31 enero 1999

Cascos: "No me despido, los arquitectos no nos despedimos cuando hemos terminado una obra"

13º Congreso del PP (1999) – Aznar López es reelegido Presidente y nombra a Javier Arenas Bocanegra nuevo Secretario General en lugar de Cascos

Hechos

El 30 y 31 de enero de 1999 se celebró el XIII Congreso del Partido Popular que reeligió a D. José María Aznar como Presidente y eligió a D. Francisco Álvarez Cascos como Secretario General.

Lecturas

El 30 de enero de 1999 se celebra el XIII congreso del Partido Popular el presidente del Gobierno y presidente del PP D. José María Aznar López anuncia un cambio en el Gobierno y en la cúpula del partido.

D. Francisco Álvarez Cascos es sustituido como secretario general por D. Javier Arenas Bocanegra, hasta ahora ministro de Trabajo, cargo que abandona y que pasa a ocupar D. Manuel Pimentel.

D. En el mismo cambio de Gobierno Dña. Esperanza Aguirre Gil de Biedma deja el cargo de ministra de Educación de Cultura a D. Mariano Rajoy Brey para pasar a ser presidenta del Senado. El hata ahora presidente del Senado deja este cargo para volver a ser candidato a la presidencia del PP de Extremadura D. Juan Ignacio Barrero Valverde.

El organigrama del PP queda formado de la siguiente manera:

  • Presidente Fundador – D. Manuel Fraga Iribarne.
  • Presidente – D. José María Aznar López.
  • Vicesecretarios – D. Rodrigo Rato Figaredo, D. Mariano Rajoy Brey y D. Jaime Mayor Oreja.
  • Tesorero – D. Álvaro Lapuerta Quintero.
  • Gerente – D. Luis Bárcenas Gutiérrez.
  • Coordinador de Organización – D. Pio García Escudero.
  • Coordinadora de Participación y Acción Social – Dña. Ana Mato.
  • Coordinadora de Formación – Dña. Mercedes de la Meced.
  • Coordinador de Comunicación – D. Rafael Hernando Fraile.
  • Comité Electoral – D. Ángel Acebes Paniagua.
  • Presidente Comité de Derechos y Garantías – D. José Manuel Romay.
  • Responsable del área internacional – D. José María Robles Fraga.
  • Política Electoral – D. Jesús Sepúlveda Recio.
  • Organización Territorial – D. Juan Carlos Vera Pro.

En la ejecutiva figurarán, entre otros, D. Carlos Aragonés o D. Félix Pastor Ridruejo.

11 Enero 1999

Este año Gran Velada: Cascos contra Piqué

Luis María Anson

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Sería gravemente calumnioso afirmar que a Francisco Álvarez-Cascos le entusiasma la libertad de expresión. Desde que en enero de 1997 asumió la responsabilidad de la política informativa del Gobierno son muchos los aspavientos que ha hecho con erosión considerable del artículo 20 de la Constitución. No cumplió el encargo impecable que recibió de José María Aznar de fomentar una alternativa al imperio Polanco para garantizar en España la pluralidad informativa. Se dedicó sencillamente a aplastar al empresario de PRISA. Polanco soportó humillaciones terribles, pero mantuvo el pulso al vicepresidente en 1997 y se lo dobló en 1998, ganado la partida. Todo ello, unido al error asturiano, hizo que Aznar, de forma sabia y prudente, dedicara a Cascos a admirables tareas de beneficencia.

Para sustituirle eligió a Josep Piqué, imposible la vuelta de Miguel Ángel Rodríguez, erosionado tenazmente durante año y medio por el propio Cascos, si bien ambos dirigentes se han reconciliado. Piqué ha ganado de forma contundente el primer asalto al vicepresidente, inundando materialmente con su sosegada presencia en el mundo mediático. Pero, las espadas están en alto porque, en justicia, hay que reconocer las virtudes políticas de Cascos. Es leal. Es honrado. Es trabajador. Es inteligente y sagaz. Es tenaz. Y no ha tirado la toalla. Ha decidido plantarle cara a Piqué y luchar. El combate sordo ya iniciado será tal vez la gran velada de este año para el interés periodístico.

Luis María Anson

31 Enero 1999

Un esfuerzo de convivencia

Javier Arenas

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El Partido Popular reafirma su compromiso constitucional en la convicción de que la Constitución de 1978 es el mejor ejemplo de concordia que ha sabido darse la sociedad española en los últimos 200 años y pretende que el diálogo de la Transición se convierta en la tradición del diálogo, promoviendo valores de cooperación y solidaridad, muy especialmente entre las nuevas generaciones.

La Constitución Española supone el mayor esfuerzo de convivencia realizado por los españoles en los dos últimos siglos y su aplicación y desarrollo han conseguido la transformación de España en una sociedad abierta, democrática, descentralizada y crecientemente cohesionada en el proyecto de una Europa unida.

La Constitución es también la base de un proyecto común. Al reconocer un conjunto de derechos y libertades para todos, al apostar por una sociedad plural, al establecer los mecanismos que han hecho posible las comunidades autónomas y su posterior desarrollo, se establecen las condiciones para hacer de España una realidad sugerente de vida colectiva, capaz de aprovechar los beneficios de un proyecto común.

La reconciliación y la concordia que ha aportado a todos los españoles no puede ser dilapidada por «relecturas» constitucionales desprovistas de aceptación general. Cualquier modificación de su contenido debe contar con el grado de consenso con que cuenta el pacto constitucional.

España ha sido y es una nación plural que, gracias a la Constitución, motor y garantía del Estado de las Autonomías, se afirma como tal, acepta sus elementos homogéneos y heterogéneos en el seno de la unidad nacional y proyecta la cohesión de esta pluralidad constitutiva en sus objetivos compartidos. Para acrecentar este patrimonio histórico, es preciso reforzar la cooperación y la cohesión territorial y social. España ha recorrido un importante camino descentralizador que respeta y asume sus diferencias internas en el seno de un diálogo continuo.

El balance es fecundo y alentador. Tras la natural etapa de reclamación de competencias, ahora hay que poner el acento en la cooperación y en la asunción compartida de responsabilidades para un servicio más eficaz a los ciudadanos.

Si desde la aprobación de la Constitución, el proceso de descentralización política se ha basado en la transferencia de competencia a las comunidades autónomas, en cumplimiento del principio de subsidiariedad, ahora es también la hora de los ayuntamientos.

Corresponde a las comunidades autónomas continuar el camino descentralizador de sus competencias que permita a los ayuntamientos y diputaciones ser los que presten servicios más próximos a los ciudadanos, con la financiación suficiente y la eficacia necesaria. Para ello, además del pacto local nacional, son precisos pactos locales autonómicos.

España va a ser competitiva si se contempla a sí misma como una realidad cohesionada. Es para nosotros un objetivo esencial que cualquier ciudadano tenga las mismas oportunidades de desarrollar sus aspiraciones en cualquier punto de España. Los ciudadanos españoles podrán disfrutar de las mismas oportunidades si las divergencias hoy existentes disminuyen en lugar de acrecentarse. El Partido Popular recoge en su seno una tradición política centenaria y pretende consolidar el proyecto de centro político que expresa las aspiraciones de una parte muy importante de los ciudadanos españoles.

El Partido Popular reafirma su compromiso constitucional en la convicción de que la Constitución de 1978 es el mejor ejemplo de concordia que ha sabido darse la sociedad española en los últimos 200 años y pretende que el diálogo de la Transición se convierta en la tradición del diálogo, promoviendo valores de cooperación y solidaridad, muy especialmente entre las nuevas generaciones. El PP es un partido de centro y con vocación mayoritaria que quiere desarrollar activamente la cohesión y la solidaridad nacionales desde el fortalecimiento de la sociedad y sus iniciativas, sin exclusiones ni dogmatismos.

Para el Partido Popular, en la España del siglo XXI no hay «nosotros» ni «ellos». «Todos» somos nosotros. Todos, desde la actitud abierta y tolerante de un diálogo continuo y desde nuestras legítimas convicciones, podemos y debemos hacer posible un futuro común.

Javier Arenas será elegido hoy secretario general del PP.

31 Enero 1999

Viaje con renuncias

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Los partidos que están en la oposición se reúnen en congreso, los que gobiernan celebran congreso. El PP clausura hoy el primero que celebra desde que está en el poder. Su objetivo es seguir estándolo, y para ello se propone culminar su proceso de ocupación del centro político. Se encuentra en un momento óptimo para intentarlo: con la economía creciendo a buen ritmo y de manera equilibrada y con la oposición en fase depresiva. Además, sin el riesgo -a diferencia de lo que ocurre en Francia- de un partido a su derecha que amenace su hegemonía sobre el sector más conservador del electorado.El partido fundado por Fraga ha necesitado 20 años para poder plantearse esta conversión en una especie de UCD sin reinos de taifas. Al posfranquismo de Fraga -que ya se veía a sí mismo como centrista- siguió el fugaz experimento populista de Hernández Mancha, que no moló, y el aún más fugaz democrata-cristiano de Marcelino Oreja, del que quedó la adscripción a esa Internacional.

Aznar, que se proclama un antiguo centrista in pectore, llegó más bien como liberal-conservador, en la estela de Thatcher: denunciando la ineficacia del Estado de bienestar, el despilfarro socialdemócrata, la confusión entre poderes; con fuertes reticencias antieuropeístas y con un «proyecto nacional de España», en contraposición a quienes la habían vendido a los nacionalistas por un plato de lentejas. Las denuncias de la corrupción socialista y el caudillismo felipista se completaban con la defensa de una moral de hombre corriente, austero, que viviría en su casa de siempre, y no en La Moncloa.

Todo ello ha ido matizándose, atemperándose, una vez instalado en La Moncloa y tras apreciar las ventajas de Doñana. El criterio de intervención mínima del Estado era una novedad en la tradición de la derecha española; pronto se vio que tal criterio era compatible con políticas de intervención abusiva (en los medios de comunicación, por ejemplo) y de ocupación de empresas públicas a punto de ser privatizadas. El discurso nacional fue aparcado en aras de la gobernabilidad, y Vidal-Quadras ocultado bajo la alfombra. Se deslizó la especie de que se trataba de un repliegue táctico que se corregiría tras alcanzar la mayoría absoluta en las siguientes elecciones. Pero enseguida se hizo de la necesidad virtud, y de los pactos con Pujol y Arzalluz, prueba de pragmatismo y tolerancia.

Aznar defendió ayer el proyecto de centro reformista con que se propone ampliar la base electoral del PP a fin de que ese partido pueda seguir gobernando en el siglo XXI. Dijo que, como hace 10 años, se proponía cambiar las cosas, abrir una etapa nueva: para hacer frente a los retos de la modernidad, para responder a las transformaciones de la sociedad, reflejadas también en la composición del partido, y para contribuir a al reactivación del grupo europeo al que pertenece el PP. Fue un discurso propio de partido en el poder, moderado y optimista, sin apenas aristas.

El nombramiento de Arenas como sustituto de Cascos en la secretaría general aspira a dar credibilidad a esa voluntad reformista. Pero el primer límite a tal credibilidad es el desconcierto de Aznar ante la extrañeza del público por la forma como ha pasado por encima del congreso en la designación de Arenas. En su despedida, Cascos dio la impresión de querer ajustarse milimétricamente a la imagen que la opinión pública se ha forjado de él: en cuanto duro fajador, eligió su registro más demagógico -tan del gusto del sector mediático con el que complotó- para referirse a los socialistas (autócratas, corruptos, con pretensión de impunidad); en cuanto Isaac dispuesto a ser degollado, sostuvo que, de no haber querido retirarse, seguiría siendo secretario general. Imagen deformada en ambos aspectos: Cascos ha demostrado, en sus relaciones con los nacionalistas vascos, que tanto le alaban, no ser tan duro como la gente piensa. En cuanto Isaac, él mismo dio con la imagen adecuada: fue el doméstico fiel para el trabajo sucio, en la dura ascensión, pero su presencia como secretario general hubiera hecho increíble el giro al centro.

Una política de centro reformista es algo más que equidistancia. No hay centrismo desde el sectarismo y la consideración del rival político como un criminal o un usurpador. Y es algo más que una oferta en busca de demanda. Los socialistas también llegaron a creerlo, hace unos 10 años, cuando todo les sonreía: tras la victoria en el referéndum de la OTAN y su segunda mayoría absoluta, con la economía creciendo al 5% anual y con una distancia de 14 puntos sobre el PP en las encuestas. En su 31º congreso, casi todos los delegados eran cargos públicos. Como ahora. Y el mensaje de González fue la modernidad, Europa, alcanzar en unos años a los países más prósperos. «Sumar y no restar», dijo González, como ahora ha repetido Aznar.

Tiene éste motivos para la satisfacción, y todo el derecho a intentar ampliar sus apoyos con una política de amplio espectro. Ojalá culmine ese viaje al centro sin que se rebele la vieja guardia. Pero no puede pretenderlo, como dijo al final de su discurso en homenaje a Fraga, sin «renunciar a nada», a ninguna de las ideas o principios defendidos en sus 20 años de vida política. Baste recordar que salió a la luz pública con descalificaciones a la Constitución y al Estado de las autonomías. O hay giro al centro, y por tanto, renuncia a muchas de las ideas que ha defendido Aznar en muchos terrenos, o se trata de un mero enunciado oportunista.

31 Enero 1999

Centro Reformista

Luis María Anson

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Con la camelancia del centro hizo el ridículo Lavilla en 1982, se quedó colgado de la brocha Adolfo Suárez y su CDS en dos elecciones generales posteriores, se redujo a un suspiro Roca y a la nada con ojeras Calvo Ortega. Por eso el think tank de la Moncloa ha adjetivado inteligentemnete ese término. Así, Aznar, en su documento pata negra que ha dejado expuesto en el altar del congreso del PP para la adoración de los fieles, se refiere al centro, pero al centro reformista, como la gran panacea futura. No se equivoca el presidente, tan acostumbrado al trato con ilusos y otras gentes de bien vivir. Engrilletado el derechismo a los tobillos del PP, sin la amenaza de una Alianza Popular que trituró las veleidades socialdemócratas de UCD, el maquillaje de centro que José María Aznar ha extendido con singular esmero sobre la piel de la derecha cautiva era imprescindible. Abierto el espectro electoral, el PP camina ya francamente, y Aznar, el primero, por la senda centristas hacia la gran victoria electoral del 2000. Todo está saliendo a la perfección para los populares: Aznar, en apoteosis, Fraga, Fragante, Arenas, encumbrado, Mayor, callado; Rato expectante, Cascos cascado, Gallardón jodido, Esperanza en la silla curul, Ana Mato en el corazón, Zaplana y Lucas en retaguardia. Y Margarita, está linda la mar, en el séptimo cielo. El presidente vive, en fin, sus días de centro y rosas, mientras en los estantes de la biblioteca presidencial Luis Cernuda escribe ‘cómo llenarte, soledad, sino contigo misma’.

Luis María Anson

31 Enero 1999

Laureles y espuma

Pedro J. Ramírez

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Releyendo la entrevista con Aznar que publicamos el jueves veo que cuando él dice que, ya que hemos pasado de la etapa en la que se cuestionaba su liderazgo a la etapa en la que le proclaman César, «puestos a divertirnos, déjenme elegir con que César me gustaría identificarme», yo cometí el error de limitarme a insistir en mi ya conocida -y un tanto vejatoria- equiparación con Claudio, en lugar de intentar averiguar su preferencia.

Y fue una pena, porque será difícil encontrar una ocasión tan propicia para tirarle de la lengua y enterarse de cuál es el modelo clásico en cuyo espejo querría poder mirarse. Claro que el pecado me ha traído también la penitencia y llevo el fin de semana a vueltas con mi archisobado ejemplar del Gibbon tratando de buscar todo tipo de paralelismos para averiguar a qué emperador le gustaría a este tío parecerse.

Si hubiera que juzgar por los pasajes del vigoroso discurso de Cascos, dedicados a comparar el «antes» y el «después», como si la victoria electoral del PP hubiera equivalido a la ingesta de un elixir mágico, habría que pensar que el referente sería nada menos que Augusto, quien continuamente se jactaba «de haber encontrado su capital de ladrillo y haberla dejado de mármol». Pero el ejemplo de Augusto no puede estar en la cabeza de Aznar, porque si algo deja claro en la entrevista es que no existe «ni la más mínima posibilidad» de que reconsidere su decisión de limitar a ocho años su permanencia en el poder, mientras que el principal truco del primero de los emperadores para perpetuarse fue el de aceptar todas las dignidades por sólo diez años… cuantas veces fue necesario para ocupar el trono de por vida.

Tirando con mala uva, esa disposición a descender a tiempo de la cima del Olimpo podría hacerle emparentar con el dimisionario Diocleciano que, a su vez, sirvió de modelo para el exilio autoimpuesto del gran Carlos V en Yuste. De Diocleciano se glosa y recuerda «su gran arte a la hora de someter, tanto sus propias pasiones como las de los demás, al interés de su propia ambición, y de colorear esa ambición con las más especiosas pretensiones de justicia y utilidad pública». Pero Diocleciano presidió una corte anticipadamente veneciana en su barroca ostentación y el austero Aznar acaba ya de lanzar todo un aviso a caminantes, advirtiendo que no quiere ver a su alrededor nada parecido a aquella feísima beautiful people. Además, una cosa es que el presidente no quiera identificar al PP con la democracia cristiana y otra que vaya a identificarse él con un César que con tanto gusto hacía redadas en las catacumbas para dar de comer a sus leones.

Desde luego que no es fácil imaginar a cuál de todos esos bustos de mármol le sentaría mejor el bigote castellano. ¿Al humanista Marco Aurelio, al reflexivo Adriano -una opción demasiado tópica-, al circunspecto Nerva o al implacable Tiberio? A este último es al que Robert Graves atribuye un discurso ante el Senado que muy bien podría repetirse hoy en la sesión de clausura del Congreso del PP: «Me perdonaréis, señores, pero siempre he dicho, y volveré a decirlo, que puesto que habéis tenido la bondad de confiarme poderes absolutos, no debo avergonzarme de utilizarlos por el bien común».

Aun descartando los nombres que más bien encajarían en la etapa felipense de la corrupción y el crimen de Estado -Nerón, Calígula o aquel Seyano de quien se decía que era tan buen general que siempre presentaba sus mentiras en perfecta formación-, quedan demasiadas alternativas como para atreverse a hacer una apuesta. En definitiva, todos los emperadores compartían aquel principio, perfectamente aplicado en los agitados prolegómenos de este congreso del PP, según el cual «la máxima inflexible de la disciplina romana consistía en que el buen soldado debía temer más a su propio jefe que al enemigo».

Ahora bien, en las propias palabras de Aznar hay una clave que nos puede permitir avanzar algo. «Puestos a divertirnos -dice- déjenme elegir…». Pues que me perdone Ana Botella en estos tiempos de tanta mudanza y ajetreo, pero a lo mejor tenía en la cabeza el caso de Gordiano el Joven de quien literalmente se escribe que «sus veintidós concubinas reconocidas y su biblioteca de sesenta y dos mil volúmenes constatan la variedad de sus inclinaciones; y a juzgar por las producciones que dejó tras él, queda acreditado que tanto lo uno como lo otro eran para el uso más que para la ostentación». Lástima que sólo reinara seis años en una parte de la zona oriental del ya fragmentado imperio, antes de ser asesinado por un jerifalte árabe tal vez mosqueado por el afecto y dedicación con que el tal Gordiano terminó distinguiendo, más aun que a sus concubinas o a sus volúmenes, a un joven y atractivo lugarteniente llamado Misiteo.

Reconozco que frente a la pompa y circunstancia de este Congreso a la americana, destinado tan sólo a producir buenas imágenes rituales para la televisión, -la renovación de personas ya se ha producido hace días, la de ideas apenas si se atisba en las ponencias-, no se me ocurre otro mecanismo de autodefensa que el de la broma. Es verdad que Aznar tiene derecho, por fin, a esos quince minutos de baño de espuma que se le negaron cuando nada más aterrizar tuvo que vérselas con el caso Naseiro, cuando Cuevas desde fuera y sus defenestrados barones desde dentro le tendían zancadilla tras zancadilla, cuando las elecciones del 93 le dejaron con la miel en los labios, cuando en plena descomposición felipista pinchó en hueso en un debate clave y hasta su hijo Josemari le recibió a la hora de cenar con el pulgar hacia abajo, cuando en el 96 la noche más hermosa se trocó en tristísima victoria, cuando al intentar celebrarla seis meses después ni siquiera se llenó el Palacio de los Deportes o cuando durante un año terrible los féretros de los compañeros asesinados interrumpían cualquier ejercicio de legítima satisfacción por la buena marcha de los demás asuntos.

Pero en cuanto mañana se desinfle la última pompa de jabón mediático, -profundamente equivocado como está al haber aparcado las reformas regeneracionistas relativas a las reglas del juego político; excesivamente cómodo consigo mismo tras haber liberalizado sólo a medias la economía-, más le vale a este hombre ponerse las pilas y empezar a trabajar en un programa electoral que ofrezca a la sociedad española cosas mucho más concretas que las superficiales vaguedades hasta hoy escuchadas. Porque los éxitos de estos años son indiscutibles, pero ya se sabe que, sea uno u otro el admirado, lo único que no se le permitía a ningún emperador era dormirse en los laureles.

El Análisis

SOLTANDO LASTRE (II)

JF Lamata

El XIII Congreso del PP tenía básicamente un cambio destacado el de la Secretaría General, abandonaba el cargo D. Francisco Álvarez Cascos y entraba en su lugar D. Javier Arenas Bocanegra. Democristiano y líder del partido en Andalucía, que había logrado una imagen centrista pactando con los sindicatos.

El Sr. Álvarez Cascos seguiría en el Gobierno, aunque no tardaría en perder su condición de Vicepresidente y no pareció tomar demasiado bien su caída en el partido, ni los aplausos a Aznar por cesarle que se produjeron en medios de comunicación tanto de la izquierda (PRISA), como en la no-izquierda (EL MUNDO). La carta que el Sr. Cascos mandó al director de EL MUNDO, D. Pedro J. Ramírez para protestar contra una viñeta de Gallego y Rey era la mejor demostración del malestar del político asturiano.

Uno de los ‘ascendidos’ en el congreso fue el ministro portavoz, D. Josep Piqué, antiguo comunista del PSUC reciclado en ‘liberal’. Al ser nombrado ministro en 1996 ni siquiera era militante del PP y en apenas tres años parecía haberse ganado la confianza del Sr. Aznar que veía en su promoción otra de forma de acentuar su ‘centrismo’.

J. F. Lamata