8 agosto 2023

Se interpreta que ha perdido el pulso frente al sector que representan Buxadé e Ignacio Garriga

El portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, dimite de todos sus cargos y anuncia su retirada política

Hechos

El 8 de agosto de 2023 Iván Espinosa de los Monteros de Simón comparece ante los medios para anunciar que dimite como portavoz de Vox en el Congreso, que renuncia a su acta como diputado de Vox y que se retira de la política.

Lecturas

El 8 de agosto de 2023 Iván Espinosa de los Monteros de Simón comparece ante los medios para anunciar que dimite como portavoz de Vox en el Congreso de los Diputados, que renuncia a su acta como diputado de Vox y que se retira de la política alegando ‘motivos personales’. Nadie de la cúpula de Vox está presente en su comparecencia de despedida en el congreso.

Ese mismo día el exdiputado de Vox, Rubén Manso, excluido de las listas en las últimas elecciones y considerado afín a Espinosa de los Monteros, publica el artículo ‘Vox no tiene futuro’ en el digital VozPopuli.

El 10 de agosto de 2023 se hace público que el siguiente electo en la lista de Vox por Madrid Juan Luis Steegman Olmedillas, a quien le correspondía ocupar el escaño de Espinosa de los Monteros, también renuncia a su acta, por lo cuál quien reemplazará a Espinosa de los Monteros como diputada es Carla Toscano de Balbín, que recupera así el acta que no había renovado en las últimas elecciones.  (Steegman se dará de baja del partido en 2024).

Los medios interpretan esta situación como un triunfo del sector que representa en Vox el eurodiputado Jorge Buxadé Villalba, presentando al actual secretario general de Vox, Ignacio Garriga Vaz de Concicao, como un seguidor del sector de Buxadé Villalba que es quien ha logrado tener mayor influencia en las decisiones del presidente del partido, Santiago Abascal Conde.

09 Agosto 2023

Vox estalla

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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El sector más ultraliberal de la formación queda laminado por los integristas con la dimisión de Espinosa de los Monteros

La dimisión del hasta ahora portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, priva a la formación de Santiago Abascal de una de sus caras más conocidas, además de tratarse de un parlamentario que manejaba con habilidad las armas dialécticas de la paradoja y la ironía y que siempre fue más correcto en las formas que otros miembros de su partido. Pese a sus excesos en agendas como la migratoria y sus polémicas como promotor inmobiliario, Espinosa era uno de los diputados más sólidos de la formación ultra, con un discurso menos incendiario que el de otras figuras de Vox. Al contrario que Abascal, evitaba meterse en los charcos de sus teorías más excéntricas y conspiranoicas. Y era la cabeza visible de un sector ultraliberal seguidor de las doctrinas económicas de la británica Margaret Thatcher o del estadounidense Ronald Reagan en los años ochenta del siglo pasado. Esa facción neocon estuvo apadrinada en España por la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre, hasta que acabaron saliendo del PP y desembarcando en Vox.

Desde su fundación, esta alma ultraliberal ha convivido dentro del partido con un alma ultraconservadora, que pone el acento en el integrismo moral —rechazo absoluto al aborto, la eutanasia o el matrimonio homosexual— y que, en materia económica, aboga por el proteccionismo frente al libre mercado y rechaza la construcción europea. La salida del Reino Unido de la UE ha privado a los ultraliberales de su socio natural en Europa, los tories británicos, y Vox se ha ido acercando a los partidos ultracatólicos, como los polacos de Ley y Justicia, los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni o el Fidesz del húngaro Viktor Orbán. En materia económica, el objetivo de esta metamorfosis es ir dejando de lado los planteamientos neoliberales para tratar de ampliar su base social, como también ha hecho Marine Le Pen en Francia.

La batalla que termina con el paso al lado de Espinosa de los Monteros no ha sido, sin embargo, ideológica, ni siquiera una guerra cultural, como le gusta predicar a Vox, sino una lucha encarnizada por el poder. El sector más integrista, encabezado por el vicepresidente de Acción Política, Jorge Buxadé, se ha hecho con el aparato y ha laminado al otro sector, silenciando a la vicepresidenta de la comisión de Agricultura de la Eurocámara, Mazaly Aguilar, purgando de las listas del Congreso a dos de los dirigentes de la primera hora del partido —Víctor Sánchez del Real y Rubén Manso— o intentando apartar de la Asamblea de Madrid a la esposa de Espinosa, Rocío Monasterio, una de las pocas mujeres con peso propio que quedan en la formación.

Las pugnas entre distintos sectores o familias son habituales en los partidos. El mejor método para dirimirlas es la democracia: ambas partes exponen sus proyectos y el votante elige a través del sufragio. El problema es que Vox ha laminado la democracia interna: en 2019, eliminó las primarias para designar a cargos públicos; y, dos años después, las elecciones para elegir a sus cargos internos provinciales, ya que no hay organización autonómica. En esas condiciones, los que ganan son los que, como Buxadé, desconfían de los procedimientos de la democracia en los partidos. Cuando suprimió las elecciones internas, Abascal alegó que se evitaba así “la zozobra y el enfrentamiento” causado por los procesos electorales. Se equivocaba. La democracia interna es el mejor sistema para encauzar y resolver los conflictos. Cuando se suprime, la tensión se acumula sin válvula de escape posible, hasta que estalla causando destrozos irreparables. Y espantadas como la de Espinosa de los Monteros.

09 Agosto 2023

Vox ahonda en su deriva autodestructiva y antiliberal

EL MUNDO (Director: Joaquín Manso)

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LA DIMISIÓN de Iván Espinosa de los Monteros representa el último capítulo de la deriva autodestructiva en la que se encuentra embarcado Vox desde que Santiago Abascal entregó los mandos del partido al sector integrista que encabeza Jorge Buxadé. Estamos en la práctica ante un proceso de refundación encubierto hacia posiciones netamente antiliberales y antipolíticas, del que la formación llevaba muchos meses ofreciendo síntomas muy preocupantes, como aquella grotesca moción de censura. Esta carrera de degradación ha culminado con la selección de perfiles impresentables, obscenamente provocadores, durante las negociaciones de los gobiernos autonómicos, y con el desarrollo de una campaña para el 23-J dirigido a convertirse en una caricatura de sí mismo que excitase la movilización de la izquierda y disuadiera al electorado más moderado de apoyar al PP. El resultado de esta estrategia suicida ha sido para Vox la pérdida de 650.000 votos y 19 diputados, pero principalmente haber privado a la derecha social de la posibilidad de la alternancia, entregando a Pedro Sánchez la opción de reeditar mandato de la mano de Arnaldo Otegi y Carles Puigdemont.

Vox nació en 2014 como un movimiento de reacción de diferentes sectores de la derecha conservadora hacia lo que consideraban que era el abandono por parte del PP de determinadas banderas simbólicas, culturales o emocionales. El éxito electoral a partir de las andaluzas de 2018 fue la consecuencia de su acierto en el diagnóstico prematuro de los peligros del independentismo y su censura sentimental a la atonía del PP. La salida de su portavoz, sin duda su perfil más institucional y de mayor brillantez intelectual, es el símbolo de la defunción de aquel Vox fundacional, desde muy pronto entregado a ramalazos populistas, como su relación paranoica con los medios de comunicación o su obsesión con la inmigración. La marcha de Espinosa de los Monteros se une a la de una de sus figuras más populares, Macarena Olona, hace menos de un año, y a la purga que indisimuladamente ejecutó Buxadé antes del 23-J sobre los diputados que configuraban el ala liberal del partido.

Si el modelo de organización que adopta una formación política suele ser el reflejo de su propuesta a la sociedad, el Vox de Buxadé deja poco espacio para la duda: culto vertical al líder, opacidad al máximo en la toma de decisiones y persecución implacable al disidente por talentoso que sea. En sus últimos escritos publicados, el secretario de Acción Política de Abascal dibuja un programa político en torno a tres ejes -Dios, patria y familia, exclusivamente la tradicional- expresados en términos de «cruzada cultural» y regresión ideológica tan rancios que implicarían una reedición indeseable de la España del nacionalcatolicismo, confesional y uniforme.

Este diseño es incompatible con los valores de la sociedad abierta, plural y diversa, que es el mejor fruto de la modernidad constitucional. La libertad también es una forma de entender la vida. En el debate sobre qué posición tiene que mantener el PP en su relación con Vox, la respuesta es rotunda: ser el dique de protección que destierre las ortodoxias morales y el infantilismo dogmático en defensa de la tolerancia social y la pasión por la convivencia.

08 Agosto 2023

Vox pierde su ala más liberal

ABC (Director: Julián Quirós)

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Espinosa de los Monteros se marcha tras quedar aislado por los sectores más integristas de un partido que todavía no asume su retroceso electoral

Iván Espinosa de los Monteros, una de las piezas clave en la creación de Vox junto a Javier Ortega Smith y Santiago Abascal allá por 2014, ha anunciado que deja la política y que no recogerá su acta de diputado. En su despedida, el ex secretario general del partido y portavoz del grupo parlamentario en el Congreso ha aducido «razones personales y familiares» para poner punto final a su trayectoria en Vox, pero a nadie se le oculta que con su marcha el partido ha perdido a su ala más liberal, que ya había quedado bastante menoscabada tras la exclusión de diputados como Rubén Manso o Víctor Sánchez del Real de las listas electorales del 23J. Su némesis ha sido el sector más genuinamente nacionalpopulista de Vox, donde convergen dirigentes como Jorge Buxadé o asesores como Francisco Méndez-Monasterio, quienes eran mucho menos relevantes en la primera hora del partido, pero que han ido haciéndose con el control de este. Santiago Abascal, presidente de Vox, siempre insistió en que no quería facciones o corrientes internas. Paradójicamente, y con la excusa de hacer cumplir los deseos del líder, los sectores más integristas han ido copando las estructuras partidarias lenta y sistemáticamente.

La marcha del ya exportavoz, además, deja en evidencia la falta de autocrítica de un partido que ha perdido 19 diputados en las últimas elecciones generales, pasando de 52 a 33 escaños, y de la que nadie se ha hecho cargo, salvo para culpabilizar al Partido Popular y a los medios de comunicación. Estamos, pues, ante una pérdida importante para Vox que sus líderes no pueden subsanar limitándose a tuitear una despedida, como ha hecho Abascal. El líder de Vox tendrá que salir de su zona de confort y dar muestras de que ha sido capaz de descifrar el mensaje que le mandó el electorado. No olvidemos que Abascal y Espinosa de los Monteros estaban llamados a tocar el cielo con cargos relevantes en un eventual gobierno de PP y Vox, y no valen las razones personales para explicar por qué no ha sido así. Ante la opinión pública el partido hoy es una nave inclinada, donde reina la opacidad respecto a quiénes están en el puente de mando y con qué se impulsa su trayectoria. Estás incógnitas y sospechas se ven retroalimentadas por la permanente beligerancia hacia los medios de comunicación –estrategia de la que Espinosa de los Monteros no ha sido ajeno–, en una extravagante apuesta por convertir la antipolítica y la ausencia de rendición de cuentas en una seña de identidad de la derecha populista española.

El paso de Espinosa de los Monteros por la política deja sensaciones ambivalentes. Claramente, su preparación intelectual estaba por encima de la media. La última campaña permitió comprobarlo, sobre todo en el debate a siete que se celebró en Televisión Española y que supuso un marcado contrapunto con la actuación de Abascal en el suyo con Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, lastrado por sus imprecisiones, el desconocimiento de la actividad legislativa y la falta de frescura. Pero el exportavoz también cometió errores, como cuando apoyó a Sánchez en la convalidación parlamentaria del decreto ley para gestionar los fondos europeos. Entonces dijo que Vox había votado pensando primero en los españoles, aunque esto lo condujera a una trampa tendida por Sánchez, un argumento muy similar al que utilizó ayer para agradecer el privilegio que le brindaron los votantes al elegirlo como diputado: «Todo ha merecido la pena porque España siempre merece la pena». Bellas palabras que no acaban de disimular que Vox todavía tiene muchas explicaciones que ofrecer a sus votantes.

09 Agosto 2023

Una mala noticia para Vox, una buena noticia para la democracia

Sergio del Molino

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Creían Espinosa de los Monteros y sus amigos liberales que podían convertir una fuerza reactiva como la formación de Abascal en un partido más, con agenda, influencia y estrategia institucional

Liberal es una palabra muy liberal en sí misma, que admite una elasticidad enorme de significados, acepciones y matices. Tan liberal se siente un izquierdista norteamericano como un banquero. Sirve para escribir la sinopsis de Camino de servidumbre, de Friedrich Hayek, y para calificar la actitud desinhibida de Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer. Sirve como insulto y como halago, y por eso es un comodín para hablar de las cosas que no son ni chicha ni limoná y se presentan en el cuarto estado de la materia, que es el fofo. El tinto de verano o la cerveza sin alcohol serían liberales, como al parecer lo era Iván Espinosa de los Monteros en Vox. Ser liberal en España significa que tu cuadrilla no sabe qué hacer contigo: liberal es quien no quiere pagar la cuenta del restaurante a medias porque solo pidió una ensalada y un vaso de agua.

Solo en ese sentido figurado y como eufemismo se puede entender que Vox tenga un sector liberal. Posibilista, dicen otros, afinando más el tiro. Ala izquierda, apuntan los más cachondos. Yo prefiero hablar de ingenuos. Solo desde una ingenuidad política radical puede sostenerse que Vox se acomodaría a la lógica de un sistema de partidos que desprecia por naturaleza y que se ha propuesto destruir. Por eso le cae bien el adjetivo liberal en el sentido coloquial con el que se suele usar en España: flojo, iluso.

Creían Espinosa de los Monteros y sus amigos liberales que podían convertir una fuerza reactiva como Vox, fruto de un cabreo nacionalista, tribal y prepolítico, en un partido más, con agenda, influencia y estrategia institucional. Las últimas elecciones constatan un fracaso que venía de lejos: Vox no consigue lepenizarse, no llega a las clases populares ni a las periferias que se sienten marginadas de la democracia, y pese al poder que ha arramblado en los pactos autonómicos, se ha replegado en un núcleo antisistema donde no caben los tibios. Vox es hoy mucho más pequeño, primario y zafio que hace unos meses: se ha recogido en torno a un yunque, como en la fragua de Vulcano. Contra lo que pueda parecer, esto es una noticia excelente para los demócratas, sean liberales o no, pues una fuerza reaccionaria comandada por figuras como Buxadé solo puede aspirar a la irrelevancia. Sin liberales con sentido institucional ni estrategas que sepan aprovecharse del descontento social, la proverbial ola reaccionaria que movilizó a la izquierda el 23 de julio se quedará en una olita que solo ahogará a los propios reaccionarios.

08 Agosto 2023

Espinosa y la deriva de Vox

Libertad Digital (Presidente: Federico Jiménez Losantos)

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Al parecer ya no tienen cabida quienes configuraron una derecha culta y liberal capaz de combatir con brillantez en las batallas culturales y económicas.

La renuncia a todos sus cargos tanto en el Congreso como en el partido del hasta este martes portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, es consecuencia de la deriva adoptada por la formación de Santiago Abascal en los últimos y convulsos tiempos. Espinosa de los Monteros había pasado a ser un activo desaprovechado y ninguneado por el sector encabezado por Jorge Buxadé y a quien Abascal ha entregado las riendas del partido. La abrupta despedida (envuelta por él mismo con suma elegancia en razones personales y familiares) ratifica la absoluta inconveniencia del sesgo adoptado por el partido, donde al parecer ya no tienen cabida elementos sustanciales en los orígenes de Vox, aquellos que configuraban una derecha culta y liberal capaz de combatir con brillantez y eficacia en las batallas culturales y económicas que plantea una izquierda cada vez más autoritaria y radical.

El desequilibrio en relación a los sectores más integristas y de cariz religioso convirtió a Espinosa de los Monteros en una excepción dentro de la cúpula del partido y su papel pasó a ser residual antes de la convocatoria de las elecciones. De ahí que sea un error interpretar su abandono como una autocrítica por la pérdida de 19 diputados. Ese descenso tiene muchas causas, pero ninguna relacionada con el ya exportavoz y sí muchas vinculadas a los elementos principales de la nueva cúpula de Vox. Tampoco se debe a la carta blanca a Alberto Núñez Feijóo para gobernar en solitario.

La despedida de Espinosa de los Monteros revela el calado de la crisis interna de Vox, cuyos nuevos rectores han cometido errores de bulto en la pasada campaña, tan de bulto como los del PP. La gestión de los pactos con los populares también ha estado plagada de fallos y tropiezos. Todo ello mientras se utilizaba munición de grueso calibre más a diestra que a siniestra y se señalaba y demonizaba a grupos mediáticos como este, el único que dio cobertura a Vox desde sus inicios en la más absoluta soledad e incomprensión.

Las maneras y los métodos de la actual dirección de Vox están en el origen del último traspiés electoral, al igual que la purga en las listas del llamado sector liberal del partido, que se llevó por delante a miembros de primera hora que anticiparon el camino que ha tomado Espinosa de los Monteros. Todo ello debería haber hecho reflexionar a Abascal y a su nuevo núcleo duro, pero la ausencia de autocrítica es uno de los rasgos más destacados de este Vox que se aleja a marchas forzadas del partido que logró ilusionar a más de cuatro millones de españoles.

Vox se ha convertido en un partido imprescindible, pero deberá corregir el rumbo con firmeza si no quiere pasar a la más pura irrelevancia y acabar convertido en el juguete roto que es Ciudadanos. El ejemplo es tan evidente como el de Casado y Teodoro García Egea en el PP, de modo que no requiere explicación para que Abascal tome nota, recupere el timón y la confianza de quienes convirtieron el partido de Ortega Lara en lo que llegó a ser durante la pasada legislatura.

Se trata de un partido absolutamente necesario empeñado en la autoliquidación con decisiones y giros tan incomprensibles que han forzado que Espinosa de los Monteros tire la toalla en un acto que expone con toda crudeza el tipo de gestión de Buxadé y sus acólitos. Ortega Smith ha puesto el dedo en la llaga al aludir en su mensaje de solidaridad con el compañero caído a las «razones» que han provocado la sonada dimisión. El alejamiento de Abascal, la infinita distancia con Buxadé e Ignacio Garriga, la indisimulada tendencia sectaria, la adopción de tesis autárquicas, el abandono del pragmatismo en favor del oscurantismo son dichas razones, las mismas que acercan a Vox a la caricatura que se hace del partido desde la izquierda. Abascal debe actuar con urgencia, pues una repetición de las elecciones podría ser letal para su formación, tal como le ocurrió a Ciudadanos.

08 Agosto 2023

Vox no tiene futuro

Rubén Manso

(Exdiputado de Vox)

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No recuerdo en los 45 años que han pasado desde las elecciones del 15 de junio de 1977, las primeras tras el referéndum que seis meses antes aprobó la reforma política de España, mejor portavoz en las Cortes que Iván Espinosa de los Monteros. El mejor diputado de las dos últimas legislaturas. Las únicas en las que una cicatera España le ha permitido representarla, porque España no quiere a los mejores. No está orgullosa de sus mejores hijos, sino que los envidia. Y los envidia más cuanto más cerca los tiene y Espinosa de los Monteros se estaba acercando mucho a la Historia, demasiado, así que mejor relegarlo a las hemerotecas y al Diario Oficial de las Cortes Generales donde, para siempre, quedarán sus más que brillantísimas intervenciones.

Pero yo no he venido aquí a glosar la figura de mi amigo. El encargo que me han hecho es otro y voy a cumplirlo, aunque me cuesta, ante la figura de Iván, primero relegado y luego dimitido. Nunca caído. Vox no tiene futuro. Este partido del que muchos hacían una caricatura que, como toda caricatura era injusta e hiperbólica, ha decidido parecerse a ella y no al épico retrato que algunos, con Espinosa de los Monteros de maestro, iban pintando.

Muchos de los votantes de Vox votarán a partir de ahora al PP, por aquello del voto útil o del mal menor. Otros muchos se quedarán en la abstención o el voto en blanco. El conjunto de fuerzas no nacionalistas a la derecha del PSOE perderá votantes, salvo que el PP se sacuda sus complejos y entienda que sólo no agradando a la izquierda actual y sus enloquecidos aliados puede volver a gobernar para hacer lo que hay que hacer. Y lo que hay que hacer es parar, primero, y reducir, después, el Estado hasta fijarlo en lo que son sus funciones, porque más allá de ellas se convierte en un obeso gigante de apetito desenfrenado que devora a quien tiene que servir: la vida, la libertad individual y la propiedad.

Castigar a sus padres

El diván de la oposición, con la humedad y el calor que se produce en sus pliegues, cultiva el moho verde de la envidia que devora el sano cuerpo de la ambición, incapaz como es de dar frutos propios. El diván de una oposición pequeña y mezquina en la que no faltará el calor y la humedad suficiente para devorar cualquier color que no sea el verde blanquecino de la uniformidad debida.

Vox será el primer partido de la derecha no convencional que fracasará en Europa por haber optado por ser lo que sus enemigos le decían que era. Como algunos adolescentes, ha decidido castigar a sus padres comportándose de manera irresponsable, porque Vox tenía una responsabilidad de la que ha dimitido. Espinosa de los Monteros, no.

 

El Análisis

AMORES QUE SURGEN CUANDO ANUNCIAS QUE TE VAS

JF Lamata

Iván Espinosa de los Monteros ha decidido dejar su escaño en el Congreso y retirarse de la política. El 8 de agosto de 2023, en una rueda de prensa solitaria, sin ningún miembro de la cúpula de Vox presente, anunció su dimisión alegando «motivos personales». Todo apunta a que esta retirada no es solo personal, sino también una señal de las luchas internas dentro de Vox, con el tándem Buxadé-Garriga ganando terreno.

En todos los partidos hay luchas por el poder, y Vox no es la excepción. La dimisión de Espinosa de los Monteros es vista como un triunfo del sector encabezado por Jorge Buxadé e Ignacio Garriga, quienes han logrado influir más en las decisiones de Santiago Abascal. Este enfrentamiento interno ha dejado a Espinosa de los Monteros y su sector liberal en una posición cada vez más marginal, hasta el punto de que figuras afines como Rubén Manso se han apresurado a declarar que «Vox no tiene futuro».

Lo curioso de toda esta situación es el papel de los medios de comunicación. Periódicos como El País, que no dudaron en criticar a Espinosa de los Monteros y su esposa Rocío Monasterio como si fueran villanos inmobiliarios, ahora lo elogian como «el liberal de Vox» en lo que parece un esfuerzo por sembrar discordia dentro del partido. Por otro lado, Libertad Digital, cuyo editor Jiménez Losantos llegó a calificar a Espinosa de pertenecer a una secta integrista religiosa, también se ha subido al carro de los elogios post-dimisión. ¿Será que ahora todos han descubierto su amor por el liberalismo de Espinosa justo cuando abandona el barco?

En fin, Iván Espinosa de los Monteros se va en medio de un culebrón de poder y traiciones, con los medios de comunicación sacando partido de la situación para dar por muerto a Vox. Mientras tanto, los seguidores de Buxadé y Garriga celebran su victoria interna. ¿Será este el fin del liberalismo dentro de Vox o simplemente un capítulo más en la tumultuosa historia del partido? Solo el tiempo lo dirá, pero por ahora, Espinosa de los Monteros se lleva su pataleta y deja a todos con más preguntas que respuestas.