25 febrero 1978

Comienzan a evidenciarse divisiones internas en la UCD, aunque de momento el presidente del Gobierno ha conseguido retener en su gabinete a los sectores de Fernández Ordoñez (socialdemócrata) o Garrigues Walker (liberal)

Enrique Fuentes Quintana dimite como Vicepresidente y Suárez forma un nuevo Gobierno como Abril Martorell como su segundo

Hechos

El 25 de febrero de 1978 D. Adolfo Suárez formó un nuevo Gobierno tras la dimisión del vicepresidente y ministro de Economía, D. Enrique Fuentes Quintana.

Lecturas

Ante la dimisión del vicepresidente económico, D. Enrique Fuentes Quintana, por discrepancias con el presidente del Gobierno, D. Adolfo Suárez González, el presidente opta por una crisis de Gobierno y una modificación de carteras. El Sr. Fuentes Quintana era vicepresidente desde el pasado julio de 1977.

El principal ganador de la crisis de Gobierno es D. Fernando Abril Martorell que como ‘vicepresidente económico’ se convierte en el hombre fuerte el Gobierno.

  • Presidente – D. Adolfo Suárez González.
  • Vicepresidente 1º y Defensa – D. Manuel Gutiérrez Mellado.
  • Vicepresidente 2º y Economía – D. Fernando Abril Martorell.
  • Asuntos Exteriores – D. Marcelino Oreja Aguirre.
  • Interior – D. Rodolfo Martín Villa.
  • Hacienda – D. Francisco Fernández Ordoñez.
  • Trabajo – D. Rafael Calvo Ortega.
  • Adjunto a las Regiones – D. Manuel Clavero Arévalo.
  • Relaciones con la CEE – D. Leopoldo Calvo Sotelo Bustelo.
  • Industria y Energía – D. Agustín Rodríguez Sahagún.
  • Educación y Ciencia – D. Íñigo Cavero Lataillade.
  • Presidencia – D. José Manuel Otero Novas.
  • Cultura – D. Pío Cabanillas Gallas.
  • Justicia – D. Landelino Lavilla Alsina.
  • Sanidad – D. Enrique Sánchez de León.
  • Obras Públicas – D. Joaquín Garrigues Walker.
  • Transportes – D. Salvador Sánchez-Terán Hernández.
  • Agricultura – D. Jaime Lamo de Espinosa Michels de Champourcin.
  • Comercio – D. Juan Antonio García Díez.

Este Gobierno Suárez se mantendrá hasta la celebración de las elecciones de 1979, cuando se producirá una nueva crisis de Gobierno, con nuevos ministros. 

EL CAMBIO DE GOBIERNO EN PRENSA

1978CrisisFQn  1978CrisisFQ2 24.2.1978

25 Febrero 1978

Crisis de Gobierno: Suárez gira a la derecha

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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Dimite Fuentes Quintana y cambian los ministros de Industria, Transportes, Trabajo y Agricultura

El presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, ha aceptado la dimisión de su vicepresidente económico y autor del pacto de la Moncloa, profesor Fuentes Quintana, que a instancias del Rey había asumido la responsabilidad de pilotar la economía española tras las elecciones del 15 de junio. Como solución de la crisis de Gobierno, el jefe del ejecutivo ha acumulado a las competencias de la vicepresidencia política la cartera de Economía, desempeñada en estos momentos por su íntimo colaborador Fernando Abril. Asimismo cesan en sus puestos los titulares de Industria y Energía, Alberto Oliart, de conocidos enfrentamientos con el dimitido Enrique Fuentes; Transportes y Comunicaciones, José Lladó; Agricultura, Enrique Martínez Genique, y Trabajo, Manuel Jiménez de Parga. Para ocupar estos mismos cargos han sido designados, respectivamente: Agustín Rodríguez Sahagún, vicepresidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales; Salvador Sánchez Terán, secretario de organización de UCD; Jaime Lamo de Espinosa, actual subsecretario del departamento y amigo personal de Fernando Abril, y Rafael Calvo, portavoz de UCD en el Senado y estrecho colaborador del presidente. Estos nombramientos se han interpretado como un giro a la derecha.

«Se aplicarán con mano de hierro y a rajatabla los pactos de la Moncloa», manifestó a EL PAÍS uno de los nuevos ministros, pocos momentos después de haber recibido la confirmación de su designación para ocupar una de las carteras del nuevo Gabinete Suárez. Sin embargo, próximos colaboradores del dimitido Enrique Fuentes interpretaron la remodelación gubernamental como un cambio radical de la política económica. La solución adoptada por el jefe del Ejecutivo hace pivotar la responsabilidad de los asuntos económicos en el vicepresidente Fernando Abril, pero manteniendo a Francisco Fernández Ordóñez en la cartera de Hacienda. El profesor Fuentes Quintana continuará colaborando con el señor Suárez como jefe del staff de asesores económicos de la presidencia del Gobierno, cargo de nueva creación. Los intentos de que sus colaboradores inmediatos continuaran no resultaron por la negativa de éstos a seguir en sus puestos. El portavoz oficioso de la presidencia del Gabinete, Fernando Onega, recalcó que la crisis se había generado por la dimisión de Fuentes Quintana, que había exigido el cambio del equipo económico. Aseguró que no habría cambios en la política económica y que ésta había sido la primera crisis de gobierno desde que existe Unión de Centro Democrático como partido, y se ha resuelto tras la consulta del presidente con la ejecutiva. «A partir de hoy -dijo- estamos ante un Gobierno totalmente de UCD.» Los partidos políticos de oposición, a nivel oficial, han guardado un cierto silencio. Mientras que para Alianza Popular era positivo el acercamiento del Gobierno a los empresarios, para las centrales sindicales se acentúa el carácter derechista de UCD y albergan serias dudas sobre la continuidad del pacto de la Moncloa. Por su parte, Max Mazin -vicepresidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales- declaró a EL PAÍS, a título personal, que el cambio puede ser positivo, y, en concreto, manifestó: «No le oculto que el cambio de un ministro supone una importante clarificación de posturas por parte del Gobierno.»

25 Febrero 1978

Análisis: ¿Peligra el pacto de la Moncloa?

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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La crisis abierta en el gobierno Suárez tras la dimisión irrevocable del vicepresidente económico no debe ser minimizada. La decisión irrevocable del profesor Fuentes de abandonar la responsabilidad política y la defensa de su plan de reforma económica amenaza a la realización del plan mismo.La crítica más elemental que se le puede hacer al vicepresidente dimitido es su abandono en un momento de grave crisis, a medio camino del plan por él diseñado, cuando se vienen abajo los sectores siderometalúrgico y naval, se anuncian gravísimos problemas sociales en el campo, y se prevé una agudización del paro y un mayor estancamiento, si cabe, de la actividad económica. El señor Fuentes siempre ha dicho que no era un político, pero en cualquier caso era un gobernante. Dejar el timón en medio de la tormenta es algo que no se debe hacer, y ya argumentábamos en nuestro editorial de ayer sobre la necesidad de la permanencia del profesor Fuentes en el Gobierno.

Otras interpretaciones, sin embargo, no valoran la salida de Enrique Fuentes del Gabinete como un abandono en estos difíciles momentos. La razonan más bien como la definitiva no aceptación del presidente Suárez de los criterios sobre composición del equipo económico que el hasta ahora vicepresidente le presentó como ultimátum para seguir adelante.

Como sea, lo importante es analizar los orígenes de la propia tormenta que han acabado con la paciencia del vicepresidente y han determinado su abandono final.

Por los nombres de los nuevos ministros, lo que se ha podido saber entre pasillos y la evidencia de la situación, la crisis supone un giro político a la derecha del Gabinete, una intensificación del color ucedista del Gobierno y un reforzamiento político de la figura y el papel de los amigos personales del presidente Suárez. Las fricciones y dificultades con las que tropezó el señor Fuentes no tenían un origen exclusiva ni primordialmente técnico.

La intervención progresiva de Fernando Abril en materias de política económica y la protesta creciente de sectores de UCD por lo que consideraban una política que les restaba votos y credibilidad en el empresariado eran cuestiones previas al estallido de la polémica con motivo del plan energético.

Las presiones del sector financiero motivadas por la reforma del sistema y las manifestaciones del ala más conservadora del empresariado, junto a las maniobras para formar la gran derecha al margen de UCD, asustaron sin duda a los cuadros políticos del partido y al propio Suárez. Y sin embargo éste parece haber pretendido evitar hasta el final la marcha de su vicepresidente económico, con el que se solidarizaba en público hace sólo unos días, pero al que no le allanaba el camino de la acción.

La crisis se ha resuelto así con la caída del protagonista de la política económica de Suárez y una amenaza cohe rente de un cambio de signo hacia una política expansionista. Sin duda la permanencia de Fernández Ordóñez significa un intento de continuidad del plan y la presencia de un islote gubernamental con un tono mínimamente progresista. Pero la dirección de la economía cambia de manos y al ministro de Hacienda ya le bastará con defender la reforma fiscal. Fernando Abril queda después de esta crisis como un gran acaparador de poderes y confianzas. Cuantos le conocen elogian su inteliencia y capacidad política y ponen de relieve su arraigado reaccionarismo. Con todo esto es de terner que el plan, sin su inspirador, y por más que éste quede como consultor técnico de Suárez, se irá al garete y ya hay propuestas, en el seno del Gobierno y fuera de él, para acudir a una remodelación del pacto dé la Moncloa. ¿Se trata del primer paso para la ruptura del mismo?

En efecto, si se decide una mayor y decisiva intervención del sector público en la siderometalurgia y lo naval, los compromisos presupuestarios adoptados no podrán conseguirse. De otro lado, si la presencia de Rodríguez Sahagün en Industria es coherente con las protestas de la confederación empresarial, intentarán elevar los topes de liquidez monetaria. ¿Cómo quedará después de todo esto el pacto salarial, si es que queda? Y de otro modo, ¿qué será en su conjunto de los pactos de la Moncloa, cuando sólo habían sido efectivamente aplicados en el terreno económico y es en este terreno donde comienzan ya a quererse modificar seriamente?

Se mire por donde se mire, y aun cuando se llegue a un nuevo consenso interpartid ario, la marcha de Fuentes supone el primer gran fracaso de la política Suárez, pivotante toda ella en su plan de saneamiento económico, que ahora vemos naufragar con estrépito. Suárez sin duda ha sido el primero en comprender la situación, y si aplaza un viaje de Estado a Polonia no es porque cambie el ministro de Transportes, sino porque es consciente del punto de inflexión que en toda su política esta crisis supone. Y eso que ha logrado contener que la ola llegara a otros departamentos también amenazados de cambio corno Exteriores, Regiones y Cultura. Confesar ante el electorado tantas decepciones a la vez era desde luego demasiado fuerte. El presidente se ha visto obligado así a hacer la crisis cuando menos lo deseaba, después de que llevara cuatro meses dudando en plantearla y cuando ya suponía que podría pasar el rubicón constitucional sin necesidad de cambios. La protesta de su propio partido y la del sector económico empresarial han sido más fuertes.

La presencia de Rodríguez Sahagún, que es uno de los inspiradores natos de la organización patronal española, en el Gobierno añade además características muy definidas a esta crisis. Este ya no es desde luego un Gobierno de centro, por si alguien lo dudara, sino de la derecha española de más rancio abolengo. Están en él sentados todos los sectores posibles de abarcar: la antigua burocracia política de la dictadura, los cristianos, que ganan otro puesto con la inclusión de Sánchez Terán, el mundo económico y financiero y las posiciones enfáticamente más afines al liberalismo económico y al poder de las grandes familias. El Gabinete necesita ahora ofrecer una alternativa que saque a este país del agujero y la UCD ganará protagonismo como partido de la derecha española. Mientras tanto los señores Osorio y Fraga -para qué hablar de los intentos del conde de Motrico-, pierden terreno ante esta pléyade de subsecretarios suyos que se afianzan e instalan en el Poder cada vez más cómodamente. Eso de la gran derecha y sus protagonistas es para los libros de historia y el polvo de los archivos. La derecha, grande o pequeña, es esta que ha montado el presidente. Sin duda el Partido Socialista se encuentra ahora por su parte como la principal alternativa posible de Poder, y no en un régimen de coaliciones, sino como oferta única de Poder. De la capacidad que Suárez tenga de retomar el timón y apaciguar sus propias borrascas depende ahora su futuro en las legislativas. Con este Gabinete se acaba el tiempo de las ambigüedades; la UCD no es otra cosa que la prevista: el Poder heredero del Poder.

26 Febrero 1978

Reflexiones para después de una crisis

Pedro J. Ramírez

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Muchos españoles de pie comparten sin duda esa perplejidad. La crisis le ha estallado al país entre las manos cuando sólo los profesionales del seguimiento de la actividad política la esperábamos. Ahora, cuando apenas ha tenido tiempo de aprenderse los nombre de los nuevos ministros – “Agustín Rodríguez…”, Lamo de Espinosa, ¿es el padre o el hijo? – ya se le bombardea con una simplificación apresurada: “El Gobierno ha girado a la derecha”. Quienes eso dicen – los mismos que ya se equivocaron en julio del 76 ñ no se dan cuenta de que en el actual Gabinete hay varios expertos en eso de cambiar la historia, incluso su propia historia. En tanto en cuanto su labor de Gobierno no nos proporcione los primeros datos de comprobación, yo tan sólo me atrevería a adelantar algunas reflexiones acerca de lo ocurrido.

Sobre la dimisión de Fuentes

En plena campaña electoral le pregunté al profesor Fuentes Quintana si entraba en sus planes patronear el barco de nuestra economía. Recuerdo perfectamente su respuesta: “Esa es tarea para un político. Para Fraga, para Felipe González. Alguien capaz de tomar las grandes decisiones en función de un compromiso”. Tres o cuatro meses después pude escuchar de labios de Gonzalo Fernández de la Mora un comentario deliciosamente cínico: “Por primera vez en diez años la política económica en este país no tiene que ver nada con Enrique Fuentes Quintana”.

Ninguna de las dos frases resulta válida en términos absolutos. Creo que se trata de dos buenas anécdotas, y en lo anecdótico siempre hay elementos de deformación de la verdad. De la síntesis de ambas nace, sin embargo – y es por eso por lo que las cuento – la más común de las interpretaciones de la dimisión del vicepresidente económico: Fuentes Quintana es un profesor, no un político; no ha sido capaz de entender eso del arte de lo posible, no ha podido resistir el tira y afloja, etc, etc., etc.

Ojalá los motivos se agoten ahí. Porque una segunda profundización nos llevaría indefectiblemente a preguntarnos si estamos o no en la senda de la política económica correcta, si el fracaso de la opción Fuentes Quintana es coyuntural o es estructural. Los primeros síntomas – el nombramiento del dimitido vicepresidente como superasesor económico, entre ellos – indican que se piensa perseverar en la línea emprendida. Modestamente tan sólo quiero aportar un dato: “Estamos peor que antes de la firma del Pacto de la Moncloa”, me aseguraba una voz autorizada del Gobierno en el mismo epicentro de la crisis.

Yo no voy a entrar a juzgar si la actitud de Fuentes Quintana ha sido responsable o irresponsable. Creo, eso sí, que le debe una explicación al país. Todavía son bastantes los españoles que recuerdan la sensación de seguridad y confianza que supo infundirles en su primera alocución televisada. Si Fuentes se encierra en su silencio y acepta el papel de mártir, que desde la hipocresía o desde la histeria pretende colocarle cierta izquierda, será culpable de haber dejado morir, por falta de riesgo, la única esperanza colectiva suscitada en este país desde hace bastantes meses.

Sobre la omnipotencia de Suárez

Que nadie piense que esta crisis ha sido diferente de otras desde un punto de vista operativo. La decisión ha sido de Suárez y nada más de Suárez. No ha habido consultas, sino simples comunicaciones que más tienen que ver con la cortesía que con el asesoramiento. Bastantes horas antes de que la Ejecutiva de UCD fuera convocada a la Moncloa, ya estaba en buena parte hecha la quiniela. Y si no se ha utilizado al motorista ha sido por una simple cuestión de estética.

Según se deduce de la película de la crisis, al menos dos ministros – Fernández Ordoñez y Garrigues – fueron tenidos en cuenta en la fase en la que, al parecer, se tomó la decisión. Dezconozco cuál es su impresión sobre los móviles de su presencia en la Moncloa. La mía indica que Suárez lo que pretendía era venderles una solución no demasiado acorde con sus preferencias personales. Y lo hizo en pequeñas dosis con habilidad de maestro.

A pesar del tiempo transcurrido desde la formación del Gobierno, Fernández Ordoñez y Garrigues continúan siendo imprescindibles dentro del Gabinete por su imagen – sólo compartida por Ïñigo Cavero – irreprochablemente democrática. Si, tal y como han sugerido algunos columnistas, uno de ellos hubiera decidido abandonar, Suárez se habría encontrado con una papeleta verdaderamente difícil.

Es tremendamente significativo – volviendo a la película de la crisis – que hasta después de las seis de la tarde del viernes la Vicepresidencia Económica quedara vacante y las competencias del Ministerio de Economía asignadas, de una forma o de otra, A Fernández Ordoñez, experto como se sabe, casi más en política monetaria que en política fiscal. Esa era la fórmula en torno a la que existía el consenso interno. De repente, a las ocho de la tarde comenzó a hablarse de Fernando Abril como vicepresidente para Asuntos Económicos. Y por si alguien pensaba que eso implicaría la pérdida de las competencias propias de la Vicepresidencia Política la fórmula semántica hecha pública al filo de las diez y media resultó ser concluyente: Vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía.

La noche del viernes se pareció bastante por su resultado, a aquella otra del domingo 8 de mayo de 1977, en que concluía el plazo para la presentación de las listas electorales; goleada del equipo de la casa en los últimos minutos. Otra derrota más para el Centro Democrático F. C. de nuevo enganchado en la trampa del reloj.

Sobre Fernando Abril

Para algunos, un auténtico hombre de Estado, para otros un perfecto oportunista. Hace apenas unos años sus posibilidades de promoción eran tantas como las de cualquier otro presidente de la Diputación de una provincia de renta más bien baja. Y si hubiera llegado a ministro durante el franquismo, Amando de Miguel le hubiera catalogado, sin duda, en el grupo de los García Hernández, Antonio Carro, Luis Rodríguez de Miguel…

Justo es reconocer, sin embargo, que Fernando Abril Martorell posee cualidades ajenas a cualquiera de ellos y homologables en cambio, a las de las dos únicas personas que durante los últimos años han acumulado tanto poder como él en ese segundo escalón de la Vicepresidencia. Abril posee tanto sentido de la totalidad como Torcuato Fernández-Miranda, y tanto sentido de la oportunidad como Alfonso Osorio. Y aún les gana a tan ilustres predecesores en pragmatismo y capacidad de trabajo. Cierto es que no escribe en los periódicos; pero tampoco el presidente lo ha hecho, ni creo que lo haga nunca.

Sobre los nuevos ministros

A dos de ellos los conocemos todos. Son hombres de grandes síntesis. En Sánchez Terán confluyen el Colegio Mayor San Pablo, la colaboración técnica con Fernández de la Mora, el franquismo boreal y la intuición socialdemócrata. Y Jaime Lamo de Espinosa es un muchcacho de familia falangista que primero va al colegio del Pilar y luego para sucesivamente por las manos de Allende, Santos Blanco, Licinio, Cotorruelo, López Rodó… para desembocar – claro está – a la vera de Fernando Abril. “Si fuese francés, sería giscardiano’ ha dicho en alguna ocasión. Estoy seguro de que los dos lo harán muy bien, porque son listos y saben de los suyo.

Las grandes novedades – de hecho, las dos grandes esperanzas cuya incorporación al Gobierno viene a equilibrar los aspectos negativos de la crisis – son Agustín Rodríguez Sahagún, como ministro de Industria y Rafael Calvo Ortega, como ministro de Trabajo. Uno y otro – ubicados en concepciones de la vida bastante diferenciadas – serán precisamente quienes tendrán que actuar en más estrecha colaboración durante las próximas semanas para pagar algunos de los incendios que jalonan el estricto cumplimiento del Pacto de la Monclia.

Rodríguez Sahagún es, efectivamente, un empresario. Hay quienes tratan de arrojarle a la UCD tal condición como si hubiera incorporado a su Gabinete a un criminal de guerra o a un delincuente habitual. Algunos medios de comunicación se olvidan de cuál fue el resultado de las elecciones y cuál el espíritu del Pacto de la Moncloa. Ni en uno ni en otro lance quedó cuestionada la economía de mercado. Nada tan natural como que un Gobierno respaldado por varios millones de votos empresariales tenga empresarios entre sus filas. Y estoy seguro de que Rodríguez Sahagún será fiel a su condición de tal, a la hora de ejercer el Poder con la misma moderación y prudencia que hasta hace muy pocos días demostró a la hora de desarrollar la crítica.

Quienes conocen bien a Rafael Calvo Ortega también lo tildan de moderado y prudente. Es un self made man que no se recata, sin embargo, en admitirse muy próximo a la izquierda. A las centrales sindicales no les resultará difícil entenderse con él. Las razones de paisanaje y relación personal mencionadas estos días no bastan por cierto, para explicar su nombramiento. A Suárez lo conoció ya – Suárez – director de Televisión un día en que un amigo común les invitó a comer en La Granja. Su relación con Fernando Abril, ha sido por otra parte, bastante superficial. Las claves fundamentales de la elección son otras. Rafael Calvo es un hombre sin pasado y yo nunca he visto a un senador que hablo mal de él.

Sobre los cesados

“Pueden pasar muchas cosas pero de una sola debes estar seguro, que yo sigo. Tu apuesta por mí”, me aseguraba uno de los cesados el jueves por la tarde en el Congreso. Otro de ellos juraba y perjuraba a las 18.15 del propio viernes que continuaría siendo ministro y – detalle enternecedor – que no pensaba dimitir. Eso de morir con las botas puestas sigue siendo lo mismo de siempre.

Pero no, no es verdad. Ahora fuera del Poder sí que existe salvación. Fuera del Poder, en sentido estricto, existe, por ejemplo, el partido. Sería una auténtica lástima que hombres con capacidades tan diversas – y tan aprovechables – como Oliart o Jiménez de Parga no se incorporaran cuanto antes de forma activa a la estructura de la UCD. Diría, desde luego muy poco en favor de su concepción de la vida pública.

Sobre algunas vacantes a cubrir

Veamos, veamos. ¿Quién será el nuevo Secretario de Organización de la UCD? Se descarta desde luego la promoción de Enrique Galavis, segundo de a bordo de Sánchez Terán. También se descarta que Arturo Moya – insólito corresponsal en Valencia de la agencia ‘Moncloa News’ durante las horas punta de la crisis – asimile organización y acción electoral. De momento no hay más nombre que el de Rafael Arias Salgado, pero su destino no podría ser ese, sino el de asumir de forma plena, las relaciones con las Cortes, tal vez como secretario de Estado.

¿Quién sustituirá a Álvarez Rendueles como secretario de Estado de Coordinación y Programación Económica? Tal vez José Luis Leal – excesivamente pro PSOE – tal vez Manuel Lagares, tal vez Ángel Rojo, tal vez nadie.

¿Quién será el nuevo portavoz de UCD en el Senado? ¿Quién será, por cierto, el nuevo presidente de UCD de Madrid una vez que José Luis Álvarez haya tomado posesión – cuestión de días – del sillón de alcalde? Desde luego no Armando Benito – actual secretario general – que podría ser nombrado director general de algo. Yo más bien me inclinaría por Miguel Herrero de Miñón, con Javier Tusell como segundo.

¿Quién heredará de Rodríguez Sahagún la patronal de la pequeña y mediana empresa? ¿Nombrará Fernando Abril a algún nuevo subsecretario? Pregúntenselo a él. Yo solo pinto la quiniela para que nos entretengamos todos.

Pedro J. Ramírez.

25 Febrero 1978

Dimite Fuentes, sigue Fuentes

DIARIO16 (Director: Miguel Ángel Aguilar)

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Intentar explicar, como se viene insinuando, la actual crisis de Gobierno a causa de la hipersensibilidad del vicepresidente Fuentes Quintana – que es quien la ha desencadenado con su dimisión – frente a las críticas, es como mínimo trivializar la cuestión.

Achacar tan grave asunto, que en realidad entra en el reino de los datos estrictamente objetivos, a la falta de talante político de Fuentes, que le impedía limar sus diferencias con los otros miembros del equipo económico, y en especial con Oliart, ministro de iNdustria, a la manera como, por ejemplo, lo hace Fernández Ordoñez, mucho más propicio al pacto que el riguroso profesor, es quedarse en la superficie de las cosas.

La hipersensibilidad del ministro dimisionario y su falta de flexibilidad para aceptar compromisos, son datos ciertos. Pero el aspecto más importante de la crisis no es su surgimiento actual, sino el aplazamiento que ha venido sufriendo. Las dudas crónicas y cierta debilidad de  carácter o en la ejecución práctica del profesor, han sido las cuasas del retraso.

Hace tiempo que, en buena lógica, Fuentes Quintana debiera haber dimitido y puesto sobre el tapete político español las contradicciones interdepartamentales a que estaba sometida su política económica. Este, mejor o peor, es un intento de globalizar la problemática, compleja y sin vuelta atrás, de la economía española, y, por consiguiente exige en su aplicación un entero convencimiento por parte de todos y cada uno de los Departamentos encargados de aplicarla. De ahí que las continuas correcciones “desde dentro” al programa Fuentes, en la Moncloa por los partidos de la oposición, resultaran inadmisibles para su autor. Fuentes ha dimitido, y ha hecho bien. Únicamente se le puede objetar que ha dimitido tarde. De haberlo hecho antes, esto hubiera permitido ganar un tiempo que él es el primero en saber que es preciso.

Fuentes, al dimitir, ha puesto en el disparadero al presidente Suárez que, hombre tan ágil y repentizador en materias estrictamente políticas, tiene tendencia a la perplejidad y a la parálisis en las cuestiones económicas. Ahora, en cambio, no cabe en el presidente la coartada de la pasividad. Le queda tan sólo adoptar con decisión, rapidez y esa energía tozuda que estos crispantes problemas requieren, la política de Fuentes y aplicarla él o vigilar, sin las vacilaciones de su ex ministro, su estricta aplicación.

Quizá por eso, y para evitar esas vacilaciones, es por lo que ha puesto al frente del equipo económico a Fernando Abril, hombre de toda su confianza, tejedor de los pactos de la Moncloa y que ya, de hecho, venía coordinando los temas económicos del Gobierno. Y puede ser seguramente ahora, sin Fuentes en el Gobierno, cuando se ejecute el programa del profesor Fuentes.

Se ha hablado, a propósito de los derroteros de la actual crisis, de un repentino paso a primer término de Fernández Ordoñez y de algunos nombres que homogeneizarían, en orientación de tipo socialdemócrata, la política de Fuentes. Sería un error a estas alturas caer en la tentación de capitalizar ideológicamente por algún sector de UCD un problema vital para el país y ya aceptado y oportunamente corregido por todas las fuerzas políticas.

01 Marzo 1978

¿Mimetismo o neo-caciquismo?

José María Gil Robles Quiñones

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Si algo ha puesto en claro la recientísima crisis, ha sido la falta de coherencia interna del conglomerado de la UCD. Las discrepancias en cuanto al tratamiento de la crisis por que atraviesa España, latentes desde que el señor Suárez entregó la dirección de la política económica al señor Fuentes Quintana, estalló a propósito de las medidas proyectadas en el orden energético, pero pudo producirse en cualquier otro instante. El presidente se ha inclinado hacia una de las muchas tendencias en que está dividido su partido, lo cual no quiere decir que los otros sectores hayan quedado satisfechos, sino más bien resignados. Ni aún la generosidad del señor Fuentes Quintana, al aceptar la posición secundaria de jefe del equipo de consejeros personales de don Adolfo para asuntos económicos, logra ocultar la clara significación de la Crisis. El señor Suárez ha dado un giro acentuado hacia el conservadurismo, disputando desde ahora el terreno a los que patrocinan la constitución de esa gran derecha, que puede haber perdido la vida antes de salir del claustro materno.Esa maniobra de adaptación del Gobierno a las exigencias de una parte del aglomerado de intereses en que se apoya ha sido calificada de fenómeno de mimetismo por uno de los ministros que han escapado de la remodelación. Encontramos acertado el término, si es cierta la referencia publicada por la prensa. Mimetismo es, gramaticalmente, la propiedad que tienen algunos animales y plantas de adaptarse o imitar, en cuanto a color, forma y demás accidentes, a los objetos entre los cuales viven. Y no olvidemos que, por exigencias de su vital función respiratoria, al camaleón se le ha conocido siempre como algo muy significativo en el campo del mimetismo político.

Al propio tiempo, el señor Suárez ha reforzado su equipo de incondicionales. No contento con aumentar día tras día el número de sus consejeros personales -son ya casi tantos como ministros-, lleva a las vacantes producidas en el Gobierno a quienes considera como amigos más seguros. De esa manera el antiguo hombre del Movimiento Nacional cuenta en pleno fervor de sus nuevos entusiasmos democráticos con el doble apoyo de un verdadero Gabinete privado de consejeros fieles y de un Gobierno oficial de amigos seguros. Estos últimos no sentirán empacho al sentirse controlados -y a veces sustituidos- por un organismo propio de los regímenes totalitarios, que los maneja desde la sombra o que puede utilizarse en el momento adecuado para colocar a un ministro en trance de dimitir. El caso Lasuén-Fuentes Quintana me parece que no precisa comentarios. Esperemos que no se repita en un próximo duelo Abril-Fernández Ordóñez.

El jefe del Gobierno aparece así apoyado en estructuras sólidas, lo que le permite -él al menos se lo cree- revivir uno de los rasgos esenciales que caracterizaban al Poder en los tiempos de la democracia orgánica.

¿Es tan firme la realidad como las apariencias? Me permito dudarlo.

Sin romper ninguna lanza a favor ni en contra de la política económica del señor Fuentes Quintana, no creo que sea una temeridad decir que un cambio de rumbo o un simple aplazamiento de medidas urgentes en momentos tan críticos como el actual no es en sí mismo un acierto. La incertidumbre en que vive el país, y que tanto influye en la paralización que cada día nos agarrota más implacablemente como una auténtica tenaza, no parece que con este remiendo gubernamental vaya a convertirse en confianza, aunque no descartemos posibles mejoras pasajeras.

Por lo pronto, es muy difícil que no se resienta el pacto de la Moncloa, del que era parte importantísima el plan económico del señor Fuentes Quintana. Nunca fue el famoso pacto una construcción de mediana solidez para desde él acometer unos problemas cuya gravedad intrínseca no parece preciso ponderar. Por lo pronto, no se ha sentido nunca vinculada por él una masa considerable del país, la masa trabajadora, que recaba una cierta independencia, al menos de hecho, respecto de los partidos de Oposición, comprometidos en los acuerdos de la Presidencia. Y no se olvide, pese a los resultados de las elecciones sindicales, que las más poderosas centrales, ligadas a los partidos pactistas de la Oposición, no engloban de verdad ni siquiera el 25% de los trabajadores. El resto es una masa incontrolada, expuesta a las manipulaciones de toda clase de extremistas. ¿Cómo acogerá el viraje conservador esa masa que aun antes del cambio venía mostrando su discrepancia y su pujanza, creando conflictos laborales no sólo en fábricas y talleres, sino en los servicios públicos, en las actividades sanitarias y en el propio parque de automóviles al servicio de ministros, subsecretarios, directores generales y toda la crema de la burocracia de gran clase?

La política -que más de una vez he censurado con la palabra y con la pluma- de considerar superada la difícil transición de un régimen autoritario a un sistema democrático no por la resolución de los problemas, sino por su simple desfloración, puede traer consigo grandes sorpresas. La historia nos demuestra que en más de una ocasión una dictadura seguida. de una fórmula de compromisos y emplastos no ha hecho más que aplazar los verdaderos problemas que siguen latentes en el cuerpo social. Los años, los decenios, de trastornos que siguieron a la caída de los grandes dictadores en México y Venezuela deberían hacer meditar a muchos moradores españoles de «La ciudad alegre y confiada».

¿Quién puede, si no está ciego, asegurar que están resueltos los problemas de la transición cuando no se ha empezado a discutir en serio la Constitución; cuando un sarampión autonomista confunde lo real con lo ficticio y pone ya en discusión el problema intangible de la soberanía única e indivisible de España; cuando cuarenta años de incalificables errores y abandonos de nuestra política en África pueden el día menos pensado crear una situación de tensión peligrosísima en las aguas que bañan el archipiélago canario?

No parece que sea ésta la hora de las habilidades, del cultivo de los amigos para evitar las deserciones, de reforzar los cuadros gloriosos de la «Guardia» para un eventual Waterloo.

Pues aunque parezca mentira, en esta intensa fase de politiqueo nos encontramos.

Antes de echar a su Gobierno el remiendo de la pasada crisis, la UCD y el PSOE habían llegado, a propósito de la ley electoral municipal, a uno de los más vergonzosos pactos de nuestra historia política contemporánea.

No vale la pena de querer disimular el «arreglo» de los dos modernos grupos neo-totalitarios con el disfraz de un esfuerzo para reforzar un bipartidismo que asegura el turno pacífico de los beneficiarios. El pacto entre los dos llamados «grandes» es mucho más descarado que eso.

No contentos centristas y socialistas con mantener el sistema electoral D’Hondt, que tantos beneficios les ha reportado, al margen de toda proporcionalidad entre los votos y los puestos, en las pasadas elecciones legislativas, han llegado al acuerdo de repartirse las futuras alcaldías a base de que ocupe la presidencia de cada corporación municipal el candidato que haya obtenido el mayor número de votos entre las candidaturas triunfantes.

Los resultados pueden calcularse desde ahora. La lista socialista o la coalición marxista marcharán a la cabeza en los grandes núcleos de población, que son cada día mayores en número después del éxodo campesino fomentado por cuarenta años de abandono del agro.

En los núcleos rurales, los gobiernos civiles, los propios ayuntamientos, que hoy siguen siendo los herederos de los de tiempos de Franco, y todos los resortes que el señor Suárez cuidadosamente conserva, asegurarán el predominio de la UCD.

Los ayuntamientos rurales pueden verse dominados por unos jefes locales del Movimiento de nuevo cuño democrático, que impondrán la continuidad del caciquismo totalitario, harto más eficaz que el de los tiempos de la Monarquía restaurada, combatidos en tono casi apocalíptico por el verbo encendido de Joaquín Costa. Con vista a las próximas elecciones de diputados a Cortes, el Martín Villa de turno podrá dejar en mantillas a Romero Robledo.

La sorpresa para los que votaron el Centro puede estar en el factor que antes apuntaba: el crecimiento de las ciudades con su cinturón de miseria, la disminución de esa población rural que fue uno de los sectores estabilizadores de nuestra sociedad y la sorda rebeldía que ya sacude a la masa preterida que aún no ha cambiado la vida triste del agro por las luces engañosas de la ciudad.

En política, las profecías son peligrosísimas. Quede aquí simplemente apuntada la posibilidad de que un Centro desgastado por una política de abandonos y de contradicciones no deje en un plazo relativamente corto más alternativa que la socialista.

Pero ¿qué socialismo vendrá al Poder? ¿El que siga los derroteros que antaño anularon a Besteiro e incluso a Prieto? ¿El que se echó en brazos de Largo Caballero como una transición al comunismo? ¿El que se disponga a gobernar democráticamente a la europea o el que resucite los métodos revolucionarios de 1934 y 1936?

Limitémonos a dejar constancia de la incógnita en espera de que los españoles -los que gobiernan con escaso sentido de responsabilidad y los gobernados desorientados e inquietos- digan la última palabra… en la medida en que se la dejen decir.