23 marzo 2000

Toda la ejecutiva dimitió en bloque junto a Joaquín Almunia)

Una gestora presidida por Manuel Chaves controlará el PSOE hasta el congreso que designe al sucesor del dimitido Almunia

Hechos

El 22.03.2000 se constituyó la Comisión Gestora del PSOE (designada por el Comité Federal) presidida por D. Manuel Chaves

Lecturas

Ante la derrota del PSOE en las elecciones generales del 12 de marzo de 2000 D. Joaquín Almunia anuncia su dimisión como secretario general del partido y el día 13 de marzo de 2000 se oficializa la dimisión de toda la ejecutiva y la convocatorio de un congreso para escoger una nueva dirección. Hasta entonces regentará el partido una gestora presidida por D. Manuel Chaves González. Los miembros de la gestora son los siguientes:

  • Presidente: D. Manuel Chaves González.

Vocales:

  • Luis Pizarro Medina (PSOE de Andalucía).
  • Dña. Cristina Alberdi Alonso (FSM).
  • Celestino Corbacho Chaves (PSC).
  • Dña. Manuela de Madre Ortega (PSC).
  • Nicolás Redondo Terreros (PSE-EE).
  • Dña. Amparo Valcarce García (PSOE de León, afín a ‘Nueva Vía’).
  • Máximo Díaz Cano (PSOE de Castilla La Mancha).
  • Dña. Teresa Morales de León (PSOE de Canarias)
  • Dña. Amparo Marzal Martínez (PSOE de Murcia).
  • Francisco Fernández Marugán (‘guerrista’).
  • Tomás Rodríguez Bolaños (‘guerrista’).
  • Dña. Elena Valenciano Martínez-Orozco (‘borrellista’, sector Iniciativa por el Cambio)
  • Juan Antonio Barrio de Penagos (Izquierda Socialista).
  • Javier Paniagua Fuentes (PSPV).

La gestora es presentada públicamente el 22 de marzo de 2000, pero su configuración provoca una crisis en la federación valenciana, el PSPV, por el hecho de que se escoga como representante de la federación en la gestora a D. Javier Paniagua Fuentes, un hombre afín a D. Cipria Ciscar Casabán.

El mismo 22 de marzo de 2000 en que se hace pública la composición de la gestora dimite D. Diego Maciá Anton como presidenta de la gestora que dirige el PSPV. La gestora había solicitado que quien representara al PSPV en la gestora fuera D. Ricard Pérez Casado, una figura más de consenso entre las familias del PSPV a diferencia del Sr. Paniagua Fuentes.

23 Marzo 2000

Todo por hacer

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Todos los dirigentes socialistas que intervinieron ayer en la reunión extraordinaria del comité federal coincidieron en la necesidad de buscar la vía más rápida para resolver su crisis interna. A partir de ese punto comenzaron las discrepancias. Una mayoría cercana al 75% terminó inclinándose por la celebración de un congreso ordinario en el mes de julio que permita un debate político en profundidad y elija una nueva dirección para un periodo de tres a cuatro años. A favor del congreso extraordinario -que podría celebrarse en mayo y del que saldría un equipo directivo con mandato de sólo un año- se pronunciaron los guerristas y un dirigente tan alejado de ellos como Carlos Solchaga, lo que indica que sería artificioso atribuir motivaciones ideológicas de fondo a este tipo de discrepancias. La salida acordada es la que propuso Joaquín Almunia al presentar su dimisión como secretario general. Ayer se despidió del cargo con un discurso autocrítico, en el que se atribuyó toda la responsabilidad en el fracaso del 12-M, cuya entidad no trató de disimular. Sus errores esenciales habrían sido seguir como secretario general tras perder las primarias y aceptar el papel de candidato tras la dimisión de Borrell. Hoy parece evidente que no fueron decisiones acertadas, pero en ambos casos las alternativas planteaban problemas específicos. El propio Borrell prefirió la bicefalia a la convocatoria de un congreso. Y tras la dimisión del candidato, y a las puertas de las elecciones, todas las opciones eran igual de malas. La candidatura de Almunia era simplemente la menos conflictiva. Ambas decisiones fueron a su vez el corolario de la improvisación a que obligó la salida por sorpresa de Felipe González. Almunia subrayó ayer que ha sido secretario general con todas las consecuencias, negando veracidad a la imagen de su antecesor como verdadero centro de poder en la sombra. Aunque sea como dice, la persistencia de esa imagen indica que algo ha fallado. Una vez que decidió irse, el propio González debió evitar situaciones que indujeran a la confusión. Es una enseñanza para el futuro. Almunia también atribuyó influencia en la derrota a la impresión que transmitió el PSOE de estar más preocupado por sus problemas internos que por los de los ciudadanos. Algunas actitudes personalistas de varios dirigentes en estos días más bien confirman esa impresión. Pero es posible que todo ello haya sido favorecido por la forma elegida por Almunia para irse. El riesgo de vacío de poder visible estos días quizá pudo haberse evitado con alguna fórmula que permitiera a los dimitidos permanecer en funciones hasta el congreso o como mínimo hasta la elección de una gestora provisional. La elegida ayer -con Chaves como único miembro de la anterior dirección- tendrá como principal tarea organizar el 35º congreso. Ayer se trataba de poner orden y evitar el vacío de poder. Ya sólo les falta el resto: esto es, todo.

13 Marzo 2000

El triunfo del reformismo

José Antonio Zarzalejos

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Lo dijo Aznar en ABC en la entrevista publicada el pasado 9 de enero de 2000: «El centro reformista está consolidado y ha colgado los complejos en el perchero de la Historia». Es posible que la determinación política que subyacía en esta contundente afirmación explique la razón por la que ayer el Partido Popular logró una brillante victoria electoral, precedida de una gestión que ha tenido un idea motriz: el reformismo. Es decir, el entendimiento de la administración pública como una función dinámica evolutiva e integradora. Acaso en ese proceso de cambio firme y moderado, más que en factores netamente ideológicos, se resuma lo que es el centrismo, un concepto vacuo pero que sintoniza con los segmentos más extensos de una sociedad madura, que detecta intuitivamente dónde se encuentran los elementos políticos que ofrecen seguridad en el presente y proyección sólida para el futuro.

Sin embargo, el humus del triunfo del centrismo reformista del PP hay que localizarlo en el desprendimiento de los complejos históricos de la derecha español, a la que la izquierda – también en la campaña electoral pasada – ha tratado de que se postre de forma permanente en una suerte de culpa histórica que, hasta el día de ayer, lastraba sus posibilidades de consolidación y expansión. La consecuencia es evidente: España es un país con un electorado móvil, sensible a los méritos y deméritos de la política y con capacidad de discernimiento más allá de las rígidas fronteras ideológicas. Estas son las claves de una nueva derecha española que, con Aznar a la cabeza, debe administrar con inteligencia y generosidad el mandato que ayer recibió. Un mandato que lo fue para proclamar a Españacomo Nación, como se refleja en el mapa electoral del País Vasco.

José Antonio Zarzalejos

23 Marzo 2000

PSOE: El continuismo se impone a la renovación

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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El error de Manuel Chaves, que viene oficiando de cabeza visible de la vieja guardia felipista desde la dimisión de Joaquín Almunia, es pensar que ha resuelto algo con su victoria en el Comité Federal socialista de ayer.

En primer lugar debe ser consciente -probablemente lo es- de la clase de victoria que ha logrado. Muy lejos del amplio consenso que pretendía, sus tesis favorables a la celebración de un Congreso ordinario apenas convencieron sino a los incondicionales de su causa. 38 miembros del Comité Federal -algunos de ellos tan prominentes como Bono, Rodríguez Ibarra y el último electo de las bases, José Borrell- votaron en contra de su propuesta y defendieron la inmediata convocatoria de un Congreso extraordinario. Otros tres se abstuvieron. Lo cual, unido al hecho de que otros miembros del órgano federal ni siquiera acudieron, y a que los 33 miembros de la Ejecutiva, como dimisionarios, tampoco tenían derecho a votar, deja la autoridad del presidente andaluz en una situación poco airosa con sólo 117 apoyos. No sale del Comité Federal como el líder al que el conjunto del partido ha encargado de gestionar la crisis, sino como el representante de una facción, por mayoritaria que sea, que se ha impuesto a las demás sin convencerlas. La propia composición de la nueva Comisión Política -dicho sea sin eufemismos: de la comisión gestora provisional- da cuenta de esa situación: de sus 15 integrantes, 11 son firmes representantes de la línea de la Ejecutiva anterior. Esto es, del felipismo.

En segundo lugar, Chaves debe contar -y no parece que lo haga- con que el problema fundamental que tiene ante sí no es el de la división interna del PSOE. Esta no es la causa, sino el efecto. El desencuentro principal que sufren los socialistas es con una amplia parte de su base social (y electoral, por vía de consecuencia), que ha perdido confianza en el aparato burocrático del partido y en sus añejas propuestas políticas. No será con escenificaciones como la del Comité Federal de ayer con lo que el PSOE volverá a captar su respaldo. Más fácil es que se agrande la brecha.

Una parte de esa decepcionante escenificación corrió ayer a cargo del ex secretario general, Joaquín Almunia, quien, en un último ejercicio de sumisión a los intereses del felipismo, trató de echar sobre sus hombros toda la culpa del fracaso cosechado el 12-M. Toda: incluyendo la de los otros miembros de la Ejecutiva dimisionaria y, por supuesto, la de Felipe González. El mea culpa de Almunia se remontó al incumplimiento de su promesa de dimisión, tras ser derrotado en las elecciones primarias. Su tardío harakiri ya sólo sirve para reforzar el peligro de que el nuevo secretario general sea otro disciplinado y discreto peón de brega como él.

Con todo lo cual, la prometida renovación navega sobre agua de borrajas.

Memoria Política

Joaquín Almunia

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¿Cómo reaccionar tras una derrota electoral? A primera vista, la respuesta es muy sencilla. Cuando se pierden unas elecciones, sobre todo si los resultados se sitúan por debajo de las expectativas creadas, lo que debe hacer el perdedor es felicitar al ganador y asumir sus propias responsabilidades.

No comparto esa concepción tacticista de la política. Todos hemos sentido muchas veces vergüenza ajena al ver cómo los derrotados intentan, ante las cámaras de televisión, proclamar su satisfacción por los resultados, aunque a duras penas puedan ocultar el rictus de amargura que delata lo que sienten por dentro. ¿Quién puede confiar en la sinceridad de los políticos después de una noche electoral en la que nadie se considera perdedor? Las urnas confiaron el peor de los escenarios que manejábamos durante la campaña: la mayoría absoluta de Aznar.

El 34 Congreso había improvisado una solución de emergencia. Nunca me engañé al respecto. Fui elegido secretario general como fruto de una decisión tomada en un contexto singular y acepté serlo ante la evidencia de que ninguna otra fórmula hubiese sido capaz de recibir los apoyos necesarios en un lapso de tiempo tan corto. Por eso dimití durante la misma noche electoral.