23 enero 1978

Cuatro de los partidos se fusionan en un 'partido unificado de AP' liderado por Fraga, que junto a los de Silva y Fernández de la Mora formará la federación

2º Congreso de AP – Federico Silva elegido presidente de la Federación de Alianza Popular, Fraga reelegido Secretario General

Hechos

En enero de 1978 se celebró el II Congreso de AP en el que D. Manuel Fraga fue reelegido Secretario General, tanto de la Federación de AP, como del partido unificado de AP.

Lecturas

El 30 de enero de 1978 se celebra el 2º Congreso de Alianza Popular, celebrándose de manera simultánea el congreso del partido unificado de Alianza Popular y el congreso de la Federación de Alianza Popular (que forman el partido unificado de Alianza Popular, la Acción Democrática Española y la Unión Nacional Española). D. Manuel Fraga Iribarne será, simultáneamente, secretario general tanto de la federación como del partido unificado.

Partido unificado Alianza Popular:

  • Presidente – D. Félix Pastor Ridruejo.
  • Vicepresidentes – D. Carlos Argos, D. Isabel Barroso y D. Laureano López Rodó.
  • Secretario general – D. Manuel Fraga Iribarne.
  • Secretario general adjunto – D. José María Ruiz Gallardón.
  • Tesorero – D. Guillermo Piera.

Federación de Alianza Popular:

  • Presidente – D. Federico Silva Muñoz (ADE).
  • Vicepresidentes – D. Félix Pastor Ridruejo (AP), D. Laureano López Rodó (AP) y D. Gonzalo Fernández de la Mora Mon (UNE).
  • Secretario general – D. Manuel Fraga Iribarne (AP).
  • Secretario general adjunto – D. José María Ruiz Gallardón (AP).
  • Tesorero – D. Guillermo Piera (AP).
  • Vocales – D. Jerónimo Gallegos (ADE), D. Miguel Fagoaga Gutiérrez Solana (UNE), D. Álvaro Lapuerta Quintero (ADE), D. Francisco Cacharro (AP), D. Luis Ortiz Álvarez (AP), D. Felipe Solano (AP), D. Pedro Hernández Escorial (AP), D. Miguel Arias Cañate (AP).

FRAGA Y RUIZ GALLARDÓN, LÍDERES TANTO DEL PARTIDO DE AP COMO DE LA FEDERACIÓN DE AP

RuizGallardon

Aunque figure D. Federico Silva como Presidente de la Federación de AP y D. Félix Pastor Ridruejo como Presidente del partido de AP, en la práctica la dirección del partido y de la federación queda en manos de D. Manuel Fraga Iribarne y de D. José María Ruiz Gallardón, Secretario General y Secretario General Adjunto tanto de la federación como del partido.

14 Diciembre 1979

El Franquismo

Federico Silva Muñoz

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Esto del franquismo es un invento de la izquierda para reducir a un puro fenómeno de poder personal lo que fue un régimen político que dio a nuestro país paz, prosperidad y estabilidad en muchos lustros, hecho insólito en la España contemporánea. Era la manera de convertir por obra tenaz del propagandeo un sistema político en una dictadura con todo lo que peyorativo entraña, en nuestro tiempo, este término. Y está tan clara la intención descalificadora como su inexactitud: si el dictador, desde el Imperio Romano, es el que salva un momento, me resulta muy extraña la existencia de una dictadura que salvó todos los momentos de casi cuarenta años.

El régimen que presidió el Generalísimo Franco fue una construcción pragmática, pegada al terreno de la realidad política y de la historia, según lo que cada situación política, nacional o internacional demandaba; fue un sistema de normas y de instituciones en la mayor parte de su recorrido; representó un permanente propósito de institucionalización y de permanencia futura en gran parte de su trayectoria, pensando en el porvenir de España más allá de la vida del hombre que lo presidió.

En los años que conocí a Franco, y tuve el honor de colaborar con él, el Generalísimo nunca se comportó como un dictador. Era un árbitro. El supo integrar en sus Gobiernos y demás instituciones del Estado a las diversas fuerzas políticas que respaldaron el Alzamiento Nacional, y ante la diversidad de opiniones y de enjuiciamiento de los problemas por los hombres que las representaban nunca le vi imponer su criterio, sino arbitrar la discrepancia. No niego que en última instancia su voluntad prevaleciese, pero esa instancia decisoria en manos de uno o de varios es consustancial con la gobernación de un país civilizado. No creo que suceda cosa diferente en democracias tan indiscutibles e indiscutidas como la americana o la francesa.

El régimen fue durante muchos años la suprema apelación política, como hoy lo es la democracia. Y Franco, una de las más ilustres personalidades de la historia de España, su conductor; porque sigo pensando que si no se hubiesen concitado la torpeza de unos, el oportunismo de otros y la carencia de principios de no pocos, el régimen de Franco hubiese continuado en otra etapa, transformado y remodelado, fiel al principio dinámico del sistema político nacido del 18 de julio de pragmatismo y adecuación a las circunstancias que había que regir. Hubiese habido cambio, pero no ruptura.

Por eso a una pregunta que me dirigió EL IMPARCIAL en el sentido de que si creía que el franquismo terminaría con la generación de los actuales franquistas, le respondí que el franquismo estaba muerto, porque lo habían destruido. Ahora quiero aclarar mi pensamiento y ampliarlo: la operación de desmantelamiento del régimen que se produjo desde el otoño de 1976 a la primavera de 1977 fue la primera parte del consenso, porque constituyó la condición previa impuesta por socialistas y comunistas para participar en el proceso electoral del 15 de junio. Ahí se produjo la destrucción del régimen anterior, presidido por el Generalísimo Franco, y que culminó con la derogación de todas las Leyes Fundamentales al aprobarse la Constitución del setenta y ocho. Precisamente por esta razón entiendo que el sistema político y normativo de eso que llaman el franquismo fue destruido en esas fechas y no cabe hablar de ya de su vigencia. Cosa diferente es el culto a la memoria de Franco, el reconocimiento de su obra de gobierno y la estimación de sus valores para el futuro.

Creo que el sistema político nacido del Alzamiento Nacional consagró valores irrenunciables, como son la afirmación de la unidad nacional, al reencuentro con nuestro patriotismo, la reivindicación de la tradición española, el orden con libertad o la libertad con orden, la justicia social, la solidaridad de los españoles y el progreso económico con bienestar. Eso es lo que no ha muerto del régimen de Franco, ni morirá jamás, porque siempre habrá un extenso sector de españoles dispuestos a reivindicarlos y mantenerlos. Pero lo mismo que Franco no exhumó ni el sistema político de Cánovas ni el de Primo de Rivera, pongo por caso, creo que como los ríos de la historia nunca van hacia atrás, en el futuro de España un nuevo proceso democrático reivindicará enérgicamente todos esos valores que Franco, como Primo de Rivera, como Maura o como Cánovas, dejó indeleblemente grabados en nuestro ser nacional y en nuestra historia.

De este modo, creo dejar aclarado mi pensamiento, a la vez que ejerzo un acto de legítima defensa frente al exabrupto, la incomprensión o la peor sordera que existe, la de quienes no quieren oír.

Federico Silva Muñoz

14 Diciembre 1979

El espacio político de la derecha

Félix Pastor Ridruejo

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¿Es la derecha política una derecha vergonzante? ¿Padece complejo de inferioridad que la impida definirse como tal? ¿Siente el temor de ser objeto de un rechazo popular de tal alcance que se ve obligada a esconder su propia condición para mendigar unos escasos votos que permitan su subsistencia? Mientras la izquierda siente el orgullo de exhibirse verazmente, la derecha se refugia en definiciones incoloras. Busquemos las razones para ello.

¿Acaso tiene la derecha razones históricas para ocultar su propia condición? Hay motivos para pensar que así sucede. El fundamento por el cual un grupo político, cuya imagen y cuya ideología responde a las definiciones clásicas de la derecha puede esconder tal condición o encubrirá con un pudoroso manto incoloro, nace con frecuencia de la mala conciencia de una derecha sociología que ha aceptado durante muchos años unas reglas no democráticos. ¿Sucede acaso que la derecha tiene la convicción de que su propio espacio político es excesivamente estrecho?

Supuesto que toda definición política implica una limitación del propio electorado podría parecer en este caso razonable no hacer más definiciones que las imprescindibles, o hacerlas tan ambiguas y difusas que nadie pudiera sentirse rechazado u ofendido por la misma definición. En este sentido la derecha política rehuiría toda afirmación que limite de su electorado, insegura acerca de la dimensión de éste. ¿Sucede acaso que en el fondo del rechazo a la idea de la derecha se oculta la convicción de que el centro como ideología y como estrategia es la sola actitud política útil en los actuales momentos? Se trata, en este caso, de la razón más seria y más profunda. Puede suceder que grupos políticos o personas cuya ideología arranque del centro se hayan visto conducidos por los resultados electorales y por los pactos y conciertos establecidos en determinado momento a ocupar el espacio político de la derecha. Nos hallamos ante la más honesta de las posiciones de quienes resisten a aceptar una calificación de derecha. Se trata de las actitudes de aquellos que no están identificados con lo que históricamente constituye el centro político que representa UCD, y que, sin embargo, tampoco se definen cómodamente como gentes de la derecha, por lo que proceden a practicar ofertas alternativas de una política sustancial de centro.

Frente a estas posibles alegaciones voy a exponer las razones por las cuales en los momentos presentes es decisivo que el papel de la derecha, la definición como derecha y el juego político de la derecha deban ser claramente aceptados por un grupo político que no oscurezca su definición, ni niegue el lugar, el espacio político en que está ubicado, y actúe en consecuencia.

1 – La derecha democrática es hoy una urgencia ciudadana y un clamor ante la situación nacional. Muchos españoles, silenciosos durante largo tiempo, reclaman en estos momentos la presencia de una derecha que no niegue su condición. Y lo más importante es que a la voz de estos ciudadanos, que se definen a sí mismos como derecha, se añade el testimonio de los otros situados en posiciones inteligentes de izquierda.

2 – La UCD no es la derecha, aunque recoja una parte importante del voto sociológico de la derecha. Cumple mal su encargo todo aquel que no acepta representarlo. El papel desempeñado hasta ahora por UCD no ha sido el de la derecha. UCD ha hecho en general política de centro, a veces de centro izquierda, y rara vez ha tomado actitudes claras en línea diferente.

3 – Sólo con la presencia clara de una derecha democrática que acepte su espacio y su definición se puede producir el equilibrio de las fuerzas políticas. En las democracias pluralistas la política es el resultante del equilibrio de las fuerzas en presencia. La alteración de contenidos, o de la definición, o de la posición de cualquiera de ellos, afecta al resultado global. Una derecha que se defina y acepte como tal no puede faltar en una democracia moderna sin que se altere el conjunto.

4 – Hacer estas afirmaciones no significa endurecer una línea política o ‘derechizar’ peyorativamente el rumbo de un partido. Este tipo de acusaciones dirigido a quienes pretendemos una definición clara de la derecha implica un juicio negativo de lo que es la misma derecha. Usar la palabra derecha o derechizar como una especie de reproche significa que alguien entiende que las actitudes de la derecha encubren fines y pretensiones poco claras, poco democráticas o poco justas. La derecha moderna está por la democracia, por las libertades y por la justicia, pero tiene sus propias ideas sobre el modo como hay que realizar esto, porque tiene su propio modelo de sociedad. Para conseguirlo ni debe estar ausente del espectro político, ni debe ocultar su condición.

Félix Pastor Ridruejo

17 Febrero 1978

Los rostros de la derecha

Editorial (Director: Juan Luis Cebrián)

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LA DERECHA se mueve. ¿Qué pasa en la derecha? Surgen nuevos intentos de creación de partidos, desde los que se califican modestamente de conservadores hasta los que pretenden aglutinar a la llamada «gran derecha». No es complicado crear un partido: bastan unas pocas firmas, una inscripción en el registro y una documentación. Lo demás es simple operación de propaganda y «marketing» -esto es, dinero-, al menos hasta que las urnas no demuestren la existencia, o, por lo general, la inexistencia, de estos sedicentes partidos cuyos líderes y cuadros no obtuvieron escaño en las elecciones.La derecha española ha gobernado siempre, con excepciones contadas y muy breves. Se ha metamorfoseado con notable capacidad política según las épocas, según los regímenes, desde los más tradicionales a los más excepcionales. Tiene una capacidad y una experiencia de poder y de gobierno del Estado históricamente muy superior a la de la izquierda. Al fin y al cabo, fue la derecha española quien ganó la guerra civil, la que gobernó con el general Franco y la que con un a maestría y flexibilidad dignas de toda atención ha venido amparando e Impulsando el actual tránsito político.

La desaparición del régimen totalitario ha obligado así a la derecha española a una remodelación profunda. El «lavado» político que experimenta España coincide con una operación de fondo: la sustitución de un conglomerado de intereses -y de las personas que representaban- por otro diferente pero del mismo signo: no sucede una derecha a otra, porque eso son cosas que no existen, sino la misma con otros nombres y apellidos y a veces hasta con los mismos.

¿Derecha racional o civilizada? Esta es otra de las expresiones acuñadas durante el antiguo régimen que parece indicar que hay una derecha bruta e irracional, como sin duda también hay una izquierda bruta e irracional. En democracia la única civilidad, la sola racionalidad posible, a ambos lados del espectro político, es aquella que supone la aceptación de las reglas democráticas: la que se somete a la prueba de las urnas. La derecha extraparlamentaria juega así en el terreno de los hechos un papel muy parejo al de la izquierda extraparlamentaria.

Desgajada por la voluntad popular y por la realidad de las cosas de los centros de poder y representación se dedica al terrorismo elegante de las frases y las actitudes, y lo hace, como su homóloga de la izquierda, atacando paradójica y suicidarnente a quienes representan con plena legitimidad los mismos intereses que ellos dicen defender. Hoy sólo hay una «gran derecha» en España y está sentada en los escaños de las Cortes porque el pueblo así lo ha decidido: se trata de UCD y AP, con sus líderes incluidos y que cubren todo el espectro y actitudes posibles de los partidos conservadores. De ahí que asombren y extrañen no poco las intentonas de otros sectores. que carecen de representación popular, y atacan a los hombres de la derecha que se presentaron ante el pueblo y aceptaron las reglas del juego.

La derecha sufre, en fin, una crisis de identidad, que no significa lapodredumbre que con tanta intemperancia y tan pocas pruebas espetara el PSOE en las Cortes. Sus compromisos de pasado y la pesada herencia de la dictadura la obligarán sin duda a una catarsis. ya iniciada en las últimas elecciones generales. Pero es aventurado pensar que resulta factible la formación de un partido de derecha más coherente con la derecha real española que lo que ahora es la UCD. Sin duda ésta necesita encontrar su definitiva identidad ideológica y sus propias alternativas internas. Pero montar las alternativas desde fuera del espectro, desde la actual e inoperante, un poco chillona y bastante ineficaz, derecha extraparlamentaria es condenar a la derecha a perder las próximas legislativas.

El Análisis

AP: ¿FEDERACIÓN O PARTIDO?

JF Lamata

El II Congreso de AP es la demostración de la indecisión en el modelo de formación política franquista, si una federación o un único partido político, el mismo debate que por esas mismas fechas mantenía la UCD sobre si ser coalición o partido. Los líderes de AP, Sres. Fraga y Ruiz Gallardón, lograron convencer a la mayoría de partidos de la federación que se integraran en el ‘Partido Unido de AP’. Pero no lograron captar a los grupos de los Sres. Silva y Fernández de la Mora. Por lo que en el II Congreso fue un cónclave simultáneo entre el Partido Unido de AP y la Federación de AP.

El hecho de que los Sres. Silva y Fernández de la Mora se quedara al margen pronto se evidenciaría cuando, al aprobarse la constitución, se vio que miraban en una dirección diferente que el Sr. Fraga.

J. F. Lamata