9 noviembre 1918

Consecuencia de la derrota germana en la Primera Guerra Mundial

Revuelta en Alemania: El káiser Guillermo II abdica poniendo fin al imperio y abriendo el camino a una república

Hechos

El 9.11.1918 abdicó el Kaiser de Alemania, Guillermo II.

Lecturas

Alemania estaba conmocionada desde la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial. 

A las 12 del mediodía del 9 de noviembre de 1918 el canciller alemán Max de Bade ha anunciado la abdicación oficial del kaiser Guillermo II. El movimiento revolucionario en Alemania, iniciado una semana atrás con la sublevación de la flota en Kiel, ha sido el detonante que precipitó por completo la caída del emperador.

 El motín de los marinos alemanes el 29 de octubre de 1918 desencadenó la revolución de noviembre. El kasier Guillermo II tuvo que abdicar y nació la República de Weimar como sistema de Gobierno de Alemania.

nov_1918_socialdemocrata  El político socialdemócrata alemán Philipp Scheidemann fue el encargado de proclamar desde la ventana del Parlamento la República de Alemania, que aún no ha decidido que modelo de República seguirá.

19_1_1919_espartacus  El Partido Comunista Alemán de Karl Liebknecht y Rosa Luxembuergo, aboga porque sea una república proletaria de partido único bajo el modelo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) formada en toro a las repúblicas rusas por Lenin.

Cuando a las dos de la tarde del 9 de noviembre de 1918 el político socialista alemán Philipp Schenidemann proclamó la república desde una ventana del Reichstag berlinés, en muchas ciudades alemanas ya se había formado consejos de obreros y soldados.

El punto de partida de la revolución fue el amotinamiento de los marinos en Wilhelmshaven y Kiel. Junto con los soldados, la clase obrera se sumó a la rebelión en las principales ciudades industriales.

El primer derrocamiento se produjo en Munich, donde el 7 de noviembre abdicó la dinastía de los Wittelsbach y el líder de los socialdemócratas independientes (USPD) Kurt Eisner, proclamó la ‘república democrática y social de Baviera’. 48 horas después la ola revolucionaria llegaba a Berlín. En el curso de pocos días, todos los príncipes alemanes renunciaron al trono.

El 19 de julio de 1917 las fuerzas democráticas ya habían mostrado su desocntento con la política del emperador Guillermo II. El reichstag aprobó una resolución en favor de la paz que, dada la desesperada situación de Alemania en la Primera Guerra Mundial, podía servir como base para una conciliación de compromiso. De esta manera el parlamento se incorporó a la discusión sobre el cese de las hostilidades y se vio enfrentado al alto mando del ejército.

Tras el reconocimiento de la derrota alemana por el alto mando del ejército el 29 de septiembre de 1918, el príncipe Max de Bade, considerado liberal, relevó el 3 de octubre al canciller del Reich, el conde Georg Hertling, e inició la parlamentarización del imperio, retrasada desde 1917: el canciller necesitaría tener la confianza del Reichstag a diferencia de lo que ocurría hasta entonces, cuando era el kaiser quien lo nombraba y destituía.

El 9 de noviembre de 1918 el consejo de los delegados del pueblo, constituido por miembros del USPD y del SPD (Partido Socialdemócrata Alemán) y bajo la dirección de Friedrich Ebert, del SD, tomó de forma provisional las riendas del gobierno.

La extrema izquierda dirigida por revolucionarios luchaba por una socialización de la economía y la creación de una república de los consejos: todo el poder debería emanar de los consejos regionales de obreros y soldados, así como del consejo central elegido por éstos como autoridad suprema. Sin embargo, estas exigencias radicales no fueron atendidas: el Congreso de los Consejos reunidos en Berlín optó en diciembre por el sistema paralmentario. Esta decisión provocó la insurrección de los espartaquistas, partidarios de una solución política del estilo bolchevique.

En enero de 2019 se producirá un intento de revolución comunista en Alemania liderada por espartacus.

La Primera Guerra Mundial terminará formalmente con el Tratado de Versalles. 

El Análisis

El fin del II Reich: entre la humillación y la incertidumbre

JF Lamata

La abdicación del Káiser Guillermo II el 9 de noviembre de 1918 no fue solo el ocaso de un monarca, sino el colapso de todo un edificio político diseñado décadas antes por Otto von Bismarck. Nacido entre la sangre y el hierro, el II Reich alemán fue símbolo de unidad nacional, potencia industrial y ambición militar. Pero al finalizar la Gran Guerra con una derrota estrepitosa, las estructuras del Imperio se derrumbaron sin gloria. Guillermo II, refugiado en los Países Bajos, huyó no solo de sus responsabilidades, sino también del fantasma del zar Nicolás II, ejecutado junto a su familia pocos meses antes por los bolcheviques. Aquel destino atroz pesó en la decisión del emperador, más temeroso de acabar fusilado que preocupado por salvar su trono.

El vacío de poder que dejó el monarca caído fue tan profundo como peligroso. Alemania se debatía entre el caos de una revolución y el vértigo de una paz impuesta por los vencedores. Los demócratas alemanes, liderados por figuras como Friedrich Ebert del Partido Socialdemócrata, intentaron levantar un sistema parlamentario moderno en mitad del desastre. Pero las amenazas eran múltiples. De un lado, los nostálgicos del viejo orden imperial no habían desaparecido; del otro, los comunistas del movimiento espartaquista, encabezado por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, buscaban replicar el modelo de Lenin en Rusia y aprovechar el hambre, la rabia y la humillación para incendiar Berlín.

El fin del II Reich marcó un giro histórico. Alemania, que durante décadas había representado el orden, la eficiencia y la disciplina, se adentraba en un periodo de incertidumbre total. Nacía la República de Weimar, no como resultado de una victoria civil, sino como concesión forzada por una derrota y un colapso. El reto de los demócratas era inmenso: contener el radicalismo, restaurar la confianza en las instituciones y evitar que el resentimiento popular se convirtiera en la semilla de nuevas tragedias. El emperador había caído, pero el legado de la guerra, del autoritarismo y del desprecio a la democracia seguía latiendo bajo las ruinas del viejo imperio.

J. F. Lamata