20 abril 1993

Mueren calcizanadas 76 personas incluida el propio David Koresh

Waco el asedio del ejército de Estados Unidos contra un rancho controlado por la secta de David Koresh acaba en masacre

Hechos

El 20.04.1993 se conoció en todo el mundo el desenlace de un asedio del rancho de Waco.

Lecturas

EL RESPONSABLE DE MATANZA DE WACO: EL JEFE DE LOS DAVINIANOS

 David Koresh lideraba una secta que construyó un fortín en el rancho de Waco, en el que vivían las familias de todos sus seguidores, incluidos niños, con armas. Ante la negativa a entregar sus armas, el ejército de Estados Unidos por orden del gobierno de Bill Clinton realizó un asedio para intentar desalojarlos por la fuerza: el resultado fue el incendio del rancho, la muerte de cuatro agentes oficiales y de todos los miembros de la secta, incluido Koresh.

21 Abril 1993

El fin del 'Mesías'

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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LA AUTOINMOLACIÓN de David, Koresh, líder de la secta de los davidianos, y de la mayoría de sus fieles -86- en la llanura tejana próxima al pueblo de Waco trae inmediatamente a la memoria la tragedia similar ocurrida con Jim Jones y sus seguidores en el Templo del Pueblo en Guyana en 1978. El suicidio o muerte colectiva en estas sectas es una forma aparatosa y terrible de rechazo del escrutinio exterior e ilustra claramente la naturaleza paranoica de estas formas de fanatismo religioso.Este tipo de fundamentalismo se basa en un sistema de lavado de cerebro permanente y se sustenta en unas primitivas colectividades cerradas al exterior y reminiscentes de la simplicidad de las primeras Iglesias. Para los líderes y los integrantes no existe salvación fuera de ellas y no es posible la evolución hacia fórmulas civilizadas de convivencia con el resto de la sociedad. En ocasiones, además, el líder, casi siempre un visionario desequilibrado, refuerza su control y no desaprovecha la oportunidad de explotar su dominio sobre su grey: la somete a las más inmorales prácticas para demostrar su control.

Es así que cualquier amenaza extraña conduce a la locura de la necesidad del sacrificio colectivo que impida el contagio. Sería injusto culpar al Ejército o a la policía de las muertes: nadie amenazaba a los que estaban encerrados en la fortaleza de los davidianos con más castigo que la exposición pública de sus miserias y desequilibrios. Otra cuestión distinta es la oportunidad o habilidad para resolver un conflicto que se arrastraba desde hace 51 días. El holocausto no tiene más que un responsable: David Koresh, la imagen de la sublimación de la mitomanía de un extraño Cristo reencarnado y rodeado de un arsenal. Él tenía la intención de inmolar a sus gentes. Nadie más.

21 Abril 1993

Fanatismo religioso e imprudencia policial

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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ES aterrador comprobar cómo a finales del siglo XX un fanático pseudorreligioso es capaz de arrastrar a la muerte a sus seguidores, por unos motivos que ninguna mente equilibrada es capaz de comprender. Y resulta sorprendente cómo las autoridades del país más avanzado del mundo, de la única superpotencia universal, pueden ser presa de la impotencia durante dos meses mientras un grupo de iluminados se atrinchera en un rancho, para terminar decidiendo un ataque a las posiciones en las que permanecían hombres, mujeres y niños sin prever las terribles consecuencias que la acción podía desencadenar. La inmolación de la secta de los davidianos ha tenido un balance de 87 muertos. Pero no estamos ante el fruto de la fatalidad. Se trata, más bien, de un holocausto anunciado. El líder del grupo, David Koresh, un enloquecido «mesías» que se creía la reencarna, ión de Jesucristo -curiosamente tenía 33 años y era hijo de un carpintero- había realizado declaraciones contradictorias sobre la posibilidad de un suicidio masivo. Pero una de sus intenciones, según había advertido, era «dar la batalla final» si las autoridades decidían atacarle. Lo ocurrido el lunes, por tanto, entraba en el abanico de posibilidades con que contaba el FBI. ¿Qué se hizo para evitarlo? Bien poco, vistos los resultados. Ya se han oído voces que han criticado la impaciencia y la imprudencia policial. Además, no se comprende la ausencia de los bomberos de un escenario en el que -bien por las amenazas, bien por las características del recinto, donde se almacenaba importante armamento, bien por la naturaleza de la intervención de las fuerzas del orden- cabía esperar que iba a ser necesaria su intervención. Las autoridades norteamericanas expresaron inmediatamente el pesar por el elevado número de muertos que se produjo en Waco, en el Monte Carmelo, y la fiscal general, Janet Reno, se apresuró a asumir toda la responsabilidad de la intervención policial con un gesto político digno que, además, servía para exculpar al presidente Clinton. Pero hay que analizar que las consecuencias de lo ocurrido en el rancho tejano -con ser muy graves de por sí- no se limitan al balance final de víctimas. ¿Por qué después de esperar, negociar y fracasar en una guerra psicológica absurda que duró 51 días se decidió el ataque, y en unas condiciones tan discutibles? Pero además, ¿se han calibrado las consecuencias que puede tener este gesto de los davidianos, un sacrificio «divino», en otros iluminados que pueden verse estimulados por una tragedia no evitada que ha acaparado la atención del mundo entero? Es muy fácil tomar ahora lo ocurrido como un hecho luctuoso pero aislado. No es tal. Un David Koresh puede resucitar en cualquier sitio. Y no sólo bajo el manto de un secta. También algunas grandes religiones han tenido -y tienen- tendencias totalizadoras y fanáticas que buscan la eliminación del contrario o el sacrificio de los fieles a cambio de nada, sólo como forma de propaganda. Por eso la respuesta a sus provocaciones no puede ser tan poco pensada como la que se ha dado en Waco.