19 octubre 1984

El Gobierno del General Jaruzelski asegura que perseguirá a los responsables del crimen

Torturado y asesinado por policías comunistas el sacerdote polaco Jerzi Popieluszko, acusado de simpatizar con ‘Solidaridad’

Hechos

El 19.10.1984 fue asesinado en Polonia, Jerzy Popieluszko

Lecturas

Miles de personas han asistido este 3 de noviembre de 1984 a las exequias del sacerdote católico Jaroslav Popieluszko asesinado por un oficial del ejército y dos policías.

La muerte del sacerdote ha aumentado el dramatismo entre el régimen presidido por el general Wojciech Jaruzelski y un amplio espectro de la sociedad polaca, fiel al actolicismo.

Los asesinos del padre Popieluszko han sido detenidos, y el gobierno ha prometido someterlo a un juicio público.

El asesinato amenaza con quebrar el delicado equilibrio existente entre el estado comunista y la iglesia polaca dirigida por el cardenal Glemp.

Se sabe que el sacerdote asesinado estaba vinculado al sindicato Solidaridad y era amigo personal de su líder, Lech Walesa.

El jefe del Gobierno ha asumido personalmente la dirección de la policía, seriamente comprometida como institución en el asesinato.

Al parecer antes de ser muerto de un balazo en la cabeza el sacerdote fue sometido a torturas para que confesara sus actividades en el sindicato anticomunista.

30 Octubre 1984

Réquiem por un mártir

Antonio Izquierdo

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El padre Popieluszko, último mártir de la Iglesia Católica, ha sido asesinado por la Policía del Partido Comunista de Polonia. Sobre él la máquina política había trazado una doble acusación: la tenacidad y firmeza de su apostolado sin pactos, concesiones o componendas y su profundo amor a Polonia. Nada más: Lo suficiente. Muchos son los llamados y pocos los elegidos – dice el Evangelio – . La gloriosa figura de este joven sacerdote – sacerdote y patriota, sí patriota, no político – se oponía al rodillo agresor del Partido Comunista Universal porque el Partido Comunista, tal y como ha explicado reiteradamente el eminente profesor Vintila Horia, sólo existe uno: uno en omnipotencia, múltiple en presencia, diverso en ropajes y vestiduras.

Esa imagen plástica, terrible, como arrancada de un lienzo tenebroso, de unos policías asesinos acabando con una vida joven en plenitud, por sus circunstancias ha recordado a muchos españoles aquella lejana estampa de un joven político español arrancado de su domicilio por otros policías asesinos que obedecían al mismo eje conductor y abandonaban su cadáver, tras el tiro en la nunca, en las inmediaciones de un cemento de Madrid. A los hombres de nuestra generación, que no alcanzamos con la memoria al asesinato de don José Calvo Sotelo (julio de 1936), se nos ha echado encima la remembranza del levantamiento húngaro (octubre de 1956) con el que acabaron, por partes iguales, la operación pacificadora a cargo de los carros de combate de la URSS y del Pacto de Varsovia como interlocutores válidos, con los católicos y patriota húngaros – católicos y patriotas, sí, no políticos – y la pasividad democrática, pulcra y brillante del Occidente. No pasó nada: disculpas corteses, apretones de manos y más coexistencia pacífica.

Mindszenty se refugió en la Embajada USA. Fue durante mucho tiempo el símbolo de la Iglesia del Silencio, para ser después el testimonio de la contradicción de una Iglesia que se debate entre Cristo y Marx. Don José Calvo Sotelo quedó difuminado en el recuerdo para avivarse tristemente después en el retorno de su apellido consensuado con los herederos de sus asesinos. El cupo de sangre mártir no dio para más hasta la fecha. Ojalá que la vertida hasta la fecha. Ojalá que la vertida por este joven y glorioso sacerdote de 37 años sirva para perdonarnos tanta cobardía.

 

30 Enero 1985

Los asesinos del padre Popieluszko

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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La petición fiscal contra los cuatro oficiales de las fuerzas de orden público de diversa graduación -un coronel, un capitán y dos tenientes- acusados de haber asesinado al padre Popieluszko es el desenlace lógico del proceso que se viene desarrollando en la ciudad de Torun, con un nivel de información que, a pesar de ciertas limitaciones, ha permitido a la población polaca y a la, opinión pública internacional conocer las declaraciones que se han ido sucediendo. El interés suscitado por el proceso se explica, en primer lugar, por la personalidad de la víctima: uno de los sacerdotes que defendía al sindicato prohibido Solidaridad con más ardor y valentía, y que se había convertido en un símbolo de esa causa. Fue secuestrado el 19 de octubre, extendiéndose una ola de inquietud y angustia por todo el país. A los 11 días fue hallado su cuerpo sin vida. El Gobierno Jaruzelski se apresuró a prometer medidas rápidas y efectivas para descubrir y condenar a los asesinos. En realidad, la investigación duró 52 días; el juicio empezó el 27 de diciembre y está a punto de concluir.Los fiscales han pedido pena de muerte para el capitán Piotrowski, el acusado que llevó a cabo la materialidad del asesinato, y, penas de 25 años para los dos tenientes asesinos y para el coronel Pietruszka, culpable de instigación y asistencia al asesinato. Sin la ayuda de este coronel, dijo uno de los fiscales, «el crimen hubiese sido imposible». Es indiscutible que el asesinato del padre Popieluszko, torturado antes de morir, es uno de los crímenes más repelentes que cabe imaginar. Que se haya requerido la pena más alta del código polaco contra el principal asesino es lógico. Sin embargo, la pena de muerte, en todos los casos, incluso en éste, es algo intolerable para la conciencia contemporánea. Una de las conquistas de la democracia española ha sido precisamente la supresión de la pena de muerte. Es significativo que entre las demandas de Solidaridad para la democratización de Polonia figure la supresión de la pena de muerte; un motivo más para pensar que tal pena, si bien el fiscal la ha pedido, no será aplicada.

Los discursos pronunciados por los fiscales ante el tribunal tienen aspectos no sólo jurídicos, sino políticos. Han reconocido incluso que el asesinato fue una provocación dirigida contra el Gobierno Jaruzelski. En realidad, éste tuvo que tomar una decisión política seria cuando se descubrió que los asesinos pertenecían a los servicios de policía. Si hubiese consentido cierta protección de los asesinos por parte del aparato policiaco, hubiese quedado prisionero del sector duro que, en el partido, y en el sistema estatal, quiere volver a una política de represión implacable contra los hombres ligados a Solidaridad. Ello hubiese sido el fin de su política. Jaruzelski se esfuerza por seguir una política en medio de la corriente, a partir de un equilibrio, sumamente difícil, entre un poder sostenido sobre todo en el Ejército y la sociedad civil. Con el proceso que está a punto de concluir, Jaruzelski se coloca en unas condiciones favorables para el diálogo con la Iglesia, incluso con sectores de la oposición. Sin embargo, otra faceta de la acusación fiscal y recientes campañas de Prensa muy duras contra la Iglesia denotan el temor, del Gobierno a que las condenas de los policías asesinos estimulen las actitudes críticas en el seno de la Iglesia. Sin duda, además de las condenas en el juicio, algunas destituciones han tenido lugar entre altos cargos de la policía. Pero todo indica que el general Jaruzelski, a pesar de que necesita mantener cierto margen de tolerancia con respecto a la oposición para que su política sea viable, se encuentra con grandes dificultades para anular a los sectores incrustados en el Estado que quieren volver a las medidas de represión típicas de épocas anteriores.

En todo caso, el juicio de Torun pone en evidencia hasta qué punto, tras la experiencia de Solidaridad, Polonia se ha convertido en un caso completamente atípico dentro del llamado socialismo real. A pesar del golpe militar del 13 de diciembre, el peso de la sociedad civil es considerable. Con casi todos los dirigentes de Solidaridad y del KOR en libertad, con cientos de publicaciones clandestinas, pero que se distribuyen públicamente, el Gobierno está obligado a tener en cuenta la presión de un pueblo que conserva, por encima de todo, una conciencia política despierta y una voluntad de libertad indoblegable.