19 diciembre 1916

El avance alemán falla, y el territorio es defendido por los franceses a pesar de perder más víctimas que sus enemigos

Primera Guerra Mundial: La batalla de Verdún convierte las trincheras entre franceses y alemanes en un infierno sangriento

Hechos

El 19.12.1916 finalizó la batalla de Verdún entre Francia y Alemania.

Lecturas

Desde julio de 1914 el continente europeo afronta la Primera Guerra Mundial. 

La batalla de Verdún fue la batalla más larga de la Primera Guerra Mundial y la segunda más sangrienta tras la batalla del Somme. En ella se enfrentaron los ejércitos francés y alemán, entre el 21 de febrero y el 19 de diciembre de 1916, alrededor de Verdún, en el nordeste de Francia. El resultado fue un cuarto de millón de muertos y alrededor de medio millón de heridos entre ambos bandos.

LOS JEFES MILITARES

1915_Falgentain  El General Erich von Falkenhayn como Ministro de Guerra de Prusia y Jefe del Estado Mayor del ejército dirigió la ofensiva alemana sobre Verdún para ‘desangrar’ de soldados a los franceses.

1915_Petain  El General Philippe Pétain dirigió la contraofensiva francesa que, con apoyos de Bélgica y Reino Unido logró impedir que las trincheras alemanas penetraran las suyas.

1915_cruces  El balance de víctimas por la batalla de Verdún fue de  360.000 soldados franceses, frente a  335.000 soldados alemanes.

Los aliados esperaban un ataque alemán en Champagne durante la primavera de 1916. Pero el quinto ejército alemán, a las órdenes del Jefe de Estado Mayor teniente general Schmidht von Knobelsford, había preparado, bajo la consigna Gericht, una ofensiva en torno a Verdún, el pilar básico en la zona norte del frente francés. El 21 de febrero se inició un fuego de artillería que duró ocho horas. Además de las líneas de defensa internas y externas de Verdún, había trincheras en la orilla oriental del Mosa y sesenta fuertes de hormigón armado, y en medio se alzaba un laberinto de fortificaciones: alambradas y refugios de hormigón distribuidos por las colinas boscosas.

Diez divisiones alemanas se prepararon para el ataque, más la mitad de ellas en la zona norte, con 858 cañones. Sólo tuvieron que enfrentarse a tres divisiones francesas con 263 cañones. La novedad en esta batalla fue la especial concentración de artillería. En la ofensiva contra el fuerte Douaumont, en el norte, los alemanes utilizaron lanzallamas, una de las armas más terroríficas de la guerra. No obstante las primeras trincheras francesas sólo lograron ser conquistadas a costa de enromes pérdidas. En respuesta, los franceses trasladaron al frente hasta el 28 de febrero siete divisiones de infantería y más de 300 cañones pesados. La tentativa alemana de tomar en pocos días la orilla oriental del Mosa se vio así condenada al fracaso; sus tropas, sin posiciones fijas, quedaron bajo el fuego continuo de las fortificaciones aliadas, cuyos refuerzos iban incrementándose: en el curso de una semana transportaron a Verdún más de 190.000 hombres y 25.000 toneladas de equipo y municiones.

De las 25 divisiones alemanas enviadas en febrero de 1916 sólo quedaban cinco a mediados de mayo; pese a ello, los ataques absurdos del quinto ejército prosiguieron durante meses en una zona del frente de escasa importancia estratégica. Verdún se había convertido en un combate de prestigio. En el campo de batalla sembrado de cráteres de granadas se hacinaban los cadáveres.

El 20 de mayo, los alemanes consiguieron ocupar una colina llamada «El Hombre muerto’. Los combates por conquistar esta posición, que habían arreciado desde el 7 de marzo, superaron todos los horrores bélicos hasta entonces conocidos. Tras la toma del fuerte Vaux, el 3 de junio, continuó la escalada de crueldades: el alto mando del quinto ejército ordenó utilizar gas venenoso.

Poco después se frenó el avance alemán, y a mediados de julio hubo que suspender el ataque a Verdún; la guerra de trincheras parecía insuperable. Desde mediados de octubre los franceses intensificaron sus contraataques; la lucha en torno a Verdún terminó el 17 de diciembre con la victoria de los Aliados: las tropas alemanas tuvieron que replegarse hasta las posiciones de donde habían partido en febrero. En total fallecieron 337.000 alemanes y 362.000 franceses en el campo de batalla, que quedó convertido en un paisaje repleto de cráteres producidos por 21 millones de granadas alemanas y 15 millones de granadas francesas.

Momentos clave de la guerra:

El Análisis

Verdún: Donde la humanidad se desangró

JF Lamata

Terminó, al fin, en diciembre de 1916, la más infernal de las batallas que ha contemplado Europa. Durante diez meses, Verdún fue más que un campo de batalla: fue una trituradora de almas, una maquinaria insaciable de sangre. Alemanes y franceses, atrincherados frente a frente, vivieron un suplicio que no se parecía a ninguna guerra anterior. No hubo grandes avances ni victorias fulgurantes. Solo barro, metralla, gas, fiebre y muerte. En Verdún no se combatió por conquistar una ciudad, sino por quebrar el espíritu del adversario.

La guerra de trincheras mostró aquí su forma más cruel. Las posiciones se ganaban metro a metro, y se perdían al día siguiente al precio de miles de vidas. Las colinas y bosques que rodeaban Verdún quedaron reducidos a un paisaje lunar, irreconocible, herido por los bombardeos y saturado de cadáveres. Casi 700.000 hombres entre ambos bandos fueron muertos, heridos o dados por desaparecidos. Ninguna victoria puede justificar semejante matanza.

Francia resistió, y en ese sentido puede decirse que ganó. Alemania no logró su objetivo de «sangrar a Francia hasta la muerte», pero tampoco fue derrotada de manera decisiva. La verdadera perdedora fue la civilización. Verdún sembró un trauma profundo que marcará a una generación entera, especialmente en Francia, donde cada familia parece haber dejado un hijo, un hermano o un padre en aquel infierno. Lo que empezó como una ofensiva estratégica terminó siendo un símbolo de la brutalidad absurda de esta guerra. Verdún no ha sido la batalla más decisiva, pero sí la más desgarradora. Y con ella, Europa ha dado un paso más hacia el abismo de la deshumanización.

J. F. Lamata