17 febrero 1978

Ganó en la votación de los diputados vascos tras siete empates con su rival gracias al apoyo de uCD

Se constituye la preautonomía vasca: Su primer presidente será Ramón Rubial Cavia (PSOE) derrotando a Juan Ajuriaguerra (PNV)

Hechos

El 17.02.1978 fue elegido, en octava votación, D. Ramón Rubial como primer presidente del Consejo General Vasco con el apoyo de los diputados del PSOE y de UCD.

Lecturas

Loas diputados elegidos por las provincias vascas eligieron el 17 de febrero de 1978 a D. Ramón Rubial Cavia, presidente del PSOE, nuevo presidente del Consejo General Vasco, órgano preautonómico de Euskadi después de siete empates con el candidato del PNV para el mismo cargo, D. Juan Ajuriaguerra Ochandiano. En la octava votación uno de los diputados de UCD que hasta ese momento había respaldado al Sr. Ajuriaguerra, aceptó abstenerse facilitando la elección del Sr. Rubial Cavia.

RESULTADO DE LA OCTAVA VOTACIÓN A LA PRESIDENCIA DEL CONSEJO GENERAL VASCO:

El Consejo General Vasco será el encargado de regular el proceso de creación de la autonomía de Euskadi, para lo cual los diputados de las Cortes Constituyentes de las provincias de Bilbao, Vizcaya y Guipúzcoa debían votar a uno de ellos para que fuera el presidente del Consejo General Vasco. Se presentaron dos candidatos, el Sr. Ajuriaguerra, del PNV y el Sr. Rubial, por el PSOE.

ramonrubial D. Ramón Rubial (Partido Socialista Obrero Español) – Siete votos

JuanAjuriaguerra D. Juan Ajuriaguerra Ochandiano (Partido Nacionalista Vasco) – Seis votos

Se produjeron siete empates seguidos porque de los tres representantes de UCD, los Sres. Viana y Morales apoyaban al candidato del PSOE, mientra que el Sr. Echevarría Gangoiti votabal al Sr. Ajuriaguerra, lo que en la práctica dejaba la situación en un empate de siete votos contra siete. En la octava votación el Sr. Echevarría quiso abstenerse causando la elección del Sr. Rubial.

04 Enero 1978

La paz, a las puertas de Euskadi

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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LA APROBACIÓN por la Comisión de Urgencia Legislativa de las Cortes de los decretos correspondientes pone formalmente en vigor el régimen preautonómico del País Vasco. Como indicamos en un comentario editorial anterior, sólo el aferramiento a posiciones partidistas de UCD podía explicar la demora del Gobierno en aplicar los acuerdos establecidos, a lo largo de noviembre, entre el ministro de las Regiones y los parlamentarios guipuzcoanos, vizcaínos y alaveses. La circunstancia de que el Consejo General del País Vasco nunca podría estar controlado por el partido del Gobierno (cuyos parlamentarios son minoritarios en Euskadi) y la postura del lendakari Leizaola, al negarse a desempeñar el mismo papel que le correspondió en la preautonomía catalana al señor Tarradellas, llevaron al Gabinete del señor Suárez a la actitud de postergar la sanción legal de unas instituciones de autogobierno ya pactadas. La fórmula mediante la cual Navarra podrá hacer efectiva en un inmediato futuro la posibilidad de ingresar en la Confederación Vasca ha sido encontrada tan pronto como el Gobierno se ha puesto a buscarla.Ha triunfado el buen sentido y se debe felicitar a quienes han sabido rectificar a tiempo. Pero resulta lamentable que la preautonomía se haya decretado ante la presión del anuncio de masivas movilizaciones para el 4 de enero. Al igual que sucedió en el pasado mes de mayo con los extrañamientos, parece que sólo el temor a graves alteraciones del orden público ha movido al Gobierno a tomar una decisión que pudo adoptar por simple prudencia o convicción política con suficiente antelación.

En cualquier caso, este es un paso en la normalización de las provincias vascas. El propio Leizaola ha señalado que la preautonomía abre el camino por el que se puede construir la paz del País Vasco. Y lo que es todavía más importante, un sector de la izquierda, abertzale formada por grupos desgajados de ETA y vinculados emocionalmente a su antigua organización, ha abandonado su intransigencia sectaria (basada en el lema «cuanto peor, mejor») y ha reconocido las virtualidades positivas del Consejo General del País Vasco.

El programa de pacificación exige ahora seguir adelante: la legalización de los partidos que, aunque defienden tesis independistas a largo plazo, aceptan las instituciones de autogobierno y quieren hacer política utilizando los cauces legales establecidos. La prueba última para calibrar la consistencia de un sistema democrático es su capacidad para no ahogar la voz de las minorías y permitir la libre expresión y organización de cualquier ideología, por descabellada que sea su orientación y sus proyectos -proyectos y orientación que a nosotros nos parecen descabellados y absurdos en el caso que comentamos-. Sólo la utilización de la violencia puede -y debe- justificar la persecución legal de un grupo político.

Por lo demás, no se puede descartar que la acción terrorista continúe segando la vida de hombres inocentes y sembrando el temor entre la población vasca. Los recientes robos de explosivos, los últimos crímenes contra las personas y los atentados contra instalaciones militares e industriales dejan pocas dudas al respecto. Es incluso probable que el establecimiento del régimen preautonómico vasco sea, precisamente, lo que empuje a ETA militar a montar alguna provocación con el propósito de frenar el proceso autonómico, desestabilizar la situación en Euskadi y hacer posible la involución en el resto de España. Porque esos activistas, convertidos definitivamente en vulgares asesinos, temen, más que los cercos policíacos, el cerco político que se va estrechando progresivamente en torno suyo. La pacificación del País Vasco y la consolidación del régimen provisional de autogobierno harán posible en el futuro un estatuto de autonomía para Euskadi, en cuyo articulado, necesariamente, ocupará un lugar la atribución a los mikeletes de responsabilidades para el mantenimiento del orden público. Cuando la gran mayoría del pueblo vasco comprenda que la única forma válida y eficaz de defender sus opciones es votar en las urnas a sus alcaldes y diputados y gobernantes, ETA militar. desaparecerá del escenario de Euskadi: sus restos, si quedan, serán lo que ya son: una banda de pistoleros.

19 Febrero 1978

El País Vasco ante la autonomía

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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LA CONSTITUCION definitiva del Consejo General del País Vasco inaugura de hecho el proceso preautonómico más dificil, complejo y dramático de todos los que España tiene planteados. Ha costado largos meses de negociaciones y ha sido lento, plagado de dificultades que, según el Gobierno, se debían a la desunión de las fuerzas políticas que representan con total legitimidad al pueblo vasco desde las elecciones del pasado 15 de junio. Sin embargo, otro dato ha contribuido a dicha lentitud, y no es achacable a esta desunión: no ha habido en Euskadi un Tarradellas que facilitara la capacidad de maniobra que Adolfo Suárez y su equipo supieron aplicar al caso catalán. Y no pocas dilaciones y retrasos han venido de Madrid, argumentando o pretextando la cuestión navarra.Un dato relevante de este proceso -a diferencia del caso catalán- ha sido el absoluto protagonismo que han asumido los parlamentarios vascos para llevarlo a cabo, sin interferencias por parte del Gobierno vasco en el exilio: el lendakari Leizaola ha jugado así un papel encomiable y discreto, de respeto a la democracia y colaboración «desde fuera».

El problema navarro ha retrasado, como hemos dicho, este proceso, y lo retrasará todavía más en el futuro. La acción de la UCD de Pamplona resulta decisiva al respecto. La integración o no de los navarros en el País Vasco no podrá resolverse hasta que no exista un organismo foral auténtico y representativo que la solicite. Pero tanto si lo hace como si no, la única manera de zanjar la cuestión será acudir al veredicto popular. Sin embargo, las elecciones municipales siguen inscritas en el limbo sin calendario de los buenos deseos. El retraso en la renovación democrática de las instituciones locales afecta de esta manera muy especialmente al caso navarro, y, por tanto, a los proyectos autonómicos de todo el País Vasco.

Las repetidas votaciones -ocho- que han sido necesarias para que el socialista Ramón Rubial sea elegido presidente del Consejo General muestran, por otra parte, las dificultades de la situación. En Euskadi coexisten hoy dos grandes esferas polítitcas, según pongan o no el acento primordial en la peculiaridad nacional. A veces, la derecha (PNV) se muestra en esto verdaderamente más agresiva y recalcitrante que la izquierda. Y paradójicamente, parece haber sido decisiva una abstención de UCD para propiciar el triunfo socialista. El enfrentamiento PNV-PSOE se reproduce entre «nacionalistas» y «españolistas» a todos los niveles, hasta en el interior de los grupos y formaciones políticas más radicales y minoritarios. La escisión en el seno de Euskadiko Ezkerra, por la retirada del EMK (Movimiento Comunista de Euskadi), de tendencia «españolista» , tal vez, menos «nacionalista», es un ejemplo claro de esta dialéctica. Esta retirada se ha producido por el voto concedido al PNV por el senador de Euskadiko Ezkerra señor Bandrés, de la tendencia «nacionalista», dentro de esta coalición izquierdista. Hay lectores, por tinto, sobre todo nacionalistas, desde el PNV a los grupúsculos de izquierda, y otros que aun reclamando la autonomía con no menos fuerza defienden en realidad posturas unitarias, desde el PSOE y UCD -que se ve obligada a jugar ambiguamente- hasta los pequeños grupos de tendencia trotskista o maoista, salvando distancias e intensidades. Y como telón de fondo una ETA-militar empeñada en una tarea trágica y minoritaria, en trance de convertirse en una absurda y terrible máquina de producir muertes sin sentido.

La fuerza más importante del País Vasco, sin Navarra, es el PNV, por escasa diferencia. Pero si se incluye Navarra, esa diferencia se vuelve a favor del PSOE. Las perspectivas de la autonomía vasca son, pues, muy difíciles. Lo más urgente es conseguir la unidad, o al menos la coordinación entre todas las grandes fuerzas políticas para trabajar conjuntamente en la consecución de dicha autonomía. El Gobierno vasco en el exilio, ahora que ya existe el Consejo General, debe completar su comportamiento democrático con una pronta autodisolución. Y todos los esfuerzos,deben dirigirse a la más rápida clarificación en el sentido que sea, que eso debe decidirlo el pueblo- de la cuestión navarra. Por último, es preciso el definitivo aislamiento político y la condena explícita y fehaciente del terrorismo y la violencia. Sólo mediante estas acciones el pueblo vasco y sus representantes podrán negociar eficazmente con el Gobierno y en el seno de las Cortes el estatuto al que por historia, realidad actual y voluntad evidente de su población tienen legítimo derecho.