28 noviembre 1991

La decisión de permitir que la federación valenciana de IU, Esquerra Unida del País Valenciano, se constituyera como partido político, que abría la posibilidad a la desaparición del PCE y el resto de partidos de la coalición

Pulso de Julio Anguita en Izquierda Unida: Dimite como Coordinador General de IU para evitar la desaparición del PCE

Hechos

El 27.11.1991 D. Julio Anguita anunció su dimisión como Coordinador General de Izquierda Unida.

Lecturas

El 27 de noviembre de 1991 D. Julio Anguita González anuncia su dimisión como Coordinador General de la coalición Izquierda Unida después de que la presidencia federal rechazara por 16 votos a 13 la desautorización que el Sr. Anguita González pretendía aprobar contra la federación valenciana, Esquerra Unida del País Valenciano (EUPV) que defendía separarse orgánicamente de IU siguiendo el modelo de la federación catalana (Iniciativa per Catalunya) y la federación canaria (Iniciativa Canaria).

El Sr. Anguita era el coordinador general de Izquierda Unida desde la II Asamblea de noviembre de 1990. El cargo quedará vacante hasta la celebración de la III Asamblea en mayo de 1992.

El debate de fondo es entre el modelo de partido que defiende el Sr. Anguita González según el cuál el PCE sigue ocupando el papel de ‘matriz’ de Izquierda Unida mientras que el sector renovador conocido como ‘Nueva Izquierda’ defiende que el PCE desaparezca y que sea un partido controlado por cada federación regional en cada autonomía.

En la votación de la presidencia de IU votaron junto con D. Julio Anguita González los miembros del PCE D. Francisco Frutos Gras, D. Salvador Jové Peres, D. Luis Carlos Rejón Gieb, D. Enrique de Santiago Romero y los miembros de Izquierda Republicana D. Isabelo Herreros Martín-Maestro y Dña. Carmen Díez.

En contra de D. Julio Anguita González se manifestaron D. Juan Berga Monge, D. Francisco Palero Gómez, D. Juan José Azcona Olondriz (miembros del PCE partidarios de su disolución), D. Diego López Garrido (uno de los líderes del movimiento ‘Nueva Izquierda’) o el líder de Esquerra Unida del País Valenciano D. Albert Taberner Ferrer.

El primer paso del Sr. Anguita para hacer valer su poder es el XIII Congreso del PCE del próximo mes de diciembre, donde el Sr. Anguita espera un triunfo claro de sus tesis para ir más reforzado a la III Asamblea de IU.

albert_taberner D. Albert Taberner Ferrer, Coordinador de IU en Valencia (Esquerra Unida del País Valenciano).

JULIO ANGUITA SE DISTANCIA DE LA URSS Y LAS DICTADURAS DEL ESTE EN TVE

zap_anguita_benitez En diciembre de 1991 D. Julio Anguita fue entrevistado en el programa de TVE ‘Primera Fila’ por los periodistas ‘felipistas’ D. Antonio Martín Benitez, D. Antonio Franco Estadella (director de EL PERIÓDICO) y D. Juan Tapia Nieto (director de LA VANGUARDIA), que le echaron en cara el apoyo del PCE a las dictaduras de la URSS y la Europa del Este. El Sr. Anguita González aseguró que el modelo del PCE no era el de los comunismos de la Europa del Este, sino el de la lucha por la democracia.

28 Noviembre 1991

A LA PRESIDENCIA FEDERAL DE IZQUIERDA UNIDA

Julio Anguita

(PCE)

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El resultado de la votación habida en la Presidencia Federal de hoy es darse por enterada de la decisión de Esquerra Unida y no elevar dicha cuestión al órgano que, a mi juicio, debiera conocerla y debatirla. Considerando que con tal decisión el proyecto de IU comienza a marchar por un camino que no comparto en absoluto presento mi dimisión.

La votación habida en el seno de esta Presidencia el pasado día 18 dejó claro que la misma no consideraba la decisión de Esquerra Unida como una vulneración de los acuerdos de la II Asamblea Federal. Mi opinión sobre tal cuestión, recogida en Acta, era justamente la contraria a la que la mayoría explicitó con su voto. No obstante, y por respeto a la norma democrática acaté dicha decisión. La petición, por escrito de cuatro Federaciones de Izquierda Unida me impulsaron a convocar la presente sesión de la Presidencia Federal para volver a discutir el tema. Reabierto el debate he propuesto que se reúna el Consejo Federal de Izquierda Unida para discutir la cuestión que hoy nos trae. Y lo he propuesto por considerar que es el marco idóneo para temas de este calado según se desprende de los acuerdos de la citada II Asamblea Federal del 24 de noviembre de 1990. El resultado de la votación habida en la Presidencia Federal de hoy no deja margen a la duda: la mayoría de la Presidencia, y, por tanto, la decisión de este órgano colegiado es darse por enterada de la decisión de Esquerra Unida y no elevar dicha cuestión al órgano que, a mi juicio, debiera conocerla y debatirla. Siendo consecuente con mi respeto por la norma democrática manifiesto mi acatamiento de tal decisión y, desde ese acatamiento, seguir apostando por el proyecto de Izquierda Unida, cuyas bases teóricas, políticas y organizativas están recogidas en los documentos aprobados en la tan reiterada II Asamblea Federal de IU. Pero hecha la anterior salvedad y dejando clara mi voluntad de seguir contribuyendo a ese proyecto desde el seno de la Presidencia, no tengo por menos que ser consecuente con lo que aquí se ha producido. Yo no debo, ni puedo, ni quiero seguir representando, al máximo nivel una fuerza política que, a mi parecer, toma con esta decisión un sesgo y un camino distintos al aprobado en el marco global de la II Asamblea Federal. Considerando que con tal decisión el proyecto de IU comienza a marchar por un camino que no comparto en absoluto y teniendo presente la lealtad, sinceridad y consecuencia que uno le debe al colectivo al que pertenece, presento mi dimisión como Coordinador General de Izquierda Unida. Dicha dimisión lleva aparejada la Presidencia del Grupo Parlamentario, al cual se le remitirá una copia de este escrito. Desde la Presidencia seguiré trabajando por Izquierda Unida desde mis posiciones y en el Grupo Parlamentario me dedicaré a las tareas que el citado Grupo y la dirección del mismo le asignen a este diputado por Madrid.

Julio Anguita

28 Noviembre 1991

IZQUIERDA UNIDA EN LA ENCRUCIJADA

Francisco Bustelo

(PASOC)

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Aunque antaño tuvieran a sus estalinistas y fuesen sectarios y dogmáticos, los comunistas españoles hace ya mucho tiempo que combaten por la democracia y el progreso, habiendo contribuido como los que más a la España constitucional de hoy en día.

Muchos comunistas y casi todos los socios minoritarios de Izquierda Unida propugnan un salto hacia adelante que permita a ésta seguir creciendo, afirma el autor. A ese cambio no puede ser ajeno el Partido Comunista de España, pese a su antigua lucha por la democracia y a que es injusto identificarlo con el comunismo de otras latitudes. Pero IU, agrega, no puede mantener la inercia actual ni aferrarse al pasado, por respetable que sea.

Aunque antaño tuvieran a sus estalinistas y fuesen sectarios y dogmáticos, los comunistas españoles hace ya mucho tiempo que combaten por la democracia y el progreso, habiendo contribuido como los que más a la España constitucional de hoy en día. Dieron incluso mayores muestras de apertura que otros partidos españoles que, con una evolución de signo contrario, se hallan en la actualidad jerarquizados, centralizados y burocratizados al modo leninista. Los comunistas de nuestro país, en cambio, a pesar de sus antecedentes y de los costes internos que ello entrañó, no sólo democratizaron su teoría, su práctica y su organización, sino que, con inteligencia y generosidad, apostaron por un futuro distinto que supera el estrecho marco de los partidos tradicionales y sus muchos inconvenientes.

Así, juntamente con socialistas críticos, republicanos de izquierda y progresistas independientes, crearon hace cinco años Izquierda Unida. Apuesta dificil, claro es, y hasta aventurada, que sin embargo obtuvo casi dos millones de votos en las elecciones de 1919 y se convirtió en la tercera fuerza política del país.

Y es que en el terreno de las ideas, IU puede ocupar un espacio apreciable en la España de hoy. Sentido ético, austeridad, afán de cambio, sensibilidad social, internacionalismo solidario, feminismo, ecologismo y pacifismo, son, entre otros, valores que una izquierda genuina puede enarbolar con éxito y que otros han perdido.

Empeño peliagudo .

En el plano organizativo, Izquierda Unida constituye, sin embargo, un empeño peliagudo, precisamente por su novedad. Todo partido político tiende por definición a perpetuarse, y los que componen IU no escapan a esa regla.

Desde 1989 ya se había advertido una desaceleración en el proceso de convergencia. La imagen de una nueva izquierda moderna, eficaz, abierta y flexible no acababa de sustituir a la de una coalición desequilibrada y que iba perdiendo parte de su atractivo inicial.

Quizá de resultas de ello los votos de las elecciones autonómicas y municipales de mayo de este año, sin ser desdeñables, no marcaron una tendencia general ascendente, aunque el hecho de que los avatares políticos confirieran a IU en algunos sitios una voz decisiva a la hora de elegir alcaldes y hasta Gobiernos de las autonomías disimulara tal situación.

Con todo, se mantenía viva la esperanza de acrecer votos y militantes, aunque para ello muchos consideraran condición indispensable superar de una vez el marco de los partidos y grupos coligados, tanto más cuanto que el principal de ellos, esto es, el partido comunista, parecía abocado a cambiar, al igual que ya había ocurrido o estaba ocurriendo en otros partidos europeos occidentales del mismo signo.

Imagen negativa

En esta tesitura, el derrumbamiento del comunismo soviético este verano debería lógicamente acelerar el proceso ya emprendido. En primer lugar, porque, por injusto que sea, ya que las semejanzas de fondo son hoy inexistentes, el comunismo español va a resentirse, quiérase o no, de una imagen negativa de su nombre de marca.

En segundo término, y sobre todo, porque es difícil que IU crezca si se mantienen como hasta hoy los partidos que la constituyen. Todos esos partidos, huelga decirlo, son harto respetables y tienen perfecto derecho a existir. En el caso del PCE es muy comprensible, además, que haya militantes, que quieran conservar una sigla y una organización que tiene escritas páginas brillantes de entrega y sacrificio a la causa de la libertad y el progreso. Se comprende, además, su irritación ante quienes las identifican con el comunismo tan distinto de otras latitudes.

Pero también parece obligado afirmar que ha llegado el momento de elegir. Circunstancias internas y externas indican que será cada vez más difícil pretender que se ofrece algo políticamente nuevo al tiempo que se conservan tal cual los partidos que se hallen detrás de la presunta novedad.

Una reafirmación, así, de la permanencia de esos partidos dentro de IU se entendería como un aplazamiento sine die de su disolución, acentuándose con ello la imagen de una IU consistente en realidad en un PCE ampliado. Cabe aducir que tal cosa no tiene por qué ser así, pues si procuran aumentar su fuerza, los demás componentes de IU podrían invertir esa imagen. Por desgracia, la experiencia de estos cinco años demuestra la dificultad de crecer cuando se es el apéndice de otra fuerza principal.

Salto hacia adelante

Los muy optimistas también dirán que una IU comunistizada no tiene por qué estancarse o perder votos, pero el simple sentido común aconseja pensar lo contrario. Tampoco convence el argumento de que hoy no, pero mañana sí podrán hacerse cambios. Siempre habrá razones para no hacerlos. Si se baja en votos, por ejemplo, ¿no se dirá que sería electoralismo introducirlos entonces?

Es lógico, a la vista de todo ello, que bastantes comunistas y casi todos los socios minoritarios no quieran dejar en IU las cosas como están y propugnen, pese a sus dificultades, un salto hacia adelante.

En un mundo que está transformándose ante nuestros ojos, la historia, y con ella los votantes, no perdonará inercias, so pretexto de conservar cosas respetables, ni el aferrarse al pasado, por digno que sea, ni, en suma, algo que es o debería ser ajeno a una izquierda cabal, a saber, la resistencia al cambio.

Francisco Bustelo

29 Noviembre 1991

Renuncia de Anguita

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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SEGÚN SU propia explicación, Julio Anguita renuncia a su cargo en Izquierda Unida porque se resiste a renunciar a sus ideas. Sin embargo, fue el cuestionamiento de esas ideas lo que determiné el nacimiento de Izquierda Unida. Anguita encarna de manera muy personal esa contradicción, y su dimisión puede considerarse una demostración de la dificultad de ser a la vez cuerpo y sombra.Tras la refutación práctica que ha supuesto el derrumbe de los regímenes -comunistas, esas ideas subsisten sólo como creencias. En cuanto tales conservan su legitimidad para suscitar adhesión, pero apenas fuerza de convicción. Numerosos dirigentes comunistas del mundo entero comprendieron eso antes incluso de que el fallido golpe de Estado de Moscú escenificase el último acto del desplome. Para intentar salvar algo del viejo legado se imaginaron diversas operaciones. La de Occhetto, en Italia, incluyó la renuncia al nombre y planteó el ingreso en la Internacional Socialista con el argumento de que la ruptura de la izquierda producida tras la revolución bolchevique había dejado de tener sentido. En España se ideó un sistema consistente en incorporar la referencia comunista a una macedonia de siglas, según un modelo ya ensayado en parte en el pasado.

Así, Izquierda Unida nació como solución de emergencia para contener el desplome electoral del

Partido Comunista de España, que de agrupar uno de cada tres votos de izquierda había pasado a suponer apenas uno de cada 10. Ese objetivo fue parcialmente conseguido bajo la dirección de Anguita (aunque nunca recuperó IU la cota del viejo PCE de fínales de los setenta). En todo caso, tratándose de una solución de emergencia, se daba por supuesto que la fórmula era transitoria: una coalición de fuerzas tan desiguales difícilmente podría mantenerse como organización estable fuera de los periodos electorales. El contrato entre sus socios consistía básicamente en que unos, los comunistas, ponían la fuerza de trabajo (militantes y organización), limitándose los otros a aportar cobertura electoral. El inestable equilibrio resultante se ha roto cuando los acontecimientos del Este han aconsejado a un sector del propio PCE plantear como cuestión ya inaplazable el abandono de las siglas. Es. decir, la disolución del PCE en un nuevo partido llamado Izquierda Unida. El resultado de la votación que ha motivado la renuncia de Julio Anguita refleja esa nueva situación.

Sin oponerse a ese destino, que en el fondo sabe inevitable, Anguita ha intentado atrasarlo. Seguramente ha influido en ello la presión de los sectores tradicionales del PCE, que, además de su resistencia sentimental a abandonar unas siglas a las que han consagrado sus vidas, ven con recelo un proceso que les obligaría a compartir el poder interno con quienes no han combatido bajo las mismas banderas ni con el mismo esfuerzo. Anguita mismo debe su poder en IU menos a su liderazgo en esa coalición que a su condición de secretario general del PCE. Y este partido celebra su congreso decisivo, aquel que debe resolver sobre su eventual disolución, el próximo mes de diciembre.

Es dificil desligar la dimisión de Anguita de la inminencia de ese congreso. Tal vez tenga buenos motivos para desconfiar de un proceso cuyo desenlace no ve claro, pero es lo cierto que no ha planteado claramente una alternativa. Si, cualquiera que sea el procedimiento, considera que la disolución es inevitable tendría que haber encabezado alguna opción que conduzca a ella con el mínimo desgaste, y no simplemente que la aplace. Pero ello hubiera implicado oponerse a la natural resistencia de los militantes comunistas a renunciar a sus banderas.

En cualquier caso, aunque hay interrogantes que sólo tendrán respuesta más adelante, no hay por qué rebajar la dignidad de quien dimite porque se siente en minoría. Gestos como ése no son fútiles en el actual momento de la vida pública.

La izquierda imperfecta

Francisco Bustelo

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González y Anguita, a juzgar por mi experiencia tienen mucho en común. Fundamentalmente les unen dos cosas: un gran afán de poder y una convicción férrea de que el hecho de que sean ellos quienes decidan por sí y ante sí es bueno para su organización y es bueno para el país.

Casi desde los primeros momentos advertí que la presidencia de Izquierda Unida no funcionaba como debía. Había que repartir competencias. La mayoría en la presidencia no teníamos ninguna competencia específica. Anguita formó el verdadero equipo de dirección de IU, donde se preparaban las decisiones que luego se sometían a la aprobación de la presidencia. Empezó a cundir el descontento entre los miembros de la dirección, donde teníamos mayoría los no incondicionales de Anguita. Trece éramos nosotros y once los anguitistas. Se creó un ambiente de crispación poco grato, pues era patente que Anguita y los suyos no se resignaban a estar en minoría.

Puestas así las cosas, se produjo la ‘gonzalada’ de Anguita. Exactamente igual que Felipe González se había negado a aceptar el cargo de secretario general en el Congreso de 1979, Anguita dijo que no se sentía respaldado por la dirección en su cargo de coordinador general y dimitió de ese puesto, aunque no de miembro de la presidencia.

A mí esa decisión me produjo verdadera desolación. Mis ilusiones dep oder militar en una izquierda no felipista, ilusiones que todavía conservaba a trancas y barrancas, se derrumbaron estrepitosamente.

Bajo unas apariencias de coherencia y hasta de ética, lo que buscaban tanto González en 1979 como Anguita en 1992, era simplemente hacerse con el poder indiscutido en la cúspide de sus respectivas organizaciones.

Estuve pensando en dimitir yo también, pero en mi caso para irme a casa de una vez por todas. No me resignaba, sin embargo a verme frustrado una segunda vez y reaccioné proponiendo que los trece  miembros de la presidencia que no éramos anguitistas nombrásemos inmediatamente coordinador general de la coalición a Nicolás Sartorius. Yo quería con ello sacarme la espina del Congreso del PSOE de 1979, en el que por falta de decisión entregamos el partido socialista en bandeja a Felipe González.

Nicolás Sartorius nos dijo que no estaba dispuesto a sacrificar su vida profesional y personal – había rehecho su despacho de abogado y su vida sentimental – pues bastante había bregado ya toda su vida. Casi nos enfadamos él y yo no hubo manera. Me recordó, con argumentos distintos al Luis Gómez Llorente de 1979, cuando no quiso que formáramos la candidatura a la Comisión Ejecutiva con el triunfo al alcance de la mano.

Como es sabido Anguita volvió al poder fortalecido, al tener una mayoría de dos tercios en la asamblea, gracias, claro es, a los votos comunistas.

Ante ello decidí hacer dos cosas, la primera darme de baja en IU. La segunda, a diferencia de lo que hice cuando me marché del PSOE, hacerlo de la manera más discreta posible.

El Análisis

ÓRDAGO ‘FELIPISTA’ DE ANGUITA PARA SALVAR EL PCE

JF Lamata

D. Julio Anguita sería uno de los políticos que más se enfrentó con el felipismo, su actitud ante la crisis PCE-IU de 1991-1992 fue muy al estilo de la de D. Felipe González en 1979 cuando la crisis marxista: la estrategia de la dimisión-órdago. El Sr. González, líder carismático del PSOE, perdió la votación del marxismo, dimitió, forzó un congreso y volvió al poder arrasando.

El Sr. Anguita, líder carismático de IU, había perdido la votación de que fuera el Consejo Político Federal y no la Presidencia los que analizaran la disolución o no del PCE y del resto de partidos de IU, lo que podía causar la disolución del Partido Comunista. Su reacción inmediata fue dimitir para provocar una reacción de sus tropas que le permitiera regresar aclamado. Era como dar un golpe en la mesa para que la gente recordara quién mandaba en IU. Quedaba demostrado que los líderes carismáticos no podían perder votaciones o se iban (y no es tan fácil encontrarlos). La norma estaba clara, en política, en toda votación delicada se debe votar lo que diga al jefe, si no se quiere que dimita y desate otra crisis.

J. F. Lamata