21 mayo 1981

El escritor, herido, en sus primeras declaraciones carga contra el diario EL PAÍS, que publicó un editorial acusando de 'anti-catalán' el manifiesto de los 2.300

Radicales catalanistas disparan en la pierna al escritor Federico Jiménez Losantos, firmante del ‘Manifiesto de los 2.300’

Hechos

El 21 de mayo de 1981 Federico Jiménez Losantos fue víctima de un atentado por parte de militantes de la organización terrorista Terra Lliure.

Lecturas

LOS TERRORISTAS:

pere_bascompte El terrorista Pere Bascompte (Izq.), Líder de Terra Lliure, fue identificado como el autor material del secuestro y el atentado en el que fue herido el Sr. Jiménez Losantos. la derecha, Marce.li Canet, también miembro de Terra Lliure.

El 21 de mayo de 1981 el ‘profesor D. Federico Jiménez Losantos”, que así era como se referían a él entonces, era víctima de un atentado terrorista por parte de la organización Terra Lliure y sus pistoleros Pere Bascompte y Marce.li Canet le pegaron un tiro en la rodilla, era el desenlace de un conflicto vinculado al ‘Manifiesto de los 2.300’ habitantes de Catalunya que defendían el idioma castellano.

Teóricamente la bronca de los intelectuales defensores del castellano y los sectores catalanes partidarios de la primacía del catalán como lengua vehicular, algo en lo que en aquel momento estaban de acuerdo todas las fuerzas catalanas con presencia en el parlamento (CiU del Sr. Pujol, ERC del Sr. Barrera, PSC del Sr. Raventos y UCD del Sr. Canyellas) salvo los andalucistas del PSA, a los que había apoyado en campaña el citado Sr. Losantos. Pero se daba la circunstancia de que el Sr. Jiménez Losantos había sido colaborador del diario EL PAÍS de D. Juan Luis Cebrián (más bien de D. Javier Pradera, neo comunista como él, de quien había sido camarada), pero justo a principios de 1981 había pasado a colaborar ocasionalmente con DIARIO16.

La cosa estaba clara D. Juan Luis Cebrián tenía en EL PAÍS a su comunista intelectual de guardia, que era el Sr. Pradera como Jefe de Opinión. Por lo tanto si D. Pedro J. Ramírez quería parecerse a ‘su hermanito mayor’, necesitaba que el Sr. Jiménez Losantos fuera su comunista intelectual de guardia como Jefe de Opinión de DIARIO16. Aunque para ficharlo necesitaba mimarlo, convencerle de que se trasladara a Madrid y que ingresara en su tropa.

Cuando el Sr. Losantos y sus compañeros defensores del castellano con D. Amando de Miguel a la cabeza quisieron publicar el manifiesto en EL PAÍS, este diario se negó y, por el contrario, DIARIO16 aceptó publicarlo (es verdad que lo hizo a escondidas, en el suplemento, en aquel momento meterse con Catalunya o el catalán sonaba franquista y a pasado, algo que no interesaba a los periódicos ‘renovadores’). Y al ABC no iban a acudir el Sr. Losantos y su gente que habían hecho todo lo posible para presentar su manifiesto como algo ‘de izquierdas’, con gente de UGT y el PSC y ningún neo-franquista o conservador.

Junto a toda la catarata de críticas que hubo al manifiesto de los 2.300 por parte de toda la prensa nacionalista catalana, ya fuera moderada como LA VANGUARDIA o EL PERIÓDICO o radical como el AVUI que los tachó de ‘miserables perros’, sin duda lo que más indignó en el terreno mediático fue que EL PAÍS de D. Juan Luis Cebrián, el diario donde tantas tribunas había publicado el Sr. Losantos, donde mantuvo su célebre duelo con el Sr. Savater les atacaba y usando la etiqueta de la que más habían querido huir. La de ‘derecha franquista’.

“No tienen derecho los firmantes a protestar de que la Generalidad, para disposiciones de aplicación en Cataluña, utilice la lengua catalana ¿qué es la libertad y tolerancia que quieren restaurar los señores del manifiesto sino la que dominaba en la dictadura?”

Es bastante difícil acusar a EL PAÍS de tener nada que ver crear el ambiente propicio para el atentado. Es cierto que la crítica de EL PAÍS era dura y debilitaba mucho a los defensores del castellano que no pudieran hablar en nombre de este idioma cuando el principal periódico en castellano les negaba de esta manera su apoyo.

Sin embargo las consignas más fuertes son aquellos que insinuaban que los firmantes del manifiesto no merecían llamarse catalanes si renegaban del idioma catalán, seña de identidad de ese pueblo, y frases como las del líder de Esquerra Republicana de Catalunya del momento, D. Heribert Barrera – que ocupaba el cargo de Presidente del Parlament – que hizo llamamiento a ‘despreciar’ a los firmantes del manifiesto.

El punto culminante de aquella campaña fue el atentado del Que fue víctima don Federico Jiménez Losantos, Que fue secuestrado por dos terroristas de la banda violenta catalana Terra Lliure, que tras definirle como «lerrouxista que venía a traer la mierda a Catalunya», le pegaron un tiro en la rodilla dejandole atado. Aquel crimen fue condenado por la totalidad de Instituciones. El Sr. Jiménez Losantos no pudo dejar de arremeter contra aquellos que le habían insultado por considerar que aquellos había creado el contexto para su atentado.

El atentado terrorista mediante el cual se pegó un tiro en la pierna al Sr. Jiménez Losantos fue un hecho objetivamente trágico y horrible para su víctima, pero facilitó bastante su negociación con DIARIO16 porque llevó al Sr. Losantos a abandonar Catalunya.

El periódico de D. Pedro J. Ramírez fue el único de Madrid que llevó aquel incidente a su portada (cosa que no hizo el ABC), en una portada en la que señalaba tipográficamente a los que consideraba responsables de la crispación que había llevado al atentado: la cara del Sr. Barrera, la cabecera AVUÍ y la cabecera EL PAÍS. No obstante en su editorial el Sr. Ramírez en DIARIO16, aunque atacaba a EL PAÍS lo hacía de una manera bastante más sutil que cuando atacaba al Sr. Anson. No citaba el nombre de la cabecera, por tanto quien no hubiera seguido la polémica no sabía a quién estaba atacando. Son gestos como el del presidente del Parlamento catalán, Heribert Barrera y el de determinados colegas de la prensa, de Barcelona y de fuera de Barcelona, los que alientan el fanatismo de seres incapacitados para vivir en democracia como los integrantes del comando ‘Terra Lliure’ que al disparar sobre Jiménez Losantos, un intelectual progresista de la nueva España, han golpeado sobre las sangrantes entrañas de nuestra convivencia.

El Sr. Jiménez Losantos aún no le importaba que le llamaran progresista (una década después no soportaría que nadie le adjetivara con la odiada etiqueta progresista y la repugnante etiqueta derechista: liberal, y solo liberal, etiqueta chic y guay para los de su corriente de pensamiento).

Pero volviendo al Sr. Ramírez su ataque a EL PAÍS era más bien una rozadura. Recogió el guante el Sr. Cebrián que al día siguiente respondía con un insulto a DIARIO16, pero también sin citarle. Rozadura por rozadura:

Vamos a callar frente a los tontos que ahora quieren acusar a EL PAIS, a la Prensa barcelonesa o al presidente del Parlamento catalán de haber agitado una campaña de desprestigio sobre los firmantes, que ha terminado en el canallesco tiro contra Jiménez Losantos. La acusación es tan infame y tan estúpida que parece pergeñada por verdaderos aprendices del terrorismo verbal.

Ni EL PAÍS ni DIARIO16 continuaron con una polémica que no interesaba a ninguno de los dos. Eran los dos periódicos ‘renovadores’ frente a la prensa ‘vieja y conservadora’ y esos eran sus enemigos. EL PAÍS aceptó entonces publicar la réplica de los 2.300 al editorial de ‘Recelos Anticatalanes’ que causaría una réplica de uno de los citados el editor D. Carlos Barral.

Eso sí, DIARIO16 consiguió su objetivo: en marzo de 1982 D. Federico Jiménez Losantos era presentado oficialmente como ‘el Javier Pradera’ de DIARIO16.

04 Mayo 1981

Recelos anticatalanes

Editorial (Director: D. Juan Luis Cebrián)

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No tienen derecho los firmantes a protestar de que la Generalidad, para disposiciones de aplicación en Cataluña, utilice la lengua catalana ¿qué es la libertad y tolerancia que quieren restaurar los señores del manifiesto sino la que dominaba en las dictaduras?

Los pasados meses, ya desde antes del 23 de febrero, han presenciado una Polémica que en el fondo no responde más que al planteamiento sofístico de una cuestión ya juzgada.El 25 de enero aparecía un llamado manifiesto en el que con la firma de «2.300 intelectuales» (ni uno menos) se denunciaba una situación de desigualdad en el uso actual y futuro de las lenguas catalana y castellana, con desventaja para esta última.

Los autores del manifiesto tratan de «restaurar un ambiente de libertad, tolerancia y respeto», pero habría que precisar a dónde hay que volver para encontrar ese buscado ambiente. Pues la reacción de los 2.300 intelectuales se produjo cuando, con la inevitable lentitud de todo lo que ha de tener una profunda repercusión social, se empezaba apenas a instrumentar una política lingüística de acuerdo a la Constitución y al Estatuto.

No tienen derecho los firmantes a protestar de que la Generalidad, para disposiciones de aplicación en Cataluña, utilice la lengua catalana; ni tampoco de que autoridades catalanas se expresen en catalán en actos públicos. No obstante, es cierto que resulta absurdo que el Gobierno autónomo publique el Boletín Oficial sólo en catalán, y ese es el único síntoma verdadero de discriminación, que resulta incomprensible, además, en su empecinamiento. No hay por qué mostrar repugnancia ante la pública vigencia de una lengua que los catalanes tienen derecho a considerar signo de identidad.

Suponiendo que entidades públicas y privadas catalanas empobrecieranla cultura del país por estimular prefe rentemente la creación en catalán o la difusión preferente de lo creado en este idioma, ello entra dentro de sus competencias, sin que el juicio malévolo de unos u otros, esencialmente subjetivo y discutible, pueda ser impedimento.

La introducción del catalán como lengua escolar de conocimiento general, en medida comparable a la enseñanza en castellano, no es ningún atentado contra los derechos de inmígrantes ni contra nadie. Pedir en definitiva a los establecidos en Cataluña que conozcan en alguna medida la lengua del país en que residen está perfectamente justificado, como lo está que maestros, y funcionarios residentes en Cataluña sean capaces de entender la lengua del país. Si es, como dicen los redactores del manifiesto, acoso pedir ese mínimo de entendimiento y uso de la lengua del país, es que los que se consideran acosados no han comprendido que el bilingüismo estáblecido en la Constitución obliga al residente a no pretender que ignora lo que puede conocerse con un mínimo esfuerzo. El hecho de que se hayan producido situaciones o casos aislados de discriminación no autoriza a mantener la tesis de la humillación del castellano.

Pues, si no, ¿qué es la libertad y tolerancia que quieren restaurar los señores del manifiesto sino la que dominaba en las dictaduras?

Más aún cuando en el caso de Cataluña las dos lenguas que los del manifiesto ven en conflicto son dos variantes latinas que, con toda su personalidad distintal y bien fÍjada de dos lenguas de cultura y literarias, resultan mutuamente fáciles de entender. Cualquier intelectual que resida en Cataluña y no sea muy cerrado de actitud o de mollera, si realmente está dispuesto a practicar ese respeto mutuo que se invoca en el mismo manifiesto, puede llegar a entender el catalán en unas semanas, y hasta hablarlo, aunque sea defectuosamente, sin esfuerzos sobrehumanos.

El manifiesto, lanzado en un diario madrileño, no dejó de tener eco en Barcelona. Los numerosos escritores allí residentes de expresión castellana, y que en castellano publican sus libros en la capital catalana (la cual no ha dejado de hacer público alarde de que es, por encima de Madrid, México y Buenos Aires, el primer centro editor de libros en español), han respondido en la Prensa a la masa de los 2.300 intelectuales. José Agustín Goytisolo, Carlos Barral, Jaime Gil de Viedina, Francisco Candel (autor de un libro en que cuenta sus experiencias de niño inmigrante en las excelentes escuelas de la Generalidad) Y otros más han ido respondiendo al tono un tanto en papel de barba administrativo del manifiesto de los tan numerosos intelectuales.

La admisión del catalán en la vida pública y en los medios de difusión está resuelta, la entrada del catalán en la escuela pública es indispensable para la subsistencia de un idioma que es, según la Constitución, patrimonio y riqueza común de España. Quererlo relegara latolerancia y convivencia que lo encerraba en la vida privada es no comprender lo que desde 1975 se ha iniciado en nuestro país y es cerrar el paso a lo que tiene que cumplirse para satisfacer las esperanzas de cuantos damos por cerrada y muerta la etapa anterior. Los firmantes que se atreven a pedir la restauración de una situación que a tantos españoles, catalanes y, no catalanes, nos mantuvo en el exilio o en la desesperación, y que buscan oídos fáciles en Madrid, es que se obstinan en cerrar los ojos al mundo en que, gústeles o no, tienen que vivir.

05 Julio 1981

En torno al manifiesto sobre el uso del catalán

Federico Jiménez Losantos, J. Luis Reinoso, Carlos Sahagún y Santiago Trancón

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El editorial de EL PAIS Recelos anticatalanes, del 4-5-1981, tiene como tema único el Manifiesto por la igualdad de derechos lingüísticos en Cataluña. No el problema de esa igualdad de derecho, los hechos que la vulneran y la política nacionalista que así lo propugna, sino exclusivamente un texto y la intención y ficha política de sus Firmantes. Cabría esperar de la importancia y actualidad del asunto una valoración del tema, de los hechos y, en última instancia, una valoración de las diversas posturas públicas manifestadas últimamente al respecto. Así solía hacer los editoriales. EL APSI cuando los hacía a mano y así se le apreciaban. En esta ocasión, no sólo hace lo contrario de lo que acostumbra y predica, sino que tergiversa, de modo expreso y literal, un texto y ofende a los firmantes y a los miles de personas que -bien en público, bien en privado, por temor a las represalias políticas y laborales- se han solidarizado con ellos, cuando se les acusa de pedir públicamente la vuelta del franquismo.Si todo ello es falso, si el Manifiesto no es lo que EL PAIS dice que es, ni dice las cosas que le atribuye, ni los firmantes han pedido o piden en él un golpe fascista, y si el Manifiesto no ataca el uso oficial y público del catalán, sino que pide sencillamente, en cumplimiento de la Constitución y del Estatuto de Autonomía, la igualdaden el uso oficial, escolar y laboral, del castellano, lengua propia de la mitad de la población de Cataluña, EL PAIS debe hacer -o, cuando menos, permitir- una reparación a esas personas y una explicación a sus lectores de toda España. A nadie honraría más que al mismo periódico la rectificación razonable de unos juicios emitidos en un momento de crispación evidente y excesiva., tanto en lo político como en le periodístico, situación explicable, pero que en nada ayuda a mejorar la puñalada trapera o la rabieta ideológica. Porque cualquiera, cualquiera que no sea un nacionalista obtuso, puede fácilmente comprobar, pasando simplemente un día fuera de las alfombras de la Generalidad, que la cuestión lingüística es hoy, en todas las clases sociales, el principal motivo de inquietud. Y esa realidad, que ni la ha inventado ni la ha provocado el Manifiesto, es lo que el editorial citado no aborda siquiera, limitándose a atacar a quienes tienen poco con que defenderse.

No querríamos tener que hacernos, tras esta radical toma de postura de un periódico tan estimable por otras razones, ciertas preguntas, ahora obligadas: ¿Por qué el Manifiesto,objeto de editorial dos meses después, no fue publicado, ni aun reseñado parcialmente en el momento de su aparición? ¿Por qué se escamoteó al lector cualquier información sobre el texto, la identidad y las intenciones de los firmantes, a pesar de que le fue ofrecido a EL PAIS el primer resumen del texto y una serie de datos inéditos acerca de su elaboración a las veinticuatro horas de publicado? El único periódico nacional que no ha dado noticia del Manifiesto es EL PAIS. ¿Por qué? Resulta difícil de aceptar que sea, simplemente, por haber sido publicado en exclusiva por Diario 16. También resulta difícil de aceptar que sea la posible próxima edición de EL PAIS en Barcelona lo que hiciera que, en cambio, sí se publicasen las réplicas oficiales de la Generalidad al Manifiesto -excluyendo los insultos, que dañarían la imagen de ciertos políticos catalanes en toda España-, así como que posteriormente, y en las páginas de «Opinión», se hayan sucedido un montón de artículos contrarios al Manifiesto, tanto de turistas madrileños con empleos autonómicos como de cargos públicos de la Generalidad o representantes de posturas políticas coincidentes en su asimiismo anticastellano. Ni un solo artículo ha podido expresar una opinión diferente, favorable al Manifiesto. Como alarde de liberalismo, no está nada mal. Esa creciente campaña de parcialidades culmina en el editorial de marras. Allí se dice que el llamado manifiesto (¿este es el estilo editorial de EL PAIS?) va firmado por «2.300 intelectuales, ni uno menos». Lo que demuestra que el editorialista no ha querido o podido leer ni siquiera el comienzo del mismo. Allí sé dice: «2.300 intelectuales y profesionales, que viven y trabajan en Cataluña», porque resulta que son profesionales, trabajadores, obreros, la mayor parte de los firmantes y adherentes. El grupo más numeroso fue precisamente el de los 1.500 trabajadores de Seat, mayoritariamente socialistas, que, cuando la Prensa en castellano -propaganda y negocio obligan- del nacionalismo catalán comenzó su campaña contra nosotros, quiso hacernos llegar de modo expreso su solidaridad. Así que no firmaban en papel de barba, ni eran funcionarios. ¿Pero es que va a resultar ahora que cualquier funcionario del Estado, excepto algunos reciclados del franquismo al pujolismo es, por principio, franquista? ¿Es que sólo van a tener derecho, siquiera a hablar, los funcionarios escogidos a dedo por el nacionalismo? ¿Es que cualquier maestro nacional que no sea flexible de cerviz o acepte irse es un enemigo público de Cataluña?

Invitamos al lector a procurarse un Manifiesto y a encontrar una sola, una sola de las afirmaciones que se nos atribuyen contra el uso público o institacional del catalán. Anecdótica es la preocupación exclusiva del editorialista por la publicación del Boletín de la Generalidad.exclusivamente en catalán. ¿Creerá tan imbéciles a los que llama « fáciles oídos de Madrid» como para pensar que esa anécdota es la única, y que no significa toda una política? ¿Es una anécdota también que sólo media docena de diputados al Parlamento catalán, de más de 130, hablen en castellano, cuando la mitad de la población es de esta lengua? ¿Es una anécdota que incluso los partidos estatales cambien el nombre de pila de sus candidatos, bautizándolos catalanes, o que expedienten a los que se oponen a la política asimilista? ¿Cuántos castellanohablantes hay en los cargos de poder político en Cataluña? ¿Eso son anécdotas o símbolos indudables de una discriminación real y creciente?

¿Es una anécdota sin valor la carta del ex presidente Tarradellas, en la que no sólo se confirma y se denuncia la discriminación contra los españoles de otras partes afincados en Cataluña, sino que se hace directamente responsable a la Generalidad actual, empezando por Pujol, que es quien nombra a sus ministros, de la destrucción de ese ambiente de tolerancia o discrepancia civilizada que durante la transición y hasta no hace muchos meses existía en Cataluña? ¿Cómo es posible, fuera de un impropio ajuste de cuentas periodístico, del que el Manifiesto ha sido víctima propiciatonía, que EL PAIS quiera ignorar el profundo significado cultural y político de esa crisis lingüística que hasta el ni más ciego puede observar?Y lo que resulta vergonzosamente injusto, por ser falso a sabiendas, es que se llegue, y en un editorial nada menos, a pintarnos como «los firmantes que se atreven a pedir la restauración de una situación que a tantos españoles, catalanes y no catalanes, nos mantuvo en el exilio o la desesperación». Es decir, que se nos acusa públicamente de pedir la vuelta al franquismo, que se acusa a una serie de personas conocidas y a miles de otras que, a pesar del auténtico terrorismo laboral catalanista, les apoyan, de fascistas.

Muchos insultos y calumnias se han vertido en Cataluña contra elManifiesto de Barcelona, empezando por el enemigo o adversario público de la Constitución española señor Barrera (el que afirmó en el Congreso que no reconocía más patria que Cataluña ni más bandera que la catalana; el que ha dicho públicamente: «Cataluña no debe nada a los emigrantes», amén del «quien no esté contento, que se vaya»; el que hoy, como paradójico protector constitucional de todos los ciudadanos de Cataluña, predica el desprecio contra los firmantes del Manifiesto) hasta los que pescan en la ruin barca de los escritores catalanes en castellano compungido, que predican a los demás lo que ellos no son capaces de aplicarse a sí mismos, para ver si se les «agradecen los servicios prestados» con alguna prebenda del germano-zamorano indepenentista Max Cahner. Mucho se ha dicho, pero ni los catalanistas más tronados se han atrevido a editorializar como EL PAIS, acusándonos directamente defachas.

Aquí el único fascismo de acción y de opinión sería el de los que enarbolan el eslogan típicamente franquista: «Si no te gusta lo que hay, fuera», política de hechos consumados a la que quiere plegarse y plegarnos un órgano supuestamente liberal y español. ¿Ya se ha volvidado cómo y cuánto se usó, en el reciente pasado, esa divisa «el que no esté conforme, que se vaya» como para que hoy la acepten desde los ministrillos pujolistas que afirman que «los emigrantes no tienen cultura» hasta los neonacionalistas como Aranguren o Savater, defensores de oficio de las minorías que dan algún provecho?

«La desesperación y el exilio» es lo que intentan provocar los que pintan insultos -eso sí, en catalán normalizado- en nuestros lugares de trabajo o en las puertas de nuestros domicilios -en algún caso hasta tres noches consecutivas- Fascismo sin careta es el de las amenazas de muerte a quienes presiden centros adheridos al Manifiesto. Anécdota, no muy anecdótica, pero muy fascista, es la expulsión de uno de los fundadores del Frente de Liberación Homosexual de Cataluña, por cierto de los que hablan catalán, por haber firmado el Manifiesto. Y es que la reacción contra éste ha sido la mejor demostración de esa situación de intolerancia feroz hacia todo el que no asuma el dogma de la catalanización lingüística impuesta por el nacionalismo.

Que encima de estar pasando todo esto, se nos llame ahora en Madrid, aunque sea dictado desde Barcelona, fascistas 1 nosotros es algo que clama al cielo. ¿Y quiénes son esos golpistas? ¿Los socialistas y sindicalistas que son el grupo mayor del Manifiesto se han convertido de represaliados por el franquismo en sus restauradores? ¿Los obreros de la Seat son el ejército de ocupación neofranquista? ¿Tarradellas es el cerebro de la conspiración anticalana?

Fascismo, creíamos, es perseguir al que disiente, expulsarlo de un territorio; impedir que, incluso fuera de él, pueda contarlo. Exactamente lo que, por poner anécdotas frescas, consiguieron, para vergüenza del PSOE aragonés, Carlos Barra¡ y otros demócratas a la catalana, vetando a un representante del Manifiesto en el congreso Problemas del bilingüismo en España, celebrado el 9 y 10 de mayo en Zaragoza. ¡Pero no, somos nosotros, los que en algunos casos tendremos que irnos a empujones, después de muchos años en Cataluña, los fascistas!

Que todavía hay una parte de escolares de lengua catalana que no pueden recibir toda la enseñanza en su lengua materna es todavía, tristemente cierto; pero que ya hay miles de escolares de lengua castellana que, además de la enseñanza obligatoria del catalán que la Generalidad reconoce superior al 95 %,ya no pueden recibir toda la enseñanza en su propia lengua, sin que ni la Generalidad ni el Estado tengan intención de garantizar lo que la Constitución y el Estatuto dicen, es, repetimos, ya, un hecho flagrante y sangrante, que no tiene nada de anecdótico y todo de anticonstitucional. Que todavía no haya acabado de repararse una injusticia no es motivo, que pueda justificar el queya haya empezado otra.

Nosotros hemos pedido un censo lingüístico, un mapa língüístico escolar y la explicación de cómo la Generalidad va a garantizar efectivamente, y empezando por la escuela y la universidad, esa igualdad de derechos lingüísticos exigida por las leyes de nuestra democracia. Se nos ha respondido con insultos, amenazas y provocaciones. Ya los hemos oído. Ahora esperamos razones y explicaciones. Y si EL PAIS no es capaz de ofrecer en su editorial las segundas, debería evitar su participación con los primeros en la «caza del firmante», por más honorables que se titulen sus cazadores. Mientras no se demuestre lo contrario, y no se demuestra, los únicos demócratas somos los que exigimos el cumplimiento de la Constitución, y los únicos totalitarios o fachas son los que, por acción u omisión, impiden que se cumpla. En este mismo periódico, para mayor escarnio, están publicados textos en nuestra línea y con nuestro nombre hace no mucho tiempo. Ahí están y ahí está el Manifiesto para que el lector juzgue si ese editorial no es acaso el más desoladoramente injusto de los cinco años de EL PAIS. Eso, si es que todavía no han convencido al lector de que criticar la política ultranacionalista de un departamento de la Generalidad es desestabilizar la democracia española, y no, como pensamos nosotros, defenderla.

Federico Jiménez Losantos, Carlos Sahagún, Santiago Trancón y José Luis Reinoso

15 Julio 1981

Castellano y catalán

Carlos Barral

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Probablemente como muchos de los lectores habituales de su periódico en Cataluña, he apreciado el gesto de cortesía de EL PAIS al publicarjuntamente con el artículo En torno al manifiesto sobre el uso del catalán, de los señores F. Jiménez Losantos, Carlos Sahagún, J. Luis Reinoso y Santiago Trancón, el texto del propio manifiesto del 25 de enero de 1981, suscrito por intelectuales y metalúrgicos residentes en Cataluña, aun a riesgo de reavivar una polémica lamentable desde el punto de vista de las perspectivas de convivencia de catalanes de distintas hablas maternas, de catalanes y no catalanes, y, sobre todo lamentable, desde el punto de vista del más elemental respeto a la historia, al lenguaje y a dos lenguas milenarias. En su día, a raíz de la difusión del manifiesto en casi todos los periódicos nacionales -a excepción de EL PAIS, como tan rencorosamente recalcan los autores deEn torno al…- hice públicos mis puntos de vista sobre ese papel que me parece tan irritante como despreciable en Diario 16 y en La Vanguardia,bajo el título Diglosia, bilingüismo y discriminación lingüística. No creo necesario repetirlos en esta carta: precisar que el distingo entre histórico y jurídico respecto a la afirmación del estatuto de que el catalán es la lengua propia de Cataluña es sencillamente estúpido, porque es evidente que el catalán es la lengua natural de Cataluña por causa de su implantación milenaria y de su uso continuado y general por parte de los habitantes del mismo territorio a lo largo de siglos, once por lo menos, de los que solamente los cinco últimos comportan un régimen de coexistencia con la lengua castella na, hablada por sucesivas castas detentadoras del poder económico o político e intermitentemente por olas.de funcionarios de nación extraña, en situación de, tránsito. Tampoco repetiré que. el bilingüis mo en Cataluña -como en otras situaciones de colonialismo lingüístico- se caracteriza por el hecho de que son efectivamente bilingües casi todos los hablantes de la len gua natural y propia del país y no lo es, en cambio, la mayoría de los hablantes de la lengua importada y, en gran medida, impuesta. Tam poco repetiré que tan majadero re sulta negar al catalán su condición de lengua natural y primera de los catalanes -que, evidentemente, debe ser lengua oficial de la Administración pública en Cataluña y vehículo primordial de toda suerte y grados de enseñanza- como considerar amenazada la grandeja de una de las cuatro o cinco lenguas universales de la modernidad, el castellano, a la que, con cursilería insoportable, los firmantes del Manifiesto tildan de lengua de Cervantes, por la competencia del catalán, una competencia anclada en la baja romanidad y mantenida por la distancia, en el territorio tra dicional de Cataluña. Los autores del Manifiesto podían haberse referido con toda clase de detalle a los agravios e incomodidades que, a una generación de emigrantes ya adultos y a unos cuantos profesió nales de las humanidades particu larmente reacios a la asimilación de otra lengua romance, puede causar el proceso de restitución y de normalización del catalán, tras la etapa de persecución fascista, sin necesidad de meterse en el terreno del disparate en lo relativo a la dignidad y a la implantación de las lenguas. Negar la prioridad del catalán en Cataluña es majadería e quivalente a negar a la comunidad catalana el título de nación por temor a los excesos de la reivindicación política. Si no es nación una comunidad políticamente independiente y culturalmente singular desde el siglo VIII, con pasado expansionista y coloníal, lengua propia afianzada en una literatura de .resonancia universal, derecho privado diferente y voluntad ininterrumpida de sobrevivir como nación, que nos cuenten qué entendían por tal los reinventores de ese concepto en el romanticismo revolucionario y republicano.En el artículo publicado en EL PAIS, el 5 de julio, y firmado por el señor Jiménez Losantos y sus amigos, se me alude personalmente, motejándome de «demócrata a la catalana», lo que no se sabe qué querrá decir, aparte de ser chiste poco gracioso. Mi historia personal, ampliamente atestiguada, me acredita como demócrata, si es que el señor Jiménez y sus amigos entienden por tal la profesión constante de antifascismo y antifranquismo. Mi catalanidad, incluso étnica, está acreditada por la onomástica y los siglos. Dicen los autores del articulo, que yo veté a un representante delManifiesto en un congreso sobre problemas del bilingüismo al que había sido invitado y al que no asistí, y que tuvo lugar en Zaragoza; me atribuyen una extraña influencia, que por supuesto no tengo, sobre el PSOE aragonés y poderes, de los que desde luego carezco, en Zaragoza y en todas partes, para vetar la presencia de personas que no me gustan. A lo sumo diría a quien me invitó que no deseaba discutir en público con alguno de los firmantes porque no me resultaba persona grata y porque el planteamiento del asunto me parecía totalmente inaceptable si había de ser como en el tan mentado Manifiesto. También, para decirlo todo, el profesor Amando de Miguel me citó, parece, a propósito del mismo asunto, en un programa emitido por Televisión Española que no tuve el gusto de ver, nombrándome con un impertinente diminutivo de mi nombre de pila, lo que podría hacer creer que ese profesor y yo estamos unidos por una vieja amistad, cuando la verdad es que nunca hemos compartido los mismos manteles. No estoy dispuesto a discutir en público o en privado con el profesor De Miguel sobre socio lingüística.

Para terminar, diré, que, con ocasión del atentado terrorista en el que resultó levemente herido Jiménez Losantos, declaré en Diario 16 mi solidaridad con el agredido por el hecho de haberlo sido, pero salvando mi discrepancia, con lo que me considero cumplido en el futuro, si hubiera lugar, que es de de sear que no, para nuevas obligaciones de cortesía. También quiero decir que mi condición de catalán que escribe en castellano y de editor en castellano en Cataluña me dan derecho a desmentir las repetidas boberías que en el Manifiesto y en el artículo se dicen acerca de las dificultades de expresión por escrito en lengua castellana en Cataluña y de discriminación de los castellano-escribientes. De una vez para siempre quiero decir que el Manifiesto y susestrambotes me parecen una provocación política desde el punto de vista de la protesta por la restitución de los derechos lingüísticos y de la docencia en catalán y una payasada desde el, punto de vista de su fundamentación antropocultural, que no parece tener más objeto que el deseo de insistente manifestación pública de unos profesionales de la pluma que no tienen muchas cosas que decir y no han reflexionado lo bastante sobre la única que parece preocuparles.

Carlos Barral

22 Mayo 1981

Jiménez Losantos (O yo que tú no lo haría, forastero)

DIARIO16 (Director: Pedro J. Ramírez)

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Seguramente yo, y otros como yo, nos quemaremos en estos primeros lances reivindicativos, pero a la larga, como el hecho vivo de Cataluña ha subsistido, el hecho de la cultura en castellano en Catlauña, subsistirá. Porque tenemos derecho y, sobre todo, porque tenemos razón”.

Con estas palabras acababa Federico Jiménez Losantos su libro “Lo que queda de España” en la primavra del 79, un título que removió las quietas aguas culturas del posfranquismo poniendo sobre el tapete el cruel tema del a discriminación de els altres catalans y de sus culturas en Cataluña.

Desde la aparición de ‘Lo que queda de España’ hasta el secuestro y atentado terrorista del que fue víctima Jiménez Losantos, anteayer, en un descampado de Esplugas, no han pasado dos años. Entremedias, el 12 de marzo, ‘un periódico de Madrid’ – así llaman en Barcelona a DIARIO16 – publicaba un Manifiesto por la igualdad de derechos lingüísticos en Cataluña, rubricado por 2.300 firmas encabezadas por las de Amando de Miguel, catedrático, Carlos Sahagún, Premio Nacional de Poesía 1980 y Federico Jiménez Losantos.

La respuesta que recibió el manifiesto fue la intolerancia de los políticos catalanes – desde la ceguera despreciativa de Heribert Barrera hasta la miopía pueblerina de la Generalitat. Desgraciadamente son gestos como el del presidente del Parlamento catalán y el de determinados colegas de la prensa, de Barcelona y de fuera de Barcelona, los que alientan el fanatismo de seres incapacitados para vivir en democracia como los integrantes del comando ‘Terra Llirue’ que al disparar sobre Jiménez Losantos, un intelectual progresista de la nueva España, han golpeado sobre las sangrantes entrañas de nuestra convivencia.

Este atentado, que recuerda en su ejecución y difusión a los que han llevado la marca de ETA (p-m) no es sino un atentado contra las culturas de los pueblos de España, porque al poner el esparadrapo sobre los labios de cualquiera de ellas se están amordazando los derechos de todas con las mameras aprendidas en las mejores aulas del franquismo, cuando no del nazismo.

Hace algunos años se decía que nadie era forastero en Barcelona, que nadie era forastero en Cataluña. Hoy, no. Hoy ya se ha iniciado el éxodo de aquellos que pisaron un día aquella tierra como prometida. Tienen que marcharse como extranjeros.

Y yo que tú no lo diría muy alto, forasteros.

24 Mayo 1981

Canibalismo cultural

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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El deleznable atentado contra el escritor Federico Jiménez Losantos, secuestrado y herido de un disparo en una pierna, vuelve a poner de relieve la necesidad de erradicar la violencia de la vida política y cultural española. Jiménez Losantos había sido uno de los promotores y primeros firmantes del llamado manifiesto de los dos mil trescientos,que criticaba supuestas discriminaciones en Cataluña contra la lengua castellana. Ya hicimos público nuestro desacuerdo con dicho manifiesto, lanzado de manera demagógica y oportunista por la Prensa amarilla, al aire, sin duda, de problemas y preocupaciones reales, sabia y mezquinamente utilizados. Siendo esta nuestra opinión sobre el manifiesto, vamos a callar frente a los tontos que ahora quieren acusar a EL PAIS, a la Prensa barcelonesa o al presidente del Parlamento catalán de haber agitado una campaña de desprestigio sobre los firmantes, que ha terminado en el canallesco tiro contra Jiménez Losantos. La acusación es tan infame y tan estúpida que parece pergeñada por verdaderos aprendices del terrorismo verbal.Las amenazas contra los firmantes del documento y la huida apresurada de algunos de ellos de Cataluña a otros parajes ponen de relieve al mismo tiempo la brutalidad de esos bandidos que atentan contra la libertad y la integridad física de las personas y la reacción de algunos de los amenazados. Es posible, aunque improbable, que los terroristas de Terra Lliure sean algo más que un grupo de pistoleros fanáticos y mercenarios dedicados, como tantos otros, a la explotación violenta de las confrontaciones y discusiones ideológicas de la sociedad. Pero es inadmisible que la respuesta a un disparo tan demagógico y cobarde como el que ha herido a Losantos sea una fuga. La realidad de fondo de la polémica -el estado del catalán y del castellano en Cataluña- no ha de variar mediante argumentos tan razonables como el tiro en las piernas. Pero, por lo mismo, los agredidos no deben caer en la tentación, bien urdida, de caer en las mañas del agresor.

Es preocupante que unos intelectuales firmantes de un manifiesto supongan que la razón de su discurso depende de la capacidad de agresividad de un puñado de bandiditos. La agresión terrorista necesita de la intelectualidad española una contestación coherente y nada histérica. De otra manera, ¿qué fuerza habremos de tener cuando protestemos por los histerismos golpistas, desatados tras el largo rosario de víctimas mortales ocasionadas por el terrorismo en este país? El futuro de la lengua catalana no está en el punto de mira de las pistolas, ni la dignidad y libertad de los castellanohablantes en Cataluña puede torcerse ante la amenaza de la violencia. El repugnante atentado contra Jiménez Losantos debería servir para estrechar filas, entre los discrepantes, sobre lo fundamental: la identidad en las vías del diálogo pacífico y de la democracia como sistema de resolver las diferencias. Todo lo demás es canibalismo, y pone a quienes lo practican a la altura de los propios delincuentes. Conocedores como somos de la dignidad intelectual del profesor agredido, estamos seguros de que él rechaza, como nosotros, el orquestado y pueril concierto de oportunismos edificado en tomo a su propia herida.

El Análisis

HA NACIDO UNA ESTRELLA

JF Lamata

El profesor D. Federico Jiménez Losantos no era un desconocido en determinados círculos intelectuales de Catalunya. Había publicado una revista en esa región y había escrito comentados artículos en el diario EL PAÍS, pero lejos de esa esfera poco más, su firma era sólo una más, como la de D. Amando de Miguel, en un manifiesto en el que pocos les identificarían. Estaba considerada alguien de izquierdas que había pasado de simpatizar con el comunismo a simpatizar con el socialismo no nacionalista (había hecho campaña electoral por el PSA), pero poco más. El atentado le dio una visibilidad que haría que en poco tiempo se convirtiera en uno de los ‘influyentes’ de la prensa madrileña.

Fue D. Pedro J. Ramírez el que lo ofrecería trasladarse a Madrid para ser jefe de Opinión de DIARIO16, aunque más tarde se distanciaría de este y se pasaría a las huestes de D. Luis María Anson en ABC, el caso es que pronto el Sr. Jiménez Losantos aprendería las normas mediáticas para ejercer influencia política hasta el punto de ser un prestigoso ‘asesor’ y tertuliano radiofónico al que un político podía interesar ser amigo. Se había iniciado una carrera de estrella mediática. No obstante, lo curioso es que a pesar del atentado o de ser columnista diario el nombre ‘Federico Jiménez Losantos’ seguiría siendo bastante desconocido para el pueblo llano hasta su salto a las mañanas de la COPE dos décadas después.

J. F. Lamata