23 febrero 1981

Cebrián compareció ante las cámaras de TVE a primeras horas de la mañana del 24.02.1981 para expresar su protesta ante la intentona golpista

La prensa el 23-F: polémica entre EL PAÍS de Juan Luis Cebrián y DIARIO16 de Pedro J. Ramírez sobre quién actuó primero

Hechos

Entre la tarde del 23.2.1981 y la mañana del 24.2.1981 el diario EL PAÍS publicó cinco ediciones y el diario DIARIO16 cuatro ediciones, informando de las novedades en torno al intento de Golpe de Estado.

Lecturas

La jornada del Golpe de Estado fue una de las jornadas más cardiacas para todos los periódicos del país, pero singularmente para los de Madrid, que eran los de ámbito nacional.

Los golpistas mantuvieron retenidos a punta de pistola al Gobierno y a los diputados durante todo el día. Doña Pilar Urbano, ahí presente, telefoneó inmediatamente al ABC, pero un guardia la encañonó. “Tengo que escribir lo que está pasando, soy periodista”, Escriba, si es objetiva dirá que no ha habido muertos”. Sin embargo el plan golpista quedó bastante frustrado cuando el Rey, del que esperaban medallas, les contestó con una condena al golpe en televisión, sentenciando el fracaso de la operación. 

LA AGENCIA EFE DIFUNDIÓ LAS FOTOS DE LA INTENTONA

tejero_efe  Foto de la Agencia EFE tomada por sus fotógrafos D. Manuel Pérez Barriopedro y Hernández de León sobre el 23-F

Mucho antes de que las imágenes de TVE pudieran ver la luz, los fotógrafos de la Agencia EFE (Sres. Manuel Pérez Barriopedro y Hernández de León) pudieron sacar las fotos de lo que ahí había pasado y pasárselas a su sede, donde el Presidente de la Agencia, D. Luis María Anson, decidió distribuirlas inmediatamente y varios periódicos, como EL PAÍS o el ABC, la incluyeron en sus ediciones especiales.

Antes de la intervención del Rey, el nerviosismo dominaba en las redacciones de los periódicos. El director de EL PAÍS, don Juan Luis Cebrián, lo tenía claro: hay que sacar una edición de urgencia en apoyo a La Constitución. Según el relato del Sr. Martín Prieto (entonces subdirector) el consejero delegado, Sr. Polanco, no lo tenía tan claro. Puesto que, si triunfaba el golpe, lo más oportuno era esperar, en ese criterio parecía estar el director del YA, Sr. Castaño. Pero el director de EL PAÍS ya había decidido condenar el golpe, «el Sr. Polanco abandonó aquella reunión dando un portazo «,  según el relato del Sr. Martín Prieto – y la edición anti-golpe salió a la calle con el histórico editorial ‘EL PAÍS con la Constitución’ que había redactado D. Javier Pradera.  D. Pablo Sebastián, miembro de aquella redacción de EL PAÍS, dediende la conducta del Sr. Cebrián: “Puede que Polanco fuera más reticente, pero Cebrián no. Él estuvo implacable en ese asunto”. 

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Antes del gesto con el que se jugaba el pellejo el director de EL PAÍS, este había telefoneado al director de DIARIO16, don Pedro José Ramírez, para que hiciera lo mismo. Pero aún habría que esperar horas para que DIARIO16 sacara la suya con un titular en el que podían decir felizmente “Fracasa el golpe de Estado”, aunque en el momento de salir los diputados aún seguían detenidos: «Vivimos las horas más amargas de nuestros cinco años de democracia. A la hora de escribir estas líneas el gobierno, el candidato a presidente y el parlamento permanecen prisioneros», decía DIARIO16, pero hablaba de ‘fracaso’ porque las capitanías generales no le habían secundado.

En aquel momento DIARIO16 justificó que tardara más que EL PAÍS por tener una rotativa de peor calidad, que tardó más en sacar una edición especial, aunque en una futura polémica entre los directores (que sería pública a partir de 1996) el director del diario de PRISA echaría en cara al Sr. Ramírez no haber actuado de manera más enérgica por temor, mientras que periodistas en nómina del Sr. Ramírez asegurarían que su director fue mucho más valiente que el Sr. Cebrián.

En lo que respecta a los tradicionales, el ABC de don Guillermo Luca de Tena publica una rápida edición bajo el titular “Asalto armado al congreso”.

“Yo me enteré en el acto porque estaba oyendo la radio cuando entró Tejero en el congreso”, recuerda don Guillermo Luca de Tena a La Hemeroteca del Buitre. Tras el mensaje del Rey, el ABC sacó una nueva edición con la misma portada, pero con un editorial titulado “Respeto a la Constitución y calma nacional”. “En ningún momento percibí el apoyo de nadie de la redacción de ABC a esa bestialidad. Se ha tergiversado y parece que EL PAÍS fue el único que se declaró en contra, pero léase nuestro editorial”, añade don Guillermo. “Yo pensé que iban a tomar los periódicos como habían tomado TVE, me reuní con Miguel Torres y Paco Giménez Alemán – subdirectores – y les dije: `si incautan el periódico y sacan una edición de apoyo a esto, que no salga mi nombre como director´.

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El subdirector del ABC, D. Francisco Giménez Alemán explica que en la redacción del periódico de Prensa Española se temió que los golpistas pudieran tomar el control del periódico.

El director del YA, don José María Castaño, mantuvo a su redacción congelada durante toda la jornada sin saber si apoyaba o no la historia. El Sr. Igartua, miembro de aquella redacción me hizo una comparación: “Yo creo que Fernández Pombo habría apoyado desde el principio a la democracia, pero Castaño no se atrevió”. El Sr. Fernández Pombo defiende, no obstante a aquel director, “Llevaba cuatro días, no sabía qué hacer. Quizá lo deseaba por dentro, pero no creo”. Tras el mensaje real se sacó por fin la edición con el titular: “Nos abochorna” con cierto y remordimiento: “nos avergonzamos por nuestro país y por nosotros mismos”

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¿Y EL ALCÁZAR? Durante aquel 23-F la policía bloqueó la sede del periódico para evitar que saliera un supuesto manifiesto a favor de los golpistas del Sr. García Carrés o incluso del propio Sr. Tejero, aunque la dirección siempre negó que fuera a publicarse. Tras mantener a la redacción del periódico «secuestrada» durante varias horas, la edición acabó saliendo sin ningún tipo de manifiesto, tras una llamada del general Armada al director del periódico D. Antonio Izquierdo. El día 25, EL ALCÁZAR publica al fin su editorial:

Hágase justicia estricta en el caso de la ocupación de la Cámara de los Diputados. Pero de nada servirá si junto a ello no asumimos el compromiso de una seria, serena y empañada revisión de un proceso político que, por su propia naturaleza, nos ha llevado a tan extremos resultados. (EL ALCÁZAR, 25-2-1981)

Pero la sorpresa más grande tras el golpe fue la del extraño papel del general Armada, militar de la máxima confianza del Rey, encargado de lograr la rendición del coronel Tejero. Durante aquellas negociaciones el general se propuso como presidente de un Gobierno de concentración con socialistas y comunistas, así lo pudieron oír varios de los presentes. La idea no convenció al coronel Tejero que llegó a “echar” al general del congreso y luego se vanaglorió de ello al capitán Menéndez. El día 26, al hacerse pública esa peculiar negociación, el DIARIO16 publicaba en su portada que el general Armada era el “cerebro del 23-F” y además se asegura que “quiso usar al rey”. Ese mismo día (26 de Febrero) el ABC tenía previsto entrevistar al general Armada como segundo jefe del Estado Mayor, pero también ese mismo día se había hecho público su inmediato cese, en unas brevísimas declaraciones al ABC en las que se le pregunta si era el cerebro del golpe: “Compréndalo, no deseo hacer declaraciones en este sentido” fue su respuesta. Al día siguiente era arrestado.

Otro general implicado en el golpe era el Sr. Torres Rojas. Don Miguel Ángel Aguilar, durante su etapa como director de DIARIO16 había señalado como al General Torres Rojas como responsable de una intentona golpista  en 1980 sin que se le creyera demasiado. Ahora, al aparecer ese mismo militar implicado en el 23-F, lo que hacía que su denuncia apareciera un poco más creíble. Preguntado por un miembro de La Hemeroteca del Buitre, el Sr. Aguilar usó la ironía: “Todavía no me han hecho un monumento por mi capacidad de anticipación”. Pero la realidad resulta todavía más irónica: una semana después del golpe D. Miguel Ángel Aguilar volvió a ser procesado por publicar en EL PAÍS un artículo (3-3-1981) en el que relataba cómo reos del 23-F habían sido recibidos como héroes en la prisión militar.

23 Febrero 1981

¡VIVA LA CONSTITUCIÓN!

Javier Pradera (Editorial)

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En la hora de un atentado alevoso contra el pueblo español a manos de unos hombres armados que pretenden por la fuerza sustituir la soberanía de los ciudadanos, EL PAÍS sale a la calle en defensa de la ley y la Constitución

En la hora de un atentado alevoso contra el pueblo español a manos de unos hombres armados que pretenden por la fuerza sustituir la soberanía de los ciudadanos, EL PAÍS sale  a la calle en defensa de la ley y del a Constitución. La rebelión debe ser abortada: Sus culpables detenidos, juzgados severamente y condenados para ejemplar escarmiento de la Historia. Los españoles deben sumarse a la gran protesta nacional e internacional y movilizar por todos los medios a su alcance la voluntad popular en defensa de la legalidad.

El golpe de Estado llevado a cabo por destacamentos de la Guardia Civil, precedente a la declaración de Milans, es un atentado contra la Constitución, aprobada en referéndum por el pueblo español en diciembre de 1978 y una humillación para la dignididad y la madurez de una de las más antiguas naciones del mundo occidenta. El golpe de Estado ilumina, por lo demás, buena parte de los acontecimientos de la etapa de la transición y los sitúa en su adecuada perspectiva. La Operación Galaxia no fue una charla de café, sino uno de los hilos de la madeja conspirativa que quedó al descubierto.

El golpe de Estado llevado a cabo por destacamentos de la Guardia Civil en la tarde de ayer, al tomar por asalto el palacio del Congreso y secuestrar a los representantes de la soberanía popular y al Gobierno del Estado, ha sido un alevoso atentado contra el pueblo español, una humillación para la dignidad y madurez de una de las más antiguas naciones del mundo occidental y una criminal violación de la Constitución, aprobada en referéndum popular en diciembre de 1978.La defensa de la Constitución y de la legalidad vigente ha tenido en el Rey su más resuelto y admirable combatiente. Este país nunca podrá olvidar que, después de que el general Milans del Bosch decretara el estado de excepción en la Región Militar de Valencia por su cuenta y riesgo, sin respetar los mandatos constitucionales ni consultar al Rey, a quien corresponde el mando supremo de las Fuerzas Armadas, don Juan Carlos asumió la responsabilidad de la situación y encomendó a los secretarios y subsecretarios no aprehendidos por los secuestradores el ejercicio del poder civil. La actitud del Jefe del Estado en las tensas horas de ayer es símbolo de la legitimidad constitucional y democrática.

El golpe de Estado ilumina, por lo demás, buena parte de los acontecimientos de la etapa de transición y los sitúa en su adecuada perspectiva. La operación Galaxia no fue una charla de café, sino uno de los hilos de la madeja conspirativa que quedó al descubierto. La circunstancia de que el teniente coronel Tejero, principal responsable de aquel compló en toda regla, resultara condenado con una pena leve y fuera reincorporado después al servicio activo ha permitido a este soldado desleal y sedicioso participar destacadamente en esta segunda intentona golpista. Así, las debilidades, complicidades y cobardías que impidieron en su día castigar a los culpables de la operación Galaxia con las penas congruentes y realizar a su debido tiempo los relevos imprescindibles en los cargos de las Fuerzas Armadas y en las fuerzas de seguridad, a fin de sustituir a los conspiradores y golpistas por militares y policías respetuosos de la Constitución, son factores tan responsables como los propios asaltantes del Congreso de la inaudita y esperpéntica estampa escenificada ayer en el palacio de la carrera de San Jerónimo, más propia de una república bananera o de un pronunciamiento decimonónico que de una nación europea a finales del siglo XX.

Hasta la dimisión de Adolfo Suárez adquiere, a esta luz, un nuevo significado, lo mismo que la irresponsabilidad de numerosos miembros de su partido. Todos aquellos que han jugado a aprendices de brujos conjurando a fuerzas y presiones extraparlamentarias para promover sus intereses podrán comprender ahora lo fácil que es provocar tormentas enormemente más graves y peligrosas que las que deseaban poner al servicio de sus objetivos.

Los ideólogos de las bandas armadas y los terroristas que asesinan, extorsionan y secuestran encuadrados en las diferentes ramas de ETA también habrán tenido ocasión de comprobar cómo un golpe de Estado, que convertiría al País Vasco y al resto de España en un gigantesco campo de concentración o de exterminio, es la única consecuencia política a la que llevan sus acciones criminales. Porque en la tarde, de ayer, el secuestro del Congreso de los Diputados y del Gobierno tuvo otros cómplices, además de los que vivaqueaban en los alrededores del hotel Palace o en oscuros despachos oficiales. Y entre esos cómplices están todos los que usan de la violencia y apelan a ella en el marco de un Estado democrático soberana y libremente constituido.

Ocurra lo que ocurra en las próximas horas o en los próximos días, suceda lo que suceda a quienes nos mantenemos fieles a la Constitución y a la legalidad vigente, nacidas ambas de elecciones libres y de la voluntad del pueblo español, los golpistas están condenados por la Historia, por la ética y por los juramentos de honor que tanto prodigan y tan poco cumplen. Ojalá este acto de barbarie sea sólo un bochornoso incidente y sirva, al menos, para que el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo de esta vieja nación sepan sacar las adecuadas consecuencias: que una democracia no puede ser defendida por quienes no creen ni en sus valores ni en sus principios y por quienes están dispuestos a matar y extorsionar en contra de la libertad.

En cualquier caso, este acto sedicioso, si tiene el final feliz que todos deseamos, no puede ser despachado bajo la teoría del «grupo salvaje», del pelotón de guardias civiles bastante descontrolados y enloquecidos. La investigación judicial sobre el asalto con toma de rehenes al Congreso de los Diputados tiene que alcanzar el fondo de todas las tramas -incluso si están insertas en las instituciones- que vienen conspirando contra la democracia desde el mismo momento de la reforma política. Los locos -máxime si circulan armados- son recluidos en las casas de orates y no se les entrega el mando de la tropa.

La Constitución española, para bien de todos y para honra de nuestra sociedad, ha abolido la pena de muerte, al igual que las torturas y los tratos inhumanos. En estas horas difíciles, nos ratificamos en la defensa que hicimos y que seguiremos haciendo, desde las páginas de este periódico, de la abolición de la pena capital, que garantiza la vida a los organizadores del asalto al Congreso. Sin embargo, la Constitución debe ser aplicada en todos sus mandatos. La rebelión debe ser abortada; sus cómplices y encubridores, desenmascarados y puestos a buen recaudo; y sus autores, detenidos, juzgados por tribunales que aseguren un juicio a la vez imparcial y conforme a derecho y castigados para ejemplar escarmiento. Los ciudadanos españoles deben sumarse a la gran protesta nacional e internacional y movilizar por todos los medios a su alcance la voluntad popular en defensa de la legalidad. Pero es precisamente necesario demostrarlo con su decisión de convivencia, con sus ganas de libertad y de alegría, sin apelaciones en este momento a huelgas generales o actos multitudinarios que ahonden en la desestabilización, máxime cuando la vida de los líderes políticos de este país pende aún de la voluntad de unos fanáticos. A la hora de cerrar esta edición, la situación parece controlada por el Rey y las fuerzas y los poderes legales. El comportamiento de los altos mandos de nuestras Fuerzas Armadas y de la Junta de Jefes del Alto Estado Mayor ha estado a la altura de la serena conducta de su mando supremo. Las horas y los días venideros determinarán el futuro en libertad de España.

24 Febrero 1981

RESPETO A LA CONSTITUCIÓN Y CALMA NACIONAL

J. L. Martín Descalzo (Editorial)

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El grupo de personas que ayer asaltaron el Parlamento ha empezado por manchar gravísimamente su uniforme: ha violado la más elemental función de la milicia, que tiene como tarea primera defender y tutelar la Constitución

A la hora en que se escribe este editorial España entera lleva seis horas viviendo en la angustia. Los viejos fantasmas, que parecían alejados definitivamente de nuestro horizonte nacional, han vuelto a visitarnos. Y, aun cuando en estos momentos el gravísimo suceso parece localizado y reducido a un grupo de desequilibrados, sigue el país entero colgado de sus radios y televisiones para conocer el desenlace de algo que aún podría concluir en un drama espantoso.

A estas horas nuestra palabra primera tiene que ser la de la más rotunda condena de lo ocurrido. Nadie ignora que la gobernación del Estado pasa horas incuestionablemente difíciles y que el país necesita un golpe de timón serio en su modo de ser gobernado para que España pueda recuperar el orden y la paz que necesita. Pero es evidente que la locura protagonizada ayer por un grupo de oficiales de la Guardia Civil – y, según parece, respaldada por algún alto mando del Ejército – no sólo no vendría a resolver nada, sino que ha puesto en el más grave riesgo todo cuanto en cinco años de esfuerzo, y sacrificio de todos y muy en especial de ñas Fuerzas de Seguridad del Estado, ha logrado España bajo la sabia y pacífica dirección del Rey.

El grupo de personas que ayer asaltaron el Parlamento ha empezado por manchar gravísimamente su uniforme: ha violado la más elemental función de la milicia, que tiene como tarea primera defender y tutelar la Constitución; ha faltado a lo más elemental de su disciplina militar; ha atentado contra la más alta representación del pueblo español. Tal número de dislates, que solo puede calificarse como abierta locura.

(…)

Repitámoslo: por el camino de la Constitución todo es posible. Nada se logrará por el de la violencia. No se sirve a España violando la voluntad libremente expresada por los españoles. No se ayuda al país sumiéndolo en la angustia y sacudiéndolo con la más grave, la más triste de las convulsiones.

Afortunadamente, no le ha faltado a España – una vez más – ni la serenidad del Rey, ni el respeto a la Constitución de la práctica totalidad del Ejército, ni la misma tranquilidad y confiada expectación de la comunidad nacional.

Esta es la hora de que todos los españoles reafirmen su fe en los caminos legales para salir de los problemas que el país vive. Es la hora de seguir creyendo en la libertad que la Constitución garantiza. Es hora de que todos – militares, parlamentarios, ciudadanos – revisen su personal responsabilidad en el servicio al país por encima de las ideas personales y los propios intereses. Hora de que los grupos políticos acerquen sus posturas y aúnen sus esfuerzos en salvar una serie de valores sin los cuales siempre estaremos expuestos a la invasión de los violentos de uno u otro género. Hora de que la comunidad se mantenga en calma.

Calma. Queremos repetir esta palabra porque es la que más necesita España hoy. Nada podrá ser hoy más dañino que el que grupos de cualquier ideología intentasen tomar la calle por la fuerza, con lo que terminarían haciendo el juego a los revoltosos. Cualquier paso que no pase hoy por el orden y la serenidad, nos acerca a una guerra. Sólo la fe en la autoridad y en la Constitución puede sacarnos sin demasiado dolor de este drama.

26 Febrero 1981

TEJERO

Ángel Palomino

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A gentes muy sencillas ideológicamente, quizá situadas en las antípodas del teniente coronel Tejero, les he oído comentar: es un valiente.

La conducta del teniente coronel Tejero ha estado a la vista de todos los españoles y será juzgada – probablemente con la máxima severidad – por un tribunal. No caeré en la tentación de utilizar el término ‘presunto’ para lo que es evidente. Tan evidente como que el teniente coronel Tejero es un hombre de honor, un caballero. La ilicitud, que no discuto, de su conducta, no disminuye, sino que acrecienta la enorme dignidad con que asumió su destino, la serena caballerosidad con que aceptó su responsabilidad y rechazó cualquier arreglo favorable a su persona.

Vi en Televisión como despedía a los hombres que estuvieron bajo su mando en la acción ilegal que ha conmovido a España. Uno por uno, fueron despedidos por él con un apretón de manos: estaba correctamente vestido, impecable como para un acto de servicio.

No es admisible la comparación con otras conductas, no hay paralelismo con otros actos de violencia: frente a la legalidad estaba un hombre de honor.

Su destino, su voluntad y las circunstancias históricas lo llevaron a romper la legalidad, pero ni por un instante cometió un exceso innecesario para su propósito: llevóo su desacato hasta el límite mismo que lo hace realizable y no abusó de la superioridad que las armas le daban sobre sus prisioneros ni un milímetro más de lo imprescindible.

Pudo salvarse y salvar a los demás ocmprometidos. Contaba con rehenes valiosísimos, por cuyas vidas la sociedad hubiese pagado ucalquier precio. No aceptó arreglos a su favor, sólo exigió una salida honrosa: entregarse a sus superiodies para ser juzgado. Y sabía lo que esto significaba.

Su acción no fue contra las personas sino contra una estructura política que consideraba perniciosa para su patria. Ni siquiera se permitió la turbia satisfacción de inspirar más temor en unos que en otros maltratando o intimidando a personalidades que repetidamente  han mostrado animadversión a su Cuerpo, a sus actos de servicio y a su persona. Podrá haber quien diga que él o sus hombres les miraban de una manera especial; su conciencia o su inconsciente quedan al descubierto con tales suposiciones. El hecho es que exigió sometimiento en la medida que la acción lo precisaba: sólo eso. Y no desatendió ni un sólo requerimiento relacionado con estados que precisasen cuidados médicos.

Que ello fue duro y humillante para las altas personalidades atropelladas, es evidente. Que la seguridad de la acción, así lo exigía, nadie se lo puede negar.

Como nadie puede negar que el valor con que emprendió la acción fue superado por el que mostró al dar fin al episodio con dignididad y espíritu de sacrificio.

No ha de influir ello en la severidad de los jueces, pero sí ha calado en el sentir del pueblo español tan sensible a los gestos de arrojo: en la calle, hoy, se siente admiración por ese hombre. A gentes muy sencillas ideológicamente, quizá situadas en las antípodas del teniente coronel Tejero, les he oído comentar: es un valiente.

Yo no puedo contenerme con algo tan simplista. Voy a recordar mis tiempos lejanos tiempos de profesor de Historia Militar y traté de hacer un estudio de este dramático acontecimiento. El estudio técnico de un acto de fuerza es el que, pese a la abundancia de armas y al uso inicial de las mismas con Fuego real, no se derramó ni una gota de sangre.

Ángel Palomino

24 Febrero 1981

El Cuartelazo

Editorial (Director: Xabier Sánchez Erauskin)

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Al gran capital, a las multinacionales les interesa más, como imagen y plataforma, el rostro marmóreo de Calvo Sotelo que los bigotes erizados y el rostro iluminado de Tejero.

Con la pipa en la mano, la mirada soñando azules amaneceres e impasibles el ademán, el teniente coronel Tejero erguido en el estado del Congreso del Parlamento logró helar el aliento a más de medio Estado español. El cuartelazo llegaba de la forma más espectacular e inesperada; con el secuestro del Gobierno y Parlamento en pleno palacio de las Cortes. Pero al parecer los cabos no estaban del todo atados. Los Milans del Bosch, Armada y demás generales del golpazo quedarían en orsay a las pocas de cambio. El Pinochetazo no se consumaría.

Y es que la derecha no necesita derechazos. Posiblemente porque el gran capital, a los Ferrer Salat, a las multinacionales les interesa más, como imagen y plataforma, el rostro marmóreo de Calvo Sotelo que los bigotes erizados y el rostro iluminado de Tejero.

Con ello no se trata de negar la posibilidad de haber caído bajo un golpe militar. Al fin y al cabo, también es una cuestión de tanques… pero en frío análisis político (que a veces, hay que reconocerlo, se ve sorprendido por lo inesperado) en esta Europa de hoy cada vez va siendo más difícil el golpe fascista. La derecha ya no necesita el fascismo. Su imagen siniestra y aterradora ya no sirve. La derecha necesita otra cosa: las democracias fuertes, la democracia de Calvo Sotelo.

En definitiva los verdaderos ganadores, los auténticos triunfadores de la cuartelada han sido los de las ‘democracia consolidada’. Y los perdedores, la izquierda: la domesticada, la que ahora sale a la calle del bracete de Alianza Popular para defender a la Constitución y las ‘libertades’ y la izquierda consecuente que va a recibir todos los palos del mundo con la bendición de Reagan, Schmitd, Giscard, la OTAN… y Mitterrand, Felipe, Carrillo y Marchais.

Nos esperan malos días

El pueblo de Euskadi, el pueblo que lucha por sus libertades profundas debe intentar analizar el cuartelazo del palacio de las Cortes con cierto distanciamiento. El fracaso de los ultras ante la derecha “civilizada” era casi inevitable y ahora la derecha ha salido reforzada. Y que nadie hable ahora de las libertades para llevarnos tras la pancarta de la “consolidación democrática” o del “frente por la paz”. ¡Que aquí nadie se chupa el dedo!

26 Febrero 1981

Su majestad España

Federico Jiménez Losantos

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En otra encrucijada de la vida española en la que había que actuar normalmente, es decir haciendo cosas que crearán norma y dieran sensación de esencial continuidad, precisamente al iniciarse el curso 1931-32, primero de la Segunda República, tuvo Unamuno que inaugurarlo y, lo que es más importante, dar con el espíritu normativo que la nación, que toda nación, precisa. Y quiso hacerlo mediante una fórmula o juramento que advirtiese al nuevo régimen contra todo espíritu de facción, faccioso, excluyente y, en defintiiva, antinacional. Quiso buscar el agua clara de la legitimidad popular en el odre de su historia, de la historia de us mayoría, que eso significa majestad; mayoría y autoridad o autoridad acordada por la mayoría, y quiso inaugurar esa nueva normalidad en nombre de lo más sagrado: «En nombre – dijo – Su Majestad España, una soberana y universal’.

Creo que esa misma fórmula ha usado Don Juan Carlos de Borbón para asegurar la normalidad nueva y tierna de nuestra democracia epsañola, porque la democracia parlamentaria de nuestra Monarquía, hoy más que nunca nacional no corresponde, como suele decirse, a una república coronada, sino más bien a una democracia con cabeza. POr eso, racionalmente y con toda razón hemos de agradecer al Jefe del Estado español, que es más que Rey, que no haya hablado en nombre de sí mismo o de SU Majestad propiamente otorgada, sino implícita y explícitamente en nombre de Su Majestad España. POrque lo malo sería que huérfanos de mesías, cayeramos en buscarlo en el Rey y no en las leyes. Porque, insisto, la lección de Su Majestad es y ha sido la de hablar y actuar continuamente en nombre de la majestad o mayoría de España.

Pero hay algo sustancial que me parece tan claro como el triunfo de la garantía democrática de la Monarquía, y es el desgaste, la impopularidad y los errores de nuestra clase política, que aunque penitencia duramente, n oo sé si se dará cuenta de hasta que punto cinco años de desorganización del Estado, de desgobierno autonómico y de frivolidad partidista han minado profundamente la confianza del pueblo en la democracia y en la clase de Estado que debe alebrgarla. Digo confianza, noo esperanza, porque la esperanza es lo último que se pierde, pero urge ya gobernar el Estado de forma que la nación que le da vida pueda de nuevo recobrar el pulso de su historia, de su majestad histórica, no empequeñecida ni provincianizada por gabelas mezquinas o taifas reticentes.

Atentado contra la patria.

No veamos más al sñeor Arzallus hablar de las buenas relaciones futuras entre Alemania federal y Euskadi, ni al señor Pujol intentando orillar la lengua común de España. Los rebeldes han atentado contra la Cosntitución, pero tras el escarmiento, deben nuestros políticos aplicarse a reparar el descrédito que ciertas ambigüedades o ‘lecturas’ de nuestro texto esencial de convivencia han sembrado en un pueblo al que cada vez llegan menos y en un Ejército que nunca podrá obedecer a quien n ose atreve a mandarle.

Un destino común

Quiero, en fin recordar en homenaje a nuestro jefe del Estado democrático estas palabras de su antecesor inmediato en la búsqueda de llenar de contenido nacional la convivencia española: Don Manuel Azaña. Algunos habrán olvidado la visita que el Rey hizo a su viuda en México y lo que le dijo en aquel acto de auténtica refundación más que reconciliación nacional sobre su afición a las obras de Azaña. Sin duda, ha meditado más de una vez en este párrafo de su último discurso en territorio español, Barcelona.

Convenido que el Rey piensa, ahí queda para lo que piensen nuestros políticos y para que los ciudadanos no les dejemos frivolizar más en la dirección de nuestra Patria: ‘Ciertas verdades, que habían sido inundadas por el aluvión, volvieron a ponerse a flote y a entrar en nueva vigencia y por fortuna, hoy nadie las desconoce, por fortuna, porque no se puede infringir impunemente. Destaco entre ellas que todos los españoles tenemos el mismo destino, un destino común, en la próspera y en la adversa fortuna, cualesquiera que sean la profesión religiosa, el credo político, el trabajo y el acento, y que nadie puede echarse a un lado y retirar la puesta. No es que sea ilícito hacerlo: Es que, además no se puede».

No, no se puede hacer más política mezquina, no más mercaderías disimuladas, ni chapuzas a oscuras. Democracia y Constitución, democracia y libertad, en nombre de lo más íntimo, particular y universal que nos gobierna, en nombre de Su Majestad España. La del Rey y nuestra, la del cielo y la de los que miréndolo quedaron para siempre sobre su tierra.

Federico Jiménez Losantos

El Análisis

JUAN LUIS CEBRIÁN ENTRA EN LA HISTORIA

JF Lamata

Sin ánimo de pretender deslucir a D. Pedro J. Ramírez, a D. Guillermo Luca de Tena o al resto de periodistas que de una manera u otra se desvincularon del golpe, fue D. Juan Luis Cebrián, el director de EL PAÍS, el que entró en la historia del periodismo español aquel 23-F de 1981. Tuvo la rapidez de sacar una edición especial y, en contra de la tradición de EL PAÍS de que su titular fuera meramente informativo, tituló con un editorial ‘EL PAÍS con la Constitución’, por primera y única vez en la historia de ese diario,  la propia cabecera del periódico ‘EL PAÍS’ era el sujeto del titular. Fue el primer medio, junto a la SER de D. Fernando Ónega, en informar a España de lo que estaba pasando en el Congreso, algo clave para desbaratar el tema. Si EL PAÍS desde el principio había sido un poco el medio icono de la Transición democrática, tras el 23-F quedó forjado como el medio de comunicación de más prestigio del país. Incluso futuros enemigos del Sr. Cebrián como el Sr. Martín Prieto o D. Pablo Sebastián no han dejado de reconocer su labor aquel día.

En cuanto a la polémica con D. Pedro J. Ramírez, hay que decir que, en aquel momento, los Sres. Ramírez y Cebrián parecían ser dos colegas íntimos. El Sr. Cebrián había estado en la toma de posesión del Sr. Ramírez como director de DIARIO16 y ambos aparecían como los medios aliados del ‘nuevo periodismo’ frente al periodismo tradicional que podía representar D. Luis María Anson. Entonces no se escucharon reproches mutuos. Fue una década después en los noventa, cuando los respectivos medios de comunicación de los Sres. Cebrián y Ramírez entraron en guerra y sería entonces cuando nos enteraríamos que resultaba que ambos periodistas no se podían ni ver y que se habían peleado aquel 23-F.

J. F. Lamata