28 julio 1993

Los partidarios de la disolución encabezados por José Ramón Caso y Alejandro Rebollo abandonarán el partido

6º Congreso del CDS – La formación decide, inesperadamente, no disolverse y continuar liderada por Calvo Ortega

Hechos

Votación sobre la disolución del CDS:

  • A favor: 126 delegados
  • En contra: 399 delegados

 

Lecturas

JOSÉ LUIS GÓMEZ CALCERRADA DEJA LA SECRETARÍA GENERAL

calcerrada_1 El Secretario General del CDS, D. José Luis Gómez Calcerrada también se mostró partidario de la disolución del partido y mostró su sorpresa por el cambio de actitud de D. Rafael Calvo Ortega.

18 Julio 1993

CDS, fantasma político

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Las tesis, entre románticas y cerriles, de Rafael Calvo Ortega se impusieron finalmente y la mayoría de los compromisarios del Centro Democrático y Social presentes en el Congreso Extraordinario rechazaron su disolución. Lo que sigue, sin embargo, es una especie de fantasma político de futuro harto problemático. De hecho, el congreso tuvo cierto aire de desbandada. Significativamente abandonaron el barco el ex secretario general Caso y el ex diputado Rebollo, y numerosos partidarios de la disolución dejaron la sala antes de que se procediera a votar. Es triste la deriva de un partido como el CDS, parte de cuyo capital político podría haberse salvado si Calvo Ortega hubiera aceptado la oferta de incluir como independientes a candidatos en las listas del PP. Y más triste todavía que el propio líder lo reconozca ahora, cuando ya no tiene remedio.

20 Julio 1993

Otra oportunidad

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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EL CENTRO Democrático y Social (CDS) no se rinde y, en lucha contra los elementos electorales que el pasado 6 de junio le expulsaron del Parlamento, ha decidido seguir y probar suerte en una postrera oportunidad. ¿Cuestión de voluntarismo o decisión realista basada en un análisis correcto de las posibilidades de subsistencia de un partido de centro político que se define como tal?Aparentemente, existen más razones para tirar la toalla que para empeñarse en mantener izada la bandera del centrismo en un escenario político dominado por los valores del centro y cuyo dominio es disputado por el socialismo pragmático de González y la derecha refúndada de Aznar como fuente segura de fuerza electoral. Así lo han entendido la mayoría de los ex diputados del CDS y los dirigentes que más han luchado en los últimos años por la supervivencia del partido. Pero la mayoría de los compromisarios reunidos en un congreso extraordinario el pasado fin de semana en Madrid han decidido que no es el momento de dar por muerto el proyecto centrista concebido por Suárez y se han dado de plazo hasta el próximo otoño para estudiar una posible refundación del partido.

Será un más difícil todavía en la zigzagueante y atormentada trayectoria del CDS, caracterizada por el goteo permanente de cuadros y militantes, por los movimientos pendulares en sus alianzas, por sus vacilaciones entre el modesto papel de partido bisagra y su aspiración a la alternancia, y, en definitiva, por su fracaso en la búsqueda desesperada de un espacio político propio y definitivo. En su actual situación (reducida su base electoral a 413.000 votos, con una deuda de 2.200 millones de pesetas y con unos cuadros directivos de aluvión), el único aval de futuro del CDS apenas es algo más que el esfuerzo y la entrega de su presidente, Rafael Calvo Ortega. Pero, dada la desmesura del empeño, habrá que ver si Calvo Ortega es el Moisés que conducirá al partido a la tan deseada tierra de promisión o el Quijote que, en alas del idealismo y de las mejores intenciones, le hace toparse definitivamente con los molinos de viento de la realidad.

En todo caso, la tentativa de salvamento del CDS sólo merece apoyo y simpatía. Y, aunque fracasara, constituiría un final más acorde con la historia y los valores del antiguo partido de Suárez que su absorción por el partido de Fraga y Aznar, como hubiera sucedido de cuajar la operación de incluir candidatos del CDS como independientes en las listas del PP durante las últimas elecciones. Dentro del actual bipartidismo, marcado por la dificil vuelta a las mayorías absolutas, la existencia de un partido bisagra es políticamente deseable, como expresión del pluralismo y como opción de gobernabilidad. Si el CDS consiguiera articularse como tal, la estabilidad política saldría ganando en el futuro. Ello depende, sin embargo, de dos condiciones casi imposibles: que el CDS fuera capaz de definir una centralidad programática equidistante entre las grandes formaciones existentes a su derecha y a su izquierda y que éstas evolucionasen en el sentido de recuperar sus primitivas señas de identidad.