5 marzo 1977

Enrique Thomas de Carranza cargó contra la actitud hostil de la prensa hacia AP

1er Congreso de AP – Fraga elegido Secretario General de la Federación de AP en una dirección nutrida de franquistas

Hechos

El 5 de marzo de 1977 se inauguró I Congreso de AP de marzo de 1977 consolidó a D. Manuel Fraga como su Secretario General y, por tanto, líder.

Lecturas

El 5 de marzo de 1977 se inaugura el primer congreso de Alianza Popular en el que la formación se constituye como ‘Federación de Alianza Popular’. Está formada inicialmente por:

  • Reforma Democrática de D. Manuel Fraga Iribarne.
  • Acción Democrática Española de D. Federico Silva Muñoz.
  • Unión del Pueblo Español de D. Cruz Martínez Esteruelas.
  • Unión Nacional de España de D. Gonzalo Fernández de la Mora Mon.
  • Unión Social Popular de D. Enrique Thomas de Carranza.
  • Acción Regional de D. Laureano López Rodó.
  • Unión Social Popular de D. Enrique Thomas de Carranza.

El congreso estuvo presidido por D. José María Ruiz Gallardón (Acción Regional) y formaron parte de su mesa D. Álvaro Lapuerta Quintero (Acción Democrática Española), D. Vicente Toro (Democracia Social), D. Rafael Pérez Escolar (Reforma Democrática), D. Fernando Liñán (Acción Regional), D. Javier Carvajal (Unión del Pueblo Español), D. José María Velo de Antelo (Unión Nacional Española) y D. Salvador Serrats (Unión Social Popular).

El congreso acuerda que la Federación de Alianza Popular se presente en solitario a las elecciones generales de 1977 y ratifica a D. Manuel Fraga Iribarne como líder absoluto de la formación con el cargo de ‘secretario general’.

Cuatro de las seis formaciones fundadoras de la federación, Reforma Democrática, Unión Social Popular, Democracia Social, Unión del Pueblo Español y Acción Regional, acuerdan fusionarse en el partido unificado Alianza Popular. Por lo que la Federación de Alianza Popular pasará a estar formada por tres partidos: el partido unificado de Alianza Popular, Acción Democrática Española y Unión Nacional Española.

Fraga_AP_congreso El periódico EL PAÍS que dirigía D. Juan Luis Cebrián (del que el Sr. Fraga era accionista) y el periódico DIARIO16 que dirigía D. Miguel Ángel Aguilar dieron una cobertura bien diferente en sus portadas al primer congreso de Alianza Popular.

“LOS SIETE MAGNÍFICOS” DEL FRANQUISMO

La dirección de la Federación de Alianza Popular (AP) estaría formada por los siete fundadores de los siete partidos políticos que la constituían, todos ellos destacados ministro durante la dictadura del General Franco.

Fraga D. Manuel Fraga (Líder de Reforma Democrática y Secretario General de AP)

«Alianza Popular ofrece conjuntamente una alternativa de continuidad y de futuro, un programa realista y realizable, una opción para cuantos españoles rechazen una España roja o rota».

ThomasdeCarranza  D. Enrique Thomas de Carranza (Líder de Unión Social Popular)

«Lucharemos con gran parte de la Prensa: su tono general es protestatario, rupturista y negativo, su tendencia mayoritaria, disolvente e izquierdista, colaborará en la gran ofensiva de la confusión».

cruzmtnezesteruelas D. Cruz Martínez Esteruelas (Líder de Unión del Pueblo Español)

«Ha terminado la euforia del desarrollo»

lopezrodo D. Laureano López Rodó (Líder de Acción Regional)

«El remedio contra la inflación no puede ser otro que una clara política estabilizadora».

Fernandezdelamora D. Gonzalo Fernández de la Mora (Líder de Unión Nacional Española)

Silva D. Federico Silva (Líder de Acción Democrática Española)

licinio D. Licinio de la Fuente (líder de Democracia Social)

GALLARDÓN, PRESIDENTE DEL CONGRESO

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El político D. José María Ruiz Gallardón, que evolucionó de ser encarcelado en los años cincuenta por actividades anti-franquistas a ser un hombre de máxima confianza del franquista D. Manuel Fraga fue el encargado de presidir el I Congreso de AP.

 

06 Marzo 1977

«Nos negamos a aceptar la voladura de la obra gigantesca de estos cuarenta años»

EL PAÍS

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Alianza Popular es una fuerza política que se niega a aceptar la voladura de la obra gigantesca de los últimos cuarenta años, que no se avergüenza de un período histórico en el cual el país ha dado un salto colosal hacia adelante», dijo entre grandes aplausos y vítores hacia su persona, el secretario general de Alianza, Popular, Manuel Fraga, en su discurso de apertura del congreso.Comenzó su intervención el señor Fraga indicando que todo lo ocurrido -muchas veces en nuestro país desde la fundación de la organización, confirma lo necesario y oportuno del paso dado, y afirma la Alianza Popular como una «pieza esencial del desarrollo político de nuestra patria».

«Desde que aparecimos -dijo después- como una fuerza seria, significativa y clara, todo el mundo comprendió que había pasado la hora de los grupúsculos políticos, que entonces rebasaban los cuatrocientos, y que había comenzado la hora de la verdad ». Agregó a este respecto que pronto siguieron su ejemplo varios sectores del espectro político.

Pasó después a defender la obra realizada durante estos últimos cuarenta años, y añadió que «quieren otros ahora venir a administrar sus éxitos, los mayores de nuestra historia económico-social». Puntualizó más tarde que, no obstante, Alianza Popular no se define «sólo y principalmente en función de ese pasado ilustre» ni tampoco mira hacia los años cuarenta, «con los que ya tiene que ver poco nuestro país», sino a las posibilidades del, futuro.

Dijo después que mientras otro! levantaban resentimientos, querellas, luchas de clases y piques regionales, «nosotros defendemos la unidad sagrada de España; propugnamos un Estado fuerte, capaz de defender el orden, la paz, la ley y los intereses internacionales de la Patria … », así como «el sistema ecónómico-social basado en la economía social de mercado». «Pretendemos -agregó- en todo una modernización creciente de nuestra sociedad, pero sin destruirla ni quebrar su moral. »

Añadió que el programa común de AP -que contiene estos principios- es «el primero y el más completo presentado a la ciudadanía».

Por último, indicó que tema clave del congreso es la aprobación de la Federación y de sus estatutos, que queda por ratificar, tras la decisión favorable de los partidos.

10 Marzo 1977

El congreso de Alianza Popular: una útil clarificación

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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El primer Congreso de Alianza Popular clausuró el pasado domingo sus sesiones. La única novedad de la reunión ha sido el acuerdo de transformar el pacto electoral en federación; sin embargo, las reticencias de los señores Femández de la Mora y Silva Muñoz a llegar a la fusión en un solo partido de los siete grupos, da motivos para pensar que no todos los componentes de la familia están tan convencidos como el señor López Rodó de hallarse unidos por un vínculo sacramental que sólo la muerte puede disolver. Las simpatías de los dos ex ministros de Obras Públicas por otras franjas del espectro político no son ningún secreto: mientras el señor Fernández de la Mora tiene una clara vinculación ideológica con la tradición contrarrevolucionaria de Acción Francesa y Acción Española, que le podría llevar en el futuro a una confluencia en la práctica política con quienes defienden parecidos objetivos de manera. doctrinalmente menos refinada, el señor Silva Muñoz no pierde la esperanza de que las aguas democristianas se encaucen algún día por los canales, hoy secos, de su particular versión autoritaria de esa ideología pluralista.Algún orador en el Congreso se ha quejado. de que los críticos de Alianza Popular presten menos atención a las ideas de su programa que a los hombres que las exponen. El reproche no parece ¡usto. El papel medominante de las personalidades en el pacto electoral constituido el pasado mes de septiembre quedó confirmado cuando dos de estos siete líderes, desautorizados por sus propios partidos -el señor Silva Muñoz, por UDE, y el señor Thomas de Carranza, por ANEPA-, optaron por abandonarlos y fundar otros de nuevo cuño, a fin de seguir a la cabeza de la actual federación. La ausencia de votaciones en el Congreso, la proclividad a los acuerdos unánimes y por aclamación, el autonombramiento de los dirigentes y las constantes referencias a sus méritos como políticos franquistas, hacen explicable que se busque la definición de la FAP más en los antecedentes y el carácter de quienes la dirigen que en el contenido de su programa.

Por lo demás, los discursos pronunciados el pasado domingo tienen un denominador común: la añoranza del franquismo, el elogio de sus. logros y la capitalización política de esa idealizada etapa en beneficio de los oradores, todos ex ministros de Franco, con la única excepción del señor Thomas de Carranza (a quien le gustaría, al parecer, aplicar su experiencia como censor de libros durante su devastadora gestión como director general de Cultura Popular a la prensa diaria). Nosotros no compartimos ni esa añoranza ni esos elogios, pero admitimos como un hecho natural e inevitable que parte de nuestros compatriotas, sobre todo aquellos que han disfrutado de los beneficios y de las glorias del poder en esos años, se sientan embargados por ese sentimiento y hagan esa valoración. En ese aspecto, el Congreso de la FAP constituye un acontecimiento positivo, en tanto que instala una cierta congruencia entre las palabras actuales de los líderes de Alianza Popular y su propio pasado, y contribuye a la clarificación de la vida política española. Por lo demás, esperamos que, a partir de ahora, los componentes de la federación acepten como denominación puramente clasificatoria, y no denigratoria, el calificativo de «neofranquistas».

De cara al electorado, Alianza Popular combina el falseamiento del pasado con la deformación del presente y el chantaje hacia el futuro. Atrás está la Edad de Oro; adelante, si Alianza Popular no lo remedia, los terrores del Año Dos Mil.

Las dos palancas para la distorsión de la historia de los últimos cuarenta años son bien conocidas. Como el corcho encima de la ola, los ministros de Franco, que administraron con manifiesta incompetencia las consecuencias inducidas para la economía española por la ola de prosperidad europea de la posguerra, se atribuyen los méritos del crecimiento de la renta nacional y se absuelven a sí mismos de los graves errores que cometieron en su gestión y que el país comienza ahora a pagar.

Parecería como si las obras de infraestructura las hubieran realizado con sus manos los señores Silva Muñoz y Fernández de la Mora, como si el desarrollo económico hubiera sido planificado personalmente por el señor López Rodó en sus noches en vela.

Y, junto a la prosperidad, la paz de Franco es. el segundo mito que Alianza Popular se propone explotar electoralmente, aunque ello le obligue a deformar nuestro inmediato pasado. Porque una paz basada en la represión de las libertades básicas y el secuestro del ejercicio de los derechos cívicos y políticos sólo es una caricatura del bien común. Sin olvidar que ni siquiera esa paz formal que es el orden público en las calles resistió el embate de las nuevas generaciones, de las reivindicaciones de los trabajadores y del autonomismo vasco.

La descripción que del presente hace AP está, obviamente, al servicio de la formación del próximo futuro. Los sondeos de opinión realizados por el propio Gobierno conceden a los comunistas un bajo porcentaje electoral; Alianza Popular, sin embargo, presenta al partido de Carrillo como una fuerza amenazante a punto de tomar el poder, a menos que su ¡legalización, por un lado, y la victoria en las urnas de la FAP, por otro, lleguen a tiempo de impedirlo. La clave de semejante estrategia electoral es de pura cepa franquista: Alianza Popular, si; comunismo, no. Para que la realidad cuadre con esa fantasía sadomasoquista hay que deformar los hechos hasta el absurdo: votar al PSOE «conduciría, a medio plazo, a resultados muy próximos al comunismo», y el Centro Democrático, transformado en «puente para el marxismo» encierra en su seno las posibilidades de disolución y desgobierno que derrumbarían al país por la pendiente del caos, la anarquía y el comunismo. Poco importa que el PSOE haya sistemáticamente descartado la perspectiva del Frente Popular. Poco importa que el Centro Democrático postule soluciones políticas semejantes a las grandes formaciones centristas europeas que se alternan en el poder con los socialistas desde hace treinta años. Y menos importa aún que las transformaciones en la sociedad industrial avanzada y el carácter represivo del sistema soviético lleven a los comunistas occidentales a una revisión no sólo de su estrategia, sino también de sus objetivos. Si los hechos no cuadran con los deseos y las necesidades propagandísticas de Alianza Popular, peor para los hechos.

La estrategia electoral de Alianza Popular es transparente como el cristal: apelar a las emociones y no a las ideas, suscitar temores y no confianzas, mitificar el pasado en vez de analizarlo, profetizar un sombrío porvenir en lugar de esclarecer las grandes líneas que permitirían asegurar en el futuro la estabilización de la Corona.

Y como trasfondo, la vieja, falaz y siempre rentable idea de que España es patrimonio exclusivo de quienes piensan de una determinada manera; de que los valores del patriotismo, el orden, la moral y la dignidad humana son un monopolio cuyo usufructo y administración corresponde, por derecho divino, a los dirigentes de un partido. Todo lo demás es discutible y opinable. Pero la pretensión de tener la exclusiva para interpretar los intereses nacionales es la línea fronteriza entre el autoritarismo y el sistema pluralista. España es de todos y todos somos españoles. Incluida, por supuesto, Alianza Popular, aunque sus portavoces no reconozcan a buena parte de sus conciudadanos tal condición y traten de desterrarles a ese espacio geopolítico imaginario al que gratuitamente llaman la Anti-España.

22 Marzo 1977

Las cosas claras

Manuel Fraga Iribarne

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Conviene fijar unos criterios de clarificación en torno a los cuales todos nos aclaremos.

Nuestro país está lleno estos días de voces que resuenan en todas direcciones. Es importante aclarar su sentido, y evitar la confusión. Conviene fijar unos criterios de clarificación en torno a los cuales todos nos aclaremos.

Lo primero es: ¿queremos más libertad?. Se entiende, para todos. No para los amigos; no para administrarla uno mismo. Definición: los que venimos pidiéndola, y ampliándola de hecho, desde los años sesenta, pedimos más libertad. Límites: la libertad de los demás, definida por la ley.

Lo segundo: ¿queremos democracia? Es decir, predominio de la voluntad de la mayoría, debiendo ésta respetar a las minorías, con arreglo a la ley. Lo que es también delcir: no se puede decir que esta mayoría vale y ésta otra no.

Lo tercero: ¿queremos un Estado de derecho? Pues ya sabemos lo que quiere decir: ley discutida públicamente; decretos-leyes sólo en casos de excepción y verdadera urgencia; justicia, no sólo independiente, sino que sólo interviene en cuestiones claramente jurídicas, y no políticas; y respeto de todos a la ley, aún imperfecta, mientras no, sea modificada. El reservarse el derecho, de acatar y cumplir la ley o no, de tomarse la justicia por la mano, no es de recibo.

Cuarto: ¿queremos jugar en serio a la política, o de modo, picaresco, tirando a tramposo? Veo demasiada gente despreciando el juego limpio, utilizando toda clase de oportunismos, guiñando demasiados ojos a la vez. El país tiene un limitado número de posturas reales y serias; de nombres que signifiquen algo. Es hora de que en los registros no se inscriban ficciones, sino cosas reales.

Quinto. Forma del Estado: La Monarquía. La República ha fracasado dos veces. En cuanto a la Monarquía, sólo puede ser una Monarquía constitucional, es decir, arbitral.

Sexto. Administración pública. Ha de ser la de los países civilizados, es decir, profesional, estable, imparcial, ajena a los vaivenes políticos.

Séptimo. Autonomías: cuantas hagan falta para integrar mejor, no para desunir. Jugar con otras palabras, tales como autodeterminación, nacionalidad o incluso federalismo, es altamente peligroso.

Octavo. Constitución: no se puede tomar este tema a broma. Ya hemos fabricado demasiadas: 1812, 1831, 1845, 1869, 1876, 1931; e innumerables intentos más, refor mas, actas adicionales, etcétera. Un nuevo período constituyente sería igual que los anteriores: mucho ruido y pocas nueces. Es mejor proceder por reformas sucesivas, sin alborotar ni enfrentar al país. Lo esencial ya lo tenemos: la Monarquía, Ias Cortes democráticas y una Justicia independiente. Un buen sistema de partidos no se hace por decreto. Dejemos al conjunto equilibrarse por sí mismo.

Noveno. Sindicatos. Libertad. Independencia de los partidos. Sin ella, ni cumplirán su función ni podrán luego entenderse entre sí; no podrán pactar, sino al dictado.

Décimo. Sistema económico, y social. Hay dos: la libre empresa y la empresa burocrática. La segunda es menos eficiente, pero permite controlar mejor a la gente; produce menos riqueza y menos libertad. En la economía social de mercado puede haber también abusos; es mejor corregir los abusos que romper el sistema.

Undécimo. Moral y cultura. Unos creemos que la moral cristiana sigue siendo la mejor, a pesar de lo poco que la respetamos muchos cristianos. Otros creen que está superada, y prefieren la pública exhibición de toda clase de pornografías (y no sólo sexuales). Hay que escoger. Libertad privada muy amplia, pero no libertad de escándalo público.

Duodécimo. Religión. Es un hecho social capital, independientemente de sus aspectos personales y trascendentes. Hay que tomar postura. Somos partidarios de una actitud favorable del Estado a la religión, de una total no interferencia mutua; de un reconocimiento de la realidad sociológica; de una cooperación de buena fe desde la mutua independencia. Y de la emancipación total y definitiva de los disidentes, dentro del orden público.

Trece. La mujer. Emancipación, promoción, igualdad de oportunidades. Reconocimiento del trabajo familiar, a todos los efectos. Fuera las últimas discriminaciones legales. Pero nada de enfrentamientos; nada de quitar la belleza y la poesía de este pobre mundo.

Catorce. La juventud. Basta de adúlarla, corromperla y engañarla. Se es joven poco tiempo, por desgracia; la juventud no es una clase social, Todas las facilidades para estudiar y un empleo; nada de evasión de la realidad. Rebajar la mayoría de edad.

Quince. Mundo del trabajo. Formación profesional continuada; seguridad en, el empleo, permitiendo un control de productividad: política eficaz de vivienda, seguridad social completa, para todos los ciudadanos Participación a todos los niveles.

Dieciséis. El campo. Máxima priorididad. Empresa agraria sólida. Ayuda decisiva de los demás sectores. Nivelación de la balanza de pagos agropecuaria. Administración única responsable de todo lo agrario y la alimentación.

Diecisiete. Ordenación territorial a fondo; planificación de la ciudad y el campo; política enérgica del suelo.

Dieciocho. Administración pública más eficaz; más cerca del público; más desconcentrada (hasta el nivel comarcal) y más descentralizada. Estabilidad y profesionalidad.

Diecinueve. Lucha contra la corrupcion; sin paliativos, y caiga quien caiga.

Y veinte. Entrega total. Nada de pillerías. Matarse por el país en estos años decisivos.

Y poner cara de hacerlo, en serio y con ganas. Y que Dios reparta suerte.

Manuel Fraga Iribarne, Secretario General de AP y accionista de EL PAÍS

01 Junio 1977

Centro, 36

Federico Silva

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No estaría de más recordar con objetividad literal algunos hechos que protagonizaron el intento de crear un partido de centro, alejado por igual de las derechas y de las izquierdas, entre fines de 1935 y comienzos de 1936. Son mayoría los españoles que ni los vivieron, ni siquiera los conocen.

El intento de propagandear la Historia es, por desgracia, bastante frecuente en nuestro país. No me sorprendería ver un día a Cervantes, Lope de Vega o Jovellanos convertidos en contestatarios, libertarios o pioneros de los escritores antifascistas. En el fondo, parece que tenemos una especie de furor por bautizar en nuestras creencias hasta a los muertos, y de contar las cosas como se nos antoja. Y, con nuestra intolerancia, al que se resiste, lo borramos.

Por eso, en el plano estrictamente político, y para contribuir a que la Historia no sea propagandeada, he juzgado que no estaría de más recordar con objetividad literal algunos hechos que protagonizaron el intento de crear un partido de centro, alejado por igual de las derechas y de las izquierdas, entre fines de 1935 y comienzos de 1936. Son mayoría los españoles que ni los vivieron, ni siquiera los conocen.

A fines de 1935, la derecha constituida por el bloque gubernamental (cedistas, agrarios, radicales y reformistas) se había debilitado por múltiples causas: el «estraperlo» y la escisión de Martínez Barrio desmantelaron al Partido Radical. La CEDA. se debatía entre la hostilidad del presidente Alcalá Zamora y el fracaso de «la victoria sin alas», sobre la revolución de 1934, de lo que dan testimonio las palabras que don José María Gil-Robles y Quiñones dirige a los militares al cesar en el Ministerio de la Guerra: «Yo sólo os puedo decir una cosa: volveré aquí…, hasta entonces, cumplir con vuestro deber, como habéis cumplido hasta última hora; cuando llegue ese momento, lo cumpliremos nuevamente juntos por el Ejército y por España.» Los agrarios coqueteaban con el presidente de la República, porque presentían que la influencia del Poder seria decisiva para hacer un buen papel en las elecciones. Y los reformistas titubeaban por análogas razones.

Las izquierdas, mientras tanto, se aprestaban a formar el Frente Popular, que era, a juicio de Largo Caballero, «no la estación final, sino una de tantas por las que hemos de pasar para llegar a la meta».

EL SOCIALISTA, ahora reaparecido, decía entonces: «Las derechas no saben lo que es una revolución auténtica. No se puede pedir a un pueblo, sobre todo cuando tiene tan frescos los quebrantos, que canalice cuerdamente su iracundia; eso se consiguió una vez en España (el 14 de abril), y la segunda se nos antoja que va a ser imposible.» A esta literatura respondía Gil-Robles que «los periódicos de izquierdas, nutridos con detritus de alcantarilla», realizan una labor difamatoria. Y EL SOL decía que «no se puede estar a merced de cuatro plumas frenéticas», dedicadas a practicar la injuria como sistema.

En este clima, el señor Alcalá Zamora abre la crisis del 10 de diciembre de 1935. Su objetivo era crear un partido del centro que a modo de «cascos azules», que diríamos hoy, se interpusiera entre la derecha y la izquierda; pudiera dar satisfacción al tenaz y, hasta entonces, fallido deseo del presidente de tener un partido; y que, según escribía «La Libertad», ese partido pudiese «ser expresión del espíritu y tendencia que son necesarios para dar la batalla a la extrema derecha: cedistas, agrarios y monárquicos, arrojándoles al borde del camino. Las izquierdas no serían obstáculo para la formación de ese partido a cuyo frente verían con tranquilidad, y sin reservas, a los señores Portela y Chapaprieta».

Tras un piélago indescriptible de vicisitudes, que van de lo bufo a lo dramático, protagonizadas por algunos de los más destacados de la clase política de entonces, unas en la propia Cámara presidencial y otras en pleno Consejo de Ministros, todo ello bajo la inspiración del presidente de la República, éste se decide por Portela Valladares, para nombrarle y después confirmarle como presidente del Gobierno, dotándole del deseado decreto de disolución, para hacer las elecciones, con lo que se consagraría el partido del Centro. Así lo manifestó la declaración ministerial del Gobierno Portela Valladares el 31 de diciembre de 1935: «La hostilidad entre la derecha y la izquierda abre una sima ante el país.» Y se autodefine como «el centro republicano que sirve de regulador y de ponderado equilibrio en nuestra organización política».

No pensaba del mismo modo EL DEBATE —el YA de entonces—, que el 3 de enero de 1936 decía: «Lógico es que se ponga frente a frente, de un modo claro y rotundo en la lucha legal, nobilísima, los frentes que corresponden a los términos de la disyuntiva. Si los revolucionarios renuncian a sus diferencias políticas, obvio es aceptar del enemigo el consejo.»

Sin embargo, el centro estaba fletado. ¿Hacia dónde se dirigía? ¿A dónde iba el país? La respuesta de los acontecimientos fue más rápida de lo que se esperaba. Convocadas elecciones generales, se autorizó la reaparición de los periódicos suspendidos, se abrieron las Casas del Pueblo y centros sindicalistas clausurados, en aras todo ello de la pacificación nacional; el Gobierno se ocupó de desmontar 2.000 Corporaciones locales para poner a sus adeptos; una larga lista de personas que entonces se declararon progresistas, se aprestaron a ocupar los altos, medianos y pequeños cargos; y el señor Portela confiaba en presidir una minoría de 150 diputados en la próxima Legislatura, según él mismo declaró a la Prensa.

Como ha escrito Ricardo de la Cierva: «Lo mismo que sucediera en 1931, los resultados completos y fidedignos de las elecciones de febrero de 1936 no se han publicado y, posiblemente, no podremos nunca conocerlos con exactitud.» Por eso no es de extrañar que mientras los datos que figuran en el resumen que hicieron los periódicos el día 19 dieron al centro de Portela Valladares desde 50 a 21 diputados, ya Azaña en el Poder, el 25 de febrero, figuraban los siguientes resultados: Frente Popular, 260; derechas, 147; centristas de todas clases, 66, y el centro del señor Portela, específicamente, 20 diputados.

Después sucedieron muchas cosas: la huida de los gobernadores y altos cargos; la anulación arbitraria de actas de la derecha por la mayoría parlamentaria de la izquierda, que así conseguía ser más mayoría; la deposición tan dudosa, desde el punto de viste constitucional, del propio presidente señor Alcalá Zamora; la delicuescencia del Estado…, y la hecatombe en julio

Federico Silva

El Análisis

FRANQUISMO SOCIOLÓGICO

JF Lamata

La federación de Alianza Popular (AP) dijo querer representar el ‘franquismo sociológico’. Es decir, la derecha natural española, derecha que, durante años había respaldado la dictadura franquista. Sin embargo, el grupo del Sr. Fraga no midió bien al electorado. La gran masa social de la derecha, a pesar de que había sido franquista y seguía siendo anti-roja, llegada la democracia, quería olvidar cuanto antes que lo había sido franquista, para no tener que abochornarse ante la izquierda. Y a pesar de que el pasado político del Sr. Suárez estaba tan ligado al franquismo y a la dictadura como el del Sr. Fraga, el Presidente de UCD supo hacer el striptease a tiempo, como la mayoría de los votantes de derecha. El Sr. Fraga no. Y eso le pasaría factura en las urnas.

J. F. Lamata