25 agosto 1936

Habían sido condenados en 1935 a 10 años de cárcel, pero finalmente Stalin optó por eliminarlos

Purga en la URSS los históricos dirigentes del PCUS, Grigori Zinoviev y Lev Kamenev son asesinados por orden de Stalin

Hechos

El 25.08.1936 fueron ejecutados en la URSS Grigori Zinoviev y Lech Kamenev acusados de ‘delitos contrarrevolucionarios’.

Lecturas

El 25.08.1936 fueron ejecutados en la URSS Grigori Zinoviev y Lech Kamenev acusados de ‘delitos contrarrevolucionarios’.

Con la excusa del asesinato del dirigente del PCUS Kirov en diciembre de 1934 Stalin desató una campaña de represión contra todo sospechoso de ser un ‘enemigo del pueblo’ donde quedaba clasificado todo opositor o discrepante al Gobierno de Stalin.

GRIGORI ZINOVIEV

El presidente de la Internacional Comunista (1919-1926) colaboró estrechamente con Josef V. Stalin como adversario de Trotski tras la muerte de Vladimir I. Lenin. En 1926 Zinoviev fue excluido del Politburó y poco después, del partido, como cabeza de la oposición de izquierdas. En 1934, tras el asesinato de Serguei M. Kirov, fue detenido y condenado a muerte dos años más tarde.

LEÓN B. KAMENEV

El presidente del soviet de Moscú (1918-1926) y cuñado de Trotski asumió con Zinoviev y Stalin la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) en 1924. Como partidario de Zinoviev, fue excluido del gobierno en 1926 y del partido en 1927. Detenido tras el asesinato de Kirov, fue ejecutado en 1936.

Yehzov2  Yehzov el jefe de la NKVD, la policía secreta de la Unión Soviética fue el encargado de dirigir las purgas.

Stalin3  Josef Stalin, dictador de la URSS, cerebro de ‘las purgas’ mediante las cuales se libró de sus rivales políticos.

MÁS DE LAS PURGAS STALINISTAS:

El Análisis

UNA PATA DEL BANCO SERRÓ A LAS OTRAS DOS

JF Lamata

La Unión Soviética ha sido testigo, este agosto de 1936, de un acontecimiento que marca un punto de no retorno en su historia: la ejecución de Grigori Zinóviev y Lev Kámenev, antiguos camaradas de Lenin y pilares de la Revolución de Octubre, acusados —según la versión oficial del Kremlin— de conspirar junto con León Trotsky y potencias extranjeras para asesinar a Stalin y destruir el régimen soviético. En un juicio público de alto perfil, transmitido al mundo como muestra de transparencia judicial, ambos líderes “confesaron” su culpa, aunque muchos dentro y fuera de la URSS cuestionan la veracidad de esas confesiones, probablemente arrancadas bajo presión, tortura o amenaza.

El juicio y su sangriento desenlace encierran una paradoja trágica: Zinóviev y Kámenev fueron, junto con Stalin, los miembros de la “troika” que asumió el control del partido tras la enfermedad de Lenin en 1923. En ese entonces, los tres compartían el timón del destino soviético. Hoy, las tres patas del banco se han reducido a una sola: Stalin ha eliminado a los otros dos. Y no sólo físicamente. En un ejercicio de manipulación orwelliana de la historia, los rostros de Zinóviev y Kámenev comienzan ya a desaparecer de fotografías oficiales, de documentos, de la memoria visual del régimen, como si jamás hubieran existido. Héroes de la revolución un día, traidores condenados al siguiente.

Lo que está en juego no es solo la vida de antiguos bolcheviques, sino la completa monopolización del poder por parte de Iósif Stalin. Nadie escapa a la red de vigilancia y delación tejida por la temida NKVD, ahora en manos del implacable Yezhov, y con la oscura figura de Lavrenti Beria ganando terreno. El miedo se ha convertido en el idioma oficial del partido. Ya no basta con haber sido leal: ahora es necesario ser útil a Stalin. Y cuando ya no se es útil, se desaparece. La revolución, que prometía redención, justicia y fraternidad, devora a sus hijos más ilustres en aras de la perpetuación de un poder absoluto.

J. F. Lamata