22 mayo 1988

El escritor se enfrentó con el director, Juan Luis Cebrián, tras publicar un artículo contra Octavio Paz

Francisco Umbral rompe con el diario EL PAÍS de Juan Luis Cebrián y pasa a ser columnista del DIARIO16 de Pedro J. Ramírez

Hechos

  • El 22.05.1988 D. Francisco Umbral publicó en el diario EL PAÍS su columna sobre D. Octavio Paz que causó su marcha del periódico.
  • El 4.06.1988 DIARIO16 anunció el nombramiento de D. Francisco Umbral como columnista de su periódico.

Lecturas

umbral_diario16 En su portada del 4.06.1988 el periódico DIARIO16 anunciaba el fichaje de D. Francisco Umbral como nuevo columnista diario en una sección titulada ‘Diario con guantes’. El periódico dirigido por DIARIO16 definía al Sr. Umbral como ‘el más brillante columnista de la prensa nacional’. El día 5.06.1988 el Sr. Umbral concedía una amplia entrevista a DIARIO16 en la que daba su opinión sobre la situación política del país, pero no daba ningún dato sobre los motivos por los que había abandonado al diario EL PAÍS del que hasta ese momento era su principales columnistas.

No sería hasta 1992 cuando el Sr. Umbral explicaría los motivos de su marcha años después desde otro periódico en un artículo titulado ‘Cebrián’. Según el Sr. Umbral se molestó con EL PAÍS tras serle censurada una columna muy críticas con el Gobierno y, sobre todo, por los reproches que le hizo el director de EL PAÍS, D. Juan Luis Cebrián por un artículo del Sr. Umbral contra D. Octavio Paz publicado el 22-5-1988.

'La Década Roja'

Francisco Umbral

1993

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La redacción de EL PAÍS era un cruce de periódico del Banco de Bilbao/Vizcaya o sea un sitio laboriosamente moderno, grave, mareado y gris, siempre temblando en el aire del día siguiente.

EL PAÍS había nacido de un vago sueño de José Ortega, hijo del filósofo, quien quería amanecer sobre España aquel SOL de su padre. Los primeros monstruos sagrados o ancianos de la tribu que fueron llamados para dirigir el periódico, se proponían llenar de ensayos de Laín Entralgo y Julián Marías , a modo que EL PAÍS, en vez de llegar a ser la monumental catedral periodística que es hoy, se hubiera quedado en un perecedero panteón de hombres ilustres enterrados en vida. Pero el talento de un gran empresario está en saber materializar y corromper los sueños de los poetas y melancólicos y así es como Jesús de Polanco hizo, del sueño artrósico de Ortega una realidad liberal, moderna, dinámica, europea, rentable y al día. Yo he visto a Polanco quitar la palabra a Ortega, en algún acto del periódico lara decirle que se equivocaba y que iba a hacer todo lo contrario de lo que ‘nuestro presidente de honor’ pensaba. Y para hacer eso, Polanco buscó y encontró al periodismo más sagaz, informado, joven y seguro del nuevo periodismo, Juan Luis Cebrián, un zorro escapado de todas las cacerías del zorro que franquistas y comunistas, muy ingleses ellos, organizaban todos los días a través de España y sus desmontes.

Los dos trucos de los primeros tiempos en EL PAÍS éramos Pradera y yo, él con sus editoriales y yo con mis columnas que, so capa de mundanidad, tiraban aún más a la izquierda.

Cuando el PSOE llegó al poder, la caza del zorro se organizó de nuevo, pero ahora dentro del periódico. La cosa no dejaba de tejer emoción. El zorro era yo.
Empezaron a darme la columna desbaratada, con absurdos anuncios de Unicef de por medio, o de calvos. Una vez me lo dijo Gabriel Celaya.

– ¿Y Por qué te meten tantos calvos en la columna?

O sea anuncios contra la calvicie. La sutil censura socialista que EL PAÍS ejerció sobre mí consistía en dar la columna gloriosa, visible y recuadrada, cuando el tema y la tesis les iban (le iba a González), y en darla escondida, esquinera, desbaratada, cuando yo me pasaba por la izquierda. Una censura fáctica y silenciosa. El ingenuo Joaquín Calvo Sotelo se preguntaba por qué a una columna tan bonita no le ponína recuadro.

Luego empezaron a hacerme luz de gas y a deicrme que la columna – y yo – estábamos acabados. De modo que hice otras secciones, pero ya arrastrando un handicap de crepúsculo de los dioses nada wagneriano. EL PAÍS montó una gran exposición retrospectiva en el Palacio e Cristal del Retiro, para contar su historia por dentro y por fuera, y allí no aparecía yo ni mi columna por parte alguna. Era un depurado. Los campeones de la democracia me estaban depurando sordamente. Me estaban aniquilando profesionalmente, pues yo mismo llegué a pensar (y gran parte del público) que era un escritor acabado

Lo último que me dieron fue la última página de los domingos con un diario íntimo/público que llamamos ‘La Elipse’ y que escribía ya acojonado por la censura y la falta de espacio. Pero seguía en mi tomo. Un día me llamó Juan Cruz, el heraldo negro (canario) de las malas noticias, y me dijo en estilo correcto con palabras cortas y todo corto, que les sobraba un folio de lo mío, que hiciera los domingos un folio menos (hacía tres, con alguna foto). El gran peligroso José Miguel Ullán (y sutilítimo) me dijo un día:

– Juan Cruz, jefe de cultura del periódico es un canario que está todavía en la cultura de ‘Los Sábanadeños’.

Pero yo sabía que no era más que un mandado y además buen chico. Transformé el diario íntimo en un artículo largo, siempre sobre una persona o personalidad, y casi siempre un enemigo. Allí empecé a remontarme. Mis dos últimas columnas fueron sobre Octavio Paz y Mario Vargas Llosa, a quienes definía más o menos como hombres paralelos a la CIA y no como insulto o denuncia, sino como orientación ideológica para los lectores, como definición aproximada. Juan Luis Cebrián me llamó a su despacho/almena torreado de idiomas y preseas, y acudí con dos whiskies y dos optalidones en el alma, y un contrato de otro director, Pedro J. Ramírez, en el bolsillo, o sea uqe dispuesto a irme y alegre de ello. Por eso sus amenazas de ‘meterme dentro’ (otra censura) me resultaron ingenuas (también el zorro puede serlo a veces). Le dije que me iba para siempre y además muy contento fuera del periódico pero no adónde. No se lo creyó, porque pensaba que fuera del periódico sólo estaban las tinieblas exteriores. Vivo muy feliz en las tinieblas.

DIARIO16, que hereda el prestigio público/clandestino de CAMBIO16 no funciona ya lo mismo pues que esa fuerza era la clandestinidad – el rumr, que decía yo antes – y al cielo abierto pierde marcha. Cuando Pedro J. Ramírez decide contratarme e incluso hacer vallas anunciándome, Juan Tomás de Salas le dice que está loco y que yo soy un escritor acabado. Pedro (y Ágatha) creen en mí. Luego soy un éxito en el periódico, porque me dan libertad, y entonces Juan Tomás me invita mucho a comer, y sigo en la casa, cnvencionalmente tras el despido de Pedro J.

20 Julio 1992

CEBRIÁN

Francisco Umbral

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Tú me llevaste a ese periódico, donde trabajé muchos años, pero estuve quince días sin escribir porque os negábais a dar una columna que trataba (mal) de González y Guerra, qué casualidad, coño. Lo que diferencia a EL PAÍS de otros periódicos es que censura o autocensura más fino. Finalmente, dos columnas (políticas) sobre Vargas Llosa y Octavio Paz, te llevaron a tí a la cólera y a mí a marcharme.

Madrid a tantos de tantos, querido Juan Luis Cebrián, volverse contra la propia profesión (aunque ésta se comparta con un Banco) es jugar al dragón que se muerde la cola, y que suele quedar en doméstica y humilde pescadilla. Y no propugno con esto ningún corporativismo, pero me parece que no está bien acusar a la Prensa (y muy localizadamente, la madrileña) de trapicheos, enredos y mafias. En el periodismo hay que ser un poco ángel caído para mojar la pluma de las alas en el fango y escribir la verdad con espesor de humana materia. También puede ocurrir que te pilles las alas en la puerta giratoria de un Banco, pero entonces ya has dejado de ser periodista y pasas a una ambigua y formidable condición de consejero de la fiducia, de la Prensa, de la vida, de consejero en general. Antes, cuando no eras consejero de nada, a mí me dabas mejores consejos y me forzaste a inventarme una nueva fórmula periodística, cosa que siempre te agradeceré. Ahora, en tu calidad de consejero universal en general y de PRISA en particular, te permites dar consejos al universo contra las mafias periodísticas y financieras de Madrid, como si EL PAÍS constase de dos páginas como las dos alas del cisne que sólo se reflejan en el agua limpísima de un lago. «Deidad de la corriente», definió Jorge Guillén al cisne. ¿De verdad es El País la deidad de la corriente de los trabajos, los placeres y los días? Tú, Juan Luis, que eres un zorrito rubio, entrañable y peligroso, primero te cargas de razón para luego entrar en materia, muy atalajado, echando por delante los carros de combate de unos rumores, denuncias lóbregas e imprecisas, cosas. Para atacar la difamación (una mano que le echas a Felipe González, hombre),principias difamando, y difamando a los colegas más cercanos de forma jeroglífica, tan hábil como ineficaz. Pero con Moncloa ya has cumplido: la ley de difamación es necesaria por que detrás de los periódicos hay Bancos, cuando tú eres la más hermosa conjunción de periodista bancario o de ángel revolucionario del 82 que, como digo, se ha cogido las alas en la puerta giratoria de un Banco. Fuiste, chico de la calle, el primero en recoger la bandera de la libertad que estaba tirada en el suelo y hacer con ella un periódico. Tú me llevaste a ese periódico, donde trabajé muchos años, pero estuve quince días sin escribir porque os negábais a dar una columna que trataba (mal) de González y Guerra, qué casualidad, coño. El periódico de la libertad, donde yo era la estrella, ejercía sobre mí una sutil forma de censura, que consistió en no darme jamás un recuadro fijo, sino que mi columna iba errática por el periódico. El día que os gustaba, salía recuadrada y visible. El día que no os gustaba (los más, y no hablo de gustos literarios, claro), la columna salía de delantalillo por abajo, tronzada por anuncios de la Unicef absolutamente prescindibles o desplazables. Lo que diferencia a EL PAÍS de otros periódicos es que censura o autocensura más fino. Finalmente, dos columnas (políticas) sobre Vargas Llosa y Octavio Paz, te llevaron a tí a la cólera y a mí a marcharme. Hoy, querido y joven maestro (sólo creo ya en el magisterio de los jóvenes), escribo casi a diario contra las ideas de mi propio periódico, y no por eso me prohíben, me riñen o me llenan la columna de niños de la Unicef. Coherente con tu línea, tu periódico no difama sino que silencia, lo cual es abrasivo para el enemigo y muy de agradecer para el amiguete en apuros. Salvo cuando sacaste a mi amiga la princesa Tessa Baviera en primera, con el glorioso muslamen a tope, implicándola en un affaire económico que era mentira. Demagogia fácil contra la jet. ¿Por qué no habéis dado a Juan Guerra con un muslo al aire? En tu mundo capitalista de consejero de Bancos, periódicos y cosas, un consejero puede hacer de todo, menos dar consejos.

Francisco Umbral

El Análisis

¿Y por qué?

JF Lamata

D. Francisco Umbral había sido, en efecto, columnista estrella del diario progresista EL PAÍS hasta que en mayo de 1988 se pasó al otro diario progresista, DIARIO16, que en ese momento parecía el más rojo de los madrileños porque se atrevía a meterse con la pasma y codearse con proterroristas. ¿Pero por qué abandonó EL PAÍS el Sr. Umbral? En la entrevista que publicó como bienvenida DIARIO16 no dio ningún motivo para el abandono. No tenía por qué si era un mero cambio de trabajo porque le hubiera dado la gana, pero otra cosa sería si el cambio fuera por una censura editorial.

Por eso es un tanto rarote que en 1992 el Sr. Umbral para ‘acordarse’ de que había sido censurado del diario EL PAÍS. Aunque, según el propio relato del Sr. Umbral lo que llevó a su ruptura con EL PAÍS fueron las quejas del Sr. Cebrián por unos artículos del Sr. Umbral metiéndose con los liberales Sres. Octavio Paz y Vargas Llosa, pero si esas quejas se produjeron fue porque esos artículos se publicaron, por lo que en todo caso se podrá hablar de ruptura por mala leche del director, pero no ruptura por censura.

Lo que está claro es que entre el Sr. Umbral y D. Pedro J. Ramírez hubo ‘feeling’, porque a penas un año después cuando el Sr. Ramírez fue despedido de DIARIO16, el Sr. Umbral se iría con él, en una unión que – salvo un leve paréntesis – duraría hasta el fin de su vida.

J. F. Lamata