6 diciembre 1990

Los insultos de Hormaechea contra Aznar, Fraga e Isabel Tocino causaron la crisis que llevó al PP a derribar al propio candidato que ellos mismos habían llevado en sus listas en 1987

Cambio en Cantabria: el PP une sus votos al PSOE para derribar a su exaliado Juan Hormaechea de la presidencia de la Comunidad y entregársela al ‘guerrista’ Jaime Blanco

Hechos

En diciembre de 1990 una moción de censura en Cantabria presentada por el PSOE y apoyada por PP, PRC y CDS, destituyó a D. Juan Hormaechea como Presidente de Cantabria y lo reemplazó por D. Jaime Blanco (PSOE).

Lecturas

El 2 de noviembre de 1990 el periódico Diario Montañés desvela que un pub del Sardinero (Santander) D. Juan Hormaechea Cazón (independiente en las listas del Partido Popular que ocupa la presidencia desde las elecciones de 1987), había cantado brazo en alto el himno ‘montañas nevadas’ y había insultado a los dirigentes del PP D. Manuel Fraga Iribarne (‘hijo de puta’), D. José María Aznar (‘charlotín’) y a Dña. Isabel Tocino (‘ni desnuda me excitaría’) y se jactó de haber mantenido en Santander la estatua del dictador Francisco Franco.

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Al hacerse públicas sus palabras el presidente del PP, D. José María Aznar López, anuncia el 5 de noviembre de 1990 que el PP rompe todos sus vínculos con D. Juan Hormaechea y estudie una moción de censura contra el Sr. Hormaechea. El presidente del PP cántabro presidido por D. Roberto Bedoya anuncia ese día que acatará la decisión, sin embargo, cinco días después, el 10 de noviembre de 1990, en comparecencia pública D. Roberto Bedoya anuncia que abandona el PP para constituir un nuevo partido político con el Sr. Hormaechea y con él se van D. José Parra, D. Dionisio García de Cortázar y D. Alberto Rodríguez. El PP designa a D. José Luis Vallines como su nuevo líder en Cantabria.

El 12 de noviembre de 1990 D. Juan Hormaechea Carzón presenta su nuevo partido político Unión para el Progreso de Cantabria (UPCA). Hasta 12 diputados del PP cántabro (de un total de 19) se van con los Sres. Hormaechea y Bedoya a la UPCA dejando al PP únicamente con 7 diputados en la Asamblea cántabra.

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El PSOE cántabro liderado por D. Jaime Blanco se adelantará al PP y presentara una moción de censura contra D. Juan Hormaechea en la que presenta como candidato a D. Jaime Blanco. Horas después el PP cántabro presenta su propia moción de censura con D. José Luis Vallines como candidato.

El 5 de diciembre de 1990 se producirá el debate de las dos mociones de censura contra el Sr. Hormaechea. En el momento de votar la primera presentada unen sus votos el PSOE, el PRC, el CDS y los 7 diputados fieles a la dirección nacional del PP, por lo que el Sr. Hormaechea es destituido como presidente de Cantabria y reemplazado por el socialista D. Jaime Blanco. (al ser aprobada la primera moción, decae la segunda).

De esta manera D. Jaime Blanco, hombre ‘guerrista’ fiel a D. Alfonso Guerra, se convierte en el primer socialista que accede a la presidencia de Cantabria formando un gobierno de coalición PSOE-PRC-CDS-PP. El Sr. Hormaechea queda, de esta forma, como jefe de la oposición acusando al PP cántabro de haberse vendido a los socialistas.

D. Jaime Blanco, primer presidente socialista de Cantabria.

Las siguientes elecciones en Cantabria serán en 1991. 

En la siguiente legislatura habría otras dos mociones de censura, una en 1993 y otra en 1994.

 

08 Noviembre 1990

DESMENTIDO A UNA DECLARACIÓN FALSA Y TENDENCIOSA

Mariano Linares Argüelles

EL DIARIO MONTAÑÉS

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Ante la acusación del presidente regional, Juan Hormaechea, a este periódico, de haber orquestado una campaña en su contra motivada por intereses financieros paralelos al periódico, me siento obligado a salir al paso de esa información como presidente, editor y accionista de EL DIARIO MONTAÑÉS, por respeto a los lectores, al personal de esta empresa y al propio periódico. Se refirió a intereses financieros en general, y más concretamente a la Sociedad de Ingeniería Informática IPC, de la que soy, a título personal, y sin que tenga que ver EL DIARIO MONTAÑÉS, accionista minoritario, junto a otros empresarios de Cantabria y Madrid, de los que alguno, igualmente minoritario, también es accionista de EL DIARIO MONTAÑÉS.

Aseguró el Sr. Hormaechea que esta Sociedad aspiraba a un contrato de 2.000.000.000 de pesetas (dos mil millones) con el Ayuntamiento de Santander para la informatización de la red de semáforos. Contrato que impidieron, según dijo, concejales del PSOE y del Grupo Mixto relacionados con él, y con los que mantuvo reuniones para este tema, según aseguró.

Pues bien, el Sr. Hormaechea miente, y lo hace a sabiendas; nunca existió nada de todo esto.

Es público y en su día lo recogió la prensa, que el Ayuntamiento de Santander, al igual que otros Ayuntamientos de ciudades de España, tiene un convenio con la Dirección General de Tráfico para la informatización de los semáforos de la ciudad, por el que el Ayuntamiento realiza las obras civiles de canalización necesarias y la Dirección General de Tráfico la información, adjudicándolo directamente ella desde Madrid,  y que además tiene un coste de 205.00.000 de pesetas (dos más tiene un coste de 205.000.000 de pesetas (doscientos cinco millones), que ni remotamente se acercan a los 2.000.000.000 que aseguró el Sr. Hormaechea.

IPC nunca aspiró a este contrato, ni tuvo ni tiene la más mínima relación con la Dirección General de Tráfico, y desde luego ni mucho menos yo o cualquier otra persona relacionada con EL DIARIO MONTAÑÉS.

IPC sólo tiene un contrato con el Ayuntamiento de Santander para el suministro e instalación de un sistema informativo integral. En junio de 1988 el Ayuntamiento convocó un concurso para el suministro e instalación de un sistema informático. A este concurso concurrieron doce empresas de reconocido prestigio. Las ofertas de estas doce empresas las remitió el Ayuntamiento a la Universidad de Cantabria, que las estudió y emitió un informe, en el que recomendaba la oferta presentada por IPC. Como consecuencia de ello, el Pleno municipal del 29 de diciembre de 1988 acordó adjudicar este concurso a IPC por 167.666.720 pesetas.

Esta y no otra es la única relación de esta Sociedad con el Ayuntamiento de Santander, o cualquier otro organismo público en esta región.

Todos estos datos son públicos y notorios y sobradamente conocidos del Sr. Horamechea y sus concejales del Grupo Mixto del Ayuntamiento.

Son datos que el Sr. Horamechea tiene que conocer, han sido publicados por la prensa y, además, en las reuniones que dijo haber mantenido con sus concejales para este tema, le han tenido que informar; por ello reitero que el Sr. Horamechea miente, y lo hace deliberadamente. Nada tiene que ver EL DIAIRO MONTAÑÉS en todo esto y ni existe ningún interés financiero paralelo de EL DIARIO MONTAÑÉS, ni de ninguna persona relacionada con el periódico, en el resto de los temas inmobiliarios que en su exposición apuntaba de una forma un tanto deslavazada, en la que no se sabía muy bien si éstos eran intereses de EL DIARIO MONTAÑÉS o de otros grupos. Por si acaso, lo aclaro: EL DIARIO MONTAÑÉS no tiene ni éstos ni ningún otro interés financiero paralelo en Cantabria, y su única relación con el BBV es la de cliente, al igual que la de otras muchas personas y empresarios en Cantabria

EL DIARIO MONTAÑÉS se limitó a informar con prudencia y mesura, omitiendo detalles puntuales, de unos hechos que consideró graves y que lamenta mucho que se hayan producido. Igualmente lamentamos que el Sr. Horamechea quiera justificar su situación buscando culpables donde no los hay; las decisiones políticas las toman los responsables de los partidos al margen de lo que publican los periódicos.

Mariano Linares Argüelles

07 Noviembre 1990

Cuestión de dignidad

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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Seguramente hay en muchas provincias españolas personajes como Juan Hormaechea, que tanta nombradía ha adquirido en su Cantabria natal primero y en más extensos territorios luego; pero no suele ser habitual que ciudadanos así, más notables por su zafiedad que por sus logros, lleguen a ser alcaldes de una importante ciudad o presidentes de comunidad autónoma. En un régimen democrático, y ello es una diferencia con situaciones como las que Hormaechea parece aflorar, cualquiera tiene derecho a desempeñar un cargo público si sus conciudadanos lo votan.A Hormaechea los santanderinos lo eligieron por dos veces para alcalde y luego para presidente regional. Nada que objetar. Peroningún partido democrátíco tiene por qué amparar con sus siglas a quien, con gancho popular o sin él, hace periódicos alardes de incivilidad como los que jalonan la biografía de este correoso admirador del general Franco. Así lo ha entendido, con cierto retraso, la dirección del Partido Popular al decidir desvincularse del presidente de Cantabria, elegido como independiente en ¡as listas de dicho partido.

José María Aznar ha considerado que el apoyo que su partido viene prestando desde antiguo a dicho personaje ha llegado a hacerse incompatible con la ética pública y con el mínimo de’dignídad exigible a cualquier persona investida de autoridad. El desencadenante de la ruptura han sido los insultos lanzados por Hormaechea, sin que su presunta embriaguez suponga atenuante suficiente, contra el máximo dirigente conservador, Jose María Aznar; contra la diputada popular Isabel Tocino y contra el fundador del partido, Manuel Fraga. Y si es lamentable que anteriores comportamientos de similar naturaleza pero dirigidos contra diputados de otros partidos, periodistas u otros particulares, fueran ignorados por la dirección regional y nacional del PP, más vale tarde que nunca. La firmeza demostrada ahora por Aznar, en contraste con los titubeos mostrados por otros dirigentes en el pasado -a propósito, por ejemplo, de las declaraciones favorables a Pinochet del senador Arespacochaga-, merece, en cualquier caso, ser elogiada.

Especialmente porque al hacerlo, incluso a riesgo, según ha manifestado, de la hipotética disolución del partido en Cantabría, ha sabido supeditar cualquier eventual interés electoral a lo que considera una cuestión de principios y dignidad. De dignidad de las instituciones, en primer lugar, aunque también afecte a las personas. Juan Hormaechea ha demostrado largamente no ser un correcto representante de la institución para la que, con el apoyo del partido conservador, fue elegido. Debe, por tanto, y respetando en todo caso los cauces legales propios de un sistema representativo, ser relevado de su cargo. Y la oposición daría un buen ejemplo de responsabilidad -tan grato en estos momentos de confusión en otros grupos políticos- si permite con sus votos el triunfo de una moción de censura necesaria para. alcanzar ese deseable objetivo. Demostrarían así también esos partidos que son capaces de supeditar sus legítimos intereses de grupo a los del sistema democrático. Por dignidad.

06 Diciembre 1990

Censura cántabra

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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Tal como estaban las cosas en Cantabria, el apoyo de lo que queda del Grupo Popular al candidato socialista para sustituir a Juan Hormaechea en la presidencia de esa comunidad era casi la única salida viable. La anormalidad de la situación se reflejaba en el hecho de que el mixto era, con sus 15 diputados, el grupo mayoritario en la Cámara autónoma. En ese abigarrado camión escoba se habíann dado cita descolgados de todas las formaciones, incluyendo cuatro parlamentarios populares que, tras algunas vacilaciones, habían decidido a última hora no secundar la ruptura de su partido con Hormaechea.De esta manera, el Partido Popular (PP), cuya lista, encabezada por el propio Hormaechea, había obtenido en 1987 el 44% de los votos y 19 de los 39 escaños de la Asamblea, se había quedado con tan sólo siete diputados, cinco menos que los socialistas. La inicial negativa de éstos a secundar la moción de censura anunciada por el PP con el argumento de que se trataba de «un problema interno (le la derecha» había conducido a un callejón sin salida. Por ello hay que felicitarse de que se haya impuesto la cordura y que los dos primeros partidos de la región hayan decidido supeditar sus eventuales intereses particulares a los de las instituciones, cuya dignidad estaba en juego.

La decisión de Aznar de ir hasta el final en este asunto es digna de elogio. Cabe esperar ahora que el joven dirigente conservador sepa extraer las lecciones del episodio. Pues, como recordó un diputado socialista en el debate del martes, el Gobierno que estaba siendo sometido a censura parlamentaria era «un Gobierno del PP, con un programa del PP y presidido por el candidato que había propuesto el PP». Un candidato que ya había sido alcalde y cuya afición a alardes como el que finalmente le ha costado el cargo no podía ser desconocida para los dirigentes populares; y cuyos métodos para hacerse con una plataforma política propia urdida sobre una compleja red de intereses poco claros tampoco son un secreto: desde junio pasado, una comisión parlamentaria investiga presuntas irregularidades financieras de la Consejería de Economía, Hacienda y Presupuestos, y el propio Hormaechea -que impidió la realización de una auditoría sobre tales presuntas irregularidades- ha sido objeto de una denuncia ante el Tribunal Supremo de Cantabria bajo la acusación de prevaricación y malversación de fondos.

La ruptura del grupo parlamentario que había venido sosteniendo a Hormaechea permite intentar ahora, antes de las elecciones de mayo, la regeneración de la vida política de Cantabria. La solución de constituir un Gobierno de concentración presidido por un socialista es una salida de emergencia a una situación de bloqueo institucional; pero es evidente que no refleja la voluntad de un electorado que en 1987 votó mayoritariamente a los conservadores. Los socialistas habrán de tenerlo en cuenta, sin intentar aprovechar la carambola que les ha llevado a la presidencia para obtener ventajas con vistas al futuro. Se trata de un Gobierno provisional, de gestión, y sería deseable que su funcionamiento fuera por consenso.

Es posible, con todo, que en estos meses se configuren alternativas de gobierno diferentes a las existentes hasta ahora, y en todas las cuales era un factor determinante la presencia de Hormaechea. Naturalmente, serán las urnas las que decidan; pero sería conveniente que los partidos adelantasen desde ahora si están dispuestos o no a pactar mañana con quien hoy reprueban. Pues no sería pequeña paradoja que los mismos que ahora censuran el caciquismo populista del ya ex presidente de Cantabria descubran en mayo que se trata de un excelente aliado cuya carrera política vale la pena prolongar a cambio de su apoyo en tal o cual importante municipio.

16 Noviembre 1990

Trapos sucios

Fernando Ónega

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Pobre Hormaechea! Se condenó políticamente aquella noche de vino sin rosas. Ahora lo están condenando moralmente. No habrá día, hasta las próximas elecciones, en que no se publique algún abuso de poder, algún chanchullo, algún tráfico de influencias, alguna corrupción. Se dijo, por ejemplo, que había efectuado concesiones a dedo. Ahora, Francisco Alvarez Cascos, secretario general del PP, declara en Tribuna: «Hormaechea no resiste una investigación sobre el manejo de dinero público». Las acusaciones recuerdan lejanamente el «caso Barreiro». El político gallego fue honesto mientras estuvo en el gobierno. Cuando abandonó a sus «padres políticos», éstos le llevaron a los tribunales. Y se acabó su carrera política, al menos por unos años. Es elemental que, si las cosas se producen así, es porque antes los compañeros de partido o de gobierno fueron cómplices de sus actividades oscuras. Y, si no llegaron a la complicidad, sí fueron celosos guardianes de los trapos sucios. O les venían bien, o no convenía divulgarlos. Lo máximo que llegó a decir Isabel Tocino de Hormaechea es que el presidente cántabro era un mal administrador, que gastaba mucho dinero. Tan marica es el dante como el tomante, dice el clásico. Tan deshonesto es un político como quien lo encubre. Yo, como español, espero que no se rompan sólo vínculos por llamar «hijoputa» a alguien, sino en el momento en que le pillen a uno con las manos en la masa, o cometiendo un abuso de poder. Y espero, aunque con poca esperanza, que las denuncias dejen de ser una revancha y se conviertan en una exigencia ética. El día que eso ocurra, perderán la razón los oportunistas que replican que tan indigno es uno como sus sucesores. El día que eso ocurra, los ciudadanos contribuyentes podrán volver a confiar en su clase política.

05 Diciembre 1990

En Cantabria cae un califa

Consuelo Álvarez de Toledo

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Quedará por los siglos de los siglos, con la pretensión magnificente de un coloso, el Auditorio de Santander, obra de Sáenz de Oiza y locura de Juan Hormaechea. A la manera de un templo azteca, rompedor de todo equilibrio en una clásica ciudad, hermosa, cantábrica, será el símbolo del desafío a la racionalidad democrática. Siete mil millones de endeudamiento del pueblo de Cantabria contemplaban ayer la moción de censura contra el último de los califas. En su interior, paredes con pan de oro y kilómetros del más precioso de los mármoles testificarán el fin de una pesadilla. Mientras, Jaime Blanco asciende los peldaños desde la bofetada histórica hasta la Presidencia de la región. Ha vuelto a operar un consenso constitucional para poner coto al desmadre de los reinos de taifas. La insensibilidad jacobina del PSOE encontró un buen eco en las conveniencias de un Partido Popular ahogado en sus propios errores. Y sin embargo un cierto sentido de construcción del estado impone que los locos sólo puedan jugar a políticos en las riberas de la playa, donde las olas borran la huella del desastre. En Cantabria hay ya un monumento para no olvidar nunca lo que pudo hacer un mesiánico en el estado de las autonomías. Y ahora viene un gobierno de gestión dirigido por Jaime Blanco. ¿Qué cosas más no quedarán por ver?