El 12.12.2016 D. Pablo Iglesias Turrión, secretario general de Podemos hizo pública una carta en réplica al secretario de Política de Podemos, Íñigo Errejón, después de que este firmara una carta sobre las estrategias del partido.
Intercambio de cartas abiertas entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón por sus discrepancias ante el formato de la II Asamblea de Podemos
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«La Asamblea no debe ser un combate de boxeo, sino una contraposición de ideas. Queremos discutir cómo ganar un país, no retarnos entre nosotros. El futuro de Podemos es oscuro si sus dinámicas impiden que convivan diferentes modelos; la solución de las discrepancias se aleja mucho del sometimiento de uno ante otro. Vistalegre I tuvo muchos defectos, pero al menos respetó la separación entre ambos debates: no nos podemos permitir tal involución democrática. Si en el primer Vistalegre se discutió la votación por separado o no de los documentos Ético, Político y Organizativo, ahora sería un grave retroceso reducir el debate a si los documentos van tener o no un tiempo propio para ser discutidos» (parte del manifiesto del Sr. Errejón).
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CRONOLOGÍA DE UN ENFRENTAMIENTO POLÍTICO INTERNO EN PODEMOS
Las diferencias entre el secretario general de Podemos D. Pablo Iglesias Turrión y el portavoz parlamentario D. Íñigo Errejón Galván se traslucen de cara al público en septiembre de 2016.
El enfrentamiento había quedado al descubierto ante toda la militancia.


Podemos ganar
Íñigo Errejón
Mariano Rajoy es de nuevo presidente, pero esto no supone un cierre del ciclo de cambio político iniciado el 15-M de 2011. Es un gobierno débil: ha revalidado a costa de herir de muerte el bipartidismo, carece de propuestas para los grandes retos que arrastra nuestro país y, sin mayoría sólida, ha de recurrir por ello al chantaje de sus rehenes. No es la inauguración de una nueva etapa ni una restauración de la vieja: los gobernantes tradicionales solo han comprado tiempo. Por eso no debemos afrontar este tiempo como defensivo o de resistencia, sino a la ofensiva, para avanzar posiciones: ahora es cuando se puede fraguar el Podemos que gobierne España para hacer un país más democrático y más justo. Es verdad que ha cambiado la fase y el ritmo, a partir de ahora la disputa política se traslada en gran medida al terreno institucional y de creación cultural y social. Pero Podemos no es ni puede ser, como quieren nuestros adversarios, un resultado de la excepción que languidezca cuando pasen los tiempos agitados. Nacimos aprovechando una grieta, pero el Podemos que puede seguir haciendo historia es aquel capaz de poner en marcha un nuevo acuerdo de país que ponga en el centro las necesidades de la gente. Podemos no es ni puede ser un resultado de la excepción que languidezca cuando pasen los tiempos agitados Por eso defiendo que hemos de apostar por un Podemos que, lejos de cualquier repliegue a identidades del pasado, siga abriéndose y expandiéndose. Hay una amplia mayoría de nuestro país que ya nos reconoce el coraje y el acierto de señalar las injusticias y agitar la vida política. Puede que incluso simpatice, pero aún no confía suficientemente en nosotros. Los de arriba no han mantenido el poder tanto por méritos propios como por la capacidad de identificar a los partidarios del cambio con la incertidumbre o la demolición. No hay hoy, por tanto, proyecto más radical y transformador que construir una mayoría nueva capaz no solo de denunciar el desorden que generan los de arriba sino, fundamentalmente, de encarnar un orden alternativo y de generar confianza. Esa mayoría popular que le puede dar la vuelta a la tortilla es necesariamente transversal: incluye por supuesto a la izquierda tradicional, pero va mucho más allá y no puede tropezar en sus viejas piedras. El 15-M nos enseñó a no encerrarnos en etiquetas sino a unirnos en torno a ideas de sentido común y a un nuevo proyecto de país. Solo así se puede ganar a la oligarquía y equilibrar la balanza. Estoy convencido de que las élites tradicionales no tienen ningún proyecto para nuestro país que no implique la resignación, el retroceso social y el estrechamiento de la soberanía popular. Por eso Podemos no debe obsesionarse con las fuerzas políticas tradicionales, pero tampoco esperar que sus errores le hagan avanzar. Somos una fuerza de futuro y dependemos de nosotros mismos, de nuestra capacidad para articular sectores muy diferentes en torno a una nueva identidad política. De hecho, la mejor esperanza de los de arriba es que nos equivoquemos. Si no nos encerramos ni nos replegamos a ser una minoría ruidosa, si continuamos abriéndonos y tendiendo la mano, podemos ser el núcleo de un nuevo proyecto de país. Eso no se consigue en las elecciones, se siembra antes: para ello Podemos ha de volver a ser la fuerza que marque los debates políticos, las palabras, las propuestas que nadie puede ignorar. Un Podemos más plural, más inclusivo y descentralizado precisamente para ser más permeable, para hablar menos de sí mismo y más de la gente: un nuevo modelo laboral para sostener las pensiones y una salida justa de la crisis, de la transición energética, de un nuevo pacto territorial, de la repatriación de emigrados, de los servicios públicos de calidad. Un Podemos con prestigio incluso entre sus adversarios, capaz de escapar de todos los rincones en los que quieren encasillarlo. Hemos de demostrar a los más de cinco millones de españoles que nos han votado que les somos útiles ya, en el mientras tanto, cuando impulsamos una medida para subir el salario mínimo o derrotamos al Gobierno en el caso Fernández Díaz, cuando echamos raíces en el territorio sembrando apoyo mutuo o en la gestión de los Ayuntamientos del cambio. Y de demostrar a los que aún no nos votan, a los que faltan, que un proyecto patriótico se hace cargo de sus problemas y anhelos con independencia de lo que hayan votado y les ofrece un horizonte alternativo. Este es un inmenso trabajo territorial, cultural, militante, intelectual, al que nos hemos de aplicar. De esto hemos de discutir para recuperar el país para nuestro pueblo. A esto le llamo un Podemos ganador.


Carta abierta a Íñigo
Pablo Iglesias
Si la gente leyera nuestros chats, sabría por las risas y las bromas que somos amigos. El otro día hablábamos de esos raperos que nos habían dedicado una ‘pelea de gallos’. Te decía que me preocupaba que nuestra relación se convirtiera en una telenovela en los medios. Me respondías, con razón, que eso formaba parte de la extraña cultura pop asociada a Podemos. Dándole muchas vueltas a eso y a todo en las últimas horas, me he decidido a escribirte esta carta abierta, para decirte lo mismo que te diría en uno de nuestros chats. Pocos saben que, muchos días, nada más levantarnos nos llamamos y nos contamos lo que vamos a decir cada uno en los medios. Y que nos echamos unas risas calculando que, sea lo que sea lo que digamos, se convertirá siempre, aunque hayamos planificado lo contrario, en que «Íñigo contesta a Pablo» o «Pablo contesta a Íñigo». Así que hoy he decidido «contestarte» escribiéndote desde un periódico (y que los demás titulen lo que quieran…). Creo que somos de los pocos que se pueden permitir algo así sonando creíbles y honestos. Como quizá eso no dure siempre, quiero aprovecharlo. Eso sí, como cuando chateamos o hablamos por teléfono, hoy no te escribe tu secretario general, te escribe tu compañero y tu amigo. Debemos subordinar nuestro trabajo parlamentario a una estrategia más amplia Los medios, bien lo sabes, nos ven como rivales desde hace tiempo. Es normal y predecible, pero me preocupa enormemente, Íñigo, que la militancia y los inscritos nos dejen de ver como compañeros. Me preocupa también que nuestros debates se banalicen. Pienso que en España está creciendo el espíritu constituyente de una mayoría trasversal que quiere cambios y que debemos alimentar ese espíritu desde la oposición social, no solo frente al Gobierno del PP y sus aliados, sino también frente a las élites que representan. Por eso creo que debemos subordinar nuestro trabajo parlamentario a una estrategia más amplia de construcción de contrapoderes e instituciones sociales alternativas, protegiendo y cuidando además el gran espacio político que compartimos con otros. Sé que tendrías muchos matices que hacer a estas ideas y que no compartirás algunas, pero pensar como pienso, amigo, no es empujar a Podemos a una deriva extremista. Del mismo modo que mienten o no comprenden nada aquellos que te atribuyen estar cerca del PSOE. Tú y yo nos entendemos bien y hasta nos complementamos a veces en este debate, aunque no compartamos todo, pero me preocupa que al final solo quede la caricatura. Creo, compañero, que es más sensato vincular cualquier lista a las ideas y al proyecto que defienden sus miembros. Creo que esas ideas y proyectos deben quedar plasmados en documentos y que esos documentos deben convertirse en contratos con la militancia y los inscritos e inscritas. Por eso me preocupa votar por separado los proyectos y las personas, pues creo que las personas no pueden desvincularse de sus ideas. Me enorgullece ser tu candidato a seguir liderando Podemos, aunque tengamos diferencias, y te aseguro que me voy a esforzar para lograr la mayor integración de todos los proyectos, pero no me puedes pedir que desvincule mi papel como secretario general de mis ideas. Sé que piensas diferente pero quiero que sepas que nuestra propuesta de votar a la vez las ideas y a las personas no es una invitación a un duelo en el ‘Ok Corral’, ni una pelea de gallos, ni una involución democrática, es una propuesta tan legítima como la que defiendes tú. Por eso me preocupa que prevalezca la idea del duelo antes que la del debate fraterno. Tú y yo no somos gallos de pelea, somos compañeros. Quiero un Podemos en el que tú puedas trabajar a mi lado y no frente a míMe preocupa, Íñigo, el papel de árbitro que puedan jugar ciertos intereses editoriales en nuestros debates. Sabes como yo que la visión editorial que comparten casi todos es que el «moderado errejonismo» representa el mal menor frente al «radical pablismo» (los entrecomillados merecerían unas risas en nuestros chats). Sabes como yo que esa visión no solo hace un flaco favor al prestigio de tu proyecto (ser el ‘preferido’ de ciertos poderes no genera credibilidad entre nuestra gente), sino que envilece los debates. Muchas veces me dices que no debemos decir siempre lo que pensamos de esos poderes y que debemos esperar a gobernar. Tácticamente seguro que tienes razón, pero creo que la gente agradece que digamos, al menos de vez en cuando, ciertas verdades como puños, por muchos que sean los golpes que recibimos por ello después. Íñigo, quiero que debatamos y te digo abiertamente que voy a trabajar para que las ideas que comparto con otros compañeros y compañeras tengan el mayor apoyo en la Asamblea Ciudadana. Igual que te ocurre a ti con tu proyecto, pienso que el nuestro nos acerca más y mejor a la construcción de una mayoría social de cambio en España. Sin embargo, quiero un Podemos en el que tus ideas y tu proyecto tengan espacio, del mismo modo que los de otros compañeros como Miguel o Teresa. Quiero un Podemos en el que tú, uno de los tipos con más talento y brillantez que he conocido, puedas trabajar a mi lado y no frente a mí. Cuidemos el debate, Íñigo, para que, con acuerdo o sin acuerdo, podamos siempre decirnos amigo, hermano, compañero.


Carta a Pablo Iglesias
Íñigo Errejón


Podemos: atado y bien atado
Antonio Elorza
Sobre uno de los primeros artículos críticos que escribí en este diario en torno a Podemos, Pablo Iglesias se dignó por única vez publicar una observación: mi ensayo respondía a los intereses de Prisa. El procedimiento de descalificar cualquier mensaje incómodo, presentándolo como expresión de los deseos del Poder, con mayúscula, se extendió luego a los propios medios de comunicación, ensalzados como este cuando le ofrecen sus páginas, satanizados de incluir reportajes o artículos que el líder juzga adversos. Y semejante tipo de descalificación se ha extendido a modo de consigna en el mundo de los tuits teledirigidos que impulsa en la red con el sano propósito de eludir todo debate que pueda implicar al exterior de su organización. De este modo se cumple el conocido lema lejos de nosotros la funesta manía de pensar.
Ahora le toca sufrir los efectos de esa manera de esquivar la realidad a su número dos, Íñigo Errejón, por haberse atrevido a plantear un debate político en la preparación de Vistalegre 2. De los demás firmantes del manifiesto ni de pasada se ocupa: políticamente no existen. De ahí que en el artículo de 20 minutos, a modo de carta abierta, exista un único interlocutor, su «compañero y amigo» Íñigo Errejón. Iglesias sabe que el eco de su escrito será amplificado por unos medios a los cuales detesta, pero para subrayar su distanciamiento lo presenta en uno no marcado por los estigmas del enemigo.
Hay dos puntos centrales en el planteamiento de Iglesias, que rehúye la confrontación con las ideas expresadas por el «compañero y amigo». El primero, el recurso al amor, a efectos de diluir la política, algo que ya practicara en las proposiciones de alianza subordinada que a modo de burbujas de amor dirigió a Pedro Sánchez después del 20-D. Iglesias ofrecía al socialista toda «una fábrica de amor» en Podemos, muy por encima de cuanto podía darle la derecha. En realidad, se trataba del abrazo del oso. Ahora, respecto de Errejón, el discurso azucarado cobra rasgos concretos, apoyándose en la larga colaboración entre ambos. Son los medios quienes tratan de arruinar tan hermoso vínculo, con el fin de acabar con Podemos. Hay en el texto dos golpes colaterales: la referencia a «aquellos que te atribuyen estar cerca del PSOE», y a la moderación de Errejón frente a su radicalismo, cosas que Iglesias desmiente, pero claro, menciona que algo queda. Y sobre todo, pensando en los medios, el jefe advierte que el solo hecho de recibir su apoyo, caso de Errejón, «no genera credibilidad por entre nuestra gente». Consecuencia: debe olvidarse de la exposición pública de las propias ideas, y confiar en el tierno juego de los chats ocurrentes y de las conversaciones fraternas entre colegas. Nada de poner el análisis de los proyectos como paso previo para una apoteosis del líder que nadie cuestiona.
Por lo demás, Iglesias no toma en consideración los planteamientos del manifiesto de los 300 y se limita a reafirmar el suyo, añadiendo «la transversalidad» para impulsar el «espíritu constituyente», esto es, la sustitución del orden constitucional vigente, y a ese efecto, poner en marcha «contrapoderes y e instituciones sociales alternativas». Léase, versión encubierta de su modelo permanente, el poder dual inspirado en 1917, sazonado con el regreso a los orígenes.
Amistad supone, en consecuencia, cierre de filas y olvido de la expresión pública. Es una carta que por su rotundidad solo tiene sentido si Pablo Iglesias, como parece, y con el inevitable apoyo de Izquierda Anticapitalista, tiene ya contados los números y sabe que su victoria es segura en el órgano de dirección. Al «hermano, compañero» le queda una sola alternativa, aceptarlo, y «que puedas trabajar a mi lado -es decir, bajo su dirección también ideológica- y no frente a mí». En su réplica, Errejón ha intentado cordialmente devolver la polémica al terreno político. No obtendrá resultados y la propuesta de votaciones formulada a título oficial por Echenique lo corrobora. De antemano la previsible coalición con los anticapitalistas resulta primada y para que no quede suelto cabo alguno, la elección del Consejo Ciudadano admite vinculación con la del secretario general. Por lo menos a corto plazo, alea jacta est.


Si cae Iglesias, cae Podemos (y tú te jodes)
Juan Carlos Monedero
Los ricos y los pobres no se han llevado por lo general bien. Aunque los ricos también lloren y a algunos pobres les pueda tocar la lotería, que no deja de ser juntar el dinero de todos para dárselo a unos pocos. Los pobres viven de esperanzas y los ricos de los pobres.
La tradición liberal en Europa nació peleando contra los monarcas absolutos. Por eso sus señas de identidad son el pluralismo, la defensa de la propiedad privada (frente al robo legitimado de los reyes) y la división de poderes (frente a una justicia dictada por una monarquía que hablaba con Dios). Pero desde que el mundo es mundo, ha habido una tradición democrática que reclama la soberanía popular, la justicia y la igualdad. Son los «pobres libres» de la Grecia clásica, molestos con los ricos que no trabajan y lo tenían todo. Estas dos tradiciones se han llevado siempre mal. Las grandes avenidas de las ciudades abiertas en el siglo XIX buscaban evitar las manifestaciones con apenas un par de cañones, algo inviable en la maraña estrecha de las ciudades medievales.
Durante el siglo XX, la tradición liberal se hizo democrática, y la tradición democrática se hizo liberal. La democracia liberal es la del constitucionalismo europeo después de la Segunda Guerra Mundial. El problema es que cuando hay crisis económica, el liberalismo se olvida de la democracia (el bolsillo es el bolsillo). Las soluciones son pocas. La primera, juntar a los actores del tongo bipartidista y ponerlos a trabajar juntos. Son las grandes coaliciones en cualquiera de sus formas (a lo grande en Alemania, mediocre en España). Otra solución es agitar las aguas de los excesos del sistema para obtener apoyo popular y calmar las aguas. Curiosamente, siempre lo hacen los jefes del sistema (Trump en EE UU, Macri en Argentina) o mandados del sistema (Le Pen, Farage, Petry o el chico de los recados del Ibex 35 Rivera).
El problema de estas mentiras maquilladas mediáticamente es que pronto demuestran sus patas cortas, de manera que, para defenderse, fracasan hacia adelante y endurecen sus gestos. No necesitan, de momento, llegar a la radicalidad de los años treinta, pero siempre endurecen la represión de las protestas, aumentan el ataque a las alternativas, crece la censura y el miedo cobra su peaje democrático. Porque la alternativa que queda es una política que supere esa democracia representativa que no representa y esa economía en manos de políticos y banqueros. Vamos, lo que recordó el 15-M.
No es extraño, por tanto, el intento impenitente del sistema por acabar como fuera con Podemos. Muy pronto empezaron los ataques personales a sus caras más conocidas, queriendo sembrar la idea de que «todos los políticos son iguales», algo que mucha gente estaba dispuesta a comprar porque así justificaban no hacer demasiado para cambiar las cosas. Arreciaron acusaciones de todo tipo, que llenaban las portadas de los periódicos cuando eran hechas y apenas aparecían publicadas cuando eran, invariablemente, archivadas por la justicia.
En un país donde todavía nos huelen los pies a franquismo (el Parlamento español aún no ha condenado en el pleno el golpe de estado del 18 de julio de 1936 culpable de la guerra civil), el régimen prefiere sembrar sospechas generalizadas sobre la política antes de cargar en las espaldas del bipartidismo y los socios nacionalistas las culpas de la democracia demediada que tenemos.
Ahí hay que entender la bronca de Podemos de estos días. Con el añadido de que hemos sido tan ingenuos y tan tontos de ayudarles a esa tarea de intentar cargarse a Pablo Iglesias, responsable de haber juntado cinco millones de votos en cinco años. Cae Iglesias, cae Podemos.
Por fortuna llegó la abuela Teresa y mandó callar. En Podemos ha habido un exceso de bisoñez. el 15-M juntó a clases medias y sectores populares, a jóvenes y yayoflautas, a precarios y parados. Y logró ese diálogo que siempre es la antesala de una revolución (hacer posible lo imposible). Podemos no puede cometer el error de ser su propio verdugo. Que hay un pueblo esperando. Y la alternativa es más Rajoy. Es decir, más pueblo sufriendo.
Feliz 2017, al Parlamento rogando y con el mazo dando. Y escuchando la experiencia de los que han peleado antes.


Por un Podemos en Movimiento
Miguel Urban (Anticapitalistas)
Podemos tiene un reto histórico: estar a la altura de la claudicación de la gestora del PSOE que lo convirtió en el único partido de oposición a la gran coalición neoliberal liderada por el PP y apoyada por Ciudadanos y el PSOE. Un reto que no podemos llevar solos sobre nuestras espaldas: necesitamos repartirlo y compartirlo con miles de personas que trabajan fuera de los focos, para que el cambio en nuestro país sea una realidad. Justamente por esto es tan importante la próxima Asamblea Ciudadana de Podemos, conocida popularmente como Vistalegre II, sin duda uno de los grandes acontecimientos políticos de este inicio de año.
El debate en Podemos es algo inédito en la cultura política española. Un debate público, abierto, en un sistema de partidos cuya principal característica es la opacidad representa una anomalía virtuosa que hay que cuidar y desarrollar. Por eso es importante que todas las que participemos en este proceso estemos a la altura. Nuestro reto durante el próximo mes es tener un debate riguroso, respetuoso, que ponga encima de la mesa los asuntos a tratar de forma comprensible, que aborde de forma clara los acuerdos y normalice los desacuerdos y nos permita, en definitiva, optimizar nuestro potencial no solo como oposición al gobierno de los recortes y del reparto de la miseria, sino también para poder pasar a la ofensiva como herramienta de cambio.
La propuesta Podemos en Movimiento, en la que participo junto a mucha otra gente que ha venido defendiendo un Podemos democrático y al servicio de la transformación social desde el principio, recoge y desarrolla una serie de ideas que nos parecen fundamentales para el próximo periodo. En primer lugar, la necesidad de componer un clima interno en Podemos en donde la pluralidad y el pluralismo no sean un problema, sino una virtud. En paralelo, avanzar en la democratización de la organización, radicalizando las medidas antiburocráticas y la participación desde abajo para que Podemos no termine convirtiéndose en un partido como los demás. Por otro lado, liderazgos compartidos frente a los hiperliderazgos, participación desde abajo frente al riego de la burocratización, ‘despatriarcalizar’ la vida interna y los órganos de dirección, depender de la gente en vez de depender de los bancos o de las subvenciones. Porque la cuestión de la organización no es una cuestión meramente administrativa: el objetivo es diseñar un espacio capaz de arraigarse en los barrios, fortalecer los lazos con los movimientos populares y sindicales, de construir contrapoderes independientes que lleven la política más allá de los parlamentos y de las redes sociales, de unir, ampliar y alimentar los conflictos sociales en un nuevo ciclo de movilizaciones. Queremos ganar en todos los frentes.
Es el momento de la política con mayúsculas. Toda la fuerza de Podemos debe ponerse al servicio de construir un gran movimiento popular con un programa basado en medidas económicas fuertes, como la renta básica, la auditoría de las deudas privadas y públicas que son consecuencia directa de la gran estafa a la que hemos sido sometidos, poner bajo control social sectores estratégicos de la economía necesarios para una vida digna para la mayoría, poner coto a los grandes oligopolios financieros, derogando todas las medidas lesivas contra la mayoría social y comenzando a plantear que la obligación de cualquier gobierno es ampliar los derechos, no recortarlos. Ese proyecto de sociedad alternativo tiene un nombre, «revolución democrática», y se traduce en una perspectiva constituyente donde podamos discutir sobre todo, incluyendo el derecho de los diferentes pueblos a decidir su futuro. En definitiva, es el momento de recuperar la capacidad de estar a la ofensiva, rearmarse para la nueva fase y ser capaces de que Podemos no solo persiga movilizar a millones de personas en momentos electorales puntuales, sino que esté dispuesto a construir comunidad como alternativa al avance de la miseria de las políticas neoliberales.
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