19 octubre 1989

Honecker intentó ignorar el descontento popular y celebrar por todo lo alto el 40º Aniversario de la RDA, que desató la ola de protestas que le sentenció

La presión popular derriba al dictador comunista de la República Democrática Alemana, Erich Honecker

Hechos

El 18.10.1989 Erich Honecker fue relevado como Secretario General del SED y Jefe de Estado de la República Democrática Alemana y reemplazado por Egon Krenz.

Lecturas

Erich Honecker era el mandatario absoluto de la RDA desde su nombramiento en 1971. 

Había visitado España (condecorado en la UCM) e incluso a la otra Alemania de Kohl sin que pudiera preverse fuera del país que su fin estaba tan cerca.

OTRO ORTODOXO, NUEVO DICTADOR DE LA ALEMANIA DEL ESTE

egon_krenz Egon Krenz, será el nuevo Secretario General del partido socialista unificado, SED, y el nuevo Jefe de Estado de la República Democrática de Alemania. Aunque anuncia reformas, no acaba de convencer a la oposición democrática por su trayectoria de ortodoxo.

Será Krenz el que ordenará derribar el muro de Berlín.

En lo que se refiere a Honecker, primero será expulsado del partido comunista, en un intento de desvincular al partido de su régimen, y después será encarcelado.

19 Octubre 1989

Un sacrificio ya del todo insuficiente

Hermann Tertsch

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La dimisión del hasta ahora omnipotente líder de la República Democrática Alemana (RDA), Erich Honecker, es ante todo el resultado de la clásica revuelta palaciega de un aparato comunista que recurre al último instrumento a su disposición para intentar sobrevivir a una crisis: el sacrificio del máximo dirigente.La conmoción social y política en que ha sumido a la RDA la dirección del Partido Socialista Unificado (SED) con su inflexibilidad y arrogancia ortodoxa en las últimas semanas requería cambios. El intento de suplir cambios políticos, que obligarían al cese a casi todo el buró político, por tres cambios estelares y más o menos cosméticos es tan evidente como lo es su fracaso a medio plazo.

El sucesor de Honecker, Egon Krenz, es para la población alemana oriental el prototipo del aparatchik, que debe toda la carrera como funcionario comunista a la sumisión absoluta a su antecesor en la jefatura. Krenz es, a sus 52 años, un hombre físicamentequemado por una cirrosis avanzada. Políticamente está exento de toda credibilidad como hipotético reformador.

Con el relevo de Honecker, Gunther Mittag y Joachim Herrmann, el buró político sacrificó ayer ante el Comité Central a tres miembros para que los 18 restantes puedan llegar al menos al XII Congreso, previsto para mayo. Al parecer, ayer, el Comité Central se dio por satisfecho. Forman parte de éste los secretarios del partido en los distritos, que habían impuesto la semana pasada el fin del hostigamiento a los manifestantes y de la autocomplacencia en los medios oficiales.

Mittag, responsable de economía en el Comité Central, es la cabeza de turco por la grave situación de des abastecimiento en amplias regiones de la república. Herrmann es sacrificado para sugerir cambios en la política informativa, a cuyo cargo demostró ser una reliquia dogmática de tiempos pasados. No obstante, será difícil, si no imposible, a la cúpula del partido convencer a la población de que, al contrario que los tres defenestrados, los restantes van a cambiar una política que hace una semana aún defendían con palizas callejeras, detenciones y amenazas contra todo aquel que la ponía en duda.

Harry Tisch, que ha ocultado y reprimido las protestas de los trabajadores desde la jefatura del sindicato oficial; Willy Stoph, jefe del Gobierno y primer responsable del desastre en el suministro de alimentos; Kurt Hager, máximo represor de artistas que se ha mofado durante tres años de las reformas soviéticas son sólo tres ejemplos de la incapacidad total de este buró político de hacerse con la situación. Hace un año, quizá tres meses, hubiera sido posible. Tras los acontecimientos de las últimas semanas, desde luego que no.

Cae con Honecker el último jefe comunista en Europa oriental forjado en un partido de puro corte estalinista en los años treinta. Como en el caso de Janos Kadar en Hungría hace año y medio, la caída de Honecker es una enorme tragedia personal. Un creyente dogmático en el mensaje de felicidad humana del comunismo, cuya aplicación justificaba todos los medios, incluidas muertes, detenciones y muros, es liquidado políticamente por sus compañeros y por los tiempos que corren, que no dejan sitio ya a los soldados de ideologías redentoras.

«Aquellos que retrasan su adecuación a los tiempos son castigados por la vida misma», decía Mijail Gorbachov hace 10 días en Berlín. A sus 77 años, Honecker se retira teniendo que esforzarse por no creer lo que ve, que la obra a la que dedicó toda su vida se desmorona. Su patético discurso rezumante de autocomplacencia durante los actos del 40º aniversario, todo un canto al aquí no pasa nada, ha sido su última intervención pública en 70 años de vida comunista.

Los medios oficiales anunciaron el cese de Honecker de sus tres cargos, la secretaría general del partido, la jefatura del Estado y la presidencia del Consejo de Defensa, ocho minutos después de comenzar el pleno del Comité Central. El buró político, reunido en la víspera, no quería dejar decidir a este órgano. Quería darle las víctimas servidas. No serán suficientes si no les siguen reformas políticas. Nadie cree en la RDA que Krenz y su buró político tengan intención de aplicarlas.

La base del partido está en pie de guerra contra una dirección a la que hace responsable de crear en el país una situación prerrevolucionaria que será muy difícil de reconducir hacia una normalización en la que el monopolio del poder comunista esté incontestado. Porque, aunque insuficiente, este relevo ha sido impuesto por el pueblo en la calle. En esto reside su especial calidad. Desde ahora el régimen no volverá a gobernar tranquilo.

19 Octubre 1989

Dimisión anunciada

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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Después de la publicación el sábado pasado de un comunicado del Buró Político del Partido Socialista Unificado (nombre del partido comunista de la RDA) encaminado a sembrar ciertas ilusiones con el anuncio de que el Gobierno estaba dispuesto al diálogo con los ciudadanos, era inevitable que se produjese algún cambio en la cumbre del poder. La crisis de la dirección estalló en el buró político, y en el seno de ese organismo restringido -21 miembros- se ha preparado la sucesión de Honecker, figura máxima de la RDA desde hace 18 años. Según los métodos estalinistas -imposibles de concebir ya en la Unión Soviética-, el comité central se ha limitado a refrendar en pocos minutos lo que estaba decidido: Honecker dimite de todos sus cargos -secretario general del partido, jefe del Estado y presidente del comité de defensa- y le sustituye Egon Krenz, responsable hasta ahora de los servicios de seguridad en el secretariado del comité central.Aunque el relevo se ha cocido en medio de pugnas e intrigas de un círculo muy restringido de dirigentes, la causa profunda de la dimisión de Honecker es la protesta masiva contra un régimen que niega las libertades más elementales. Protesta que se expresó, primero, en el éxodo hacia la República Federal de Alemania, y después, en numerosas e impresionantes manifestaciones en las calles. Ante esa protesta, la reacción inicial del Gobierno fue de mano dura: cierre de frontera, chantaje a Hungría para que no permitiese los pasos a Austria y brutal actuación policial frente a los manifestantes que pedían libertad y saludaban a Gorbachov como símbolo de la reforma. Pero la gran novedad del actual momento en la RDA es el fracaso de los métodos tradicionales de dureza y brutalidad. El Gobierno se ha visto obligado a legalizar el éxodo masivo de sus ciudadanos y optó por retirar a la policía de las calles y permitir las manifestaciones de protesta.

Otro factor decisivo en la dimisión de Honecker ha sido la visita de Gorbachov con motivo del 40º aniversario de la RDA. Sus palabras en los actos de aniversario, resaltando que la RDA es el «aliado geoestratégico» de la URSS, dejaban muy claro su deseo de que ese país no pueda estar a merced de una desestabilización, precisamente lo que la política de Honecker estaba provocando al exacerbar la indignación de un pueblo cada vez más harto de socialismo de cuartel. Gorbachov se entrevistó durante su visita con los miembros del buró político; no se sabe qué les dijo en privado. En público insistió en la necesidad de la reforma, advirtiendo que «quien llega con retraso es castigado por la vida». Palabras sin duda proféticas para Honecker.

La RDA entra ahora en una nueva etapa, y la URSS tiene interés, por razones obvias, en que se ponga en marcha un proceso de reformas que permita a los ciudadanos encontrar un mínimo de satisfacción a las demandas que han expresado en las calles. ¿Puede Krenz promover ese camino? Ningún elemento de su biografía permite dar una respuesta positiva. En el equipo dirigente de la RDA, sobre todo entre algunos dirigentes regionales, hay personas que gozan de cierta credibilidad y que podrían ayudar al imprescindible diálogo con organizaciones de oposición, como Nuevo Fórum y otras. Krenz no pertenece a ese grupo. Tiene 52 años, es el más joven del buró político, pero figura entre los duros. Su designación parece indicar el deseo de un buró político -formado por dirigentes en gran parte ancianos y desfasados- de resistir el mayor tiempo posible en el poder, quizá hasta el congreso del año próximo.

27 Octubre 1989

Krenz y el pueblo

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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SIGUIENDO -COMO estaba previsto- el protocolo y los trámites legales, Egon Krenz ha sido elegido nuevo jefe de Estado de la República Democrática Alemana y presidente del Consejo de Defensa Nacional. Como en la etapa de Honecker, una misma persona representa la máxima dirección del partido y los más altos cargos del Estado. Pero sería precipitado deducir de ello que existe continuidad entre Honecker y Krenz. Dos hechos significativos han acompañado la elección del nuevo presidente: 52 diputados han votado en contra, o se abstuvieron, rompiendo así la unanimidad tradicional en el Parlamento de la RDA y, sobre todo, se produjeron, una vez más, numerosas manifestaciones en Leipzig, Dresden, Berlín y otras ciudades, pidiendo libertad y reformas.Esos dos factores -presencia de los ciudadanos en la calle y división dentro del partido comunista y del conglomerado que sostenía al viejo régimen- han sido decisivos en los procesos de democratización que están permitiendo a Polonia y Hungría liberarse del sistema del socialismo real y hacerlo, además, con un mínimo de violencia. En la RDA esos factores aparecen ya con mucha fuerza, y todo indica que cobrarán mayor vigor.

El nuevo líder se presenta -y está obligado a ello- con talante reformador, aunque su pasado no le acredite tal vocación. ¿Podrá cumplir un papel semejante al de Jakes en Praga, es decir, hablar de reforma para que todo quede igual? Es poco probable. Los aires de cambio que soplan desde Varsovia y Budapest y las manifestaciones en las calles alemanas -toleradas ya por la policía- tienen un efecto multiplicador. La táctica definida en los primeros discursos de Krenz consiste en hacer concesiones sobre aspectos concretos -viajes al extranjero, mejora del abastecimiento-, pero soslayando lo decisivo: el reconocimiento del pluralismo y la legalización de los nuevos partidos o movinúentos. Para el nuevo hombre-Estado de la RDA, el término oposición no tiene significación. Admite, eso sí, el que existan individuos con ideas propias. Un diálogo del poder con los ciudadanos, sin reconocimiento del pluralismo político, es, en realidad, la coartada clásica de los autoritarismos que se visten con ropajes liberales.

No parece que esa táctica pueda ser efectiva ante la rapidez con la que se están organizando las corrientes de oposición en la RDA. Ya se ha constituido, al lado del Nuevo Foro y de otros grupos, el partido socialdemócrata, hecho al que ha dado una acogida favorable el partido socialdemócrata de Alemania occidental. Además -como se puso de relieve en el Parlamento- los partidos que han sido hasta ahora dóciles peones de los comunistas quieren independizarse. De ellos partieron los votos que le impidieron a Krenz la elección por unanimidad. Fue precisamente el viraje de los partidos ex satélites en Polonia lo que obligó a los comunistas a aceptar un Gobierno no encabezado por ellos. Si es cierto que el caso de la RDA es distinto, también lo es que está en marcha un proceso hacia un pluralismo efectivo dificil de detener.

Otro factor a tener en cuenta es el interés que suscita la evolución política de la RDA en los distintos Gobiernos, desde Moscú a París, de La Haya a Londres, y muy particularmente en Bonn. Existe un gran deseo de que la transición se opere sin traumas, facilitando el encauzamiento por caminos de racionalidad y evitando las reservas -más o menos públicas- que subyacen tanto en el Este como en el Oeste ante las nuevas perspectivas de una hipotética reunificación alemana. Una transición política que contribuya definitivamente a las relaciones de nuevo tipo que son necesarias entre las dos partes de una Europa dividida desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Si excluimos la hipótesis catastrofista de un retorno a métodos represivos violentos, Krenz tendrá que adaptarse a la realidad y aceptar un diálogo sin trucos, en el que la legalización de los nuevos partidos sea el punto de partida de una democratización irreversible y deseada por todos.