2 junio 1978

Será sustituido en la presidencia por Luis de Carlos

Muere don Santiago Bernabeu, el legendario presidente del Real Madrid tras treinta años al frente del club blanco

Hechos

El 2.06.1978 falleció D. Santiago Bernabeu en su domicilio de Madrid a los 83 años de edad.

Lecturas

El 2 de junio de 1978 muere el presidente del Real Madrid D. Santiago Bernabeu de Yeste. El vicepresidente primero del club, D. Raimundo Saporta, asume temporalmente la presidencia del club blanco, rechazando postularse para la presidencia.

El 21 de junio de 1978 D. Luis de Carlos Ortiz presentó su candidatura a la presidencia del Real Madrid y, al ser el único candidato presentado para ocupar tal cargo se convirtió en el nuevo presidente del club de fútbol. En su equipo figurarán D. Ramón Mendoza Fontela y D. Jaime Gil de Biedma como sus vicepresidentes.


El nuevo presidente del Real Madrid, tras asumir presidencia de manera transitoria D. Raimundo Saporta, será D. Luis de Carlos.

El aliado:

nemesio_fernandez_cuesta_padre D. Nemesio Fernández Cuesta Merelo, uno de los socios del Real Madrid más incondicionales con el Sr. Bernabeu declaró: «La personalidad de don Santiago Bernabeu, está por encima de toda consideración posible; su dedicación al club, así como al deporte español le elevaron hasta la máxima dimensión. Creo que ahora será tras su muerte, cuando nos daremos cuenta de su significado».

Los enemigos:

ramon_mendozaa D. Ramón Mendoza que apenas unos meses antes de su desaparición dimitió por discrepancias con el Sr. Mendoza «hemos perdido este año nuestros mejores trofeos y recuerdos», «Mi tristeza y mi respeto me obligan a no hablar más, a quedarme en el día de hoy».

dr_dieguez Doctor Dieguez. Considerado uno de los líderes de la oposición a la directiva del Sr. Bernabeu. Tras su muerte hizo un llamamiento «Que no se inicie una guerra por la sucesión con el consiguiente desastre para el club».

Don Juan Carlos I (Rey de España): «Siento mucho de veras la muerte de Santiago Bernabeu, porque además de ser una gran personaera amigo mío».

D. Adolfo Suárez (Presidente del Gobierno): «Profundamente apenado por la pérdida, quiero hacerle llegar a su familia el testimonio de mi más sentida condolencia».

D. Pío Cabanillas Gallas (ministro de Cultura y Deporte): «Hemos perdido una de las más dignas figuras del deporte español. Hombre bueno, humano y ejemplar. Estoy tristemente impresionado, a pesar de que todos conocíamos la gravedad de su situación».

03 Junio 1978

Bernabeu: cinco ases

Manuel Sarmiento Birba

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Era viernes en Madrid. Era viernes en Madrid y Santiago Bernabéu decía adiós al fútbol y a la vida. De los tiempos heroicos yo no subsiste casi nadie. De aquellos hombres generosos, ilusionados, de esforzados españoles, ya arden pocas llamas. Una de ellas era la de Santaigo Bernabéu.

Era viernes en Madrid, la ciudad donde vivió desde las diez años y donde ha muerto. Ya casi nadie quedaba a su alrededor de sus días de madridista ingenuo y juvenil. Ya no estaban Sotero, ni Machimbarrena, ni Monjardín, ni Quesada, ni Samitier, ni Teus. Ya no quedaba casi nadie. Casi todos se han ido – unos primero y otros después – al lugar donde el tiempo se remansa y donde el fútbol no tiene horas ni reglamentos. Ahora sólo presiste el recuerdo de las primeras gestas futbolísticas.

Santiago Bernabéu se ha ido en silencio, con su manojo de sus ochenta y tres años. Su vida ha sido un largo viaje de éxitos deportivos. Un trayecto que ha durado mucho en emociones y que le ha dado, para los siglos de los siglos, la inmortalidad. Santiago Bernabéu ha luchado por la existencia hasta el límite de sus fuerzas generosas, que un día vieran la luz en la manchega Almansa. Ha permanecido en pie, como si estuviese sobre un podio, para ver desfilar a sus adversarios. Se mantuvo enhiesto en la recta de tribuna como si aspirase siempre al triunfo final. ¡Qué lejos quedan los balbuceos del primer Madrid! ¡Qué cerca, pero qué remotos, los éxitos de las Copas de Europa!

Una de las llamadas mitológicas del fútbol español ha cesado. Ha quedado un pábilo seco que humeó, por última vez, en la agonía de Santiago Bernabéu. Cuando éste hizo su último santiaguina hacía la meta que le separaba de la eternidad. Más de sesenta y cinco años de luceros balompédicos, blancos como la nieve, se han quedado a oscuras.

Era viernes en Madrid, la ciudad que le vio crecer. Era viernes en España, a la que tanto defendió y quiso. Era viernes cuando se mira a lo alto y al recuerdo de este genio que llevó el fútbol español con el máximo honor por toda la tierra conocida. Fue como un hombre aferrado al pescante del a vida, soltando riendas, conduciendo a nuestro fútbol hacia la tierra de promisión en los días generosos de sus jóvenes músculos y su corazón potente.

Era viernes. Y yo, que he queroido y quiero al fútbol con la misma intensidad con que se puede querer al más amado de los mortales, despido a este ‘pionero’ a este genio, a este grandioso personaje del fútbol mundial, a este gran amigo mío, con la inmensa pena de su óbito, pero también con la esperanza de que ahora surgirá un nuevo ‘explorador’ que pueda llevar a nuestro fútbol a las excelencias de una nueva frontera. De una frontera que trazó Bernabéu con su gigantesca figura.

Era viernes en Madrid cuando el mejor dirigente del fútbol mundial firmó, inevitable, por el club de los espacios eternos. San Pedro, el hijo de Cebedeo, que lleva siglos dirigiendo los espacios celestiales con la misma eficacia con que pescaba en Tiberiades, tiene, a partir de hora, un serio competidor.

Era viernes en Madrid. Las copas de los árboles del barrio del Niño Jesús, de doctor Esquerdo, de la calle Jericó, aparecen dobladas. Son como un saludo al viejo patriarca, que ha vuelto a sus raíces de Almansa. Era viernes en Madrid… en el adiós definitivo de don Santiago.

Se fue el mejor: Bernabéu, cinco ases.

Sarmiento Birba

03 Junio 1978

Un tremendo socarrón llamado Bernabeu

Carmelo Martínez

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La gente se creía que el viejo era ya solamente un mito y que no mandaba en el Madrid.

Que Santiago Bernabeu fue y seguirá siendo un mito en la historia del fútbol español y en la cargada historia del Real Madrid está muy claro, y no creo que lo discuta nadie. Donde se equivocaba la gente era al creer que no mandaba. Mandaba por completo y, como suele ocurrir cuando se manda en absoluto, mandaba a veces en exceso porque don Santiago Bernabeu era de ese tipo de hombres a los que sus admiradores califican de tenaces y sus detractores calificaban de tercos. Confiaba en toda su gente a machamartillo, en los Saporta, los Calderón, los Lusarreta, los Domínguez, los Paunero, y se hubiera matada por ellos. Pero también su gente sabía que quien mandaba era él, y que para hacerle cambiar un criterio había que mover esa tremenda montaña que era el inmenso corazón de Bernabeu: que no tenía ninguna vanidad, que al estadio, Santiago Bernabéu le llamó siempre Chamartín y se cachondeaba de que le hubieran puesto su hombre, y que en  el fondo y hasta en la forma era un tremendo sentimental, casi el último romántico del fútbol. Creo que Bernabeu es de los últimos grandes presidentes para los que un jugador no era un hombre en una nómina, sino un hombre. ‘Los chicos’, decía. Podía poner a parir a uno de los chicos, pero sólo él, en particularismo y con socarronería. Pero como antiguo jugador, porque había sido cocinero antes que fraile, sabía que el fútbol no es una ciencia matemática. Que no le tocaran a sus chicos. Cuando en este periódico se inventó la calificación de cero a tres, cada cero le sacaba de quicio. Y cualquier pero le encendía y le apasionaba, y hasta le desorbitaba, aunque – eso sí – sin perder jamás el aire de chunga que imprimía a toda conversación. Hay otras cosas que son irrepetibles, porque el lenguaje de don Santiago, que era un cachondo, resulta un poco duro en letras de imprenta. Pero, sin que nadie se me ponga púdico, por favor, pues se trata de un ejemplo, el día que le contaron el chiste de que había tres clases de maricas, los dantos, los tomantes y los antimarilistas, don Santiago se estuvo a punto de morir mucho antes de la fecha de las carcajadas que le agitaban su tremendo corpachón.

Le conocían en el mundo entero. Se lo sabían casi de memoria los madridistas. Era un viejo zorro, campechano y con una socarronería que desconcertaba a veces, incluso a sus propias huestes. No hurtó jamás el cuerpo, y fue, para los periodistas, una mina de oro. Se le podía llamar a Santa Pola a las cuatro de la mañana y, encima, siempre se le ocurre algo. Era el presidente del Real Madrid y era un hombre con un corazón como la copa de un pino para los berrinches. En definitiva, un hombre de una pieza, eso.

Carmelo Martínez