22 abril 1967
El jefe de gobierno dimitido Canellopoulos y el ex primer ministro socialista Papandreu se encuentran entre los detenidos por orden del nuevo goierno militar
Un golpe de Estado en Grecia apoyado por el rey Constantino acaba con el sistema parlamentario para instaurar una dictadura militar
Hechos
El 22.04.1967 la prensa española informó de un Golpe de Estado en Grecia.
Lecturas
Durante la década de los cincuenta parecía que Grecia, tras los confusos avatares de la Segunda Guerra Mundial, había encontrado su homologación política con los estados de Europa occidental. Esto es lo que se deducía de los principios parlamentarios de la Constitución de 1952, su entrada en la OTAN aquel mismo año y el tratado de asociación con la CEE, que entró en vigor en 1961 y que debía acelerar la reconstrucción económica.
No obstante los monarcas griegos interpretaron de manera un tanto excesiva los derechos que les Concedía la Constitución. El temor general al comunismo propició las prácticas administrativas ilegales y condujo a la represión de las fuerzas políticas moderadas. En 1965 se produjo un conflicto constitucional grave. El motivo era la injerencia del rey en la elección de los ministros y la dirección de las fuerzas armadas. Constantino II, que accedió al trono en marzo de 1964, con sólo 23 años, se negó a adoptar las medidas propuestas por el gobierno de Andreas Papandreu contra una posible conjura de oficiales. Como consecuencia, el gobierno dimitió. Posteriormente los gabinetes gubernamentales se sucedieron con rapidez hasta que en 1967 se convocaron nuevas elecciones, en las que todo hacía presagiar el triunfo de la izquierda anti-monárquica liderada por Andreas Papandreu.
El 21 de abril de 1967 coincidiendo con el día de los comicios los militares dieron un golpe de Estado dirigido por el coronel Georges Papadopoulos y el general Stilianos Pattakos. El ataque de los tanques se prolongó durante unas dos horas y media, hasta que fueron tomados todos los edificios públicos fundamentales de Atenas. Los más destacados políticos fueron detenidos y se anularon importantes artículos de la Constitución. Supuestamente, el golpe de Estado se produjo en nombre del rey, pero éste no participó. Escudándose en la lucha contra el comunismo y el nepotismo en el sistema de partidos, el régimen decretó el estado de excepción practicando numerosas detenciones en masa y deportaciones.
El Rey Constantino de Grecia ha decidido apoyar a los coroneles que, con su golpe de Estado, han querido resolver la crisis que asolaba a la democracia parlamentaria del país, sometida a constantes bloqueos parlamentarios.
Un grupo de coroneles encabezados por Papadopoulos ha encabezado el golpe de Estado que, entre otras cosas, ha llevado a la cárcel a Canellopoulos y Papandreu.
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La luna de miel entre los coroneles y el Rey Constantino no duraría demasiado. En diciembre de ese año la situación volvería a estallar hasta el punto de costarle la corona al monarca.
22 Abril 1967
Análisis de un fracaso
Entre las glorias de Grecia figura la de haber propuesto a las sociedades humanas, como ideario de convivencia política, la democracia. Y, sin embargo, a lo largo de siglos de incomparable historia la democracia griega ha fracasado siempre. Cierto que la democracia tan elocuentemente defendida por Pericles en lo que pudiéramos llamar su testamento político no tiene gran cosa que ver con la democracia contemporánea, tal y como entenemos hoy en occidente. Pero la línea de continua frustración y quiebra del sistema, que se remonta desde tan lejanos orígenes, ha tenido su más reciente episodio en los acontecimientos que en estos momentos está viviendo Grecia confusamente, al entregar el Rey Constantino al Ejército – según las agencias informativas – un poder que desde hace algún tiempo estaba siendo disputado en la calle. Todo parece indicar que el régimen democrático instaurado en 1946, tras la regencia de Damaskinos, ha llegado hasta el amargo final.
Guerras perdidas, tiranías y la ruleta de la historia operaron en siglos dorados como fortuna de la democracia griega. Pero en la Grecia contemporánea los responsables del fracaso han sido los partidos políticos; su proliferación (hubo un tiempo en que había en el país treinta y tres partidos) y su incapacidad para articular la vida pública griega en régimen de lo que hoy llamaríamos en España ordenada concurrencia.
La inspiración democrática en Grecia, sobre todo después de la segunda guerra mundial, ha sido Inglaterra. Su liberación, en 1944, corrió a cargo de los ingleses, a resultas del famoso ‘reparto’ de influencias que hicieron en Moscú Churchill y Stalin. Y una vez más asistimos a ese viejo, reiterado y constantemente fallido empeño de aclimatar las formas políticas anglosajonas a un pueblo mediterráneo, mercurial y todavía no desarrollado, cuyas tradiciones políticas son más orientales que occidentales.
Quizá ningún ejemplo más elocuente que el de Grecia para curar a tantas sociedades del mimetismo político que induce al trasplante de sistemas y a la importación de instituciones; porque si hay un país en el mundo al que pudiéramos suponer apto para la aclimatación de una democracia, ese país sería el que la inventó. Y quizá habría sido así si Grecia no hubiese sufrido por tantos siglos la dominación y la influencia de Oriente. Pero otros factores además de ese, parecen haber conspirado para configurar políticamente a Grecia en la forma de tantos otros países mediterráneos, en los que, como la historia atestigua, innumerables experimentos de democratización en los que pudiéramos llamar ‘línea anglosajona’ o ‘línea escandinava’ han tenido amargos desenlaces. La historia ha sido una incompetente maestra en esa disciplina, o sus discípulos no se han aplicado. Poco o nada parecen haber aprendido sobre la inimitabilidad de los sistemas políticos. Aquello de Santayana de quien olvida el pasado puede repetir los mismos errores en le presente, vale sólo para recordarnos, si acaso, que los políticos suelen tener poca imaginación y no leer aforismos.
El análisis del fracaso de una democracia, en virtud de un síndrome que nos es harto conocido nos evitará caer, como tantas veces sucede, en la precipitación de descalificar a todo régimen democrático, en una pieza. Una democracia tiene muchas piezas: ¿Cuál o cuáles han fallado? No han fallado las instituciones básicas, desde el Parlamento en sí, hasta el Tribunal Supremo en sí. Tampoco ha fallado la Constitución, y ni siquiera la lealtad popular a dichas instituciones. Lo que ha fallado ha sido el sistema que acciona la vida política y que transporta hasta las instituciones básicas, las aspiraciones populares: el sistema de partidos. Una pieza deteriorada basta para inmovilizar a la máquina de más alta precisión, y eso es lo que ocurre con los partidos políticos sin tradición, dominados tiránicamente por fuertes y desafiantes personalidades, necesitados de ganar constantes ‘concursos de popularidad’ y equívocos en sus lealtades, unas veces al soberano, cuando no incluso al país, hizo imposible la convivencia en el seno de la sociedad griega para, al final, como de costumbre, arrastrar y plantar todo en medio de la calle.
Sabemos, claro está, que toda democracia con éxito presupone unos sustratos sociales y económicos que van desde un buen nivel de vida a un bajo índice de analfabetismo. No son estos factores absolutamente determinantes, pero combinados con los otros, tarde o temprano reclaman, como Shylok, su libra de carne. Y a Grecia le ha llegado ahora la reclamación.
Grecia, como otros países de sus características tendrá que inventar otra vez la democracia; no la de Pericles, tampoco la de Jackson, ni la de Gladstne, ni la de Papandreu. La democracia que tendrá que inventar, en su día, será la suya de esta Grecia y de nuestro tiempo, y éste nos dirá si los griegos han aprendido la última lección: la de que cada pueblo tiene que fabricarse su propia democracia, partiendo de una tradición y una experiencia propias, no de una tradición ni de una experiencia ajena, y que por razones que nunca podrán ser explicadas con demasiada facilidad, porque son muy complejas, hay democracias con tolerancia para los partidos políticos y democracias que se mueren con ellos.
Manuel Blanco Tobio
El Análisis
Un golpe de Estado acabó temporalmente con el sistema democrático en Grecia. Cada país es cada país, pero el director del diario ARRIBA, D. Manuel Blanco Tobio no pudo evitar la ocasión para hacer un alegato contra el sistema democrático, era una manera de extrapolar lo sucedido en el país helénico para dejar mejor la situación de la dictadura española.
No sería la última vez que lo hiciera, un año después el Sr. Blanco Tobio llegaría aún más lejos al utilizar el asesinato del candidato a la presidencia de los Estados Unidos, Robert Kennedy, para volver a cargar contra los sistemas de libertades.
En realidad el recelo que sentía el Sr. Blanco Tobío (y sus jefes del Movimiento, Sr. Solís y compañía) hacia las democracias parlamentarias era un reflejo de lo que sentía un gran número de ciudadanos de España, de Europa y del mundo. No se olvide que cuando España establece una democracia parlamentaria, en 1977, sólo hay 10 países en el mundo que tienen un sistema que pueda considerarse de libertades. Aunque tan sólo una década después, el número de países democráticos se había multiplicado de manera titánica.
J. F. Lamata