24 octubre 1994

Los Verdes serán tercera fuerza por delante de los liberales (FDP) de Klaus Kinkel y los comunistas de Gregor Gysi (PDS)

Elecciones Alemania 1994 – Nueva victoria de Helmut Kohl (CDU) frente al socialdemócrata Scharping (SPD)

Hechos

Después de las elecciones federales alemanas de 1994 se mantuvo el Gobierno de coalición encabezada por la CDU con Helmut Kohl como canciller.

Lecturas

Las anteriores elecciones en Alemania fueron en 1990.

Las siguientes elecciones en Alemania serán en 1998.

CDU-CSU (Helmut Kohl) – 286 escaños

SPD (Rudolf Scharping) – 250 escaños

Los Verdes – 48 escaños

FDP (Klaus Kinkel) – 45 escaños

PDS (Gregor Gysi) – 28 escaños

17 Octubre 1994

Victoria de Kohl

Editorial (Director: Luis María Anson)

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El canciller alemán, Helmut Kohl, ha ganado su cuarta elección y guardará el poder hasta el año 1998, para convertirse en uno de los políticos alemanas más notables del siglo y honrar con su triunfo la memoria del maestro Adenauer, al que siempre tomó como modelo ideal de su comportamiento. Feliz protagonista de la reunificación alemana en 1990 y tenaz construcción de la Unión Europea (UE), que ha encontrado en su decidida vocación integradora un decisivo empuje político.

Con casi 42 por 100 del voto expresado y el apoyo de los liberales (FDP), la actual coalición democristiana y liberal alcanza una apretada mayoría en el Bundestag y permite guardar esa sagrada estabilidad política que constituye una de las reglas, pocas veces rota, de la democracia alemana,m ientras coloca en los bancos de la oposición a los socialdemócratas (SPD) ausentes del poder desde 1982 y defraudados en su esperanza de recuperar la Gran Coalición entre socialistas y democristiano.

Por fortuna para el equilibrio global de la vida política alemana, los dos grandes partidos – democristianos y socialdemócratas – conservan una considerable audiencia electoral sin estallar en pedazos, como ha sucedido con la Democracia Cristiana italiana o el Partido Socialista francés, lo que permite guardar el centro de gravedad de la vida pública nacional en una posición de aceptable estabilidad, doblemente valiosa en nación tan importante para el equilibrio europeo, cuyo peso específico resulta decisivo.

Es cierto que los dos grandes partidos, los llamados ‘Volksparteien’ o formaciones tradicionales, cosechan adhesiones ciudadanas que sumadas resultan inferiores a las de anteriores consultas electorales, pero la pequeña erosión no significa ni muchísimo menos un terremoto como los sufridos por otras formaciones europeas en una época de evidente crisis política, donde los electores contemporáneos parecen cansados del armazón que desde hace casi medio siglo ha sostenido la vida pública en las democracias occidentales.

Es importante subrayar el ridículo resultado electoral  de los llamados Republicanos o neo-nazis que recibieron un voto puramente testimonial, donde se confirma la buena salud política  del pueblo alemán y barre con sus cifras toda la amenaza de resurrección totalitaria, amparada en apoyos populares, como a veces se han empeñado en denunciar ciertos medios de información continentales, a propósito de incidentes terribles pero asilados, vividos en los últimos tiempos contra la emigración clandestina, desencadenados por fanáticos marginales, privados de todo soporte popular. Si son importantes los resultados generales de la elección, también lo es este rechazo tajante de la ciudadanía alemana a la oferta de la extrema derecha ultranacionalista que presenta cifras mucho más altas en varios países europeos.

El triunfo del canciller Kohl puede considerarse como éxito personal, puesto que en toda la campaña se habló mucho menos de programas socialdemócratas o democristianos que de hombres eficaces para conducir los negocios del Estado. Los carteles publicitarios de la Democracia Cristiana se limitaban a presentar el rostro de Helmut Kohl sin añadir un solo eslogan a su poderosa ifgura, mientras los socialdemócratas exhibían el rostro barbudo de Rudolf Scharping con la leyenda: “Cambiar el canciller”. La lucha se establecía sobre la capacidad gestora de los dos hombres y el pueblo alemán, ha preferido con su habitual prudencia, confiar en el sólido líder del centroderecha. Una decisión favorable al porvenir de la UE.

17 Octubre 1994

KohI, debilitado pero vencedor

Editorial (Director: Jesús Ceberio)

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Los resultados eran aún provisionales, pero pocos minutos después de cerrarse ayer los colegios electorales -diligencia alemana- estaba claro un hecho: el ganador de las elecciones generales de la Alemania reunificada se llama, una vez más, Helmut Kohl. Trece años después de llegar al poder, el canciller federal alemán ha ganado por cuarta vez consecutiva las elecciones. Por poco y no sin sobresaltos. La mayoría de la coalición de democristianos y liberales será muy exigua, podría ser que de tan sólo uno o dos escaños en el Bundestag. Y tendrá que gobernar. en contra de una sólida mayoría socialdemócrata en la segunda Cámara, el Bundesrat.Pero Kohl, satisfecho con unos resultados que suponen, sin duda, un éxito personal, ya anunció anoche que está dispuesto a renovar esta coalición pese a las dificultades que va a encontrar.. Toda la oposición se ha visto claramente reforzada, pero seguirá siéndolo, salvo en el muy improbable caso de que la CDU optara finalmente por ofrecer a los socialdemócratas la apertura de negociaciones para una gran coalición a fin de contar con una amplia mayoría en el Bundestag.

La Unión Democrática Cristiana (CDU-CSU) logró casi el 42% de los sufragios y tiene la oportunidad de renovar su coalición gubernamental con el Partido Liberal (FDP) (6,9%), que volvió a demostrar que en las elecciones federales recupera a votantes que pierde en otros comicios.

El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) ha obtenido con más de tres puntos el mayor incremento de votos desde la era dorada de Willy Brandt. Pero también ha vuelto a comprobar que aún no tiene un candidato capaz de batir a este peso pesado de la política que es el canciller Kohl. Rudolf Scharping ha recibido durante la campaña el apoyo de sus rivales dentro del partido, Oskar Lafontaine y Manfred Schroeder, en una manifestación de unidad muy poco frecuente entre los socialdemócratas alemanes desde que cayó el Gobierno de Helmut Schmidt. No ha sido suficiente frente al incombustible Kohl. Aunque aumenta su presencia en unos diez escaños, queda, con el 37,2%, a casi cinco puntos de la CDU.

Los Verdes, el aliado potencial de los socialdemócratas para una hipotética coalición de izquierdas, lo graron en torno al 6,5%, un buen resultado que les permite acceder al Bundestag. También accede el PDS, el heredero del partido comunista de la RDA, con considerable implantación en el Este. Este hecho ha dejado a la coalición liderada por Kohl con una muy corta mayoría. Pese a ello, el triunfo del canciller, es innegable. Los mensajes optimistas de Scharping por el considerable crecimiento del voto socialdemócrata no podían ayer ocultar que el objetivo de arre batarle el poder a Kohl queda pospuesto a 1998.

Sólo hay que recordar que hace apenas ocho meses, el SPD aparecía en todos los sondeos con una mayoría de hasta el 53%; la CDU, con poco más del 30%, y el canciller Kohl, hundido en sus cotas más bajas de popularidad personal desde que accedió a la cancillería. Pero la ya muy perceptible mejoría de la economía alemana, la lenta pero clara salida de las regiones orientales de la crisis y los efectos de su reestructuración y una impresionante campaña electoral de Kohl parecen haber sido las claves de una recuperación en la que sólo el canciller parecía creer.

Estos resultados garantizan una continuidad de la política internacional alemana, que en realidad no era cuestionada. El partido socialdemócrata recupera un peso que no tenía desde la caída de Schmidt. Podrá hacer una firme oposición en el Bundestag con Los Verdes, aunque previsiblemente marque unas distan cias claras respecto al otro partido de la oposición, el ex comunista PDS. Y en la Cámara alta o territorial cuenta ya con un poder efectivo de veto para la labor legislativa del Gobierno. Kohl es el vencedor. Podrá gobernar con los liberales sin los socialdemócratas, pero por primera vez desde que llegó al poder no podrá gobernar contra el SPD.

17 Octubre 1994

Helmut Kohl, el vencedor de gris

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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EN Alemania se hacen muchas bromas a cuento de la falta de brillantez de Kohl. Se ironiza sobre su mediocridad oratoria, se dice -es la jerga al uso- que «no comunica» y se subraya que su ingenio resulta tirando a nulo. Es posible que todas esas chanzas estén justificadas. Pero el resultado no tiene vuelta de hoja: Kohl seguirá siendo jefe del Gobierno del Estado más poderoso de Europa, y lo seguirá siendo gracias al voto de sus conciudadanos. Su partido ha perdido bastantes votos y sus aliados socialcristianos y liberales también, pero entre los unos y los otros se las han arreglado para alcanzar la mayoría parlamentaria.

«Los social-democrátas han ganado, los democristianos pierden muchos votos y de los liberales sólo queda la mitad», declaró ayer, ufano, Gerard Schöder, dirigente del SPD y ministro presidente de Sajonia. No le falta razón. Efectivamente, la social-democracia alemana ha pegado un tirón importante, el mayor desde hace decenios. A lo cual hay que añadir que los neocomunistas del PDS se han ganado a pulso el derecho a franquear la entrada del Parlamento federal, pese a haber contado con la abierta hostilidad de todos los demás partidos. Y tampoco hay que olvidar que el Partido Verde se ha recuperado notablemente. Es un cambio significativo de tendencia, que encuentra su lógica contrapartida en el retroceso sufrido por las huestes de Kohl y en los apuros que han pasado sus aliados liberales para superar la barrera que les permite seguir en el Bundestag. Pero, para desgracia de Schöder y sus amigos, la democracia no otorga el Poder de acuerdo con las tendencias, sino en función de los resultados. El que tiene la mitad más uno gana. Y la mitad más uno está en manos de Kohl. «Una coalición de perdedores», han dicho los social-demócratas. Es posible. Pero, en todo caso, de perdedores que seguirán gobernando.

Kohl ha dirigido los destinos de Alemania en circunstancias excepcionalmente difíciles. Todo lo que le ha faltado de brillantez cara al público lo ha compensado con grandes dosis supletorias de determinación ejecutiva. Es obvio que una parte sustantiva del electorado alemán ha sabido valorar adecuadamente su audacia en la conducción de la reunificación alemana y su abierta asunción del liderazgo de la Unión Europea.

De cara a España, no deja de ser significativo que el veteranísimo líder alemán pueda presumir de estar en condiciones de jugar a todas las bazas: tiene buenas relaciones con Felipe González -a fin de cuentas, llevan viéndose en los mismos foros desde hace más de diez años- y con José María Aznar, de quien es correligionario.

El líder del PP debería estudiar el fenómeno. Y los ciudadanos españoles también, dándose cuenta de que hay hombres grises que dirigen a sus países hasta la cumbre, mientras otros muy brillantes conducen a los suyos a la ruina.