27 julio 2000

Los principales accionistas de la compañía, BBVA y La Caixa, respaldaron al candidato del Gobierno

Juan Villalonga se rinde y dimite. César Alierta, un hombre de Rato, será el nuevo Presidente de Telefónica

Hechos

El 26.07.2000 el Presidente de Telefónica, D. Juan Villalonga presentó su dimisión, siendo reemplazado por D. César Alierta.

Lecturas

Después de que el 26 de julio de 2000 el Consejo de Administración de Telefónica reemplace a Juan Villalonga Navarro por César Alierta Izuel se produce el relevo de la cúpula de sus medios de comunicación: Manuel García Durán es reemplazado por Juan José Nieto Bueso en la presidencia de Telefónica Media y, por tanto, máximo responsable de Antena 3 TV, Vía Digital, Onda Cero y las argentinas Telefé y Azul TV. José María Mas Millet seguirá siendo Presidente de Antena 3 TV y Javier Gimeno de Priede seguirá siendo presidente de Onda Cero con Fernando Ónega López como Director General. El Mundo elogia la llegada de Juan José Nieto Bueso como ‘el joven serio’. Juan José Nieto Bueso se mantendrá simultáneamente como Presidente de Telefónica Media como Consejero delegado de Antena 3 TV hasta diciembre de 2-, cuando designará a Luis Velo Puig-Durán para este último cargo.

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EL NUEVO CONSEJO DE TELEFÓNICA:

Presidente:

D. César Alierta

Vicepresidentes:

  • D. J. Ignacio Goirigolzarri (BBVA)
  • D. Pedro Luis Uriarte (BBVA)
  • D. Javier Echenique (BBVA)
  • D. José Maldonado (BBVA)
  • D. Isidro Fainé (La Caixa)
  • D. Antonio Masanell (La Caixa)

Consejeros

  1. D. Fernando Abril Martorell
  2. D. José María Mas
  3. D. Antonio Viana
  4. D. Luis Lada

JUAN JOSÉ NIETO NUEVO PRESIDENTE DE TELEFÓNICA MEDIA (ADMIRA)

Después de que el 26 de julio de 2- el Consejo de Administración de Telefónica reemplace a D. Juan Villalonga Navarro por D. César Alierta Izuel se produce el relevo de la cúpula de sus medios de comunicación: D. Manuel García Durán es reemplazado por D. Juan José Nieto Bueso en la presidencia de Telefónica Media y, por tanto, máximo responsable de Antena 3 TV, Vía Digital, Onda Cero y las argentinas Telefé y Azul TV. D. José María Mas Millet seguirá siendo Presidente de Antena 3 TV y D. Javier Gimeno de Priede seguirá siendo presidente de Onda Cero con D. Fernando Ónega López como Director General. El Mundo elogia la llegada de D. Juan José Nieto Bueso como ‘el joven serio’. D. Juan José Nieto Bueso se mantendrá simultáneamente como Presidente de Telefónica Media como Consejero delegado de Antena 3 TV hasta diciembre de 2000, cuando designará a D. Luis Velo Puig-Durán para este último cargo.

27 Julio 2000

El Gobierno en Telefónica

CINCO DÍAS (Director: Félix Monteira)

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La destitución de Juan Villalonga al frente de Telefóncia, forzada por el Gobierno y cuyo último acto fue escenificado ayer por el consejo de administración de la compañía, da pie a varias lecturas. Por un lado, significa el fin de una gestión personalizada, orientada a la creación de valor para los accionistas y fundamentada en una estrategia de engorde gracias a la compra de sociedades a cualquier precio. Por otro supone el espaldarazo a la política de intervención del Gobierno en los destinos de la primera empresa privada española.

El origen de la enemistad radica en el multimillonario plan de opciones suscrito por los 100 grandes ejecutivos de Telefónica, que cuando fue publicado por este periódico el pasado 27 de octubre fue defendido a ultranza por los ministros de Aznar, incluso en el Congreso. Las tronas cambiaron cuando se echó encima la campaña electoral.

La historia de esta enemistad reciente cobra relevancia porque se dirime sobre el territorio de una compañía privada que fue obligada cuando la amistad regla a comprar un gran grupo mediático para fortalecer los intereses del partido en el poder. Si en Telefónica, la primera compañía de España, el Gobierno ha hecho alarde de que la estrategia y la responsabilidad de la gestión dependen de sus designios, ¿qué no puede pasar en el resto de las empresas? ¿Qué mensaje se quiere transmitir a los mercados si el autoproclamado gobernante más liberal de la Unión Europea al final actúa como un entrometido? Un Gobierno no debe decidir en función de si alguien es amigo o enemigo. Pero, antes de que nadie se llame a engaño, para suceder a Villalonga se ha nombrado a una persona muy próxima al presidente y, sobre todo, al vicepresidente económico del Ejecutivo. Aún hay una peor lección de modernidad que el amiguismo, que es la enemistad sobrevenida.

27 Julio 2000

Villalonga: Una salida traumática

EXPANSIÓN (Director: Miguel Ángel Belloso)

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Hoy se pone punto y final a la ‘era Villalonga’ en Telefónica: ‘el núcleo duro’ de la compañía ha llegado a un acuerdo con él que incluye su salida y el nombramiento de un nuevo presidente, César Alierta; un acuerdo que,  salvo imprevistos de última hora, será revalidado por la mayoría del consejo. En estos últimos años, la empresa ha experimentado una transformación espectacular. Era una compañía de índole doméstica con una tímida proyección internacional y hoy es una de las multinacionales más dinámicas del sector, con un liderazgo indiscutible en Latinoamérica. El mérito principal del cambio corresponde a Villalonga. Él tuvo la primera visión en Europa de la necesidad de dividir la compañía en áreas de negocio con entidad propia, fue el primero en lanzar una empresa específica de Internet – Terra – y ha sabido también sortear con éxito los eventuales problemas de seguridad jurídica que podrían plantearse con las filiales sudamericanas, haciéndose con el control de todas ellas. La estrategia se ha traducido en una fuerte creación de valor para el accionista. Telefónica ha subido en bolsa un 440% en los últimos cuatro años, 88 puntos más que la media del sector, y la capitalización asciende hoy a 15 billones de pesetas. ¿Qué explica, entonces, su salida, que desde luego no puede considerarse  como voluntaria? Es obvio que sus éxitos estratégicos han ido parejos de una gestión de tono dictatorial, marcada por la polémica y la incomodida progresiva de los principales accionistas. Los continuos y muchas veces inexplicables cambios de equipo, los precios discutibles a que se han realizado algunas operaciones como la de Endemol o la de Terra, su arriesgada política de medios de comunicación, pero sobre todo el descuido de las tareas diarias de empresa, han situado a la compañía en la provisionalidad, la incertidumbre y la parálisis. No obstante, el desenlace podría haber sido bien distinto de no mediar la fuerte presión del Gobierno contra Villalonga, el punto más negativo y de peores consecuencias para la reputación internacional del país. Ésta se inició tras el episodio de las Stock Options, continuó con los indicios y rumores sobre un acercamiento entre Telefónica y el Grupo PRISA, fue notoria con la amenaza de un veto internacional de una eventual alianza con la holandesa KPN – por muchas razones que hubiera en su contra – y se ha intensificado tras el conocimiento de que Villalonga compró opciones sobre acciones de la empresa a espaldas del mercado y la consiguiente apertura de un proceso investigador por parte de la CNMV. El comportamiento del Ejecutivo en todo el proceso es censurable y tendrá costes que son difíciles de medir en estos momentos. Pero la conducta de Villalonga, al tratar de aprovechar su indudable posición de privilegio para especular con acciones de la compañía e involucrar en la operación a un consejero independiente, era tarde o temprano incompatible con las obligaciones que contrajo al ser nombrado presidente. El ‘núclero duro’ aspira a que la salida de Villalonga no sea traumática para Telefónica. Lo tiene muy difícil, y él es en parte responsable de cómo se han desarrollado los acontecimientos.

27 Julio 2000

Telefónica: Un acuerdo que no debe ser un apaño

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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No es de extrañar que el consejo de administración de Telefónica agradeciera ayer elogiosamente los servicios prestados por Juan Villalonga en una nota bastante surrealista. En primer lugar, porque buena parte de sus miembros a título individual, y sin lugar a dudas las dos entidades -BBVA y Caixa- integradas en el llamado nucleo duro, se han beneficiado notablemente de la revalorización de las acciones de la compañía, fruto de los aciertos estratégicos de estos últimos cuatro años. Y, en segundo lugar, porque sólo la hipócrita omisión de toda referencia crítica concuerda con la pasividad con la que la mayoría de este órgano colegiado ha asistido en los últimos meses a la escalada de arbitrariedades y abusos que constituyen la otra cara de la moneda de una gestión que ha terminado causando hondos destrozos en Telefónica.

Este mismo consejo avaló el injusto pelotazo de las stock options, las desenfrenadas subidas de sueldos o las caprichosas purgas de directivos; y mantuvo un cómplice silencio en su última reunión, cuando ya tenía todos los datos de cómo Villalonga se valió de su condición de presidente para buscar la ganancia fácil, especulando en Bolsa. Pero más vale tarde que nunca, y justo es reconocer que la firme reacción final del consejo liderada por el BBVA -aun revestida de acuerdo amistoso- tiene el mérito de haberse producido de forma consensuada, a pesar de los muy dispares intereses representados en su seno. Las contadas personalidades que han trabajado en silencio durante las últimas semanas para propiciar este desenlace pueden sentirse orgullosas de su papel.

Tanto desde la óptica de los accionistas como desde la del conjunto de la sociedad es exigible ahora que ese acuerdo para el relevo no implique ningún apaño inconfesable ni en desdoro de los intereses de la compañía, ni menos aún del Estado de Derecho. Nos resistimos a creer, por ejemplo, que sea cierto, tal y como se afirma en el mismo entorno desde el que hace bien pocos días se amenazaba con una querella a la CNMV, que la dimisión vaya a llevar aparejado el cierre en falso del expediente iniciado por la Comisión. Sería una componenda gravísima que acabaría con la credibilidad del órgano regulador del Mercado de Valores.

La detallada información que hoy publica EL MUNDO sobre la contratación de Vernon Jordan y la presunta desviación de fondos de Telefónica al servicio de litigios particulares debería hacer reflexionar tanto a los principales accionistas como al nuevo equipo gestor. ¿Hasta dónde llegó Villalonga en su disparatada confusión de los recursos de la sociedad y los suyos propios? Telefónica necesita recuperar un perfil de solidez, seriedad y trabajo en equipo. César Alierta tiene las credenciales idóneas para liderar ese proceso. Pero cometería un descomunal error si su primera tarea fuera tapar bajo la alfombra episodios como éste.

Una cosa es que al disparate de lo ya recolectado por Villalonga se sume el puente de plata de una tan generosa como inmerecida indemnización, y otra que se hurte a los accionistas y a la sociedad la verdad de lo ocurrido durante estos años. Entre otras cosas porque todo termina por descubrirse y sería injusto que el nuevo equipo tuviera que cargar con cadáveres que no le corresponden. No hay manera más lógica y tranquilizadora de iniciar esta prometedora etapa que con una auditoria independiente sobre el estado de la matriz y sus filiales. Si en una entidad de muchos menos recursos y vericuetos como el Real Madrid ya se ha puesto en marcha algo parecido, sería extraño que en Telefónica no ocurriera otro tanto.

27 Julio 2000

Villalonga, punto final

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La sustitución de Juan Villalonga por César Alierta en la presidencia de Telefónica, decidida ayer por el Consejo de Administración de la compañía, pone fin a nueve meses de enfrentamiento, progresivamente enconado, entre el presidente del Gobierno y el máximo ejecutivo de la primera empresa española. El nombramiento de Alierta, otro hombre próximo a Aznar y a Rato -como en su día lo fue Villalonga-, serenará probablemente los desconcertados ánimos de la empresa, pero su elección viene a confirmar que el Gobierno, siguiendo su vocación abiertamente intervencionista en el ámbito empresarial, no renuncia a mandar en una compañía privada, en contra de las reglas del libre mercado. En una economía capitalista, el presidente de una empresa es nombrado por su Consejo de Administración, sin interferencias externas que no sean las de los accionistas que sostienen la empresa. Pero las componendas y acuerdos de pasillo entre el Gobierno y el núcleo duro accionarial del grupo telefónico, en el que figuran el BBVA y La Caixa, demuestran que éste no es el caso del relevo ejecutado ayer.Existen, por el contrario, abundantes indicios de una presión constante del Gobierno para despedir al presidente de Telefónica; y que para conseguir este objetivo no ha reparado en adoptar posiciones públicas (ayudado por sus periodistas de salón) que han causado serio perjuicio a una empresa cuyas tarifas fija en buena medida la Administración. Pero también sale deteriorada la imagen del Ejecutivo en la comunidad financiera internacional, a la que no le gusta este capitalismo de amiguetes. Frente a estas presiones hemos contemplado a un Consejo de Administración entregado y mudo, y a unas organizaciones empresariales silentes y contemplativas. ¿Qué quedan de sus sistemáticas apelaciones a un sistema económico liberal y abierto?

Un recorrido por la historia de la ascensión y caída de Juan Villalonga descubre que sus buenas relaciones con Aznar empezaron a cambiar desde que se desveló el plan de stock options y, sobre todo, cuando Villalonga se negó a renunciar a las suyas; que, a partir de ese momento, el Gobierno intervino activamente para rebajar los acuerdos con el BBVA y, más tarde, para bloquear una fusión con la compañía holandesa KPN. En el último tramo se ha sumado la intervención directa del presidente del Gobierno con recomendaciones públicas a la Comisión Nacional del Mercado de Valores para reabrir la investigación de una operación financiera de Juan Villalonga que había sido archivada en 1998. Este organismo sale seriamente tocado en su condición de regulador independiente encargado de velar por la transparencia y el libre juego del mercado.

La actuación del Gobierno no excusa que la gestión de Villalonga pueda ser criticada. Ha multiplicado por seis el valor bursátil de la compañía y ha intensificado la presencia de Telefónica en el ámbito internacional, pero ha introducido en la gestión del grupo enormes dosis de desorden y arbitrariedad, faraónicas operaciones de compra -como la de Endemol o la última del portal Lycos- de rentabilidad más que dudosa para los intereses de la empresa y discutibles incursiones en el terreno de los medios de comunicación, orientadas a satisfacer las necesidades propagandísticas del Gobierno. Ha creado, paradoja de las paradojas, un grupo mediático gubernamental privado, sin que ello le haya salvado el cargo. Tampoco ha conseguido dotar a la primera empresa española de alianzas estables con socios internacionales que garanticen la supervivencia societaria y tecnológica de la empresa.

El final de la etapa de Villalonga al frente de Telefónica abre innumerables incógnitas sobre el futuro de la empresa y hay que confiar en que César Alierta sepa despejarlas. Algunas son de orden cotidiano, como la renovación del equipo directivo o la presumible remodelación del Consejo de Administración. Otras son de orden estratégico, como la urgencia de complementar la obsesión por la capitalización bursátil con decisiones que mejoren los servicios que presta Telefónica. Pero la incógnita principal es si el Gobierno de Aznar renunciará a intervenir permanentemente en las decisiones de una empresa privada o, por el contrario, mantendrá la hipócrita línea de conducta que ha seguido hasta ahora, consistente en defender verbalmente la no intervención en empresas privadas al tiempo que bloquea sus decisiones estratégicas y presiona para despedir a un presidente que se había vuelto díscolo.

Este intervencionismo predemocrático, seña de identidad de la política económica del Gobierno de Aznar, es incompatible con el desarrollo normal de una economía globalizada y abierta. Y, salvo una corrección clara, puede terminar por asfixiar la capacidad de expansión financiera de Telefónica en los mercados mundiales

El Análisis

¿EMPRESA PRIVADA?

JF Lamata

Teóricamente el Gobierno Aznar, como buen gobierno liberal había privatizado a Telefónica cuyos principales accionistas minoritarios eran el banco BBVA y la caja de ahorros La Caixa (que, por cierto, habían ganado bastante dinero durante los años de gestión del Sr. Villalonga). Pero cuando en julio de 2000 el Consejo de Administración de Telefónica anunció la dimisión del Sr. Villalonga como presidente de Telefónica, nadie atribuyó la decisión ni al BBVA ni a La Caixa, se atribuyó al Gobierno de D. José María Aznar. Y cuando se nombró a D. César Alierta nuevo presidente, tampoco se atribuyó ni al BBVA ni a La Caixa, se atribuyó igualmente al Gobierno Aznar, y, en este caso al Vicepresidente económico, D. Rodrigo Rato. Telefónica era, legalmente, una empresa privada, pero en la práctica, a ojos de los analistas, seguía funcionando como una empresa pública, y así seguiría siendo hasta, aproximadamente el año 2004.

En realidad el mayor paquete de acciones de Telefónica estaba en bolsa, por eso la situación de la compañía fue tan sensible durante la campaña mediática del diario EL MUNDO contra el Sr. Villalonga, que podía repercutir en la bolsa y hacer que muchos de aquellos accionistas perdieran dinero. Si, a ojos de los analistas la campaña del diario EL MUNDO había sido fomentada por el Gobierno Aznar, sólo quedaba saber por qué el Gobierno había hundido a su amigo (o ya ex amigo). Quedando la duda de si era por las poco estéticas Stock Options, o por haber abandonado a su esposa de mala manera, olvidando el cariño que la tenía el gobierno, o la suma de ambas. El Sr. Villalonga no murió sin luchar (ahí estuvieron apoyándole y zurrando a EL MUNDO sus fieles D. Luis del Olmo y D. José María García), pero cayó. Cayó, eso sí, con los bolsillos llenos. Ahora quedaba saber quién heredaría el imperio mediático aún en construcción que tanto interesaba al Gobierno del PP. Había varios aspirantes: el Sr. Alierta, D. Pedro J. Ramírez, D. Luis María Anson o D. José María García pujaban por él.

J. F. Lamata