6 febrero 1997

El nombramiento supone un incomplimiento de la promesa electoral del PP de nombrar a un independiente para dirigir la televisión pública

El Gobierno Aznar nombra al diputado López Amor nuevo Director General de RTVE tras la repentina dimisión de Mónica Ridruejo

Hechos

El 6.02.1997 D. Fernando López Amor fue nombrado Director General de RTVE reemplazando a la dimitida Dña. Mónica Ridruejo.

Lecturas

El presidente del Gobierno había prometido en campaña electoral que pondría al frente de Radio Televisión Española (RTVE) a una figura independiente. La persona que seleccionó fue Dña. Mónica Ridruejo, que tomó posesión como Directora General de RTVE en julio de 1996. Ahora, la repentina dimisión de la Sr. Ridruejo tras apenas seis meses en el cargo por diferencias con el secretario de Estado de Comunicación, D. Miguel Ángel Rodríguez Bajón (la persona que le designó), el Gobierno ha optado por una rectificación y por reemplazar a la Sra. Ridruejo por un diputado del Partido Popular, D. Fernando López Amor, de esta manera el PP acepta incumplir de manera clara una de sus promesas electorales para lograr estabilidad y control en RTVE.

El mandato del Sr. López Amor, caracterizado por su participación en ‘la guerra digital’ – el enfrentamiento entre la plataforma Vía Digital, participada por RTVE, con Canal Satélite Digital del Grupo PRISA – durará poco más de un año dado que el Sr. López Amor será reemplazado de su cargo en noviembre de 1998.

LA CADENA SER PIDE LA DIMISIÓN DE LÓPEZ AMOR LA MISMA SEMANA DE SU TOMA DE POSESIÓN

Gabilondo_SER_otro2 Apenas una semana después de su nombramiento como Director General de RTVE, el programa ‘Hoy por Hoy’ de la Cadena SER que conduce D. Iñaki Gabilondo, buque insignia del Grupo PRISA y programa con mayor audiencia de la radio española, pidió la dimisión de D. Fernando López Amor. En su programa del 20.02.1997 el Sr. Gabilondo y todos sus tertulianos coincidieron en esa petición de dimisión argumentando que el Sr. López Amor tenía un pasado que le inhabilitada por su cargo: en 1992 fue suspendido por unos meses de la función pública por sentencia judicial por haber aprovechado su cargo en 1989 – cuando era concejal del CDS – para acceder a información personal de un rival político (D. Javier Soto, también del CDS, pero que intentó pasarse al PSOE con su acta) al que el Sr. López Amor logró hacer dimitir como concejal impidiendo su pase al PSOE. D. Iñaki Gabilondo remarcó que «Cosas como ésta serían impensables en la época de Castedo». No en balde el Sr. Gabilondo trabajaba en RTVE en la época en la que el Sr. Castedo era su director general.

19 Enero 1997

La televisión del PP

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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PUESTO QUE nadie cree, a estas alturas, que la televisión pública sea estatal, neutral o pública, a cada Gobierno se le transparenta su carácter a través de TVE. Esta consideración cínica y real debería traducirse a menos en un cuidado extremo a la hora de definir Ia programación. Pero nada semejante al esmero y al intento de superación parece guiar a los responsables actuales del PP. Si el PSOE dejó unas emisoras tan desvencijadas en las cuentas como deterioradas en su calidad, los populares han iniciado una senda que parece encaminarse, sin vacilación, al cuarto trastero.La nueva programación no sólo ha resucitado modos y rostros de hace dos décadas -que en algún caso han cosechado recientemente fracasos clamorosos en la televisión privada-, sino que ha optado por la reposición como emblema de su época. Mientras la directora general no cesa de precipitarse en anuncios sobre la comunicación del futuro y la plataforma digital, los dedos sobre los informativos se vuelven huéspedes. Nunca, ni en los tiempos de mayor descalificación política del PSOE, los telediarios fueron tan meticulosamente partidistas ni tan flagrante la marginación de profesionales no afines.

El PP ha entrado en TVE con la ansiedad de procurarse un hartazgo de poder y sin atender al mínimo pudor que exigiría la actuación en público. A partir de esta disposición, cualquier arrebato tiende a justificarse por sí mismo. Pocas veces una entrevista rutinaria a un presidente de Gobierno contó en TVE con tanto desembolso en aparato propagandístico. Finalmente, la entrevista con Aznar obtuvo una audiencia inferior a la cosechada días antes por Anguita sin ese redoble de pregoneros. Más que convocar a la audiencia, parece que los tambores la ahuyentaron.

Desorientada por la competencia de las cadenas privadas, mal gestionada, sin criterios propios ni misión definida, la televisión pública ha venido a parar en las peores manos en el peor momento. Sólo cabe esperar que los bandazos a los que nos tiene habituados el PP en otros campos no empeoren aún más -cosa harto difícil- el actual estado de TVE, y que, a fuerza de errores, enderecen este catódico globo sonda. Por el momento, sin embargo, y con una temporada de programación a la vista, lo conservado en pantalla más lo que se ha incorporado componen un retrato de baja estima y pésimo gusto. Si éste es el retrato del PP, mal favor se está haciendo a sí mismo este Gobierno. Y de paso, claro está, a todos los telespectadores.

Ahora que la satisfacción del público con la oferta televisiva en general -canales privados incluidos está en uno de sus puntos más bajos, la televisión pública debería encontrar la manera de enaltecer los con tenidos. No parece, sin embargo, según la deriva que han tomado las cosas, que ésta sea la intención que anima a Mónica Ridruejo y su equipo, inspirados antes por Miguel Ángel Rodríguez y ahora por el vicepresidente Álvarez Cascos, convertido en el nuevo estratega de la cosa. Al telespectador se le tiene por zafio o por vetusto, por ignorante o por correligionario. Pronto ha de verificarse el tamaño de su reacción. Son ya muchos años de ilustración televisiva como para considerar inocente y acrítica a la audiencia. En la televisión, tanto como en la gestión económica o política, los abusos se pagan y, con mayor facilidad aún, la comunicación se apaga.

28 Diciembre 1996

El futuro de Riduejo

Fernando Jáuregui y Pilar Cernuda

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Ya se rumoreaba que a la directora general de RTVE, Mónica Ridruejo, le quedaba poco tiempo de vida al frente del ente público, pero ahora los rumores son más fuertes que nunca, desde que ha estallado en mil pedazos la plataforma de televisión digital auspiciada por el gobierno.

Ridruejo no ha resultado tan dócil como barruntaba Miguel Ángel Rodríguez (MAR) que fue quien la apadrinó y propugnó para el alto cargo y además la chica salió díscola, no ha dado su brazo a torcer en algunas cuestiones en las que MAR tenía mucho empeño. Por eso se rumoreaba que no iba a durar mucho tiempo en su despacho de Prado del Rey. Pero es que ahora, desde sectores muy concretos del PP y del Gobierno se la quiere hacer responsable de no haberse enterado de las negociaciones que llevaban de tapadillo Polanco y Asensio, que han dejado hecha un desastre a la plataforma digital ya constituida ya la que tantas horas dedicó el Secretario de Estado de comunicación. Se hace además correr la especie de que la responsable indirecta de lo ocurrido es Ridruejo porque aplazó la reunión del Consejo de Administración de RTVE que debía celebrarse el día 20 de diciembre, y en la que se debería ratificar el acuerdo de finales de noviembre. Como si Asensio fuera a hacer caso a esa ratificación… Las negociaciones se esteban llevando a cabo desde hacía semanas, por lo que se sabe ahora.

Pilar Cernuda y Fernando Jáuregui

 

07 Febrero 1997

El día que Mónica dijo no

A. G.

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La dimisión irrevocable de Mónica Ridruejo lleva dos semanas encima de la mesa de José María Aznar. Le llegó por carta, el pasado día 21 de enero, como un crochet tirado en seco a la mandíbula digital del Gobierno.Ateniéndonos a la versión facilitada por la cadena SER, la filtración, la semana pasada, de la dimisión de la todavía directora general ha alterado los planes de Moncloa, que trataba de dilatar al máximo el relevo de Mónica Ridruejo. Con ello, el Gobierno quería evitar a toda costa que le estallara una crisis tan significativa en el momento álgido de la guerra digital y cuando el Gobierno se las ve y se las desea para reclutar socios dispuestos a subirse a su plataforma.

La defección de la máxima responsable de TVE fue recibida por Aznar como un suceso desastroso para el Gobierno. Tanto es así que, apenas cuarenta y ocho horas después de enviada la carta, el presidente convocó urgentemente a la todavía directora general a una reunión calificada de «tormentosa» por fuentes allegadas a los protagonistas. Aznar manifestó a la directora su disgusto por la difícil situación en que quedaba el Gobierno en un asunto en el que él había empeñado su propio prestigio y el del Gabinete.

Pese a la presión ejercida por Aznar, Mónica Ridruejo no dio su brazo a torcer en esta reunión, celebrada el pasado día 23 de enero en La Moncloa. La directora se mantuvo firme en su decisión y en sus argumentos, que no pillaban de nuevas al presidente del Gobierno, ya que los había expresado con anterioridad y por escrito.

«Dígamelo por escrito, señor presidente»

Preocupado por la actitud firme de la directora general de RTVE, Aznar pidió a Álvarez Cascos que se empleara a fondo para tratar de convencerla de que se mantuviera en su cargo el tiempo suficiente para que escampara la difícil situación de la plataforma digital del Gobierno, cuya constitución se retrasaba una y otra vez por falta de socios solventes y ajenos al propio PP. El vicepresidente del Gobierno traslada esta petición de Aznar y le ofrece una fecha de salida: el día 10 de febrero. Al ver la puerta de salida a plazo fijo, Mónica Ridruejo acepta y pone una condición: que el presidente se lo diga por escrito, ya que no quiere verse envuelta en una nueva maniobra dilatoria. Aznar así lo hizo.

Ante lo inevitable del relevo y para desdibujar las auténticas razones de su dimisión, el entorno de Miguel Angel Rodríguez ha puesto en circulación que ésta se va por razones personales y no por un profundo desacuerdo con la plataforma del Gobierno y las presiones políticas sobre los contenidos de los espacios informativos.

El portavoz del Gobierno, Miguel Ángel Rodríguez, a la sazón mandamás en los temas audiovisuales, fue el destinatario de una rotunda misiva de Mónica Ridruejo en el otoño pasado. Aquella carta fue la que hizo encallar el primer buque insignia de Rodríguez en materia audiovisual: la plataforma mixta TVE-Televisa, que el portavoz del Gobierno anunció a bombo y platillo.Mónica Ridruejo no entendía el repentino cambio de planes: pocos meses antes había recibido el encargo del Gobierno de racionalizar una de las empresas públicas más gravosas y deficitarias, y de repente se abandonaba ese objetivo en aras de un pretencioso proyecto de televisión digital, con el mexicano Azcárraga como inexplicable compañero de viaje. ¿Por compromisos adquiridos personalmente por Aznar en los avatares de la costosa campaña electoral del PP?

Ante las presiones que recibía de Rodríguez para firmar aquel acuerdo, Mónica Ridruejo exigió que se le ordenara por carta. Elevada a la dirección de RTVE por su perfil de buena gestora, no quería incorporar a su historial la responsabilidad de haber embarcado a la televisión pública en una aventura en la que no creía. La carta de Moncloa no llegó nunca, y por eso no se firmó el acuerdo con Televisa. Así es como, en palabras de un testigo de aquellos acontecimientos, el buque insignia de Rodríguez encalló en seco.

Amigo socorre a amigo

Fue entonces cuando el presidente Aznar buscó un aliado fiel, carente de prejuicios profesionales que obstaculizaran su proyecto político de televisión digital. Su amigo personal Juan Villalonga, colocado por él en la presidencia de Telefónica, vino en su auxilio, tomando la iniciativa de la plataforma gubernamental.

Mónica Ridruejo pasó desde ese momento a un segundo plano, aunque, como el resto de las televisiones públicas gobernadas por el PP, Televisión Española no tuvo otra alternativa que engrosar la lista de socios de Telefónica. Bien es cierto que el papel que se le otorgaba a TVE era el de mero programador, y en este sentido, Mónica Ridruejo recibió instrucciones directas de Álvarez Cascos para que, sin problemas de presupuesto, la televisión pública acaparara producto en los mercados nacionales e internacionales. Así es como se materializó un acuerdo por 610 millones de pesetas con el productor cinematográfico José Frade, poseedor de un lote de películas que rondaba sin éxito desde hacía tiempo por los departamentos de compra de otras televisiones.

Prietas las filas

Al desacuerdo de fondo sobre el proyecto digital se suma en los últimos tiempos el control político directo. que Moncloa ejerce sobre los telediarios. En medios profesionales de TVE se afirma que en los primeros tiempos esa presión se mantuvo dentro de lo razonable, entre otras razones, por el afán del director de los servicios informativos, Sáenz de Buruaga, de cuidar su imagen profesional. Desde diciembre para acá, afirma esa fuente, «Rodríguez entra en la tele como un vendaval: Buruaga y Sánchez Gallo son una terminal entusiasta de operaciones de propaganda que en ocasiones se gestan en el propio despacho del presidente del Gobierno». No sólo se dan consignas, sino que incluso Rodríguez desciende en sus instrucciones a detallar las imágenes que deben ilustrar determinadas informaciones.

La sucesión de diversos estudios de opinión a lo largo del otoño, coincidentes en el perfil declinante de Aznar mientras González iba al alza, encendió las luces de alarma en el equipo pretoriano de Aznar. Una comisión de crisis, celebrada en diciembre en La Moncloa, tomó la determinación de forzar la política de medios de comunicación, a la vez que se ordenaba a todos los miembros del Gobierno que ocuparan todas las tribunas informativas y de opinión.

A su vez, fueron llamados a capítulo los responsables territoriales del PP para que en toda España se cumplieran a rajatabla, sin salidas del guión, las consignas que se iban a suceder sobre las diversas liebresinformativas que los equipos de propaganda del Gobierno se iban a encargar de soltar en las semanas sucesivas (entre ellas, un sondeo favorable para marcar el reinicio del curso, un auténtico regalo de, Reyes en las páginas de El Mundo; el desinflado caso Ferrer; los200.000 millones de Hacienda; el fantasma del llamado monopolio del fútbol, y, como estrella, la campaña repetida a machamartillo de que una plataforma digital es pluralismo, y dos, monopolio).

En este mismo sentido, la firma del acuerdo del fútbol, el 24 de diciembre, fue vivida por Rodríguez como una catástrofe, no sólo por lo que significaba para la televisión digital, sino también porque, en su opinión, alejaba definitivamente a Antena 3 de su ámbito de influencia. (El aspirante al almirantazgo audiovisual de Castilla y Nueva España perdía otro buque pretendidamente suyo, sin haber tenido tiempo de gozarlo y justo cuando más arreciaba la batalla).

Quién pone la plata

Los platos rotos de esta situación los están pagando los profesionales de RTVE, cuyo descontento amenaza con desbordar el Pirulí y del que la dimisión de Mónica Ridruejo es un claro exponente. Los cambios producidos esta misma semana en los segundos niveles del equipo directivo son interpretados en el ámbito profesional como un presagio de una férrea línea política, que limitará aún más el margen de autonomía de los profesionales. De hecho, el pasado viernes, el director de TVE, Jorge Sánchez Gallo, estuvo despachando en Moncloa los nombramientos en diversas áreas directivas.

La espantada de Pedro Antonio Martín Marín en el último minuto abunda en la idea de cómo la dirección general del ente, antaño codiciada, es una patata caliente a la que le hace ascos un político tan ambicioso como el secretario de Estado para el Deporte.

Un buen conocedor de los medios de comunicación como él posiblemente ha olfateado que la marcha de Mónica Ridruejo extiende el certificado de defunción de la voluntad del Gobierno -si alguna vez la tuvo- de conducir por vías razonables una empresa que cada año succiona más fondos públicos que cualquiera de los sectores en reconversión. Pero con tal de que quede claro quién es el que manda, el Gobierno no repara en gastos. El dinero lo ponen los españoles, y el presidente, los amigos para fundírselo: Azcárraga, Villalonga, Pedro J. Ramírez y otros personajes que merodean en el negocio; Pedro Pérez, también de la misma cuerda. Lo que viene a demostrar que la España digital de Aznar puede que algún día sea a mayor esparcimiento de los españoles, pero hoy sólo la disfrutan los amigos del presidente.

Mientras Aznar se afana en reponer la rueda de repuesto y encuentra a quien quiera sustituir al sustituto de la Ridruejo, los asuntos más importantes en Moncloa siguen su curso. Y el otrora aspirante al mando de la plataforma digital hunde su mano de hierro sobre Televisión Española y Radio Nacional de España. Venga quien venga, la mano está en las mejores manos.

08 Febrero 1997

La primera derrota

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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«Me comprometo al nombramiento de un director general de radiotelevisión independiente y de prestigio. Por tanto, en su primera cualificación de independiente, no militante ni del Partido Popular ni de ningún partido». En mayo de 1994, el entonces aspirante a presidente del Gobierno, José María Aznar, pronunciaba solemnemente ante las cámaras de televisión esta contundente promesa, dentro de sus ideas sobre la regeneración democrática que necesitaba este país. Dos años y medio después, el Consejo de Ministros presidido por Aznar ha nombrado director de RTVE a Fernando López Amor, no sólo militante del PP, sino diputado de ese partido y portavoz adjunto del Grupo Popular en el Congreso. Esta historia es, en primer lugar, un paradigma del abismo creciente que se abre entre las promesas y la actuación del jefe de Gobierno; y en segundo lugar, de sus preocupantes criterios sobre cómo se debe administrar una empresa pública.Más allá del clamoroso incumplimiento de la palabra pública de Aznar y de la ausencia de reglas homologables -que todo el mundo pueda aceptar por ser de sentido común- sobre una radiotelevisión pública cada vez más quebrada económicamente y manipulada políticamente, el relevo de Mónica Ridruejo al frente de RTVE es también la confesión del primer gran fracaso del aún joven Ejecutivo. Este Gobierno convirtió el saneamiento de la televisión pública en uno de sus objetivos más queridos durante la campaña electoral y en los meses que precedieron a la entrada de Aznar en La Moncloa. Ése fue el encargo prioritario que recibió su directora general, Mónica Ridruejo, y al que dedicó sus esfuerzos hasta que la obsesión digital del Gobierno cambió la aguja de marear y el anunciado adelgazamiento de RTVE se transformó en una adhesión imperativa a la plataforma gubernamental. La dimisión presentada por Ridruejo en un ejercicio de coherencia la ha convertido en la directora general más efímera de la televisión estatal desde la última etapa de UCD.

La tarea a la que se enfrenta López-Amor no es envidiable, y se comprenden las resistencias de otros candidatos previos -con un perfil político más bajo- a aceptar el encargo de Aznar. Las dos votaciones en el Consejo de Administración del Ente sobre su nombra miento (una con el triunfo de quienes se oponían al nombramiento y otra con empate) indican que su gestión parte de un marco político caracterizado, por las sospechas sobre sus verdaderas prioridades. Además, RTVE ha alcanzado el punto más elevado de politización e instrumentalización en los últimos meses, un listón que ya pusieron muy alto sus antecesores socialistas. López-Amor ha sido un buen técnico en el manejo de los asuntos del dinero público (fue concejal en el Ayuntamiento de Madrid) y, sobre todo, su acción política se ha caracterizado por el respeto a las reglas del juego democrático. No es poco. Hay que desearle suerte. Pero su nombramiento ha quedado emponzoñado por las formas groseras con que se ha ejecutado y por el modo en que su antecesora no ha tenido más remedio que salir huyendo. Y no por motivos personales como arteramente se ha filtrado.

08 Febrero 1997

RTVE en arenas movedizas

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Fernando López-Amor, hasta ayer diputado del PP por Madrid, dice que le hace «mucha ilusión» ser director general de Radiotelevisión Española. Se ve que gusta de emociones fuertes. Y también, desde luego, que no es hombre asustadizo.

RTVE es un mastodonte hundido en arenas movedizas. Fue el PSOE, sin duda, quien le metió en ellas. Cuando se bajó de su grupa por razones de fuerza mayor, lo dejó con una deuda de 400.000 millones y sin la menor perspectiva creíble de saneamiento. Pero el PP no ha sabido sacarlo de ahí. Se equivocó Aznar de medio a medio al poner al frente del Ente a Mónica Ridruejo, una mujer que carecía de la experiencia y los apoyos políticos necesarios para hacerse cargo de una situación como ésa. Además, tampoco le proporcionó los medios que requería la tarea. El resultado es que el Gobierno ha perdido un año crucial, y que lo que en mayo de 1996 podía presentar como propio de la tópica herencia recibida ahora es ya también responsabilidad suya. De hecho, todo está peor: se ha ahondado la deuda de RTVE, el Ejecutivo ha tenido que seguir acudiendo en su socorro financiero y, para colmo de males, la UE está investigando la legalidad de esas ayudas. No cabe descartar que la investigación comunitaria concluya dictaminando que RTVE ha de devolver al erario lo que ha recibido de él, lo que duplicaría su deuda.

El nombramiento de López-Amor tiene un lado comprensible: el ex concejal de Hacienda de Madrid tiene tanta fama de llevar las cuentas al céntimo como de ser un implacable recortador de gastos (no sólo superfluos, todo sea dicho). Es a esa parte de su currículo, más que a su militancia popular, a la que debe el nombramiento. Pero su militancia existe, y no es posible obviarla. Aznar se comprometió solemnemente a dejar la dirección de RTVE en manos políticamente independientes. Ha violado su promesa. Otra cosa es que el PSOE, que dio ese cargo a personas de su politizadísima confianza -recordemos a Luis Solana, a Calviño, a García Candau-, no tenga autoridad moral para criticar al PP por ello.

Hemos defendido siempre que RTVE cambie por entero. Que deje de competir con la radio y la televisión privadas, que no emita publicidad, que se financie exclusivamente a cargo del erario y que ofrezca aquello que las cadenas privadas no quieren ofrecer: una programación cultural e informativa de calidad, concebida como servicio público y basada en el principio de subsidiaridad, regida por un consejo de administración que represente a la sociedad civil, y no a los partidos. El PP se dijo favorable a esa concepción, pero la precariedad de su mayoría electoral ha frustrado tal perspectiva. RTVE continúa atrapada en las tupidas redes de lo de siempre. Algunos de sus responsables independientes -Buruaga, Ferrari- quisieran salirse de ellas. Ojalá López-Amor no frustre esa tan noble como difícil ambición.

20 Febrero 1997

El peor de los posibles

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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FERNANDO LÓPEZ-AMOR ha irrumpido estrepitosamente en RTVE anunciando una adhesión que nadie puso en duda al proyecto digital del Gobierno y repartiendo descalificaciones de mal tono, más propias de un agitador político que de un gestor responsable que necesita del mayor consenso para administrar una empresa hiperpolitizada y en quiebra técnica. La razonable prevención que ha provocado su nombramiento, como director general del Ente se fundamenta, en primer lugar, en el descarado incumplimiento del compromiso de Aznar de designar para el cargo a un «independiente de prestigio» no ligado «al PP. o cualquier otro partido». También en la cómica, explicación ofrecida por el propio López-Amor según la cuál el presidente ya habría cumplido su promesa al nombrar a su antecesora, Mónica Ridruejo. Tal parece que para él la independencia y la autonomía sean cuestiones de Usar y tirar.López-Amor es un director general político, dependiente y sesgado. Pero podía haber tenido una trayectoria profesional rigurosa e intachable. Pues bien, tampoco. Aunque Luis, de Grandes, portavoz parlamentario del PP, asegure que el nuevo director general tiene una «biografía impecable y democrática», lo cierto es que la Audiencia Nacional estableció mediante sentencia firme que había cometido una falta grave de abuso de poder -castigada con 15 días de suspensión de empleo, y sueldo- cuando era jefe de la Unidad de Inspección de Hacienda, en una acción destinada a orillar a un oponente político: la peor combinación posible. Resultaron casi patéticos los esfuerzos de la ministra de Justicia -a la que le tocó ayer dar la cara tras la espantada de Aznar y su vicepresidente político- para tratar de explicar que el Gobierno sí conocía la sentencia, pero que- su contenido no suponía un obstáculo para su nombramiento. Mariscal de Gante se escudó en que la sentencia en cuestión era estimativa de un recurso de López-Amor -sobre la prescripción de una falta leve-, pretendiendo ignorar que en ella se confirmaba la existencia de «una falta grave de abuso de autoridad».

Las primeras decisiones de López-Amor como director general han causado perplejidad en RTVE. Su decisión de rechazar el plan de renovación elaborado por Mónica Ridruejo, que implicaba reducir la plantilla actual de 9.500 trabajadores a la mitad, y su deseo de aplicar «directrices» que se obtendrán de un proceso de, negociación con el Estado, el Parlamento y los trabajadores, implica sustituir una certeza, la de un plan radical y probablemente excesivo, por la prolongada indeterminación de unas medidas que no pueden ser sino de recorte de plantillas.

Una vez más, la. solución a un problema grave queda aplazada a expensas del calendario que se marque el nuevo responsable. La cosa viene de lejos; los socialistas no tomaron medida alguna cuando la. aparición de cadenas privadas hacía evidente que los ingresos publicitarios se iban a reducir drásticamente. La respuesta a la crisis financiera resultante fue el endeudamiento, que se ha convertido en una losa que lastra el futuro de RTVE. En esas condiciones, su reconversión requiere un gestor independiente y conocedor del medio.

El resultado de la actuación del Gobierno en RTVE -paradigma de su programa electoral y de sus compromisos de regeneración democrática- está siendo, en resumen, lamentable. No sólo por la inconveniencia manifiesta del nombramiento de López-Amor, que acabará pasando factura; ni siquiera por los incumplimientos de las promesas electorales, confió la privatización parcial de TVE; ni por el aumento insoportable de la manipulación en los informativos (de por sí difícil de superar respecto a la anterior etapa). Lo más grave es la falta dé criterios con que se está afrontando la gestión de una empresa que tiene una deuda de ¡400.000 millones! Amortizado ya un director general, el coordinador Álvarez Cascos da la impresión de no saber qué hay que hacer ni quién debe hacerlo. Claro que es difícil hacer un ajuste serio en una empresa que es el principal soporte propagandístico del Gobierno.

02 Octubre 1997

¡Quédese, señor Amor!

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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TELEVISIÓN ESPAÑOLA perpetró ayer uno de los espectáculos más chapuceros e incompetentes que se recuerdan en los últimos años. Algunos de los aficionados al fútbol que se sentaron delante de sus televisores para ver los partidos de la Liga europea Oporto-Real Madrid y Barcelona-PSV observaron con estupor cómo, en algunas zonas, las imágenes de Oporto se retransmitían con el sonido del encuentro de Barcelona; en otras áreas de Madrid, el partido que, sorprendentemente, aparecía en los televisores era el del Barcelona. Cientos de espectadores llamaron indignados a los medios de comunicación para protestar por una nueva demostración de desprecio a los ciudadanos, que sufragan las milmillonarias pérdidas de RTVE. Después de un vodevil de rectificaciones, López-Amor y su equipo añadieron furor al furor, y demostraron su incapacidad para retransmitir con un mínimo de corrección técnica dos acontecimientos deportivos que, éstos sí, habían suscitado un interés generalizado. Ni rectificando fueron capaces de acertar.La caótica retransmisión de ambos partidos se producía 24 horas después de que los aficionados de toda España se sublevaran por el intento del director general de RTVE -el ex diputado del Partido-Popular Fernando López-Amor- de ceder la retransmisión en abierto del partido Oporto-Real Madrid a la plataforma digital que apadrina el Gobierno y dirige Telefónica, que lo iba a ofrecer a sus abonados.

En muy poco tiempo, el director de RTVE ha exhibido una sobresaliente habilidad para multiplicar las críticas -ha conseguido aumentar los niveles de manipulación de los telediarios, labor sin duda titánica- y avergonzar al Congreso de los Diputados presentando -en tiempos de austeridad pública- un presupuesto que situaba la deuda del Ente Público para 1998 en 600.000 millones de pesetas, ¡el 33 % más que durante este año! Tanto dinero no le ha servido para algo muy sencillo: retransmitir con calidad un partido de fútbol a toda España.

Esta desgraciada acumulación de despropósitos debería ser corregida con una rápida destitución si quedase algo de sensatez en sus padrinos, y alguien tuviese que pagar por tantos desafueros cometidos en tan poco tiempo. No existe esperanza. Si no fuese una frase tan desprestigiada por el PP habría que gritarle: «¡Váyase, señor Amor!». Pero, demostrada la ineficacia continua da del director general, sus competidores en la televisión digital y la oposición política al PP deberían rogarle, casi de rodillas, que se quede. Pues la chusquedad de su mandato enaltece a sus predecesores y da oportunidades a quienes mediante una labor profesional y rigurosa quieren ofrecer buena televisión a todos los ciudadanos.

09 Noviembre 1997

Sectarismo peligroso

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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DESDE QUE Fernando López-Amor, diputado del PP, tomó posesión como director general de Radio Televisión Española (RTVE), los contenidos de los informativos en Radio Nacional y de la televisión pública han entrado en una pendiente de deterioro profesional y de sectarismo muy peligrosos para la credibilidad de un medio que se sufraga con dinero de todos los ciudadanos. Este deslizamiento, hacia el abuso informativo ha sido objeto de análisis en el Congreso, concretamente en la sesión de la Comisión de Control Parlamentario de RTVE celebrada el miércoles pasado. Los diputados de la oposición denunciaron hasta 17 casos de manipulación informativa en los telediarios y airearon como ejemplo más reciente el escandaloso silencio que Radio Nacional mantuvo durante 12 horas sobre el informe de José Barea, que sugería la existencia de un déficit presupuestario adicional de 600.000 millones y que solamente fue reconocido como información cuando el Gobierno aseguró que existía un contrainforme menos crítico con su gestión.El clima de sectarismo político y parcialidad de los informativos en RTVE es una apreciación que goza de amplio consenso social. Los ciudadanos que recurren a la radio y la televisión públicas para obtener información se encuentran con abundantes coberturas de los viajes y actos sociales del presidente del Gobierno, con un desfile incesante de ministros y altos cargos del Gobierno y con una empalagosa atracción por cuanto dicen o hacen los diputados del PP. Los actos sociales de relumbrón, las inauguraciones o la desvergonzada apropiación del dolor de todos los españoles, como la retransmisión del homenaje a Miguel Ángel Blanco en Las Ventas, cotizan hoy más alto en el mercado audiovisual público que la información imparcial y respetuosa con los hechos.

La desmedida y amable atención que se dedica al Gobierno se complementa en esta etapa de RTVE con la trivialización de los conflictos políticos, que pasan por las ondas y la pantalla pública en sordina y siempre con la explicación prepotente del responsable oficial. Si atendemos a la RTVE controlada políticamente por Francisco Álvarez Cascos y Miguel Ángel Rodríguez, el informe crítico de Barea no existió, el conflicto suscitado por la ministra de Educación sobre la enseñanza de la historia es un amable intercambio de opiniones, los socios del Gobierno nunca discrepan de los modos del Ejecutivo y la justicia española es un mar bonancible. En infausta compensación, los oponentes políticos del Gobierno o el PP tienen garantizada la exhibición continua de imágenes vejatorias, el desprecio a la presunción de inocencia o la confusión interesada de rumores sin contrastar con informaciones aquilatadas.

Sería una ingenuidad suponer que la información de los canales públicos ha sido hasta ahora objetiva, contrastada y de calidad. Todos los Gobiernos anteriores han sido acusados, con mayor o menor virulencia, de utilización de la radio y la televisión públicas en su beneficio. Pero si algo caracteriza la etapa de López-Amor, junto con la degradación acelerada de los programas de entretenimiento y la apuesta por la televisión basura -con desprecio manifiesto hacia los niveles mínimos de calidad que se exigen en todas las televisiones públicas-, es el descaro absoluto con que se exhibe e impone la sumisión incondicional a los intereses del Gobierno. La desinformación y el envilecimiento de la programación no han mejorado, como era de esperar, la situación de la casa. Las audiencias caen en picado, hasta bordear el ridículo en los nuevos programas de los periodistas amigos, mientras que la deuda sigue creciendo exponencialmente hasta los 600.000 millones previstos para 1998.

En este deslizamiento hacia la arbitrariedad, algo tiene que ver el debilitamiento y progresivo arrinconamiento del Consejo de Administración de RTVE, fruto de la política de hechos consumados y de apropiación total de los contenidos que ha ejercitado el nuevo Gobierno para sofocar la pluralidad política e informativa. Cuatro consejeros han dimitido en los últimos 16 meses -el último, Andrés de Blas, el martes pasado-, mientras en el máximo organismo de control de RTVE se representaba el lamentable espectáculo de un director general que se niega a cumplir un acuerdo del Consejo, como es la sustitución del programa de debate dirigido por el periodista Luis Herrero, precisamente por falta de objetividad, veracidad e imparcialidad. El desprecio a la voluntad democráticamente expresada del Consejo es la mejor demostración de lo que opinan de verdad el director general de RTVE, López-Amor, y el Gobierno que le sustenta, de la pluralidad política e informativa.