16 julio 1966
El artículo fue burlonamente replicado por los periódicos del Estado, PUEBLO y ARRIBA
Franco secuestra una edición de ABC por un artículo de Anson en defensa de la Monarquía de Don Juan, el Conde de Barcelona
Hechos
- El Ministerio de Información que encabezaba D. Manuel Fraga Iribarne ordenó el secuestró de la edición del 21 de julio de 1966 del diario ABC por el artículo publicado en su tercera página con el título ‘La Monarquía de Todos’, firmado por Luis María Anson.
Lecturas
Luis María Anson Oliart publica en ‘La Tercera’ de ABC del 21 de julio el artículo ‘La Monarquía de Todos’ en el que defiende que Juan Carlos de Borbón y Borbón no puede aceptar la corona mientras siga vivo su padre Juan de Borbón Battenberg. El artículo – cuya edición será secuestrado por el Gobierno – es descalificado en prensa por sendos artículos de los directores de los periódicos públicos Pueblo, Emilio Romero Gómez, y Arriba, Manuel Blanco Tobío. En el ABC se publicará una segunda tercera firmada por José María Araúz de Robles Estremera en sentido contrario a la de Anson Oliart.
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«LA MONARQUÍA DE TODOS…»
La lucha entre los distintos sectores de la derecha española por su posicionamiento de cara al régimen que debía reemplazar a la dictadura franquista una vez muriera su dictador, el general Franco, seguía teniendo repercusión en la prensa. El 21 de julio de 1966 los monárquicos juanistas volvieron a dar un golpe de efecto con un artículo en tercera página de D. Luis María Anson con el objetivo de defender el retorno a España de la monarquía parlamentaria encarnada en el Conde de Barcelona, Don Juan de Borbón, asegurando que a este apoyarían todos los grupos políticos, desde socialistas como D. José Federico de Carvajal a tecnócratas como D. Hermenegildo Altozano pasando por los carlistas del Sr. Araúz de Robles.
Ante la publicación de aquella ‘Tercera’, el dictador, General Franco, estalló de ira y escribió en su diario que ‘el peor enemigo de España no hubiera escrito un artículo peor’ por lo inconveniente que resultaba en el momento. El dictador ordenara al ministro de Información, D. Manuel Fraga Iribarne, que secuestrara aquella edición de ABC.
La ira del general Franco se entiende, si se tiene en cuenta que – aunque aún no fuera oficial – él ya tenía planes de que el príncipe Don Juan Carlos de Borbón fuera su sucesor a título de Rey, por lo que era especialmente molesto no que el Sr. Anson defendiera la Monarquía, o enumerara las reuniones de opositores moderados al franquismo, sino el hecho de que recordara unas declaraciones del propio Don Juan Carlos asegurando que ‘no aceptaría la Corona mientras su padre, el Conde de Barcelona viviera’. Algo que al Generalísimo no le interesaba nada que fuera recordado.
En conversación con LA HEMEROTECA DEL BUITRE el Sr. Anson explicó que secuestrando aquella edición la dictadura le hizo un favor, ya que su texto tuvo más difusión que el que habría tenido si no hubiera habido una medida gubernamental contra él.
La popularidad del artículo lo demuestra el hecho de que los directores de los periódicos del Estado, como era el diario ARRIBA (dependiente del ministerio-secretaría general del Movimiento) y el diario PUEBLO (dependiente del ministerio de Relaciones Sindicales – Organización Sindical). Dirigidos por don Manuel Blanco Tobío y don Emilio Romero, respectivamente.
Tampoco se puede decir que – de caras para fuera – el ABC respaldara de todo al Sr. Anson, el 23 de julio aclaraban que ellos no tenían por qué coincidir con lo que decían todos sus colaboradores e incluían una página Tercera firmada por D. José María Arauz de Robles (‘¿Monarquía de los partidos o de todos los españoles?’), criticando el texto de Anson.
«EL MAYOR ENEMIGO DEL RÉGIMEN…»
En las memorias del dictador Franco publicadas por su pariente, D. Francisco Franco Salgado Araujo, el caudillo aseguraba, refiriéndose al artículo del Sr. Anson que no podían haber aparecido en peor momento «el mayor enemigo del régimen no hubiera escrito algo peor». Comentado por este dato por LA HEMEROTECA DEL BUITRE el Sr. Anson consideró ‘no os podéis imaginar lo que suponía en ese momento, que Franco era Dios, que te consideraran el peor enemigo de España. Me quisieron sancionar pero hubo un acuerdo con Torcuato Luca de Tena para que me fuera de España, y ejercí de corresponsal de ABC en el extranjero sin poder firmar’. Después de aquel ‘castigo’ D. Luis María Anson regresaría al diario ABC como Subdirector.
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21 Julio 1966
LA MONARQUÍA DE TODOS
ABC (diario de la mañana)
En la vieja Europa de las experiencias y de las sabidurías políticas, una serie de países avanzaos, de alto nivel de vida, que han hecho una reforma social justa y han distribuido la riqueza de manera equitativa, sin necesidad de revoluciones armadas, ni de sangre: que, en fin, gozan de libertad en medio de paz prolongada y de ejemplar estabilidad política, son monarquías: Suecia, Noruega, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Inglaterra… Con esto no quiero negar la existencia de repúblicas justas y estables, sino sencillamente subrayar un hecho incuestionable: la Monarquía es un sistema que responde a las exigencias de la más avanzada modernidad social y política, y no sólo no entorpece el progreso y la libertad, sino que, por el contrario, los favorece al máximo. De ahí se deriva, tal vez, la profunda popularidad de la institución monárquica en los países europeos que disfrutan de ella, en todos los cuales, por cierto, han gobernado o gobiernan los socialistas. Que en Bélgica, en Dinamarca o Inglaterra el pueblo está con la Monarquía, nadie puede dudarlo. Por eso toda la propaganda antimonárquica desbordada en España por ciertos demagogos enraizados en ideologías más o menos totalitarias y torpemente planteadas sobre pintorescas imágenes de pelucas, marqueses empolvados, rigodones y explotación del pueblo, se desmorona como un castillo de arena ante la realidad de la Europa de hoy. Mirando hacia Noruega o Suecia resulta verdaderamente difícil convencer a nadie de que la Monarquía es un sistema atrasado que utilizan los poderosos para exprimir al pueblo y privarle de la libertad y de su derecho a intervenir en la vida pública. Aún más, es cierto que algunas de las monarquías derribadas desde la crisis de la Gran Guerra se han convertido, tras pruebas durísimas, en repúblicas libres: la Alemania partida en dos, Austria, Italia, donde si gana el partido de la oposición se terminaría la democracia. Pero la mayor parte de los países europeos que perdieron sus monarquías no lo hicieron en favor de la libertad, sino que, tras breves periodos republicanos, desembocaron en dictaduras. Así, Rusia, Hungría, un parte de Alemania, Yugoslavia, Albania, Rumanía, Polonia, Bulgaria… En Portugal y España, la caída de la Monarquía y la República consiguiente concluyeron en regímenes autoritarios occidentalistas. Hoy, en fin, libertad y Monarquía en Europa se identifican y eso no lo puede negar nadie.
Conviene tener en cuenta todas estas consideraciones ahora que se habla tanto en España de Monarquía. Porque la Monarquía en sí misma quiere decir poco. Si interesa a los españoles es en función de que cumpla una serie de condiciones: las mismas que satisfacen las monarquías europeas, según ha señalado certeramente Carlos Ollero en su reciente y gran discurso académico. Habrá diferencias de matices y de tal o cual estructura, porque las circunstancias son también diferentes, pero, en líneas generales, la Monarquía española no podrá ser muy distinta de la belga, la noruega o la danesa. Desde 1945 el Régimen español – poco propicio a la permeabilidad – ha experimentado una evolución de noventa grados. Basta leer los discursos y los periódicos de entonces y los de ahora para comprobarlo. ¿Cómo se puede pretender entonces que dentro de veinte años la Monarquía sea igual que el Régimen de hoy? El inmovilismo sobre todo después del ejemplo del Concilio, es imposible, la evolución se impone y la Monarquía española, incorporada en el futuro, económica y políticamente a Europa de forma casi inevitable, será, en líneas generales, como sean las convenientes, pero con todas sus inmensas ventajas de paz, continuidad, progreso económico y libertad.
Por eso, en España, los caminos políticos conducen a la Monarquía de Don Juan, que es la Monarquía a la europea, la Monarquía democrática en el mejor sentido del concepto, la Monarquía popular, la Monarquía de todos. En unos meses, desde Serrano Suñer a Tierno Galván, las principales figuras políticas españolas de numerosas tendencias han hecho declaraciones públicas en favor de Don Juan. Hace unos días hablaba yo con Hermenegildo Altozano, el político de más porvenir que tiene el Opus Dei, de este hecho significativo: en la cena que, con motivo de la onomástica del Jefe de la Casa Real Española, se celebró el 23 de junio pasado en Madrid, se encontraban presentes no sólo los sectores tradicionalmente conservadores y monárquicos desde Arauz de Robles y su grupo de carlistas a Joaquín Satrústegui y sus liberales, sino también – y esto es lo más significativo – los representantes de ideologías en otro tiempo hostiles a la Monarquía. Así, Villar Massó y sus socialistas, Federico Carvajal y los suyos. Así, Dionisio Ridruejo y su grupo, los socialistas de Tierno y republicanos históricos como el magnífico Prados Arrate o Félix Cifuentes, hombre de mente extraordinariamente fría y lúcida. Así, el equipo de la REVISTA DE OCCIDENTE, con José Ortega a la cabeza, sin que faltara Aranguren, ni las adhesiones de Laín y Marías. Mención aparte, por cierto, para algunos sectores del grupo de democracia cristiana, centro de equilibrio de la vida política española, con hombres de la calidad humana y la inteligencia de Moutas, Adánez, Barros de Lis, Juan Jesús González, Guerra Zunzunegui. En la mesa donde yo cenaba estaba Miguel Ortega, hijo de Ortega y Gasset, miembro del Consejo Privado de Don Juan, y, viéndole, yo pensaba: ‘Lo importante de esta noche no es la presencia de los grupos conservadores de los grupos que el 18 de julio sustentaron el Régimen actual, y cuyos nombres sería demasiado largo enumerar ahora. Lo importante es que se encuentren en un acto en honor de Don Juan los que derribaron a su padre, los que dijeron ‘Delenda est Monarchia’, y hoy, con un patriotismo admirable y una honestidad intelectual ejemplar, dicen: ‘La Monarquía debe ser construida’. Así se podrá cumplir el deseo clarividente del Jefe del Estado cuando al impedir a Don Juan incorporarse al frente durante la guerra afirmó que no debía pertenecer a los vencedores ni a los vencidos para poder ser un día el Rey de todos los españoles. Pensaba yo esto, y pensaba también en la postura ejemplarísima de don Juan Carlos cuando un periodista indiscreto le habló de sus posibilidades al Trono y el Príncipe hizo esta declaración perfecta, recogida en la revista TIME del 21 de enero de 1966: “Nunca, nunca aceptaré la Corona mientras mi padre esté vivo”.
La Monarquía de Don Juan, pues, que es la del sentido común, significa la sucesión al Régimen sin alteraciones de la paz y el orden. No la convirtamos por cuestión de matices bizantinos en un problema más, sino en un lugar común de convivencia para que los españoles de todas las tendencias puedan abordar pacíficamente la solución de los problemas de España. La Monarquía permanece en Inglaterra, en Bélgica o en Dinamarca porque es útil, mucho más útil que la República. No podemos actuar de espaldas a los tiempos que vivimos, y por eso es necesario, aún a costa de sacrificar matices o posiciones de grupo, ensanchar las bases de nuestra Monarquía. Porque la Monarquía no puede ser excluyente como lo fue la República. De cara al futuro no hay más Monarquía posible que la Monarquía de todos, al servicio de la justicia social y de los propios principios de derecho público y cristiano.
Luis María Anson
21 Julio 1966
ALTA TENSIÓN
PUEBLO (diario de la tarde)
Ay, Luis María Ansón, eres como un caballo en una cacharrería. Tu artículo de esta mañana en ABC tiene, a partes iguales, intrepidez e inocencia, y si todos los hombres eminentes que han puesto algún ladrillo en el edificio de la Historia han agotado la inocencia o la simpleza para algunas manifestaciones de la vida, ni a uno sólo se le ha ocurrido que pueda ser útil o necesaria para los negocios públicos o para la política. Nuestro país da, corrientemente, muchos tipos como tú que cuando se mueven por idealismo romántico alocado – que es tu caso – no dejan de ser admirables, pero son funestos. Si tras la ruptura del viejo orden del absolutismo monárquico cualquier acción sobre el mecanismo político constituía un problema de riesgo, a veces incalculable, a medida que fue consolidándose el principio de la soberanía popular o la naturaleza democrática del Poder, la española no pusimos en ninguna parte esa señal de peligro de la calavera con las dos tibias que aparece en los postes de alta tensión, y por esta razón, como nos sobró intrepidez e inocencia y nos faltó malicia política y sabiduría de la Historia, España ha sido el país europeo más convulso después de aquella guerra a la que pomposamente le dimos el título de Guerra de la Independencia. Venir ahora, querido Luis María Ansón con la sorprendente fórmula de que nuestra Monarquía futura ha de ser como la sueca, o la danesa tiene una sola objeción, y es que el proceso político contemporáneo de esos países es diferente al nuestro; que este es un país donde los daneses y suecos no vienen más que a bañarse en nuestro Mediterráneo, mientras que está habitado corrientemente por españoles y que los regímenes políticos en ese acertado propósito de mentalizar toda la política europea, tienen que tener parecidos esenciales, pero nunca formales, hay para todos porque nuestras diferencias o nuestros son diferentes. El conflicto de los españoles tras la culminación de nuestras desavenencias fue tan feroz que hemos necesitado una larga cura de autoridad para que se atiplara nuestro comportamiento político y como drenaje hacia la calificación de todos los resentimientos. El proceso es largo, porque las generaciones supervivientes de aquella catástrofe están todavía ahí, y en España no alcanzaremos un óptimo de convivencia hasta que los recuerdos no estén enterrados y el desarrollo económico no alcance una realidad conservadora de algo en cada familia. Ya sé que esto es pesado para las vocaciones políticas de penetración. Pero es un precio que hemos tenido que pagar por muchos años de insensateces.
La realidad política próxima de Luis María Ansón es de color de rosa y la de muchos españoles – entre los que me cuento – no es tal. De un Régimen que cumple ahora treinta años, titularizado por una personalidad política sin presidentes desde el final del absolutismo monárquico e inaugurado en una guerra civil no resuelta por convenio o pacto sino por victoria, no se sale tan fácilmente como piensa Luis María Ansón. Y ofreciéndonos como prueba de tanta maravilla la celebración de una cena en la que se encontraba el gran minifundio político de la oposición al Régimen. ¿Por qué es precisamente la preocupación sucesoria? Sencillamente, porque a una a una personalización de poder tenemos que suceder, en su día, un sistema político. Y el momento de hacer un sistema político, a rendimiento conveniente es hoy, y n pasado mañana: es con las mimbres actuales y no en problemáticas cosas que esperan. El contertulio del relato de una cena que hace Luis María Anson era don Hermenegildo Altozano ‘el político de más porvenir que tiene el Opus Dei’, según afirma. Y que, evidentemente, le vemos figurar en las actividades monárquicas más ostensibles. Pues bien, querido Luis María Anson, cuando Hermenegildo Altozano fue gobernador civil de Sevilla con el Régimen, encarceló a nuestro redactor en aquella ciudad, Manuel Benitez Salvatierra, sencillamente porque nuestro compañero se había atrevido a señalar las deficiencias de unas obras que tenían que haberse realizado en Tamarguillo que ocasionaba las inundaciones de Sevilla. Seguramente este hombre tendrá mucho porvenir en el Opus Dei, pero de monárquico liberal que va a contribuir a restablecer las libertades de Noruega en nuestro país tiene unas dosis bastante modestas. Confió que el paisaje monárquico sea más atractivo. Y puesto que eres amigo de mencionar noticias o éxitos de restaurantes (de cuyo asunto yo podría hacer algún libro para que pasara buenos ratos el país, ahora que ha comenzado el periodo de vacaciones) te recuerdo una cena muy reciente con un grupo muy selecto de monárquicos donde dijiste todo es o que ahora has publicado en ABC. Y, naturalmente, pusiste a todos la carne de gallina, porque admirándote todos mucho solamente proclaman que creen en lo que dices todos los que tienen menos fe en la Monarquía. Si no fuera porque el Régimen en sus situación actual, sin perjuicio de que es más poroso o permeable, tiene todos los resortes del poder y de autoridad, tus amigos los monárquicos, tras leer el artículo que has publicado, cogerían las maletas y esperarían acontecimientos detrás de la frontera. La única propaganda monárquica que se puede hacer con tranquilidad de todos los monárquicos en el Régimen, porque todos saben que no va a pasar nada. Los monárquicos de solera, no los otros, se pasan el día ensalzando a la institución, pero luego se miran hacia sus y dicen: que dure esto, y se pasan el día explorando la salud de Franco preguntando la cara que tiene a todos los que le ven. ¡Es natural!
El régimen, en si mismo, lleva el fermento de la evolución, son las realidades nuevas y el sentido crítico de las nuevas generaciones. La ley de Prensa está siendo un factor de evolución a tope de la resistencia política estructural. Se anuncia una ley Fundamental de poderes y ya está en puerta una nueva ley Sindical. Ayer tuvo una ley en las Cortes, setenta votos en contra, más todos los que no votaron todavía por timidez a no dar la cara y que se evaporaron en los pasillos. La solución política responsable es accionar delicadamente los mecanismos de autoridad y de libertad desde ahora mismo, desde aquí dentro, en la legalidad de los organismos, desde los periódicos y no en los restaurantes, para que ninguna de las dos resulte abusiva; o lo que es lo mismo: para evitar una descomposición política hacia la libertad o hacia la autoridad. El pueblo español aspira a este equilibro en orden Toda la fuerza moral que me da ser un evolucionista en activo del Régimen (con todas las consecuencias de arañazos, de vilezas y de incomprensiones que esta conducta me ha reportado) me obliga a salir al paso de la inmoderación fantástica, precisamente para defender todo aquello que un romanticismo político anticuado, una carencia de análisis histórico y de vivencias , puede poner en peligro cuando todo está a la mano, porque de todo venimos experimentados y doloridos y ya sabemos poco más o menos, que es lo que podemos alcanzar en fase con nuestros problemas y que novedades aprovechables tiene el muestrario político para nuestras realidades presentes.
El Régimen ha estado cargado de botafumeiros a todo; y ahora, cuando empezamos a librarnos de ellos, porque el país está entrando en una fase de compromiso político y de actitud crítica, aparecen los botafumeiros de una Monarquía que no tiene en su haber más que la esperanza de una legitimidad sucesoria de la vieja Monarquía fenecida. Pienso que hay otra dialéctica monárquica más realista y entonada, más convincente y prometedora. Si esto no fuera así, ya ni siquiera podríamos muchos verla con expectación. El problema sería grave, porque si la Monarquía tiene un serio déficit nacional para verla ahora mismo como solución y solamente se la considera, inicialmente, como salida, en el momento en que administrara mal esta mínima confianza disponible habría arrojado por la ventana todas sus posibilidades. Por una ventana que no quisiéramos que fuera la de nuestro querido y admirado colega ABC.
22 Julio 1966
LA MONARQUÍA DE TODOS LOS ENEMIGOS
ARRIBA (diario de la mañana)
Pocas dudas podíamos tener los españoles, pero desde ayer ya sabemos perfectamente cuál es la Monarquía que no encontrará abiertas, ni siquiera entornadas, las puertas de España: la Monarquía de todos los enemigos. Los ha citado, uno a uno, con sus nombres y apellidos, en un artículo que es casi un responso funeral, uno de los menos discretos propagandistas monárquicos desde las páginas de ABC. El servicio más menguado que puede ofrecerse a la Monarquía es la de dibujarla con trazos tan rechazables y temibles que deben ser mirados con repugnancia o irritación por la gran mayoría de los españoles. Querer hacer de la Monarquía un borrón del Movimiento; querer resucitar el cadáver de la Monarquía liberal entregada a querer resucitar el cadáver de la Monarquía liberal entregada a los múltiples brazos de los partidos; querer dar marcha atrás a la Historia para hacernos repasar capítulos tan cerrados como tristes, querer remover los cimientos de nuestra paz, de nuestra prosperidad, de nuestros principios, para elevar sobre la nada legitimistas castillos de viento; enrolar bajo la bandera monárquica un exiguo ejército de tullidos políticos, de habituales del disfraz de aspirantes a validos, es definir claramente la Monarquía que no tiene entrada en España. Y la definición en este caso, ha sido precisa y perfecta. (…)
Es difícil borrar de la memoria de los españoles palabras que aún no han sido desmentidas ni confesadas como pecados irrepetibles. Los principios que fundamentan la vida colectiva de los españoles son mucho más firmes que todas las pretendidas legitimidades dinásticas y todas las arrogantes pretensiones al Trono de España. La ley de Sucesión es palabra común de Francisco Francio y del pueblo español y es palabra que nadie que la haya atacado puede borrar. Los españoles mejor dispuestos a aceptar la Monarquía han esperado en vano durante diecinueve años que quien pronunció entonces estas palabras las retire con la buena fe de quien reconoce un error insalvable por no enmendarlo: ‘Todas las ventajas de la Monarquía hereditaria desaparecen en el proyecto de la ley de Sucesión, que abre la puerta a numerosas querellas intestinas y nos hace retroceder a una de esas formas imperfectas de Monarquía electiva que siempre ha conducido a los pueblos a tan trágicos conflictos en el transcurso de su evolución. Ante estas intenciones tengo el ineludible deber de protestar y reafirmar solemne y públicamente el supremo principio de legitimidad que yo solamente encarno’ (Don Juan de Borbón en el Manifiesto del 7 de abril de 1947). Y do años antes escuchamos los españoles, en momentos en que culminaba nuestra unión absolutamente unánime en torno a Francisco Franco y frente a la enemiga de un mundo apasionado recién salido de una guerra terrible, otras palabras tampoco desmentidas: ‘No incito a nadie a la rebelión, pero quiero recordar a aquellos que apoyan el actual sistema político la inmensa responsabilidad que contraen contribuyendo a prolongar una situación que conduce inevitablemente al país a una catástrofe’ (Don Juan de Borbón en el Manifiesto de Lausanne del 24 de marzo de 1943).
La más inmediata catástrofe en que podríamos desembocar es la de dar paso a una Monarquía representada por estas palabras y defendida por quienes pretenden, sin razón y haciendo un flaco servicio a los que dicen patrocinar, convertirlas en culpa y error transmitidos a los descendientes de esa rama dinástica.
Los hombres que escriben en ABC consideran tal vez demasiado fácil crear una legalidad y arraigarla en el corazón y en el entusiasmo del pueblo y darle veintisiete años de continuidad, de paz, de asistencia popular, cuanto tan frívolamente intentan encerrar esos años en un paréntesis para reanudar el párrafo de desgracias. Los hombres que escriben en ABC con sus ‘interregnos’, con sus ‘barcos a la vista’, con sus ‘monarquías noruegas o suecas’, están patrocinando la Monarquía de todos los enemigos. Y sólo y nada más que de todos los enemigos.
23 Julio 1966
¿MONARQUÍA DE LOS PARTIDOS O DE TODOS LOS ESPAÑOLES?
La directa alusión que me hace Luis María Anson en su artículo “La Monarquía de todos”, bastante desafortunada por cierto, porque los carlistas ni son un grupo, ni mucho menos un grupo mío, me obliga a unas puntualizaciones que creo necesarias.
Siempre me ha parecido un error invocar el ejemplo de las Monarquías que restan en Europa para defender la instauración de la Monarquía en España. Con excepción de la inglesa, aquellas son regímenes democráticos de partidos, que como todos los de la misma inspiración acabarán en Repúblicas. En unos sistemas esencialmente electivos, es inevitable que la jefatura del Estado acabe no tardando en someterse a la elección.
Asimismo, es un error atribuir en exclusiva al socialismo la defensa de las clases trabajadoras. La verdad es otra. Los partidos socialistas, desarrollados como los demás en la democracia inorgánica, cultivaron a las clases trabajadoras, que eran la masa mayor de votantes, para apoderarse del Estado e instalar allí sus dictaduras. Las ventajas que aquello consiguieron las lograron, tanto el socialismo como los demás partidos, por parecidos móviles. El maximalismo socialista o comunista – colector de todos los errores modernos, decía Pradera hace más de cuarenta años, hablando de la revolución rusa – no ha traído para los trabajadores más que esclavitud y miseria.
El socialismo retrocede en todo el mundo, abandona sus dogmas y se desliga de las doctrinas que le dieron vida. Sufre como los demás partidos de la crisis de las ideologías. Los pueblos comienzan a rechazarlo curados, sobre todo aquellos recién nacidos a la independencia, en los que el imperialismo marxista había puesto sus mejores esperanzas.
Si hay un fenómeno claro de nuestra época es el de la quiebra de los sistemas políticos, que están esterilizando los enormes sacrificios de la última guerra. Al avance de la técnica no ha correspondido los de las ciencias morales y políticas, faltas de sus bases nutricias. En un mundo en constante evolución, minado por la angustia, se siguen manejando los mismos tópicos ya gastados y vacíos de hace un siglo. A las nueve realidades vitales se les quieren adosar los viejos vestidos del liberalismo o del socialismo, que apolillados se caen a pedazos, y se les pretende clasificar con denominaciones de conservadores, avanzados, de izquierdas, de derechas, etc., que nadie con ideas claras debe aceptar.
Todo esto que puede escapar a la superficial mirada de un turista, no escapa a la de cualquier observador político. Los más destacados pensadores de los más diversos países están llamando la atención sobre tal estado de cosas.
La Monarquía no podría volver en ningún otro país los sistemas de democracia inorgánica, para intentar un imposible retroceso; y a eso equivaldría ofrecerle un conglomerado de partidos como base de su restauración.
¿Se puede defender la vuelta de la Monarquía, que debe venir, como instrumento de una restauración social y política, a presidir el fecundo periodo a que nuestro pueblo tiene derecho invocando como ejemplos los restos de la Institución que quedan en Europa, en países cuya prosperidad económica cubre tantos problemas y con sistemas en proceso de descomposición en todo el mundo? ¿Se podría consentir que, al amparo de la Corona, avanzasen fuerzas que por sí solas no podrían volver, para un nuevo ensayo desastroso?
Es explicable que, como se ha dicho recientemente en un periódico, quien carece de todo título de legitimidad adopte la actitud de un candidato en elecciones ofreciendo una Monarquía socialista. Pero un Rey de verdad y de su tiempo, ni necesita recurrir a esto ni puede desconocer la misión que Dios y su pueblo le confían.
Tiene que optar; o por prestarse a abrir, para empezar un período de públicas discusiones, como las que acabaron con ella en 1920-31, período que necesitarían los partidos para constituirse en número imprevisible o dirigir las libertades públicas a una restauración social auténtica base de una representación verdadera, y ocasión de ejercicio para cada uno en su contorno, de una soberanía efectiva, con la consiguiente reforma del Estado.
Esto fue lo que el Tradicionalismo se propuso al reconocer en Don Juan de Borbón al titular legítimo, en quién concurrían los derechos de las dos ramas, y exigir para este reconocimiento la aceptación por él de los Principios que inspiraron la constitución interna de los pueblos cristianos y hoy reclaman imperiosamente las necesidades de nuestro tiempo. Lo que en nosotros había de partido quedó fuera de esta línea y se conduce como tal.
Nosotros seguimos orgullosos de nuestra Cruzada, cuyo valor y trascendencia se prueba por la abundante literatura que ha provocado y creemos que la obra política, consecuencia de ella, está casi por hacer. La serviremos con el mismo desinterés y generosidad que servimos a aquella.
Por mi parte, con el más sincero respeto a las personas y la más alta estimación para sus méritos de todo orden, he dialogado con muchos de los que Anson cita y he salido de estos diálogos más afirmado en mis convicciones. Pero no creo haber dejado duda de que jamás el Tradicionalismo, patrimonio político de nuestro pueblo y jirones del cual fueron utilizados por otros, se prestaría a ser un partido monárquico más, y mucho menos aspiraría a ser el partido único de la Monarquía. Por el contrario, siempre proclamo la necesidad de su autodisolución una vez instaurada ésta.
La Monarquía para todos los españoles es la que yo serviré. No la Monarquía de los partidos.
José Mª Arauz de Robles
Mis conversaciones privadas con Franco
21-07-1966
Hoy comento con el Caudillo el secuestro del ABC, motivado por un artículo de Luis María Anson. Franco me dice:
“Lamento mucho lo ocurrido, pero este artículo no podía ser más tendencioso, inportuno e impolítico. El mayor enemigo de la monarquía y del régimen no hubiera escrito nada más lamentable. Después de una guerra de tres años, con cerca de un millón de muertos y media España destruida, no se le ocurre a este señor otra cosa que ‘la salvación de España está en una monarquía democrática con Don Juan de Borbón”, que aún no ha rectificado el manifiesto de 1945 y que está rodeado de todos los enemigos del régimen, entre los que figuran algunos que fueron amigos y colaboradores míos y que, sin saber el motivo, ahora son enemigos, tal vez por haber cesado en sus cargos que quería que fuesen vitalicios. Con tales antecedentes y partidarios poco podría durante el reinado de Don Juan”.
Manifiesto al Caudillo que recordaba unas declaraciones que durante nuestra guerra hizo el director de ABC de Sevilla, don Juan Ignacio Luca de Tena, afirmando que no se podía complacer el deseo que tenía Don Juan de combatir en el frente por poderse dar el caso de ser necesario para la Patria siendo el rey de todos los españoles de una y otra ideología.
“Esto es verdad – me contesta Franco – y constituía mi pensamiento en aquella época. Pero Don Juan, desde aquel célebre manifiesto tan inoportuno y nefasto, se mostró abiertamente como defensor de una monarquía liberal de igual contenido que la que costó el trono a su padre que no resistió una campaña adversa de prensa y fue finamente derribado, como todos sabemos. Es decir, que democráticamente no fue derrotado, ya que hubo mayoría de candidatos monárquicos. Después de todo lo ocurrido entonces en España y de la victoria rotunda de nuestra guerra, no puede aceptarse lo de ‘borrón y cuenta nueva’, pues ello constituiría una traición a la Patria y una deslealtad a nuestros muertos, con tanto sacrificio como costó nuestra Cruzada”.
Habiendo libertad de prensa, digo al Caudillo, se puede tomar la resolución del gobierno como una rectificación y una advertencia para que se ponga mucho cuidado en lo que se diga en los periódicos, no tolerando las falsedades o cosas tendenciosas. “Una cosa es la libertad de expresión y otro atacar las leyes fundamentales de la nación, como es la de sucesión, en la que ya está claramente establecido cómo ha de ser el futuro régimen de la nación”, me contesta Franco.
La pregunto si seguía siendo Don Juan Carlos su candidato para rey de España; el Caudillo me contesta:
“El príncipe no ha hecho la menor manifestación de su actitud para el futuro. Su conducta es sumamente correcta y nada tengo que reprocharle. Sigue siendo mi candidato y tengo la esperanza de que en su día acepte cumplir lo preceptuado en la ley de sucesión, que es fundamental para el porvenir político de España”.
Me despido del Caudillo, al que se le nota muy contrariado por el artículo de ABC.
UN MAL EJEMPLO
Hermenegildo Altozano ¿Un liberal?
En la lista de prometedores políticos que, según D. Luis María Anson, apoyarían La Monarquía liberal del Conde de Barcelona, aparece citado el tecnócrata opusdeista D. Hermenegildo Altozano.
Pero el director de PUEBLO, D. Emilio Romero, en su réplica al Sr. Anson, pone en duda el supuesto talante liberal del Sr. Altozano:
“Querido Luis María Anson, cuando Hermenegildo Altozano fue Gobernador Civil de Sevilla con el Régimen, encarceló a nuestro redactor en aquella ciudad, Manuel Benitez Salvatierra, sencillamente porque nuestro compañero se había atrevido a señalar las deficiencias de unas obras que tenían que haberse realizado en Tamarguillo que ocasionaba las inundaciones de Sevilla. Seguramente este hombre tendrá mucho porvenir en el Opus Dei, pero de monárquico liberal que va a contribuir a restablecer las libertades de Noruega en nuestro país, tiene unas dosis bastante modestas”.
El Análisis
D. Luis María Anson entró en la historia periodística con aquel artículo titulado ‘La Monarquía de Todos’ de ABC. Los monárquicos eran una de las familias de la derecha política que habían apoyado la dictadura del General Franco, pero hacía tiempo que habían adoptado una línea crítica, deseosos de una restauración borbónica. Parecía lógico que aquel artículo fuera objetivo de polémicas con los diarios de las otras familias de la derecha política (como el falangista ARRIBA), sin embargo la dictadura intentó evitar que los ciudadanos leyeran el artículo ordenando el secuestro de aquella edición, en el primer gran tropiezo de ‘La Ley Fraga’ (luego superado por la suspensión del diario MADRID). El secuestro de aquella edición de ABC fue una maniobra inútil, al secuestrarlo el artículo tuvo más repercusión, como demuestra el hecho de que dos periódicos dependientes del Estado, como ARRIBA como PUEBLO lo repicaran en sus páginas en vez de ignorarlo.
Pero, tampoco es menos cierto que el artículo de ‘La Monarquía de Todos’ también puede ser considerado como una maniobra inútil. Tenía un objetivo claro: presionar al General Franco para que aceptara designar al Conde de Barcelona como su sucesor en la Jefatura del Estado. No fue posible, el sucesor del dictador sería el hijo del Conde, D. Juan Carlos de Borbón y Borbón, para desgracia de la familia monárquica.
J. F. Lamata