroristas suicidas y lo estaba ocultando, lo que – de ser así hubiera zanjado cualquier debate sobre la autoría, dado que sólo el terrorismo islámico recurre al terrorismo suicida, práctica nunca usada por ETA.

El ministro comparece en el telediario de Urdaci en TVE la noche del 11.03.2004 para negar la información:

urdaci_zaplana D. Alfredo Uraci (TVE) y el ministro D. Eduardo Zaplana

D. Alfredo Urdaci – «Ministro, la Cadena SER esta noche en sus emisiones especiales hablaba de la existencia de un kamikace en uno de esos vagones. Citaba fuentes de la investigación. Fuentes del ministerio del Interior».

D. Eduardo Zaplana – «Pues yo se lo puedo desmentir categóricamente en estos momentos».

12 Marzo 2004

Autopsia

Fernando Savater

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Lo siento, me resulta ya imposible aventurar teorías, urdir más explicaciones, proponer nuevos silogismos, seguir mareando la perdiz… la pobre perdiz que levanta torpemente el vuelo mientras disparan contra ella los cazadores y los perros a su servicio esperan para cobrarse la pieza con la pata en alto y la lengua relamiéndose las fauces. No quiero, no tengo fuerzas, ya no hay tiempo para eso.

Es el momento de hacer la autopsia. Así llama el historiador griego Tucídides al testimonio que aporta un observador según lo que ha visto con sus propios ojos, con esos ojos que según la terrible expresión castellana se habrá de comer la tierra: autopsia. Y esta es mi autopsia, lo que veo y lo que oigo.

Veo la masacre por fin cumplida, la masacre que se venía buscando desde Navidades por lo menos, los kilos de explosivos que esta vez no pudieron ser interceptados: ahora ya no quedan dudas. Las había cuando se frustró el atentado de Chamartín: no faltó quien me dijera que probablemente la propia policía había puesto la maleta asesina en el tren para retirarla espectacularmente luego. Las hubo también cuando se interceptó la furgoneta cargada con quinientos kilos de dinamita, porque al sr. Azcárraga y a algún otro político no menos brillante le chocaba que los terroristas hubieran llegado tan lejos por carreteras nevadas para ser detenidos precisamente en plena campaña electoral. Hoy no, hoy las dudas se han volatilizado junto a centenares de vidas humanas. Supongo que ahora no queda más remedio que aceptar la incursión de ETA en la campaña electoral. Por cierto… ¿no estaba ya ETA en la campaña electoral, como amenaza de muerte para candidatos y votantes? Pero claro, no era momento de hablar de ello. En campaña lo mejor es no hablar de terrorismo, aunque el terrorismo condicione la campaña de quienes no pueden moverse libremente y la de quienes se mueven y se hacen escuchar precisamente gracias a que ETA existe. Hablemos de otra cosa… hasta hoy, en que ya no hay otra cosa de la que hablar.

Ahora no oigo más que un mensaje, repetido mil veces de mil modos desde todos los medios de comunicación: unidad. Es fundamental la unidad de los demócratas. Hasta ayer lo que se oía era hablar de pluralismo, de que no se entiende la pluralidad, de que sin pluralismo no hay vida ni libertad. Ahora la vida y la libertad dependen precisamente de la unidad: por lo visto, la unidad ha dejado de ser fascista y franquista para convertirse en consigna básica democrática. Antes no había nada mejor que la pluralidad, cualquier pluralidad. Por ejemplo, tener una pierna sana y una pata de palo es más pluralista que disfrutar de dos piernas sanas iguales. Pero se camina peor, cojeando y en dirección equivocada. Nos damos cuenta ahora, cuando ya no tenemos piernas porque nos las ha cortado una bomba. La España unida en democracia, tan antipática y aznarista, ha dado paso a la España simpática y cojitranca del pluralismo pero después a la España que ya no puede más que arrastrarse sin extremidades (aunque no sin extremistas, ésos que no falten): y mientras reptamos, clamamos por la unidad perdida.

Oigo que quienes han puesto las bombas no son vascos, según han decretado Ibarretxe y Otegi. No es fácil ser vasco: si no eres nacionalista, no eres vasco pero si te pasas de nacionalista y asesinas a mansalva también dejas de serlo. Por un rato, te vuelves terrorista a secas o terrorista islámico o yo que sé. Hasta que te detenga la policía y te lleve a una cárcel. Entonces vuelves a ser vasco, las fuerzas progresistas se indignan porque te ves encerrado lejos de tu hogar y el Gobierno vasco paga a tus familiares el viaje para que puedan visitarte. Pero yo le oí a Carod Rovira que ETA es «un movimiento independentista vasco que recurre a la lucha armada». Brava lucha, que acaba de obtener una sonada victoria contra los trabajadores modestos que acudía a sus empleos por la mañana, aún bostezando, después de haber peinado a sus hijos y haberlos enviado al colegio con un beso. ¡Pobre Carod, que estaba convencido de que los asesinos de Hipercor y de Vich eran vascos, vascos de cuerpo entero, es decir independentistas como él, aunque con una noción tan confusa de la geografía que creían que Cataluña era España! Si llega a saber que no son vascos, seguro que ni se molesta en viajar a Perpignan…

He visto y he oído a las testas pensantes (y sobre todo, parlantes) de nuestro país. Nos han contado cien veces que la violencia terrorista está muy mal, pero que la política antiterrorista del Gobierno no es precisamente buena: al contrario, aumenta la crispación y el enfrentamiento territorial de España. Lo malo no son las políticas nacionalistas disgregadoras, que reinventan la historia en clave de hostilidad contra España, convierten la Constitución en un fetiche absurdo y los Estatutos en papel mojado que hay que revocar cuanto antes, para luego revocar a los tres meses el nuevo Estatuto conseguido y pedir más, mucho más… lo malo no es la educación despedazada que estudia sólo los campanarios locales ni las universidades en las que comienzan a apuntar partidas de la porra para boicotear a los profesores desafectos (como esos nuevos escamots que he padecido ya en la Central de Barcelona y me negué a sufrir en la de Tarragona, con gran disgusto del alcalde de la ciudad). No, escuchemos a nuestros intelectuales y artistas para quienes lo verdaderamente intolerable es la política del PP: en cuanto se acabe con ella, reinará la armonía y el Prestige se convertirá en un yate de recreo con velas blancas (por cierto, ¿quién habrá sido el primero en decir que la culpa de la matanza de Madrid la tiene la falta de «cintura política» de Aznar?). La libertad de expresión está gravemente amenazada (nos dicen los que se han hecho millonarios con ella), no por los asesinos que llevan veinticinco años boicoteando las elecciones democráticas y matan a los periodistas que les contradicen, sino por las manipulaciones de los medios públicos de comunicación, que tan imparcialmente funcionaban ayer. Escuchen, escuchen a nuestros intelectuales y lean sus manifiestos y vean sus peliculillas de protesta: con decirles que el más profundo de todos ellos parece ser Leo Bassi, sobran más comentarios.

Resultado de mi autopsia: el país más descentralizado de Europa es el más amenazado por la fragmentación nacionalista, que en todas partes está considerada una abominación reaccionaria salvo aquí, en donde es de izquierdas y constituye una alternativa de progreso (léase el magnífico artículo «¿Es congruente ser nacionalista de izquierdas?», de Mariano Fernández Enguita, EL PAIS, 10-3-04, que honra a su autor y las páginas en que ha sido publicado). Es precisamente aquí, donde el nacionalismo obtiene tanto reconocimiento y parabienes, donde también florece el terrorismo más sanguinario de Europa. Y aquí ETA sirve de diosa tutelar a todos los nacionalismos, lo quieran o no, dándoles el suplemento de seriedad social que nunca se habrían ganado ni por sus ideas ni por sus propuestas. El terrorismo es un proyecto de domesticación social, por medio del cual los depredadores totalitarios consiguen la obediencia de la democracia carente de virtud cívica: en el País Vasco ya han conseguido en gran parte su propósito, en Cataluña llevan buen camino para lograrlo pronto y después… El resto no será silencio, sino más mentiras, mucho diálogo y bandas de música tocando himnos patrióticos.

12 Marzo 2004

Hay artículos que uno nunca querría tener que escribir

Floren Aoiz

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Hay artículos que uno nunca querría tener que escribir, pero como colaborador habitual de este medio no he podido dejar de atender la llamada de GARA. Y no por la incomodidad personal que pueda provocar – eso ahora mismo es lo de menos – sino porque hay tragedias que nunca deberían haber ocurrido, situaciones que uno desearía que jamás se hubieran producido. Y es que, como tantas gentes de este país, como tantas gentes de la izquierda abertzale, escribo desde la conmoción y desde la indignación y el rechazo de una masacre incomprensible. Habrá quien diga que soy cínico o cobarde; ya lo han dicho de otros. Dirán, en resumen, lo mismo que dirían si en vez de escribir esto me callara o dijera lo contrario, pero eso sólo sirve para demostrar que se nos prejuzga, esto es, que se nos condena antes de escucharnos. Pero no invalida nuestros argumentos ni nos excluye del derecho a exponer nuestra opinión.

Tras aquel 11 de septiembre marcado en todas las memorias escribí un artículo que titulé “¿Alá es grande?” en el que rechazaba aquellas acciones total y frontalmente. Los enemigos de Estados Unidos tienen muchos motivos para enfrentarse a ese país, pero ninguno de ellos justifica que se mate a miles de personas de modo indiscriminado. Tras este 11 de marzo de 2004 repito la misma idea: nadie puede justificar la muerte de más de 180 personas que se dirigían al trabajo. Y por si alguien alberga la menor duda, aclaro que sea cual sea, insisto, sea cual sea el responsable de estos hechos repetiré lo mismo, porque mi valoración no se basa en una hipótesis sobre su autoría, sino en razones muchos más profundas.

La masacre de Madrid provoca mi absoluto rechazo. Una barbaridad como ésta no entra en mi cabeza. Dicho esto, y ante la avalancha satanizadora desatada a pesar de no existir reivindicación alguna de los hechos, añado que no concibo la idea de que tenga que ver con la organización ETA. Seré más claro: no digo que me niegue a colocarme frente a ésa posibilidad. Soy consciente de que si la autoría correspondiera a ETA estaríamos ante un hito histórico que traería consigo importantes consecuencia, y ya he adelantado que por mi parte mantendría íntegra la valoración que a fecha de hoy reflejo en estas líneas. Lo que digo y reafirmo, aun a riesgo de equivocarme, porque yo no sé quién es el responsable de esas bombas, es que no entra dentro de lógica alguna la eventualidad de que ETA hubiera cargado varios trenes de bombas para matar a una multitud de personas.

¿Por qué no entra en mi cabeza? Hay varias razones, y son de diferente naturaleza. Algunas tienen que ver con la trayectoria histórica de esta organización, que, al contrario que otros grupos armados, no ha practicado acciones encaminadas a causar decenas de víctimas entre la población civil, a pesar de que todo el mundo reconoce que eso es infinitamente más fácil que cualquier actuación armada con objetivos concretos sometidos a fuerte controles de seguridad. A falta de datos contrastables sobre los hechos, esta referencia a la evolución histórica es, por mucho que se quiera negar, más fiable que un puñado de prejuicios e insultos.

Otro elemento a tener en cuenta es que ETA suele avisar de la colocación de sus bombas en lugares públicos. Vivimos en unos tiempos tan marcados por el pensamiento único y la satanización, que cualquier análisis que no repita los dogmas oficiales es descalificado y criminalizado, pero la constatación de hechos y fenómenos históricos no tiene que ver con la valoración de esos mismos hechos y fenómenos. ETA suele avisar, como han constatado políticos, periodistas y hasta responsables policiales. Incluso se lo recordaron ayer al ministro Acebes en su extraña rueda de prensa.

Claro que este argumento es ventilado por algunos con asombrosa facilidad: ETA quería una masacre y por eso no ha avisado. Pero nos lleva a juzgar las intenciones de ETA, y juzgar intenciones no tiene nada que ver con aportar pruebas. Salvo que aceptemos que basta con juzgar intenciones para encontrar culpables y condenarlos. En ese caso, sobran todas las pruebas, y también cualquier comentario; es sencillamente el triunfo de la Inquisición. Sin pruebas, sin argumentos, sin nada más que prejuicios.

Por otra parte, si estuviéramos ante una acción de ETA encaminada a matar a cientos de personas, como se nos dice ¿qué sentido tendría que esta organización ocultara su responsabilidad en estos hechos? Es absurdo que se acuse a ETA de querer estar presente en la actuación política cometiendo este atentado y a la vez de ausentarse negando su autoría. Una organización que eventualmente decidiera cambiar su estrategia y practicar atentados contra la población civil lo anunciaría a bombo y platillo, y lo justificaría públicamente. Eso es, por lo menos, lo que hacen las organizaciones que recurren a este tipo de acciones. De no ser así, si no se pudiera probar que está detrás de esas acciones, ¿qué sentido tendría para ellos llevarlas a cabo?

Hay otro argumento para dudar de la versión oficial, y es la manera en que ha salido a la luz esa interpretación de los hechos. Hay muchos interrogantes que hoy por hoy no se han despejado. ¿Por qué balbuceaba Acebes ante las reiteradas preguntas de los periodistas sobre las dudas en torno a la autoría, sin ser capaz de ofrecer un solo argumento? ¿Por qué a pesar de la rotundidad de este ministro, el Gobierno convoca manifestaciones contra el terrorismo y no explícitamente contra ETA? ¿Por qué Aznar no habla de ETA, ni del nacionalismo – eterna obsesión – una sola vez en su declaración oficial? ¿Por qué se acusa a Arnaldo Otegi de intoxicar? Si se está tan seguro de la autoría de ETA y habiendo rechazado públicamente y sin matices los representantes de la izquierda abertzale este hecho, ¿no sería más lógico desde el punto de vista de eso que llaman estrategia antiterrorista incidir en esa crítica y lo que implica? Si Acebes está seguro de que las bombas las ha colocado ETA porque quería provocar una masacre, tendría que deducir que los responsables de la izquierda abertzale han denunciado públicamente a ETA. Sin embargo, esa cuestión no ha merecido su comentario. ¿Será que no está tan seguro de esa autoría, o conoce datos que el resto no tenemos?

Estamos ante una dramática situación que permanece abierta. Las dolorosas consecuencias siguen a flor de piel y las circunstancias en que se han producido estos hechos están lejos de aclararse. Se ha dicho que hay quien pretende sembrar dudas. Un servidor desde luego, pretende todo lo contrario: aclarar lo ocurrido, conocer la verdad sobre este triste 11 de marzo. Porque este país tiene el derecho a conocerla, así como la responsabilidad de actuar en consecuencia.

Floren Aoiz

N de la R. Este artículo llegó a nuestra redacción a las 7 de la tarde. Su autor declinó la oportunidad de variar su contenido en función de los nuevos datos sobre la autoría del atentado, hechos públicos a partir de las 8, por considerar que así quedan en evidencia las actitudes de cada cual.

12 Marzo 2004

En la mira de ETA y de Osama

Ernesto Ekaizer

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Arnaldo Otegi dijo ayer por la mañana: «No contemplo ni como hipótesis que ETA esté detrás de estos atentados». ¿Por qué? Otegi dio dos razones: «Porque ETA a lo largo de su historia siempre ha avisado de la colocación de explosivos y todo apunta a que esa llamada no se ha producido» y, en segundo término, porque «es una acción que se ha hecho buscando ese alto número de víctimas, pero además buscando un alto número de víctimas entre trabajadores y población civil». Y siguió: «Lo primero que pensé al oír la noticia de los atentados es que «haya sido un operativo de sectores de la resistencia árabe». Otegi «rechazó»el atentado.

En su comparecencia de la mañana, el ministro del Interior, Ángel Ácebes, eludió la pregunta, la primera, de una periodista extranjera, sobre la posible autoría de un grupo terrorista árabe, y enfiló directamente contra Otegi, para afirmar que pretendía desviar una vez más la atención de la banda terrorista ETA, a quien él atribuía la responsabilidad de la masacre de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia.

Unas horas después, el presidente del Gobierno, José María Aznar, hizo una declaración institucional después de la reunión de su gabinete de crisis. Llamó la atención un hecho: habló de «los terroristas» y de «los asesinos», pero no mencionó a ETA.

Durante las primeras horas de la tarde, fuentes judiciales reconocieron que seguían la pista de ETA en base a criterios analíticos, ya que no existían pruebas directas. Dicho análisis se basaba en tres aspectos: el intento de atentado en la estación de Chamartín en las Navidades pasadas; la detención de dos etarras hace diez días en la provincia de Cuenca que traían presuntamente a Madrid 500 kilogramos de cloratita y ciertos indicios procedentes del interior de ETA según los cuales la organización podría orientarse hacia el terror negro, esto es, pasar de los atentados dirigidos contra objetivos concretos a las grandes explosiones en lugares públicos (estaciones, trenes, bancos).

A medida que avanzaba la tarde se afianzaba la versión, difundida por el Gobierno, de que la masacre había sido obra de ETA. Sin embargo, la policía había descubierto en Alcalá de Henares, pasadas las doce del mediodía, una furgoneta con siete detonadores y una cinta de cassette que contenía versículos del Corán.

¿Acebes informó de ello a Aznar para que no mencionara el nombre de ETA en su declaración institucional? Las fuentes aseguran que Acebes no lo supo hasta las seis de la tarde. El hecho es que Aznar no nombró a ETA.

Ya pasadas las ocho de la noche, Acebes, en rueda de prensa, dijo, por iniciativa propia, que se había hallado una furgoneta en Alcalá de Henares, con los siete detonadores y la cinta magnetofónica con versículos del Corán en árabe. «He dado orden de no descartar ninguna línea de investigación», señaló. Reconocía así que se había precipitado.

Fuentes judiciales consultadas anoche dijeron que Acebes seguía convencido, cuando anunció el hallazgo de los versículos del Corán, de que la responsabilidad de la masacre era de ETA, pero a la vista del hecho había querido ofrecer toda la información disponible. Algo más tarde, la organización Al Qaeda reivindicó el atentado a través de uno de sus habituales comunicados enviados a una publicación árabe en Londres ya utilizado como vehículo con anterioridad.

¿Qué pasó? Acebes y el Gobierno no podìan concebir la posibilidad de que no fuera ETA. Pero, ¿acaso España podía estar asbolutamente a salvo, por ejemplo, de Al Qaeda, habiendo patrocinado la guerra de Irak? El juez Baltasar Garzón lo avisó el 4 de marzo de 2003, cuando todavía se podía hacer algo. En su carta pública a Aznar, señaló: «Lo único que va a generar esta guerra injusta es el aumento de terrorismo integrista a medio y largo plazo…Su crecimiento en otros puntos, entre ellos España, es algo tan evidente como terrible y usted no quiere o no sabe verlo»

Y, ayer, Alfredo Urdaci, a cuenta de ETA y de Josep LluisCarod Rovira, sin citarlo, acosó a José Luis Rodríoguez Zapatero al entrevistarle en TVE. Sí, ¡justo en un día como ayer!

12 Marzo 2004

Morir en Madrid

Eduardo Haro Tecglen

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En los suburbios viven obreros de todas clases. A las 7.00 no son los más favorecidos por la fortuna, como a las 8.00 de Nueva York no trabajaban en las Torres Gemelas los grandes ricos. Estos atentados masivos no son parte de la lucha de clases, ni buscan culpables -¿de qué?- en los que castigar algo. No es verdad lo que dice Rajoy, que lo que pasó ayer era un atentado contra la democracia: desgraciadamente, una cosa es la gente, otra la democracia y debían ser lo mismo. No basta para culpar a Aznar por la forma legaloide, exacerbante y sin salida con la que combate a ETA, ni es suficiente para añadir a sus argumentos torcidos uno más contra Carod Rovira, que sólo quiso negociar; ni contra su enemigo Zapatero.

No es eso, no. Bombardear el Pozo del Tío Raimundo, que fue la zona más pobre de Madrid a la que ayudó a salir la figura de un cura abnegado y el Partido Comunista clandestino, no tiene sentido político. En las Torres había obreros de todas las naciones. En estos puntos bombardeados de Madrid había personas de todas las autonomías y de todos los países empobrecidos: todos vinieron a arreglar sus vidas, a pesar de las persecuciones, los contratos efímeros, la amenaza del paro. Han venido a morir en Madrid a manos de criminales que lo que quieren es una independencia que no van a poder conseguir; y si la consiguen, no será para ellos, como España no es para los españoles. El mundo, decía Ciro Alegría, es ancho y ajeno.

¿Cómo va a influir en las elecciones este asesinato masivo? No lo sé. Creo que cada uno votará a quien pensaba; ninguno castigará al PP por su enloquecida política antiterrorista, ninguno a Zapatero porque los socialistas de Cataluña gobiernen con un partido cuyo dirigente se ha entrevistado con ETA para que no mate; no se puede saber. Lo espontáneo fue la suspensión de actos, de estrenos de teatro, de fútbol. El dolor.

(Repito una conversación antigua: un viejo etarra reinsertado me dijo en Bilbao: «Lo que yo no puedo olvidar es que a mí me bombardearon los españoles». «¿Y quién cree usted que me bombardeaba a mí», le contesté. En todo caso, hay una universalidad: en el mundo unos civiles se están matando entre sí. Los políticos mueren en la cama. El terrorista mataba a Lincoln, Dato, Prim: ahora mata obreros).

12 Marzo 2004

Ni ley del talión ni rendición

Javier Pradera

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Nunca resulta fácil analizar en caliente atentados tan terribles como la carnicería perpetrada ayer en Madrid. Los 190 muertos y el millar de heridos causados por el encadenamiento de explosiones en la línea ferroviaria de cercanías de Atocha suscitan sentimientos de piedad hacia las víctimas y de indignación moral contra los verdugos, pero apenas dejan espacio para una reacción que no sea visceralmente pasional. Pero aunque la conmoción producida por el horror de la cruel matanza y la subasta de adjetivos para descalificar a sus autores interfiera necesariamente la reflexión en torno a las implicaciones de este sangriento 11 de marzo, la renuncia gratuita a un análisis en paralelo de sus repercusiones políticas sería una forma involuntaria de hacer el juego a la estrategia del terror, interesada en excluir cualquier lenguaje de la vida pública que no transmita ruido, furia y violencia.

Es evidente, por lo pronto, que el atentado -cualesquiera que sean sus autores- ha clausurado la campaña electoral del 14 de marzo tal y como había sido planteada por las fuerzas democráticas. Cabe esperar que ninguno de los participantes en la carrera hacia las urnas ceda a la demagógica tentación de llevar a las ruedas de su molino el caudal de sangre vertida en Madrid; aunque esa manipulación electoralista pudiera resultar eficaz en el corto plazo de las próximas 72 horas, la marca de Caín perseguiría para siempre no sólo a los responsables de la matanza sino también a quienes tratasen de intercambiar por votos las vidas humanas sacrificadas. Si el Acuerdo por las Libertades y Contra el Terrorismo suscrito el 8 de diciembre de 2000 por el PP y por el PSOE con los auspicios del Gobierno de Aznar descansaba sobre «la voluntad de eliminar del ámbito de la legítima confrontación política o electoral» las medidas para acabar con los crímenes terroristas, esta es la ocasión por excelencia para demostrar la sinceridad política y la honradez democrática de tales propósitos.

Desde el primer momento, los indicios del atentado apuntaron contra ETA, sin que se hayan descartado definitivamente todavía otras hipótesis. Aunque la teorización de la estrategia etarra se exprese siempre en términos confusos, con el inevitable corolario de que los esfuerzos hermenéuticos para aclarar su turbio lenguaje corran el peligro de atribuir a los dirigentes sucesivos de la banda la coherencia de propósitos y preferencias de los actores racionales de la teoría de juegos, no parece aventurado concluir que los dos extremos de la sanguinaria línea continua donde cabría situar sus objetivos provocadores serían, de un lado, la indiscriminada respuesta represiva del Estado, a fin de poner en marcha la vieja espiral de la acción/reacción de las postrimerías del franquismo; y, de otro lado, el inconfesado surgimiento en la sociedad española de una actitud de desistimiento propiciadora de la aceptación de los planteamientos independentistas del nacionalismo vasco radical. El atentado del 11 de marzo ha suscitado una marea de emoción popular que podría servir paradójicamente de soporte para ambos propósitos: si los terroristas consiguieran dividir en dos a la sociedad española en lo que respecta al diagnóstico y los remedios de su amenaza, y si además las fuerzas democráticas ahondaran el calado de esa escisión con el propósito de beneficiarse de su apoyo electoral, suya sería la victoria.

Frente a las voces que reclaman la aplicación al terrorismo de la venganza bíblica de la ley del talión (tal y como hicieron -aunque ahora lo oculten- en la época de la guerra sucia contra ETA librada durante los 10 primeros años de la transición con la tolerancia o la connivencia de los Gobiernos de UCD y del PSOE), la apuesta a favor del diálogo político con las bandas criminales (como la salida negociada con ETA intentada infructuosamente en Argelia y en Suiza por los Gobiernos de González y de Aznar en 1989 y 1999) cabalga sobre la misma irresponsable ola emocional de incitaciones al linchamiento y de temores cobardes a solidarizarse con las víctimas del terrorismo. El Estado de derecho de una democracia no puede aceptar ninguna de esas dos respuestas sin dimitir al tiempo de su condición de defensor de los valores por los que dice combatir.

El Análisis

¿SÓLO UNA AGIT-TROP?

JF Lamata

¿Es novedoso dar informaciones erroneas en radio? No. La radio es tiempo en directo y se producen más errores que los que hay en la prensa, por lo que no es novedoso (la COPE, por ejemplo, llegó a informar de la voladura de la Asamblea de Madrid, algo que se descubrió en seguida falso).  Contra la SER caería toda la Jauría por decir que había terroristas suicidas, en lo que parecía una agit-trop para insistir en que el atentado había sido islámico, hasta el punto de hacerse eco de un dato erróneo, si era válido para avalar su tesis.

Pero si se podía reprochar a la SER esa obsesión por decir que había sido islámico… ¿no debería entonces hacer algún reproche a todos los medios que en aquella jornada estaban obsesionados en decir que el atentado era obra de ETA? (TVE, RNE, COPE ,ANTENA 3, ONDA CERO y TELEMADRID). Lo lamentable de la SER no es que cometiera un error, sino aquel editorial que hizo el domingo 14 negando haber cometido ni un sólo error, ahí sí, la emisora estaba mintiendo a conciencia. El resto era las agit-trop de los dos bandos (pro PP y pro PSOE) en plena campaña electoral.

J. F. Lamata